lunes, 8 de diciembre de 2008

Los campos de concentración norteamericanos



por Mark Weber


En los primeros meses que siguieron al ataque a Pearl Harbour muchos supusieron que habría otros ataques contra la costa oeste de los EE.UU. El miedo dominó el país y una oleada de antipatía histérica hacia los japoneses sumergió la costa del Pacifico.

El FBI comenzó a detener a todos los japoneses "sospechosos". Ninguno estuvo jamás acusado por crimen alguno. Casi todos eran simples miembros de la comunidad japonesa: sacerdotes sintoístas o budistas, periodistas, profesores de idioma japonés o sindicalistas. Los líderes de la colonia japonesa fueron liquidados así en una rápida operación.

Los hombres fueron deportados sin avisar. La mayoría de las familias no sabían porqué habían desaparecido, adónde habían sido llevados o cuándo serían excarcelados. Algunos de los arrestados fueron pronto puestos en libertad, pero la mayoría de ellos fueron transportados secretamente a campos de internamiento por todo el país. Muchas familias supieron sólo años más tarde lo que había ocurrido con sus familiares. La operación incluyó también la congelación de cuentas bancarias, la incautación de bienes, drásticas limitaciones en los viajes y los desplazamientos, toques de queda y otras medidas restrictivas. Sin embargo, esta operación del FBI apenas anunciaba la siguiente etapa de la evacuación en masa.

En febrero de 1942, el teniente general John L. De Witt, comandante general de la defensa del oeste de los EE.UU., pidió autorización al Ministro de la Guerra, Henry L. Stimson, para evacuar "japoneses y otros sujetos subversivos" del área de la costa oeste. El 19 de febrero el presidente Roosevelt firmó la orden (Orden No 9.066) que autorizaba al Ministro de la Guerra o a cualquier jefe militar para establecer "áreas militares" y excluir de ellas "a cualquier persona."

Un mes más tarde el Presidente Roosevelt firmó la Orden No 9.102 estableciendo la "Autoridad Militar de períodos de guerra" que operaba en los campos de internamiento. Roosevelt nombró a Milton Eisenhower, hermano del futuro presidente, para aplicar y dirigir esta ley excepcional. Sin la menor disensión, el Congreso ratificó la Orden ejecutiva No 9.066, con la aprobación de la Ley Pública oportuna.

En los inicios de marzo el US Army (ejército de los EE.UU.) preparó la evacuación de casi 77.000 ciudadanos americanos de origen japonés (los Nissei) y de 43.000 japoneses (Issei) de los Estados de California, Washington, Oregon y Arizona. A lo largo de toda la costa oeste aparecieron carteles con la orden de presentarse en los puntos de evacuación: "Instrucciones para todas las personas de ascendencia japonesa" -- se podía ver en grandes caracteres, en el encabezamiento --. El texto decía: "Todos los japoneses, extranjeros o no, serán evacuados en los puntos arriba citados el martes siete de abril a las 12 horas del mediodía." Se advirtió a los evacuados para que acarrearan sus propios colchones y para que llevaran, como mucho, el equipaje que pudieran en una mano (un informe de posguerra señalaba que el 80% de los bienes almacenados pertenecientes a japoneses internados fueron "saqueados, robados o vendidos durante su ausencia,).

Los 23.000 japoneses que vivían en la costa oeste del Canadá, de los cuales tres cuartas partes eran ciudadanos canadienses, fueron perseguidos también. No se les permitió volver a la Columbia británica hasta marzo de 1949, siete largos años después de la evacuación y tres y medio después del fin de la guerra. El Departamento de Estado obligó a los países de la América Latina para que acorralaran a "sus" japoneses. Aproximadamente 2.000 japoneses fueron embarcados desde doce países hacia diferentes campos de concentración en los EE.UU. La mayoría fueron enviados por el Perú, que quiso eliminar a todos los japoneses y aún después de la guerra rechazó la entrada de aquellos que habían sido deportados a los EE.UU. Brasil, Uruguay y Paraguay establecieron sus propios programas de internamiento. Argentina y Chile, dicho sea en su honor, no rompieron relaciones diplomáticas con el Eje hasta casi el final de la guerra. Así y todo, los japoneses no fueron ni detenidos ni internados.

La razón esgrimida para la evacuación de la costa oeste fue la del "interés militar". Pero esta argumentación se mostró inconsistente por el hecho de que los japoneses residentes en Hawai no fueron internados en masa. Y eso que Hawai estaba en un peligro de invasión mucho mayor que la costa oeste americana. La población de la isla de Hawai estaba constituida en un 38% por japoneses, en comparación con el 1% que suponían de toda la población de California. Con la excepción de un pequeño número de hawaianos japoneses, todos permanecieron en libertad para mantener el funcionamiento económico de la isla.

La evacuación, establecida teóricamente contra sabotajes y espías, alcanzó e incluyó a bebés huérfanos, niños adoptados y aún a ancianos e impedidos. Los niños mestizos, si procedían de internados, también eran internados. El coronel Karl Bendetsen, que dirigía la operación, declaró: "Si tienen una sola gota de sangre japonesa irán a los campos de concentración. Esa es mi determinación".

El Gobierno norteamericano manifestó que los centros de detención no tenían nada que ver con los horribles campos de concentración de sus enemigos en Europa. La agencia de relaciones públicas del Ejército se refería constantemente a ellos como "Campos de reasentamiento" y "asilos para refugiados". El Departamento de Estado negaba que los centros fueran campos de concentración: "por el contrario, las zonas donde estas comunidades están establecidas permiten a los japoneses el poder organizarse social y económicamente con la protección de las autoridades centrales de los EE.UU". En un artículo publicado por la oficina de relaciones públicas del Ejército, en septiembre de 1942, un oficial se dirigía a los norteamericanos en términos similares y añadía que "a la larga los japoneses sacarán provecho de esta terrible y dolorosa experiencia".

Fueron un total de 120.000 los que estuvieron internados en los campos de detención construidos por el Gobierno. ¿Fueron estos centros de internamiento auténticos campos de concentración? William Denman, juez jefe de la Novena Corte de Apelación, describió así el Campo de Lago Thule:

"Las alambradas de espino rodeaban a las 18.000 personas, igual que en los campos de concentración alemanes. Había las mismas torretas, con las mismas ametralladoras, destinadas para aquellos que intentaran escalar las altas alambradas. Los barracones estaban cubiertos por cartón alquitranado y esto teniendo en cuenta las bajas temperaturas invernales de Lago Thule.

Ninguna penitenciaria del Estado trataría así a un penado adulto y allí había niños y recién nacidos. Llegar a las letrinas, situadas en el centro del campo, significaba dejar las chozas y caminar bajo la nieve y la lluvia. Una vez más el tratamiento era peor que en cualquier cárcel, sin diferenciar, además, a niños o enfermos. Por si fuera poco, las 18.000 personas estaban hacinadas en barracones de una sola planta. En las celdas de las penitenciarías estatales jamás hubo tales aglomeraciones)". (Weglyn, pag. 156)

El Ejército utilizó seis vehículos blindados y un batallón de policía militar (31 oficiales y 899 suboficiales y soldados) para la custodia de este Campo de Lago Thule, en California. Otros campos poseían cercas electrificadas, un sin sentido si tenemos en cuenta que todos estaban situados en desiertos y zonas desoladas. Cada campo contaba con potentes focos que por la noche iluminaban hacia los barracones.

Se disparó contra cientos de internados, sufriendo muchos de ellos heridas. Ocho murieron por arma de fuego. En otras ocasiones los japoneses fueron golpeados brutalmente sin razón alguna.

En el Campo de Lago Thule los guardianes tenían a gala el golpear a los detenidos con bastones de base-ball. Cuando los japoneses del campo californiano de Manzanar se manifestaron contra las condiciones de vida, los soldados arrojaron botes de humo y a continuación abrieron fuego. Un internado murió en el acto y otro más tarde. Otros nueve fueron gravemente heridos. Hubo japoneses que, desesperados, se suicidaron. Otros murieron a causa de las paupérrimas condiciones de vida.

A menudo tres generaciones de una misma familia vivían en una habitación de 6 x 7 metros.

Algunas veces eran dos o tres familias distintas las que se alojaban en la misma habitación. Una bombilla era el único mobiliario, excepción hecha de aquel que los internados pudieron construirse. En otros casos las familias fueron enviadas a establos recién "reconvertidos", donde el hedor se volvía insoportable en verano.

Todo el correo era censurado, así como las comunicaciones internas. El japonés estaba prohibido en reuniones públicas y los servicios religiosos fueron suprimidos. Los prisioneros estaban obligados a saludar a la bandera, cantar canciones patrióticas y a declarar su lealtad a la nación "una e indivisible, con libertad y justicia para todos."

Uno de los aspectos más significativos de esta represión racista es el hecho de que no fue protagonizada por una "clique" de fascistas y militares de extrema derecha, sino que -- por el contrario -- fue propagada, justificada y administrada por hombres bien conocidos por su apoyo al liberalismo y la democracia.

