lunes, 31 de mayo de 2010

TESTIMONIO Nº 1




El que sigue en primer lugar es un importante artículo publicado por EINSICHT. Römisch-katholische Zeitschrift, Año 35, Nº 4, junio 2005, cuyo director, autor también de este trabajo, es el Doctor Heller, conocido entre nosotros, gracias al Dr. Carlos A. Disandro, por su denodada defensa de la Fe y de la Iglesia de siempre, despiadadamente perseguida por la secta operante en y desde el Vaticano a partir de la muerte de Pío XII. Fue él quien nos envió gentilmente una traducción castellana de su artículo, que cotejamos cuidadosamente con el original alemán y corregimos en todo lo que nos fue posible para su presentación aquí. Ediciones Cielos Abiertos se complace en inaugurar esta nueva publicación con tan valioso aporte.
Nos pareció prudente añadir además la traducción de una breve pero sugerente nota, salida en el mismo número de la revista alemana, sobre el lema que la profecía de San Malaquías reserva para el actual detentador, legítimo o no, de la Sede romana. (Arnaldo. C. Rossi)




HABEMUS PAPAM?
Cuando el 18 de abril el Colegio Cardenalicio se dirigió a la Capilla Sixtina, era relativamente claro que, como sucesor de Juan Pablo II, se elegiría a alguien que tendría que saber cómo devolver perfiles conceptuales y teológicos a la "Iglesia" conciliar. La permisividad sentimentaloide y los escándalos de Wojtyla se habían impreso demasiado en los ánimos vaticanos, apenas suavizados o sofocados por sus tan exhibidos padecimientos de enfermo, que muchos habían interpretado como continuación de la cruz de Cristo.(1) Su sentimiento permisivo de la religión debería dar lugar otra vez a formulaciones teológicas claras.
Que ya el 19 de abril, es decir, el segundo día del Cónclave, y en la cuarta votación, fuera elegido el Cardenal Ratzinger, quien se asignó el nombre de Benedicto XVI, significó pese a todo para muchos una sorpresa. No es que no le correspondiera cierto papel de favorito como "papabile" –en calidad de cardenal decano había dirigido el funeral de Juan Pablo II y los preparativos del Cónclave–, pero muchos lo consideraban también un teórico intransigente. Con una predicación, dirigida a los cardenales como un programa electoral, se había recomendado a sí mismo como guardián de la fe: "Cada día surgen sectas, y sucede exactamente lo que San Pablo dice sobre 'el engaño de los hombres', sobre la 'astucia que conduce al error'. Poseer una fe inequívoca, como corresponde a la Confesión de Fe de la Iglesia, es designado a menudo como fundamentalismo, mientras que el relativismo, es decir, este ser llevado al acaso por la disputa de las opiniones, parece ser la única actitud a la altura de los tiempos. Se establece una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo, y que como criterio último hace valer sólo el propio yo y su voluntad. Pero nosotros tenemos otro criterio: el Hijo de Dios, el verdadero Hombre. Él es el criterio para el verdadero humanismo."(2) Como evidenciaron la indiscreciones de algunos cardenales, no sólo pudo concentrar sobre sí una mayoría de dos tercios, es decir, por lo menos 77 votos de los 115 cardenales, sino incluso más del 90%, lo que se vinculaba también con que sólo de una cabeza teológica como la suya cabía esperar que desatara el "nudo gordiano" que Juan Pablo II había dejado tras sí.
El "Cardenal acorazado" Ratzinger –apostrofado por el Frankfurter Allgemeine Zeitung del 21.04.05 como "prefecto de la protección de la fe católica, a modo de Gran Inquisidor inapelable a quien la pureza exangüe de la fe le importa más que los hombres, un católico arrogante de orientación preconciliar, sin disposición para el diálogo con otras Iglesias cristianas y religiones, un reaccionario teológico"–, tras su elección se presentó como un sucesor de Juan Pablo II cultivado, teológica y filosóficamente formado, amable y humilde, a quien los romanos aclamaron espontáneamente en la plaza de San Pedro. En su primera alocución hasta les pidió que lo ayudaran en su difícil ministerio.
La festiva asunción del cargo adquirió la forma de una fiesta tradicional bávara con apoyo internacional. Roma estaba en manos de montañeses bávaros, que con su fuerte colorido ofrecían un extraño –y poco frecuente– contraste con los fríos edificios barrocos de la ciudad de Roma.