Condenado hoy en día por todo el mundo el programa de internamiento de japoneses, es difícil darse una idea del alcance y del apoyo que entonces tuvo. La vasta operación -- como J. Ten Broek apunta -- fue "iniciada por los generales; asesorada, ordenada y supervisada por los jefes civiles del Departamento de Guerra; autorizada por el presidente; sufragada por el Congreso; aprobada por la Corte Suprema y aprobada por el pueblo". (Ten Broek, pag. 325)

La primera demanda pública pidiendo el internamiento de los japoneses parece que fue hecha a comienzos de enero de 1942 por John B. Hughes, importante locutor de la Mutual Broadcasting Company. Poco después, Henry McLemore, columnista de la red de periódicos Hearts, decía a sus lectores: "Estoy por el traslado inmediato de todo japonés de la costa oeste de los EE.UU. a algún lugar lejano, en el interior; y no quiero decir tampoco a un lugar bonito. Que los reúnan como a un rebaño y que los despachen a lo más hondo de las regiones yermas. Dejémosles que palidezcan, enfermen, tengan hambre y mueran. Personalmente, odio a los japoneses. Y esto va por todos, sin excepción". (Ten Broek, pag. 75)

El popular actor Leo Carrillo telegrafió al diputado de su circunscripción: "¿Por qué esperar a que los japoneses se sobrepongan antes de que actuemos?...Trasladémoslos inmediatamente de la costa hacia el interior... Le insto en nombre de la seguridad de todos los californianos para que la acción se inicie inmediatamente". (Ten Broek, pag. 77)

En febrero, una delegación de congresistas de la Costa Oeste escribió al Presidente pidiendo "una evacuación inmediata de todas las personas de ascendencia japonesa... ya sean extranjeras o ciudadanos de los EE.UU., de la costa del Pacífico."

En una emisión radiofónica para el sur de California, en conmemoración del aniversario de Lincoln, Fletcher Brown, a la sazón alcalde de Los Angeles, denunció el "enfermizo sentimentalismo, de aquellos preocupados por las injusticias cometidas contra los japoneses residentes en los EE.UU... Afirmó que si Lincoln viviese "detendría a la gente nacida en suelo americano que guardase secreta lealtad al emperador del Japón." "No hay la menor duda -- asertó Brown ante su audiencia -- de que aquel Lincoln, de apacible aspecto, cuya memoria hoy recordamos y reverenciamos, hubiese detenido a todos los japoneses y los hubiese llevado donde no pudieran causar ningún daño".

Walter Lippmann -- probablemente el más famoso de los columnistas del país -- apoyó sin cortapisas la evacuación en masa en un artículo aparecido en febrero y titulado "La quinta columna de la costa". Westbrook Pegler, su oponente conservador, siguió sus pasos días más tarde.

Sólo una semana después del ataque a Pearl Harbour, el congresista por Missisipi, John Rankin, afirmaba en la Cámara de Representantes: "Propongo que se capture a todos los japoneses de América, Alaska y Hawai y se les interne en campos de concentración; y se les envíe cuanto antes hacia Asia. Esto es una guerra racial. La civilización del hombre blanco ha entrado en guerra con el barbarismo japonés. Uno de los dos habrá de ser destruido. ¡Condenémosles! ¡Deshagámonos de ellos ahora!" (Ten Broek, pag. 87). Otro miembro del Congreso propuso la esterilización de todos los japoneses. Todas estas manifestaciones estaban en consonancia con el sentimiento popular. Inmediatamente después de Pearl Harbour los japoneses fueron excluidos de varios sindicatos. Entre el 8 de diciembre y el 31 de marzo la ira antijaponesa produjo 36 agresiones, además de 7 muertes. Una encuesta realizada en enero de 1942 arrojaba cifras de un 93% de encuestados favorables a la evacuación de japoneses con pasaporte extranjero, mientras que un 59% quería que se expulsara también a los que tenían pasaporte norteamericano y sólo un 25% desaprobaban expresamente esta medida.

Se dio muchísima importancia al hecho de que los inmigrantes nacidos en el Japón, pero residentes en los EE.UU. desde hacía décadas (tos issei) no se hubieran nacionalizado, como supuesta prueba de su lealtad al emperador. Pero no se mencionó una antigua ley, no derogada hasta 1952, que les privaba de obtener la ciudadanía norteamericana.

Desde el comienzo de la guerra se extendió el mito de que fueron poderosos grupos antijaponeses los que planearon la evacuación para anular su poderío económico. Sin embargo, la realidad es otra muy diferente. Mientras muchos pequeños propietarios pedían la evacuación, las grandes empresas no prestaron la más mínima atención al asunto.

Los japoneses fueron deportados en un momento en que la nación apoyaría cualquier tipo de medida tomada por el gobierno federal en nombre de la victoria. El hecho de que los japoneses fueron enviados a campos de concentración, y no por grupos de recalcitrantes racistas para hundir el poderío económico de los nipones, sino por un gobierno poderoso y populista, dirigido por demócratas y liberales es bien revelador. En la cúspide de la lista de los responsables -- no sólo de autorizar, sino también de llevarlo a término -- estaba el presidente F. D. Roosevelt.

Antes de promulgar la Orden Nº 9.066, el fiscal general de los EE.UU. advirtió a Roosevelt que la seguridad del Estado no justificaba la evacuación de los japoneses. La Oficina del Fiscal General también manifestó que la evacuación supondría una violación de la Constitución.

El decano de los historiadores revisionistas americanos, Prof. James J. Martin, calificó el programa de evacuación como una "transgresión de los derechos humanos tan importante como para ridiculizar a todas las violaciones de los derechos humanos ocurridas desde el comienzo de los EE.UU. hasta hoy". (Weglyn, pag. 67) Roosevelt autorizó, apoyó y mantuvo una acción que sabía racista y descaradamente anticonstitucional. Pero este no es sino otro ejemplo de la enorme hipocresía con que siempre se condujo.

El responsable de organizar la evacuación, teniente general De Witt, declaró: "En esta guerra en que nos encontramos, una simple migración no rompe las afinidades raciales. La raza japonesa es una raza enemiga y aunque hayan nacido dos o tres generaciones en los EE.UU., posean la nacionalidad y se hayan ''americanizado'' sus lazos raciales permanecen insolubles... De esto se sigue que a lo largo de la costa oeste hay 112.000 enemigos potenciales de origen japonés". (Ten Broek, pags. 4, 110 y 337) Henry L. Stimson, ministro de la guerra, fue más lejos: "Sus características raciales son tales que no podemos comprenderlos ni fiarnos de ellos".

Otra persona bien conocida por sus amplias miras liberales que ayudó a la organización de la evacuación y al internamiento fue el Subsecretario de la Guerra, John J. McCloy, que durante cuatro años sirvió de enlace entre el Ministerio de la Guerra y la WRA (Autoridad Militar especial en tiempo de guerra), la agencia que gobernaba los campos de concentración. Después de la guerra, McCloy fue nombrado alto comisionado en Alemania y como máximo cargo aliado de la ocupación, McCloy trabajó arduamente para imponer la democracia al vencido pueblo germano.

El jefe del gabinete civil del Mando Oeste de Defensa y enlace con el Departamento de Justicia, fue Tom Clark, que más tarde sería también partícipe de los "juicios" de Núremberg. En 1966 Clark declaraba: "Sin duda he cometido errores en mi vida, pero hay dos que públicamente reconozco y deploro: uno es mi intervención en la evacuación de los japoneses de California; la otra es el juicio de Núremberg."

Abe Fortas fue otro liberal de la Corte Suprema de Justicia que tomó parte activa en la campaña contra los japoneses. Quizá fue Earl Warren el más sorprendente abogado de esta causa.

Considerando su larga carrera de liberal vocinglero es paradójico cuando menos que él, más que ninguna otra persona, liderara el sentimiento popular antijaponés, que hiciera más que nadie para que los japoneses fueran deportados y encarcelados. Como fiscal general de California Warren azuzó el racismo, en manifiesto esfuerzo por promover su carrera política. Era, además, miembro de la xenófoba organización "Hijos del país del dorado Oeste" dedicada a conservar California "como ha sido siempre y Dios entiende que debe ser: el paraíso del hombre blanco".

Los miembros de esta organización pretendían "Salvar California de la invasión amarilla y de sus compañeros renegados blancos".

En febrero de 1942 Warren testificó ante un Comité especial del Congreso sobre la Cuestión Japonesa. Ese año se presentaba a Gobernador del Estado y resultó elegido. Warren testificó, falsamente, que "los japoneses se habían infiltrado en cada punto estratégico de la costa y de los valles." A continuación Warren afirmaba, en asombrosa elucubración, que el hecho de que ningún japonés hubiera cometido hasta entonces un hecho de deslealtad era una prueba de que en el futuro los cometerían. Más tarde, cuando el Gobierno comenzó a liberar japoneses cuya lealtad estaba fuera de toda duda, el Gobernador Warren protestó para que cada japonés liberado fuera apartado de California como potencial saboteador. Sorprendentemente años más tarde, este hombre que se había aupado gracias a la xenofobia antijaponesa, realizó desde su cargo de jefe de justicia de la Corte Suprema una política abiertamente favorable a los negros.

Después de la evacuación muy pocos quisieron a los japoneses nuevamente en California. Un periodista, Robinson, amenazó con degollar a cualquier deportado que osara volver. La congresista por California, Clair Engle, declaró: "No queremos a esos japoneses de vuelta y cuanto antes nos deshagamos de ellos mejor". Un sondeo realizado por un periódico de Los Angeles a finales de 1943 mostraba que los californianos, en una proporción de 10 a 1, votarían por impedir que los ciudadanos de origen japonés se reintegraran en sus vidas normales. En los seis meses siguientes al fin del programa de evacuación se produjeron más de treinta agresiones contra la vuelta de los internados. En Fresno y en otros lugares cercanos, las casas de las familias recién regresadas fueron atacadas. Las organizaciones antijaponesas se multiplicaron en California y en la costa Noroeste.

Apenas existió oposición al Programa de Evacuación. Una curiosa excepción: Edgar Hoover, jefe del FBI, protestó enérgicamente contra el Programa. Este hombre, tan denostado por los liberales norteamericanos como la personificación del fascismo y la reacción en los EE.UU., creía que la histeria de la evacuación estaba "basada más en la presión de los políticos que en hechos reales." Afirmó que el FBI era perfectamente capaz de controlar a los pocos sujetos sospechosos (Weglyn, pag. 284).

Por su parte el predecesor de Warren, el Gobernador liberal de California Culbert L. Olson, tenía un motivo muy especial para oponerse a la evacuación. Propuso que, en vez de internar a los japoneses adultos en campos de concentración, se les llevara a las áreas rurales donde se localizaban las principales cosechas. Si los japoneses no se ocupaban de esas duras tareas -- temía Culbert -- "la avalancha de chicanos y negros será inevitable". (Weglyn, pág. 94)

Seguramente la única personalidad honesta en esta historia fue Norman Thomas, el líder de los socialistas norteamericanos, cuya actitud fue, cuando menos, nada hipócrita y considerada desde la perspectiva actual, casi heroica. Thomas había sido el portavoz y el líder verdadero del movimiento para mantener a los EE.UU. fuera de la conflagración mundial y fue la única personalidad en oponerse vehementemente al Programa de Evacuación. Thomas denunció la política de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), de la que, sin embargo, había sido co-fundador, cuando la ACLU manifestó que la Evacuación caía dentro de las atribuciones del Presidente, "lo que es -- replicó Thomas -- quizá tan ominoso como la Evacuación misma... y es comúnmente aceptado por esos que tan orgullosamente se autocalifican de liberales".

Este raro y honesto liberal (en el sentido norteamericano del término, N. del T.) se consternaba ante la general tolerancia del Programa y así lo escribió: "Con mi experiencia de casi treinta años nunca encontré más difícil el hacer despertar al pueblo norteamericano en un asunto tan importante. Los hombres y mujeres que no conocen los hechos (a excepción de la versión de color de rosa de la prensa) niegan vehemente que haya campos de concentración; aparentemente es un término sólo utilizable cuando los guardianes hablan alemán". (Weglyn, pags. 111-112)

La Corte Suprema falló sobre tres casos relacionados con el programa de Evacuación. En el Caso Hirabayashi (1943) la Corte falló unánimemente a favor de une condena contra un grupo de personas, diferenciadas únicamente por su origen racial. En el caso Korematsu (1944) se juzgaba a un Nissei (ciudadano de origen nipón) que se negó a aceptar la evacuación. El juez Hugo Black, hablando por el jurado, decidió que el Programa era válido. Ignorando las garantías constitucionales y la igualdad ante la ley, el tribunal decidió que un grupo de ciudadanos pueden ser discriminados y arrancados de sus hogares, internados en campos de concentración durante varios años, sin prueba alguna, únicamente por su origen.

Sólo a fines de 1944, en el Caso Endo, la Corte falló unánimemente que el Gobierno no tenía derecho a detener ciudadanos norteamericanos indefinidamente. Esta decisión acabó con el Programa de Evacuación. A los dos días de concluir el proceso, el Gobierno anunció que, exceptuando a los sospechosos, los japoneses encarcelados eran libres para volver a sus hogares.

Se han hecho a menudo comparaciones entre los campos de concentración alemanes y los norteamericanos. Aunque Topaz, Poston y Rio Gila no fueron nunca tan conocidos como Buchenwald, Bergen-Belsen o Dachau. El hambre y las epidemias no llegaron nunca a los campos norteamericanos; a los alemanes sí. En los EE.UU. la vida social y económica permaneció prácticamente intacta durante la Segunda Guerra Mundial. Las ciudades no fueron destruidas por los bombardeos. Nunca hordas de invasores amenazaron sus fronteras. El Gobierno americano pudo, pues, dirigir sus campos de concentración como en tiempos de paz.

La situación alemana era totalmente distinta. En los últimos meses de la guerra Alemania sostenía una lucha desesperada por su existencia y el sistema socio-económico se colapsó totalmente debido a las derrotas militares. Las horrendas escenas fotografiadas por los aliados en los campos de concentración alemanes y que fueron distribuidas como propaganda por todo el mundo mostraban, en realidad, los resultados del hambre y las epidemias que campaban a sus anchas por Europa como consecuencia de la guerra.

En los juicios de Núremberg los abogados defensores alemanes comparaban la evacuación de los judíos de Europa con la deportación de los japoneses de la costa oeste norteamericana. En ambos casos las deportaciones estaban justificadas -- según las autoridades de cada país -- por "necesidades militares". Los abogados defensores citaron los fallos del Tribunal Supremo norteamericano en los Casos Hirabayashi y Korematsu. En el fallo del primero se hacía constar que la decisión estaba basada "en el reconocimiento de hechos y circunstancias que indican que un grupo de una extracción determinada puede amenazar la seguridad nacional más que otros".

Los alemanes tuvieron, si se piensa, razones mucho mayores para internar a los judíos europeos.

Los japoneses fueron deportados bajo la sospecha de lo que podían llegar a hacer: ni un solo japonés fue realmente acusado de un caso probado de sabotaje o espionaje. Pero miles de judíos de toda Europa formaban parte, como reconocen todos los historiadores y proclaman con orgullo los judíos, de los movimientos de resistencia. Y habían cometido incontables delitos tipificados, como asesinato, incendio, robo y destrucción, antes de que los alemanes iniciaran la evacuación.

Además, los alemanes tenían mayor justificación legal para su política. La gran mayoría de los internados japoneses eran ciudadanos norteamericanos, con derecho a ser protegidos por la ley en un plano de igualdad; mientras que los judíos de Alemania y la Europa ocupada no eran, en su inmensa mayoría, ciudadanos alemanes. La mayoría de los judíos evacuados hacia el Este procedían de territorios ocupados o de países aliados de Alemania.

En la postguerra los "mass media" han insistido, durante años y con ahínco, en la "culpa" del pueblo alemán por no haber -- en general -- hecho nada cuando los judíos eran evacuados hacia el Este. ¿Cómo comparar esto con el entusiasmo sin límites y sin precedentes del pueblo norteamericano a favor de la deportación de los nipones?

Desde el fin de la guerra los alemanes han pagado más de 10 billones de dólares en indemnizaciones a organizaciones judías, al Estado de Israel y a muchos judíos individualmente, en todo el mundo, a causa de "haber sufrido física o psíquicamente, o haber sido privados injustamente de su libertad". Sin embargo, ningún internado de los campos de concentración norteamericanos ha recibido hasta ahora ni un solo dólar por todas las humillaciones, privaciones e ingresos económicos perdidos en los años de cautiverio. Sorprendentemente, sin embargo, el gobierno de los EE.UU. presionó al de la Alemania del Este para que también indemnice a judíos, que entonces no eran, y en muchos casos siguen sin serlo, ciudadanos norteamericanos. Los alemanes fueron acusados en Núremberg de "crímenes contra la humanidad", entre otros motivos, por perseguir a personas por su origen racial. ¿Qué responsabilidad tuvieron los países, incluidos los EE.UU., que constituyeron el Tribunal Militar Internacional y mantuvieron en sus territorios el mismo principio? ¿Por qué ningún norteamericano fue llamado a declarar por los mismos crímenes por los cuales los alemanes fueron juzgados y ahorcados en Núremberg?




BlBLIOGRAFiA
BOSWORTH, Allan R., America's Concentration Camps, Nueva York, 1967.
JAPANESE AMERICAN CITIZENS LEAGUE, The Japanese American Incarceration: A case for Redress, San Francisco, 1978.
MYER, Dillon S., Uprooted Americans. (The Japanese Americans and the War Relocation Authority during Worid War Two.),Tucson, 1971.
PETERSEN, William, "The Incarceration of the Japanese-Americans", en National Review, 8/12/1972.
SPICER, Edward H. - HANSEN, A. T. - LUOMALA, K. - OPLER, M. K., Impounded People (Japanese Americans in the Relocation Centers), Tucson, 1969.
TEN BROEK, Jacobus - BARNHART, E. H. - MATSON, F. W., Prejudice, War and the Constitution, Berkeley, 1968.
WEGLYN, M., Years of Infamy (The Untold Story of America's Concentration Camps), Nueva York, 1976.





Campo de Concentración de Gila

Ubicación: 72 Kms al sureste de Phoenix, en el condado de Pinal, Arizona, cerca a Sacaton. Terrenos alquilados a la Reservación India de Pima.

Extensión: 6800 Ha divididas en dos campos: Canal y Butte.

Máxima población: 13348 al 30 de Dic 1942. Abierto el 20 de Julio de 1942.

Clima y medioambiente: desértico con temperaturas de 52 Grados C. Grandes tormentas de polvo.

Población penal: 10814 nipoamericanos.

Situación Sanitaria: diarrea, tuberculosis, fiebre del valle y otras menos importantes.

Campo de Concentración de Granada

Ubicación: Prowers County Colorado 22 Kms al este de Lamar, 32 Kms al oeste de Kansas. Comprado a propietario privado. Ubicado en una colina a 1100 metros sobre el nivel del mar.

Extensión: 600 ha

Clima y medioambiente: Campo árido y polvoriento.

Población penal: 7319. 6285 americanos, la mitad de origen rural y el resto urbano.

Situación Sanitaria: La poliomelitis fue el problema mas grave de este campo.

Campo de Concentración de Heart Mountain

Ubicación: Propiedad Federal. Elevación 1400 m.

Extensión: 18400 ha

Máxima Población penal: 10767.

Clima y medioambiente: Severo con temperaturas de 35 gradosC bajo cero. Polvoriento. El mayor problema el polvo y las serpientes.

Situación Sanitaria: El mayor problema sanitario se debió a que los internos procedían de zonas calurosas.

Campo de Concentración de Jerome

Ubicación: En los condados de Drew y Chicot al sureste de Arkansas

Extensión: 4000 ha

Población penal: 8497

Clima y medioambiente: tropical, verde y húmedo

Situación Sanitaria: Buena. El campo no estaba muy vigilado puesto que estaba rodeado por áreas donde se desarrollan la mayor cantidad de serpientes en el país.