Pero no en todas partes se aclamó a Ratzinger. Así T. A. Ash, que da clases de historia en Oxford y Stanford, se aventuró a comentar que la descristianización de Europa seguiría adelante, porque era de prever que Ratzinger no suprimiría el celibato (Süddeutsche Zeitung del 22.04.05). Pero en general se supuso que conservaría la herencia católica. Así pensaba Eberhard Straub en el Junge Freiheit del 22.04.05: "Benedicto XVI será un Papa religioso, un pastor que protege la fe de los peligros que en unos tiempos enemigos de la Iglesia se volverán incontrolables."
Habemus Papam?
Repetir esta pregunta, mostrar dudas sobre la elección de Benedicto XVI, parece ocioso en vista de la abrumadora aprobación de la persona y la posición del elegido: ¿como jefe de la Congregación de la Fe, no había retirado la potestad doctrinal a los teólogos de la liberación Leonardo Boff y Ernesto Cardenal? ¿A quién debería estar mejor encomendada la dirección de la Iglesia en aguas turbulentas que al Cardenal Ratzinger, cuyo nombre elegido –Benedicto XVI– es un símbolo de la recristianización de Europa (San Benedicto de Nursia, muerto en 547) o de una nueva pacificación (Benedicto XV, muerto en 1922, que en la Primera Guerra Mundial se esforzó en vano por el fin de las acciones bélicas)?
Sin embargo, repetir esta pregunta puede parecer algo no sólo no problemático, sino incluso obligado, psicológicamente al menos, en vista de nuestra propia y muy complicada situación en tanto que sedevacantistas siempre trasnochados. Después de todo, muy tranquilizador sería poder decir: ¡sí, tenemos un Papa!; podemos volver a entrar en filas, pues nuestra lucha encontró un final, de cuyo buen término somos también responsables, porque siempre hemos luchado por la conservación de la fe verdadera, de cuya custodia futura se ha hecho responsable ahora Benedicto XVI. Con la cabeza levantada podríamos dedicarnos ahora a las tareas que nos correspondieron inicialmente.
De hecho poder decir que la Iglesia encontró un nuevo pastor, que quiere ser servidor de todos los servidores de Dios, que volverá a sanar las heridas del rostro lacerado de la Iglesia, sería como la liberación de una situación desastrosa que ya no controlamos, o como despertar de una pesadilla. ¿No celebró Benedicto XVI en latín las misas, tanto del funeral de Juan Pablo II como de su asunción al cargo? ¿No empleó las palabras correctas de la Transubstanciación, "pro multis", en la fórmula consagratoria del cáliz? ¿Y luego la letanía de todos los santos cantada varias veces en latín? O su predicación dominical del 24 de abril, ¿no contenía acaso una exposición completa del pastor verdadero cuando explicó lo siguiente?: "El primer signo es el palio, un tejido de lana pura puesto sobre mis hombros. Este signo antiquísimo, que llevan los obispos de Roma desde el siglo IV, puede ser primero simplemente una imagen del yugo de Cristo, que el obispo de esta ciudad, el siervo de los siervos de Dios, carga sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que aceptamos. Y esta voluntad no es para nosotros una carga externa que nos oprime y priva de libertad. Saber lo que Dios quiere, saber lo que es el camino de la vida: ésa era la alegría de Israel, que lo reconoció como una enorme distinción. Ésa es también nuestra alegría: la voluntad de Dios no nos enajena, sino que nos purifica –y eso puede doler–, pero de este modo nos conduce a nosotros mismos, y de este modo lo servimos no sólo a Él, sino a la salvación de todo el mundo, de toda la historia. Pero el simbolismo del palio es más concreto: tejido con lana de corderos, quiere representar también la oveja perdida o la oveja enferma y débil que el pastor carga sobre sus hombros llevándola a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor sale a buscar al desierto, fue para los padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad, todos nosotros, somos la oveja perdida que ya no encuentra el camino en el desierto. El Hijo de Dios no lo puede sufrir en el cielo, Él no puede dejar al hombre en tal situación de necesidad. Él mismo se levanta, abandona la majestad celestial para encontrar a la oveja, y va tras ella hasta la cruz. La carga sobre los hombros, carga con nuestro ser hombres, carga con nosotros: Él es el verdadero pastor que por la oveja da su propia vida." (Libreria Editrice Vaticana).
De hecho puedo entender la decepción de todos los lectores que hasta ahora han seguido nuestro camino sólo por motivos tradicionalistas –sin atender a la constante advertencia de que nuestro interés no se limita en absoluto a esos motivos–, cuando lean las líneas siguientes.