Campo de Concentración de Manzanar

Ubicación: Inyo County, Ca, en el Valle Owens 360 Kms al norte de Los Angeles

Extensión: 2400 ha

Población penal: 10046.

Clima y medioambiente: desértico, inviernos y veranos muy severos.

Situación Sanitaria: Buena. Fue uno de los campos más custodiados debido a la agresividad de los pobladores de la zona.


Campo de Concentración de Minidoka

Ubicación: en Jerome County en el centro sur de Idaho 10 Kms al norte de Eden

Extensión: 13400 ha

Población penal: Población 9397

Clima y medioambiente: hostil con grandes tormentas de polvo. Considerado uno de los "mejores" campos por la homogeneidad de la población y la administración benevolente.


Campo de Concentración de Poston

Ubicación: Yuma County Arizona 27 Kms al sur de Parker, en la Reserva India de Colorado

Extensión: 28400 ha

Población penal: 17814 internos

Clima y medioambiente: Desértico, el más caluroso de todos los campos.

Situación Sanitaria: Buena


Campo de Concentración de Rohwer

Ubicación: Desha County al sureste de Arkansas

Extensión: 4000 ha

Población penal: 8475 internos.

Clima y medioambiente: lluvioso caliente y húmedo

Situación Sanitaria: Buena. La mayoría de los internos de procedencia urbana.


Campo de Concentración de Topaz

Ubicación: Millard County, Utah, near Abraham, 224 Kms al Sur de Salt Lake City. A 1400 m sobre el nivel del mar.

Extensión: 8000 ha

Población penal: 8130 internos

Clima y medioambiente: Temp 41 grados C en verano y -35 gradosC en invierno. Mucho viento y tormentas de polvo.

Situación Sanitaria: Buena


Campo de Concentración de Lago Tule

Ubicación: Klamath Falls Basin en el norte de California, justo al sur de la frontera con Oregón.

Extensión: 10400 ha

Población penal: 18789 internos

Clima y medioambiente: Relativamente tolerable, a 1220 m sobre el nivel del mar, en lo que fue un lago.

Situación Sanitaria: Buena







Orden ejecutiva que disponía el internamiento

EXECUTIVE ORDER NO. 9066


FEBRUARY 19, 1942


Authorizing the Secretary of War to Prescribe Military Areas Whereas, The successful prosecution of the war requires every possible protection against espionage and against sabotage to national defense material, national defense premises and national defense utilities as defined in Section 4, Act of April 20, 1918, 40 Stat. 533 as amended by the Act of November 30, 1940, 54 Stat. 1220. and the Act of August 21, 1941. 55 Stat. 655 (U.S.C., Title 50, Sec. 104): Now, therefore, by virtue of the authority vested in me as President of the United States, and Commander in Chief of the Army and Navy, l hereby authorized and direct the Secretary of War, and the Military Commanders whom he may from time to time designate, whenever he or any designated Commander deem such action necessary or desirable to prescribe military areas in such places and of such extent as he or the appropriate Military Commander may determine, from which any or all persons may be excluded, and with respect to which, the right of any person to enter, remain in, or leave shall be subject to whatever restriction the Secretary of War or the appropriate Military Commander may impose in his discretion. The Secretary of War is hereby authorized to provide for residents of any such area who are excluded therefrom. such transportation, food, shelter, and other accommodations as may be necessary, in the judgment of the Secretary of War or the said Military Commander and until other arrangements are made, to accomplish the purpose of this order. The designation of military areas in any region or locality shall supersede designation of prohibited and restricted areas by the Attorney General under the Proclamation of December 7 and 8, 1941, and shall supersede the responsibility and authority of the Attorney General under the said Proclamation in respect of such prohibited and restricted areas. I hereby further authorize and direct the Secretary of War and the said Military Commanders to take such other steps as he or the appropriate Military Commander may deem advisable to enforce compliance with the restrictions applicable to each Military area herein above authorized to be designated. including the use of Federal troops and other Federal Agencies, with authority to accept assistance of state and local agencies. I hereby further authorize and direct all Executive Department, independent establishments and other Federal Agencies, to assist the Secretary of War or the said Military Commanders in carrying out this Executive Order, including the furnishing of medical aid, hospitalization, food, clothing, transportation, use of land, shelter, and other supplies, equipment, utilities, facilities and service. This order shall not be construed as modifying or limiting in any way the authority granted under Executive Order 8972. dated December 12.1941, nor shall it be construed as limiting or modifying the duty and responsibility of the Federal Bureau of Investigation, with response to the investigation of alleged acts of sabotage or duty and responsibility of the Attorney General and the Department of Justice under the Proclamation of December 7 and 8, 1941, prescribing regulations for the conduct and control of alien enemies, except as such duty and responsibility is superseded by the designation of military areas thereunder.

Franklin D. Roosevelt

The White House, February 19,1942.

sábado, 8 de noviembre de 2008

PERÓN Y EL IMPERATIVO NACIONAL: ACTUAR DENTRO DE LA LEY


[El presidente de la Nación, Teniente General Juan Perón, mantuvo un dialogo con un grupo de diputados de la ‘Juventud Peronista’ en torno al proyecto de reformas al Código Penal. 22 de enero de 1974]




Sr. Presidente. - Muy bien, señores, ustedes pidieron hablar conmigo. Los escucho. De qué se trata.

Sr. Vitar. - Señor General: nosotros queríamos hablar con usted antes de hacerle entrega de un comunicado que hemos sacado repudiando el atentado de Azul. Queremos señalarle nuestros conceptos con respecto a la modificación del Código Penal. La nuestra no es una postura en contra de dicha modificación. Tenemos algunas dudas con respecto a la misma.
Estamos de acuerdo en la necesidad de que nuestro Gobierno popular tenga realmente un aparato de seguridad y una legislación de seguridad del Estado popular, pero vemos que algunos de los considerandos no tienen mucha claridad en torno a pautas técnicas legales y políticas. Queremos con los compañeros diputados de la juventud escucharlo a usted y además expresarle nuestra voluntad para sumarla al llamado que usted hizo al pueblo argentino para transitar el camino de la Reconstrucción y Liberación Nacional en paz y felicidad para el pueblo. Ese es, fundamentalmente, el aspecto sobre el cual queríamos conversar con usted.
La prensa distorsionó un poco el aspecto de nuestra postura. En el bloque hemos planteado, con los compañeros peronistas, la necesidad de una mayor discusión para que tampoco tengamos en el aspecto formal, enfrentamientos con los sectores opositores del Parlamento que hasta ahora vinimos trabajando en conjunto y en forma bastante profunda. Vemos en ese sentido la necesidad de poder dar con ello una discusión para que esta misma ley de defensa del Estado popular sea realmente una legislación que salga en forma unánime del conjunto del Congreso de la Nación Argentina.
Nosotros aplicamos objeciones a uno o dos artículos y queremos escucharlo a usted, señor General. Por eso le hemos pedido esta entrevista y lo hemos molestado en la actividad que usted está desarrollando.

NORMA DE LOS GRUPOS COLEGIADOS

Sr. Presidente. - Por lo que veo se trata de un problema interno del bloque. No es un problema que escape al mismo. Ahora, es indudable que en los grupos colegiados existe una norma ante la cual funciona y fuera de la cual no debe funcionar. Los grupos colegiados tienen su discusión interna; el concepto de la tarea misma legislativa lo impone, por eso existen los bloques. ¿Cuál debe ser la norma dentro de los bloques? Eso no se discute. Cuando se está en el bloque se acepta lo que el bloque haya decidido en conjunto. Esa es una cosa que se debe cumplir, no se puede destruir la unidad del cuerpo colegiado; no se puede proceder de otra manera. Ese es un problema interno del bloque y tengo entendido que lo han discutido dentro del bloque.

Sr. Diputado. - En realidad nosotros planteamos la necesidad de una discusión de este tema en concreto, es decir, de la modificación del Código Penal, no sólo en una discusión dentro del bloque, sino también en cuanto a una discusión de todos sus aspectos ante funcionarios del Poder Ejecutivo.
Nosotros insistimos no sólo en discutir en profundidad dentro del bloque el problema de la modificación de la ley penal, sino que también lo hicimos en cuanto a la necesidad de conversarlo -teniendo en cuenta el lapso que se planteaba, del 24 de este mes-, nuevamente en los niveles del Poder Ejecutivo, es decir, con el Ministerio del Interior y con el Ministerio de Justicia. Deseábamos eso con el objeto, justamente, de tratar de ajustar una serie de aspectos con relación a los cuales teníamos algunas serias dudas. De todos modos estas dudas no están referidas al propósito ni al conjunto de la modificación o a la necesidad de modificación del Código Penal, sino que se vinculan con algunos de esos puntos que quedan insertados en el proyecto de ley.
Ese propósito nuestro de discutirlo en el bloque y de conversarlo, inclusive con el Poder Ejecutivo, se nos vio frustrado simplemente por una votación que nos cerró las huertas a la posibilidad de proceder de esa manera. Ese es el problema.

Sr. Presidente. - Yo tengo entendido que hasta han concurrido ministros al bloque para tratar este asunto.

Sr. Diputado. - Concurrieron para hablar con el presidente de la comisión. Hay una comisión especializada interna permanente.

Sr. Presidente. - Esto se ha tratado en el bloque y se ha votado.

Sr. Diputado. - Se votó simplemente si nosotros podíamos discutir el tema. Y se votó que no podíamos discutirlo.

Sr. Pedrini. - En el bloque no se pueden votar de ninguna manera los proyectos del Poder Ejecutivo. Lo que se votó fue la conveniencia o no de que comparecieran en el bloque los tres ministros, esto es, de justicia, de Interior y de Defensa. Y el bloque resolvió que no era necesario, porque en realidad los tres ministros habían tenido una reunión con el presidente de la Cámara, con el suscripto, presidente del bloque, y con los presidentes de las comisiones Penal y de justicia. Esa fue la resolución del bloque.
El bloque de ninguna manera podía ponerlo a votación. Se analizó el proyecto artículo por artículo, dándose las explicaciones del caso en las dudas que había.
Los compañeros de la juventud tienen problemas en dos artículos de la ley, que son Asociación Ilícita y Configuración del Delito.

LA JUSTICIA CONFIGURA EL DELITO

Sr. Presidente. - Entonces, las consideraciones son sobre la configuración del delito. Esa es una tarea del juez, el que hace la configuración del delito de asociación ilícita es el juez. Nosotros no podemos pensar en que ya la ley va a ir configurando los delitos de asociación ilícita. Eso es una enormidad; esa es una tarea para el juez. Lo que no esté claro en la ley será el juez el que lo interprete. Yo no lo considero una dificultad porque eso ya se ha discutido entre nosotros, en el Poder Ejecutivo. En cualquiera de esas circunstancias, el delito lo configura el juez, no nosotros. La ley no configura un delito, la ley enuncia un delito y sanciona ese delito. Quien debe configurar el delito e imponer la sanción correspondiente es el juez.

Sr. Diputado. - Con relación a esta figura de asociación ilícita, nosotros pensamos que la justificación que se hace en el proyecto es excesivamente ambigua; están desdibujados los contornos de la figura penal y permite incluir dentro de este tipo de asociación' ilícita un sinnúmero de situaciones.


UNA LEY NECESARIA

Sr. Presidente. - Pero si no cometió el delito... en una emboscada de esta naturaleza asesinando a las personas que están tranquilas y en paz. Ahora bien, si esto no implica la necesidad de ser enérgicos a través de la ley, no estaremos jamás respetando la ley desde que la pedimos.
El Poder Ejecutivo pide esta ley porque la necesita. Hay treinta asaltos que justificarían una ley dura; sin embargo hasta ahora hemos sido pacientes, pero ya no se puede seguir adelante, porque de lo contrario la debilidad nuestra será la que produzca la propia desgracia del país, que es lo queremos evitar.
Ahora bien, hablando con toda franqueza, indudablemente no le veo razón a ninguno de los argumentos que vienen exponiéndome para la defensa de la ley. Eso será por la tarea de discutir y buscar triquiñuelas a las cosas. No; aquí hay un fin, el medio es otra cosa.

Sr. Diputado - Pero la asociación ilícita podría venir por el solo hecho de estar agrupado en una asociación que no esté legalmente reconocida. Como puede suceder con una agrupación que recién se integra en un sindicato o en una agrupación de base política...

LOS FINES ILICITOS SON DELITOS

Sr. Presidente. - ¿Pero, dónde está el delito?... Por otra parte, esa es la tarea del juez y no de la ley, porque asociación ilícita puede haber en todas las gamas de la delincuencia. Pero todo eso es competencia de los jueces. Nosotros no podemos hacer de jueces. El delito lo configura el juez. Para eso tenemos Cámara y Suprema Corte de justicia. De manera que ponernos nosotros a hacer una ley configuraría un todo, esto es, configurar todos los delitos de asociación ilícita que existen, y que son infinitos.
Todo aquel que se asocie con fines ilícitos configura el delito. Ahora, quien debe determinar si el fin es lícito o ilícito es el juez. Para eso tenemos jueces. Por otra parte, no es el objeto mío conversar sobre estas cosas, porque no corresponden a mí. Toda esta discusión debe hacerse en el bloque. Y cuando el mismo decida por votación lo que fuere, ésta debe ser palabra santa para todos las que forman parte de él; de lo contrario, se van del bloque. Esa es la solución.

EL QUE NO ESTA CONTENTO, SE VA

En esto se debe actuar de la misma manera que actuamos en el orden político. Nadie está obligado a permanecer en una fracción política. El que no está contento, se va. En este sentido, nosotros no vamos a poner el menor inconveniente. Quien esté en otra tendencia diferente de la peronista, lo que debe hacer es irse. En ese aspecto hemos sido muy tolerantes con todo el mundo. El que no está de acuerdo o al que no le conviene, se va.
Pero en ese caso representa ni más ni menos que al movimiento. Lo que no es lícito, diría, es estar defendiendo otras causas y usar la camiseta peronista. En esto hay que proceder con la mayor seriedad porque se trata de cosas trascendentes para el país.
En este momento, con lo que acabamos de ver, en que una banda de asaltantes que invoca cuestiones ideológicas o políticas para cometer un crimen, ¿ahí nosotros vamos a pensar que eso lo justifica? ¡No!; un crimen es un crimen cualquiera sea el móvil que lo provoca, y el delito es delito cualquiera sea el pensamiento, o sentimiento, o la pasión que impulse al criminal. Siempre que hay voluntad criminal es un delito y eso lo tiene que penar la ley, no nosotros.


ESTAMOS EN UN MOMENTO CRITICO

Recurrimos a esto porque estamos en un momento crítico para el país; cuando vemos que estos señores en la mayor impunidad y porque no hay con qué sancionarlo, se largan al ataque.
Nosotros estamos en la necesidad de contar con una legislación fuerte para parar lo que se está produciendo, que es también fuerte; y a grandes males no hay sino grandes remedios, que es lo que nosotros necesitamos. En este momento se está asaltando en nombre de no sé qué cosa. Si hasta han tomado ciudadanos; ya los ciudadanos no tienen la seguridad que el Estado tiene la obligación de dar, porque no hay sanción en las leyes para este tipo de delitos, que son nuevos.
¿Cómo es posible que todos los hombres que tengan armas estén amenazados de ser tomados por bandas de delincuentes que se dicen de una tendencia o de otra?
No interesa la "tendencia", interesa el delito que cometen. No sé, yo no veo otra solución para estas cosas.

Señores: yo estoy totalmente de acuerdo con el bloque que ha resuelto eso. Ahora, lo que hay que hacer después de eso sólo ustedes y cada uno de ustedes lo debe resolver.

LA MAYORIA DECIDE

El bloque tiene la obligación de proceder así. No porque haya disidencias dentro de un bloque, éste va a hacer lo contrario de lo que disponga la mayoría. Para esos se hacen los bloques: para que sea la mayoría la que decida. Y si la mayoría dispone, hay que aceptar o irse. No hay otro término medio. O se acepta lo que dice el bloque o que lo abandone.
Nadie está obligado a permanecer dentro de él; absolutamente nadie, porque este es un acuerdo de todos. Si el bloque resuelve que hay que hacerlo, hay que hacerlo, y el que no quiere hacerlo, se va; que es lo que ha pasado y pasará siempre en estas disidencias. Nadie, por muy importante que sea, puede pretender imponer su voluntad a los demás, sobre todo, cuando la voluntad de los demás es mayoritaria y cuando se ha ido voluntariamente a. la formación de un bloque. Para mí este no es un asunto de discutirla ley, no; aquí hay otra cosa.

Como político ya veo que se puede conducir muy bien esto. El que no está de acuerdo, se va. Por perder un voto no nos vamos a poner tristes. Pero aquí debe haber una disciplina. Y si ésta se pierde, estamos perdidos.
Es así como yo veo el problema y como debo comentarlo.

CONTRIBUIR A LA TAREA COMUN

Sr. Diputado. - Yo quiero ratificar nuestra decisión, que es una decisión no sólo ética, moral y muy sentida, sino también en el plano político que es la de permanecer y contribuir en la medida de nuestras posibilidades a la tarea común del peronismo, por una simple razón: porque somos peronistas y no otra cosa. En este sentido y partiendo de una concepción que creo que usted comparte, porque nos lo ha dicho, sostenemos que el mejor éxito de la tarea de conjunto es la contribución y el aporte que todos podamos hacer.
En alguna medida nosotros nos hemos sentido, si usted quiere disculparme la palabra, un poco limitados en nuestra posibilidad de contribuir al proceso porque en los planteos en nuestro sector no ha habido lugar para que nosotros podamos contribuir en forma positiva, por una serie de razones que son largas de explicar.

Sr. Presidente. - Ese es un cargo que lo tiene que hacer al presidente del Bloque.

Sr. Diputado. - De todas maneras, a pesar de esas situaciones, nosotros ratificamos nuestra intención de seguir trabajando contributivamente con usted, para que usted pueda seguir llevando adelante su tarea.
Nuestra situación de inserción en distintas organizaciones políticas, que creemos se ven perjudicadas por algunos aspectos de esta ley, no la vamos a volver a introducir, porque sobre este tema usted ha sido muy claro en ese sentido.
Planteamos también, señor General, una cuestión de orden político. Es una apreciación que es válida en la medida en que usted la admita, y deja de ser válida en la medida que usted tenga otra apreciación.

Sr. Presidente. - ¿En qué consiste esa apreciación?

VIOLENCIA Y GRUPOS MINORITARIOS

Sr. Diputado - Nosotros pensamos, que partiendo de un principio que usted ha manifestado en numerosas oportunidades, y al cual le otorgamos la máxima razón y sabiduría, sostenemos que la violencia es la que se ejerce no solamente a través de los grupos minoritarios de ultra derecha o de ultra izquierda. Son episodios elaborados; no son productos de una generación espontánea, sino productos de una generación que está, de alguna manera, sumergiéndonos a todos en la violencia.

Sr. Presidente. - Entonces, ¿cómo usted evitaría eso?

Sr. Diputado. - Le voy a contestar con sus palabras: nosotros pensamos eso, que hemos desterrado las estructuras violentas que hacer que esa violencia de abajo sea generada por la violencia de arriba.

Sr. Presidente. - Y a pesar de eso, la violencia continúa cada vez en mayor forma.

Sr. Diputado. - Sí señor, y ahí se aplica con toda celeridad y con toda decisión el poder represivo del estado popular.

Sr. Presidente. - ¿Y le parece que hemos esperado poco, con todo lo que ha pasado en estos siete meses de gobierno popular y plebiscitario, donde todos esos señores de las organizaciones terroristas se largan a la calle, culminando en este episodio, atacando a un regimiento?

Sr. Diputado. - ¿Me permite, señor Presidente? Precisamente...

Sr. Presidente. -¿Es decir, que somos nosotros los que provocamos la violencia?

Sr. Diputado. - Consideramos, señor General, lo siguiente sobre este terna: que los lamentables acontecimientos de Azul, a nuestro juicio y a nuestro modesto entender, indican, precisamente, una decisión de estos grupos minoritarios, totalmente ausentes de lo que es un sentimiento nacional y de lo que es la comprensión de la necesidad de unidad del pueblo argentino, en un proceso de reconstrucción.
Entendemos que, precisamente, la intención de estos sectores es especular con un clima de violencia, en crear una actitud del Estado, que estos sectores califican arbitrariamente de represiva y es, precisamente, el caldo de cultivo político en el cual se desarrolla su planteo político.
Hemos conocido durante años, a través de un enfrentamiento de la dictadura, cuál es la política del ERP, el autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo. Sabemos que su política crece y se desarrolla en un ambiente de violencia.

UN MOVIMIENTO QUE NO ES ARGENTINO

Sr. Presidente. - No, está totalmente equivocado. Yo a eso lo he conocido "naranjo", cuando se gestó ese movimiento, que no es argentino. Ese movimiento se dirige desde Francia, precisamente, desde París, y la persona que lo gobierna se llama Posadas, de seudónimo. El nombre verdadero es italiano. Los he conocido "naranjo", como dice el cuento del cura. Sé qué persiguen y lo que buscan. De manera que en ese sentido a mí no me van a engañar, porque, como les digo, los conozco profundamente.
He hablado con muchísimos de ellos en la época en que nosotros también estábamos en la delincuencia, diremos así. Pero jamás he pensado que esa gente podría estar aliada con nosotros, por los fines que persigue.
Ustedes ven que lo que se produce aquí, se produce en todas partes. Está en Alemania, en Francia. En este momento, Francia tiene un problema gravísimo de ese orden. Y ellos lo dejaron funcionar allí; no tuvieron la represión suficiente. En estos momentos, el gobierno francés está por tomar medidas drásticas y violentas para reprimir eso que ellos mismos dejaron funcionar. Ya lo he dicho más de veinte veces, que la cabeza de este movimiento está en París. Eso ustedes no lo van a parar de ninguna manera, porque es un movimiento organizado en todo el mundo. Está en todas partes: en Uruguay, en Bolivia, en Chile, con distintos nombres. Y ellos son los culpables lo que le ha pasado a Allende. Son ellos y están aquí en la República Argentina, también. Están en Francia, en España, en una palabra, están en todos los países.

TENEMOS QUE ACTUAR DENTRO DE LA LEY

Porque esta es una Cuarta Internacional, que se fundó con una finalidad totalmente diferente a la Tercera Internacional, que fue comunista, pero comunista ortodoxa. Aquí no hay nada de comunismo; es un movimiento marxista deformado, que pretende, imponerse en todas partes por la lucha. A la lucha - y yo soy técnico en eso- no hay nada que hacerle, más que imponerle y enfrentarle con la lucha. Y atarse las manos, frente a esa fuerza; atarse las manos y especialmente atarse las manos suprimiendo la ley que lo puede sancionar. Porque nosotros, desgraciadamente, tenemos que actuar dentro de la ley, porque si en este momento no tuviéramos que actuar dentro de la ley ya lo habríamos terminado en una semana. Fuera de la ley, la ventaja que ellos tienen es, precisamente, esa: los que tienen que someterse a la ley y ellos que buscan los vericuetos para actuar fuera de la ley. Con todas las implicancias del cuerpo de la ley, nosotros estamos con las manos atadas dentro de la ley. Y si además estamos atados por la debilidad de nuestras leyes, entonces ya sabemos cuál va a ser el final y el resultado de eso.
Para nosotros es un problema bien claro. Queremos seguir actuando dentro de la ley y para no salir de ella necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir esos males. Dentro de eso, tenemos que considerar si nosotros podemos resolver el problema. Si no contamos con la ley, entonces tendremos también nosotros que salirnos de la ley y sancionar en forma directa como hacen ellos.

¿NOS DEJAMOS MATAR?

¿Y nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y nosotros con los brazos cruzados, porque no tenemos ley para reprimirlos. ¿No ven que eso es angelical? El fin es la sustentación del Estado y de la Nación; está en que tengamos los medios para defendernos. Si nosotros todavía nos limitamos nuestros propios medios de defensa, estamos entregándonos a estas fuerzas, que, como he dicho, las conozco profundamente y sé cómo actúan.
Ahora bien; si nosotros no tenemos en cuenta a la ley, en una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato, que es lo que hacen ellos. No actúan dentro de la ley. De esa manera, vamos a la ley de la selva y dentro de la ley de la selva, tendría que permitir que todos los argentinos portaran armas a la vista.
Pero, ¿qué es lo que está ocurriendo? Que los delincuentes están todos armados, mientras que las personas decentes no pueden llevar armas y están indefensas en manos de estos señores.
¿Y todavía nosotros vamos a pensar si sancionamos o no la ley? ¡Vamos! Necesitamos esa ley porque la República está indefensa frente a ellos. Ese es para nosotros el fundamento de todo eso. Con toda claridad afirmo que no queremos la violencia.

INTERESES DISTINTOS A LOS NUESTROS

Desde hace 7 meses estamos diciendo que queremos la paz, y estos señores, en 7 meses, no se han dado cuenta que están fuera de lugar, porque no se han dado cuenta que están perturbando lo que ellos dicen que sostienen, que es mentira. La mitad son mercenarios, los conozco, los he visto actuar y por el sólo hecho de que estén mandados de afuera, tienen intereses distintos a los nuestros. Los nuestros no se defienden desde París, se defienden desde Buenos Aires. Para mí, eso es lo que yo veo con toda claridad.
Ahora, la decisión es muy simple: hemos pedido esta ley al Congreso para que éste nos dé el derecho de sancionar fuerte a esta clase de delincuentes. Si no tenemos la ley, el camino será otro; y les aseguro que puestos a enfrentar la violencia con la violencia, nosotros tenemos más medios posibles para aplastarla, y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes.
Estamos afrontando una responsabilidad que nos ha dado plesbicitariamente el pueblo argentino. Nosotros no somos dictadores de golpes de Estado. No nos han pegado con saliva. Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley, también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente. Porque a la violencia no se le puede oponer otra cosa que la propia violencia. Eso es una cosa que la gente debe tener en claro, pero lo vamos a hacer; no tenga la menor duda.


EL PUEBLO NOS ACOMPAÑA

Tenemos la seguridad de que la mayoría absoluta del pueblo nos acompaña, y cuando un movimiento está apoyado por el pueblo no hay fuerza que se le pueda oponer. De eso estoy totalmente convencido.
En cuanto al problema en sí, es un problema de ustedes y del bloque, y lo tienen que resolver con él y no conmigo.
Tenemos un Movimiento y éste lo maneja el Consejo Superior. Reitero que el problema es de ustedes y del bloque, y yo no puedo interferir con mis ideas; éstas, por otra parte, las acabo de exponer, así como también lo he hecho en cuanto a las necesidades del Estado. Ahora, ustedes pueden resolver lo que quieran. Esa es una cuestión individual en la cual yo no me he metido ni me meto.

Sr. Diputado. - Señor General: deseamos manifestarle nuestra coincidencia. Usted conoce de hace años a la juventud peronista y su lealtad hacia usted cómo líder y conductor. En ese sentido conoce también cuál ha sido nuestro esfuerzo durante estos últimos años. De modo que en orden a eso, yo quisiera...

Sr. Presidente. - Lo he reconocido veinte veces. - Sería lamentable dejar de pensar así.

COINCIDIMOS CON ESTA LEGISLACIÓN

Sr. Diputado. - Quería indicar, entonces, que de alguna forma nuestro aporte no es oponerse a esa posición, sino que, por el contrario, y como usted lo ha expresado, es una necesidad legítima la defensa del pueblo, tal como se ha manifestado en los últimos días. Es decir, coincidimos totalmente, incluso, en la necesidad cierta de esta legislación. En ese sentido coincidimos totalmente con lo que usted ha planteado.
Por esa misma razón, y utilizando sus palabras, no hemos querido expresarle discrepancias sino que, por el contrario, deseamos efectuar un aporte objetivo para lograr los fines que consideramos necesarios en la, ley, a fin de no cometer posibles errores.


EL BLOQUE DECIDE

Sr. Presidente. - Esa es una tarea de los jueces, ¿o es que los jueces no tienen conciencia? Es una tarea de la justicia, la de interpretarla y aplicarla. Yo tengo la obligación de cumplirla.
Por eso, como les he dicho, ésta es una tarea del bloque; no es una tarea de los ministerios. Es en el bloque donde ustedes deben discutir ese asunto; discutirlo hasta que la mayoría lo decida, como en los cuerpos colegiados, que es la que decide con sus aciertos y con sus errores. Pero eso ustedes lo presentan al bloque y éste debe resolverlo. Esa es la forma en que deben funcionar los cuerpos colegiados. Una vez resuelto por éste, no hay más remedio que acatarlo. En ese sentido no hay otra posición, porque esa es una cosa que viene de época inmemorial y siempre ha funcionado así.

Sr. Diputado. - Nosotros estamos resueltos a acatar lo que el bloque decida. Lo que sí queremos es que podamos hacer un aporte a ese proyecto de ley, que va a resultar en su mejoramiento en el orden técnico y en el orden político.

Sr. Presidente. - ¿Y qué dice el bloque?

Sr. Diputado. - No hemos tenido la oportunidad concreta de poderlo discutir, no hemos tenido tiempo, porque el bloque, en su conjunto, resolvió cerrar la discusión.

Sr. Presidente. - Entonces, hijo, ¿qué quiere que yo le haga? Yo no soy el presidente del bloque, ni represento al bloque, ni puedo ordenarle al bloque, como tampoco puedo ordenarles a ustedes, por que tienen una tarea específica. Yo puedo ordenarles a ustedes como hombres del Movimiento, pero no como hombres del bloque... porque, ¡allá ustedes!

Sr. Diputado. - Nosotros estamos convencidos, señor, que con algunos retoques el proyecto de ley.. .

Sr. Presidente. - Pero, ¿se lo ha dicho al bloque? Sr. Diputado. - Sí, señor.

Sr. Presidente. - ¿Y qué le ha dicho el bloque?

Sr. Diputado. - Ha decidido no discutir más el tema.


EL INDIVIDUALISMO EN LOS CUERPOS COLEGIADOS

Sr. Presidente. - Se ha votado, ¿ha habido una mayoría? ¿Qué quiere que le haga? El individualismo en los cuerpos colegiados tiene un valor compulsivo y proporcional: uno frente a todos los demás. No hay más remedio, aun con toda la razón del mundo, para que eso pueda funcionar de alguna manera es necesario que se diga, sí señor. Eso no se discute y se hace lo que dice el bloque.

Sr. Lastiri. - ¿Me permite, General? Inclusive aparte de la posición del bloque, esto se ha discutido en las comisiones respectivas, que además están integradas con diputados de las distintas fracciones políticas de la mayoría de nuestro Movimiento.
Cada legislador tiene el derecho de integrarse a esas comisiones y prestar su colaboración. Algunos diputados lo han hecho así y han cumplido con su deber. La preocupación de cada legislador, aunque no pertenezca a la comisión respectiva, es concurrir a ella para exponer sus inquietudes hasta el momento en que sale de la comisión.

Sr. Presidente - Ya conozco el procedimiento.

SOLDADOS DEL MOVIMIENTO

Sr. Diputado. - Nosotros, un poco como soldados del movimiento y de usted que es el conductor de ese gran movimiento nacional en la Argentina, le queremos señalar que nuestra entrevista la hicimos en carácter de militantes peronistas. Era fundamental escucharle a usted acerca de lo que realmente pensaba en torno a ese problema, el cual nosotros no cuestionamos globalmente sino en algunos de sus aspectos.
Lo que queremos es señalarle y ratificarle, con toda la fuerza que tenemos, que estamos totalmente junto a usted como integrantes del movimiento peronista y junto al pueblo.
En ese sentido, somos disciplinados en nuestro Movimiento. Fuimos, somos y seremos disciplinados, hasta la muerte.
Queremos agradecerle con todo corazón esta entrevista, y estamos muy contentos de estar con usted, de verlo y de escucharlo. Ese ha sido uno de los objetivos que tuvimos para venir a verlo.

Sr. Presidente - Muy bien, muchas gracias.



Los ocho diputados de la Tendencia presentes eran: Rodolfo Vittar, Roberto Vidaña, Aníbal Iturrieta, Armando Croatto, Carlos Kunkel (1), Santiago Díaz Ortiz, Diego Muniz Barreto (2) y Jorge Glellel.

Julio Mera Figueroa no concurrió ‘avisado’ con antelación. Posiblemente quién lo alertó haya sido el antiguo militante de la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), el “Guardia Suizo” Juan Manuel Abal Medina.

Los diputados renunciaron el 24. Entre los que asumieron en su reemplazo se pueden mencionar a los también integrantes de la banda armada montoneros Rodolfo Bettanin y Miguel Zavala Rodríguez quienes se integraron al bloque del FREJULI.

En cambio Rodolfo Ortega Peña (socio de Eduardo Luis Duhalde (3) con quien cofundó la revista ‘Militancia’) prefirió conformar un bloque unipersonal..



Citas:

(1) Diputado nacional del Frente para la Victoria. Se lo considera el factotum de importantes medidas tomadas desde la asunción del nuevo gobierno. Operador político privilegiado.

(2) Fue funcionario con rango en el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía. Posiblemente fue uno de los que conocían los lazos de los primeros ‘montoneros’ con el gobierno militar y con el general Imaz. Mutó (sin ponerse colorado) del gobierno jesuítico y clerical de Onganía a ser diputado de la Tendencia Revolucionaria (‘montoneros’), en un gobierno de jure.

(3) Es secretario de Derechos Humanos de la Nación, luego de haber sido juez y camarista, promocionado en su carrera judicial por Carlos Menem y protegido por el jefe de la SIDE, Hugo Alfredo Anzorreguy

Desde su publicación se señalaban los”blancos” que a posteriori las organizaciones terroristas asesinaban. Tenía una sección denominada “Cárcel del Pueblo” para “marcar” a los “enemigos políticos” del momento. Uno de los señalados fue el cura Carlos Mujica, quién murió asesinado, según Juan Gasparini, preso en la ESMA, por haberse alineado con Perón sus conmilitones de “montoneros”, lo “sancionaron” con la pena de muerte y posteriormente “no se hicieron cargo” al igual que cuando asesinaron al secretario de la CGT, José Rucci.

Esta revista decía ser vocero de la “Columna José Sabino Navarro” de la OPM Montoneros.


jueves, 6 de noviembre de 2008

LOS CHISTES DE PERÓN


UN NEGOCIO REDONDO

Perón decía que no había nacido para los negocios: “No me gusta. Julio César le dejaba los negocios a Craso. El estaba en otra cosa“, sentenciaba. Pero más de una vez recibió propuestas y entonces tenía un cuento divertido.
Un día vinieron a proponerle algo, que ponderaban mucho.
-¿De que se trata?, preguntó.
-De una empresa pesquera,-le dijeron
-Ah, sí. ¿Y que debo hacer en el negocio?
-Usted pone los barcos…
-¿Nada más?, preguntó
-Y también la tripulación.
-¿Y ustedes qué ponen?
-Nosotros…el mar
Se lo contó a Héctor Tristán.

LOS LECHEROS

Se había prohibido en la ciudad la circulación de los lecheros que distribuían en carritos su producto. Esto significaba dejar sin trabajo a un cierto número de gente y se manifestaron protestas por parte de los damnificados. El Secretario de Trabajo y Previsión los recibió en el Palacio del Concejo Deliberante y les habló:
-"No saben los recuerdos que ustedes me traen, de aquellos tiempos en que nos dejaban la leche en casa, todas las mañanas. Unos tenían y dejaban un tarro, otros un jarro humilde, una vasija enlozada. Estábamos tranquilos y teníamos tanta confianza que, a veces, dormíamos y el lechero entraba despacito, para no hacer ruido, a la cocina y dejaba la leche en el recipiente. Y ellos también tenían mucha confianza en los clientes. Claro, a veces cobraban en el mes. ¡Pero otros no cobraban ni al año!".
Los lecheros, que habían llegado quejosos, terminaron aplaudiéndolo.


CALLADITO

Perón hacía y escribía cuentos. Lo dijo en más de una ocasión. En sus textos y grabaciones se encuentran muchos de ellos. En este caso la fuente es el propio líder justicialista.
Al llegar a la Presidencia de la República, en 1946, empezó a cortarse el cabello en la residencia de Agüero y Libertador, donde vivió con Evita, a quien, entre paréntesis, no le gustaba el corte de pelo que le hacía el peluquero oficial, porque lo dejaba parecido a un recluta. Pero esto recuerda el General: "Me acuerdo de la primera vez que llegué a cortarme el pelo a la residencia. El peluquero me dice: ¿Cómo quiere que se lo corte? Y le dije: Calladito".

EL CUENTO DEL VASCO

Lo dijo en el Teatro Colón ante trabajadores de la Asociación Bancaria el 28 de febrero de 1947: Los hombres están siempre inclinados a negar los éxitos atribuyéndolos a fuerzas extrañas, y eso me recuerda el viejo cuenta del vasco. Dicen que un vasco atravesaba un día con su carro de lechero un río crecido de la provincia de Buenos Aires; cuando estaba en la mitad del río, la corriente le dio vuelta el carro y él, a duras penas, pudo escapar hacia la orilla. Pero cuando casi llegaba a ella le faltaron las fuerzas, en cuyo momento un sauce llorón le dio la posibilidad de asirse a sus ramas y descansar lo suficiente como para poder luego seguir nadando hasta la costa. Cuando llegó a la orilla, un hombre, que no se había animado a tirarse al agua para salvarlo, le dijo: “Bueno, amigo, ¡gracias a Dios!“ Gracias a la rama, que la intención de Dios bien vista era“.
Así nuestros opositores seguirán atribuyendo el éxito de nuestra gestión a diversos factores.

EL AGUA PASA SIEMPRE

Esta parábola fue reiterada más de una vez por Perón. Aquí reproducimos la versión que dio el 31 de julio de 1952, en un artículo de Descartes: Lucha contra los pueblos.
-Muchos han despreciado el ingenio y el poder del pueblo, pero, a largo plazo, han pagado caro su error. Los pueblos siguen la táctica del agua; las oligarquías, la de los diques que la contienen, encauzan y explotan. El agua aprisionada se agita, acumula caudal y presión, pugna por desbordar; si no lo consigue, trabaja lentamente sobre la fundación, minándola y buscando filtrarse por debajo; si puede, rodea. Si nada de esto logra, termina en el tiempo por romper el dique y lanzarse en torrente. Son los aluviones. Pero el agua pasa siempre; torrencial y tumultuosamente, cuando la compuerta es impotente para regularla.

'OPERACIÓN TRAVIATA'





ARGENTINO Y PERONISTA


ASESINATO DEL DIRIGENTE OBRERO PERONISTA JOSE IGNACIO RUCCI


En agosto de 1973 se reunieron por directivas de Mario Eduardo Firmenich (NG: “Pepe”) y Roberto Quieto (NG “Negro”) los integrantes de la Conducción Nacional de Montoneros y decidieron llevar a votación la muerte, el asesinato de un dirigente obrero peronista.



Todos los jefes estuvieron de acuerdo: “Pepe”, el “Negro”, “Nicolás” (nombre legal: Fernando Vaca Narvaja), “Marquitos” (nombre legal: Marcos Osatinsky). Luego se sumarían los apoyos de Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Norberto Habbeger (NG: “Cabezón”), Norma Esther Arrostito (NG: “Gaby”), María Antonia Berger (NG: “Anita”, Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”) y Rodolfo Galimberti (NG: “El Loco”).



El blanco elegido: el secretario general de Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGT), José Ignacio Rucci.



El motivo: desafiar al general Perón y mostrarles que la banda armada existía y que de ahí en más debía ‘negociar’ con ellos.



Previamente el jefe de la Regional I de la JP (organismo de superficie de la banda armada montoneros), Juan Carlos Dante Gullo (NG: “Canca”) había comenzado una tarea de acción psicológica, pues había ordenado a sus integrantes que se pintaran consignas y se las repitieran en los actos. Dicha consigna era cortita, pero siniestra: “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”.



Los “jefes” dispusieron que la “acción militar” contra el dirigente obrero debía concretarla la “Columna Capital” de Montoneros. Dicha “Columna” estaba integrada por los siguientes “oficiales”: Jefes: Horacio Mendizabal, Roberto Cirilo Perdía y Norberto Habbeger (todos ellos miembros de la CN) y Francisco Urondo (a) “Paco”. “Subjefes”: Juan Julio Roqué (NG: “Lino”), Lorenzo Konkurat, Julio César Urien (ex guardiamarina) y Lidia Mazzaferro. “Nexos” con las organizaciones de superficie: Norberto Ahumada (NG: “Beto”), Juan Carlos Dante Gullo, Luis Roberto Lagraña y Miguel Angel Ponce.



Las tareas de “inteligencia”, que les demandaron unos cuatro meses a los asesinos, estuvo a cargo de Antonio Nelson Latorre (NG: “Pelado Diego”) y Rodolfo Walsh (NG: “Esteban”). Ambos “oficiales de inteligencia” de Montoneros. Contaron con la “colaboración” de los muchachos de la JTP de FOETRA, para pinchar los teléfonos y munirse de ropa de técnicos y credenciales.



La planificación la hizo Francisco Urondo (NG: “Paco”) subsecretario de Cultura de la provincia de Santa fe, durante la gestión de Carlos Sylvestre Begnis, Roberto Cirilo Perdía (NG: “Pelado Carlos”), Horacio Mendizábal (NG: “Vasco”), NG: “Pippo”, Juan Julio Roqué (NG: “Lino”) y NG: “Sebastián”.



Para oficiar de ‘fusilero’ se eligió (Conducción Nacional mediante o Carolina Natalia, según el argot ‘montonero’) a “Lino” que había cumplido similar tarea en el asesinato del general Juan Carlos Sánchez, comandante del II Cuerpo de Ejército, el 10 de abril de 1972 (Operativo 'Sonia Segunda' entre el ERP y FAR), según delató de la guerrillera Graciela Yofre.



Roberto Cirilo Perdía (alias) “Pelado Carlos” utilizó una itaka y “Lino” un FAL. Hubo otros, pero hacían la operación de distracción. Los disparos efectivos que mataron a Rucci partieron indiscutiblemente de las armas de estos dos, que tenían la ‘mejor visión’ de tiro.



Antes de las elecciones que darían el triunfo a la formula Perón-Perón los directivos de la banda armada se reunía en la avenida Rivadavia 9070 de la Capital Federal, sede de la Secretaría Política de Montoneros, donde ponían a punto el ataque al secretario sindical.

A las 12.11 de ese 25 de septiembre el terrorista conocido como “Pelado Carlos” dio la orden de tirar, pues Rucci acababa de salir del domicilio de calle Avellaneda 2953 del barrio de Flores.



El “Pelado Carlos” y “Lino” dieron comienzo a la ejecución. Con dos itakazos y dos fusilazos lo liquidaron y huyeron.

Después con el humor propio de la mafia dijeron que el asesinato de Rucci era el “Operativo Traviata”, porque el dirigente obrero peronista “tenía veintitrés agujeritos”.



El Conductor del Movimiento Nacional lloró por primera vez en público y dijo: “Me cortaron las patas...”

































Una siniestra confesión…



Esto fue publicado por el diario Página/12, el 25 de septiembre de 1998. De esta manera los asesinos que aún andan sueltos (los que no se han muerto de viejos o con la pastilla, o gozan de las prebendas de los despachos oficiales) festejan el asesinato brutal de este dirigente obrero peronista que en ningún momento renegó de las banderas nacionales del peronismo y de su lealtad al general Juan Perón.


A 25 años del asesinato de Rucci Aquella muerte anunciada
Por Sergio Moreno de la redacción de Página/12
"Desde hacía tiempo dormía en casas diferentes cada noche, acompañado por una garde du corps que lo seguía a sol y a sombra. Esa noche de septiembre de 1973 se había ido a lo de una cuñada que vivía en Avellaneda 2953. El Petiso estaba contento: dos días atrás la fórmula Perón - Perón había ganado las elecciones generales con casi un 62 por ciento de los votos. Ese mediodía del 25, salió a la calle camino al Torino rojo que usaba. Apenas llegó a la puerta. Un escopetazo proveniente de una casa lindera le dio de lleno en el pecho. Sus custodios se trenzaron en un tiroteo contra nadie, que disparaba de dos frentes distintos. José Ignacio Rucci, hace hoy 25 años, murió acribillado de 23 balazos provenientes de las armas de un comando montonero. En esa época se acuñó un chiste, siniestro como la disputa de ese tiempo: "a Rucci le dicen Traviata, la de los 23 agujeritos".Era rosarino, petiso, flaco, enjuto y usaba un jopo que, en complicidad con sus bigotes, le daban un aire de cantante latino de boleros.
Tenía 48 años cuando murió.
En 1966 fue nombrado interventor de la seccional de San Nicolás de la Unión Obrera Metalúrgica, la poderosa UOM de los `60 y `70. Creció gremialmente bajo el ala de Augusto Timoteo "el Lobo" Vandor y se hizo digno alumno de su escuela de conducción política. Tuvo su mismo fin. El 5 de julio de 1970, en su residencia de Puerta de Hierro, en Madrid, Juan Domingo Perón recibió un telegrama. "Triunfó su hombre, general. El secretario de la CGT es José Rucci."
Tres días antes de que Perón recibiera la noticia, el congreso de unidad de la CGT había encumbrado al metalúrgico gracias al manejo de otros de sus padrinos, Lorenzo "El Loro" Miguel.
A partir de ese momento, este sindicalista de segunda línea, comenzó a influir en la historia de la Argentina de manera descarnada. Rucci fue, junto con Miguel, la cara de la Patria Metalúrgica, en un país que comenzaba a sumergirse en la interna más sangrienta que vivió el peronismo en su historia. Con cadáveres como moneda de cambio, el peronismo delineaba su división entre "fachos" y "zurdos", entre "burócratas" e "infiltrados".
En los `60, fue el propio Perón quien promovió a sus "formaciones especiales", compuestas mayoritariamente por la "juventud maravillosa". Perón se enfrentaba, tácticamente y desde el exilio, a su primer enemigo interno: Vandor impulsaba, en connivencia con el onganiato, un peronismo sin Perón. El viejo general no lo iba a permitir, para lo cual se valió de sus formaciones especiales... En los `70 el tiempo cambió. Vandor había sido asesinado en su bunker de Avellaneda y el gobierno militar armaba su retirada. Los émulos del Lobo, como lo fue Rucci, estaban nuevamente del lado donde debían estar y preparaban el regreso del general.
El primero -efímero - fue el 17 de noviembre de 1972. Rucci lo recibió bajo un oportuno paraguas que pasó a la historia. El segundo regreso fue el comienzo de la tragedia. Rucci formaba parte de la comisión encargada de traer a Perón el 20 de junio de 1973 y de armar el acto de recepción. Fue la masacre de Ezeiza. La Juventud Peronista y las distintas ramas armadas - entre ellas Montoneros y FAR - ya lo llamaban traidor (en tanto que sinónimo de burócrata sindical). A partir de Ezeiza cantaban:
-¡Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor!
Montoneros nunca se asignó, oficialmente, el asesinato del 25 de septiembre de 1973. Pero todos los integrantes de la JP regionales supieron, ese mismo día, que había sido su vanguardia armada.
Perón lo quería, le tenía aprecio personal. Rucci fue un emblema de la derecha peronista en su época más trágica. Rucci gustaba de acusar a los marxistas infiltrados; a los agentes de la sinarquía internacional, de querer cambiar la celeste y blanca por el sucio trapo rojo. Hace 25 años caía bajo una lluvia de balas. Hoy, los sindicalistas argentinos lo recordarán con contrición".






"Si me pasa algo..."

Reflexiones de José Ignacio Rucci al
recibir una amenaza de las tantas...

Un adios...


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