La pregunta de si con Benedicto XVI tenemos un nuevo Papa no puede responderse desde el sentimiento. Dos son los criterios decisivos para ello:
1. Los electores, es decir, los 115 cardenales que el 18 de abril entraron al Cónclave, ¿tenían legitimidad como para elegir un Papa?
2. El elegido, ¿era elegible como Papa?
La pregunta por la legitimidad del Papa puede responderse constatando si su nombramiento fue realmente legal. Todos los cardenales excepto Ratzinger fueron nombrados por Juan Pablo II, cuyas disposiciones siempre juzgamos ilegítimas, porque un hereje no puede ser Papa: ¡un autor americano ha hecho una lista de más de 100 herejías de Juan Pablo II! El propio Ratzinger debe su nombramiento en 1977 a Paulo VI, cuya legitimidad hemos discutido igualmente por el mismo motivo. Aunque sólo se juzgara si entre los conclavistas hubiera habido una "pars minor et sanior", es decir, una minoría de cardenales que quizás aún hubieran obtenido legítimamente su nombramiento cardenalicio –¡no conozco ninguno!– y conservado su fe a salvo de posiciones heréticas –cuestión que planteamos ya una vez, con ocasión de la elección de Juan Pablo II–; esta pregunta sólo puedo volver a responderla con un "no". No conozco ningún cardenal que con su disposición personal se hiciera conocer como cristiano católico rectamente creyente.
Pero confieso con gusto que no tengo información más cercana sobre la posición de cada uno de los conclavistas, y entiendo que este tipo de argumentación resulte extraño a muchos que no estén (mejor) enterados de nuestras anteriores líneas de argumentación. Por eso me ceñiré a responder la segunda pregunta, para la que hay criterios claros por parte de la Iglesia y para cuya aplicación a la posición de Ratzinger contamos con suficientes testimonios claros de él como para poder decir si en suma Benedicto XVI era elegible como Papa.
En la bula Cum ex Apostolatus officio del 15 de febrero de 1559, Paulo IV estableció condiciones claras cuya aplicación y observancia son relevantes para juzgar si Ratzinger era papabile. El parágrafo 6 informa sobre los presupuestos que se exigen para asumir un cargo eclesiástico: (a)
"Agregamos también que, si en algún tiempo cualquiera aconteciese que un obispo, incluso en función de Arzobispo, o de Patriarca, o Primado; o un Cardenal de la Iglesia Romana, incluso como se ha dicho en función de Legado; y también un Romano Pontífice, antes de su promoción o antes de la asunción a la dignidad de Cardenal o de Romano Pontífice, se hubiese desviado de la Fe Católica, o hubiese caído en alguna herejía o incurrido en cisma, o los hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si esta hubiera ocurrido en acuerdo y unanimidad de todos los cardenales, es nula, írrita y sin efecto; y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización del Romano Pontífice, o su adoración, o por la obediencia que todos le han prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido, después de los supuestos antedichos. Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes, y no será posible considerar que se ha otorgado o se otorga alguna facultad en las cosas temporales o espirituales a los que son promovidos, en tales circunstancias, a la dignidad de obispo, arzobispo, patriarca o primado, o a los que han asumido la función de Cardenales o de Pontífice Romano, sino que por el contrario todos y cada uno de sus hechos, actos y resoluciones y sus consecuentes efectos carecen de fuerza, y no otorgan ninguna validez y ningún derecho a nadie. Y en consecuencia, los que así hubiesen sido promovidos y hubiesen asumido sus funciones, por esa misma razón (eo ipso) y sin necesidad de hacer ninguna declaración ulterior, están privados de toda dignidad, lugar, honor, título, autoridad, función y poder; y séales lícito a todas y cada una de las personas subordinadas a los así promovidos y asumidos, si no se hubiesen apartado antes de la Fe ni hubiesen incurrido en cisma ni lo hubiesen suscitado o cometido (...) sustraerse en cualquier momento e impunemente a la obediencia y devoción de quienes fueron así promovidos o entraron en funciones, y evitarlos como si fuesen hechiceros, paganos, publicanos o heresiarcas."(3)
Es preciso aclarar entonces si Ratzinger cumple con estos criterios.
Joseph Ratzinger, nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl del Inn, estudió de 1946 a 1951 teología y filosofía en Munich y Freising. El 29 de junio de 1951 obtuvo, junto con su hermano Georg, la dignidad sacerdotal. Luego trabajó como capellán en Munich. Ya en 1952 obtuvo un puesto docente en el seminario de clérigos de Freising. En 1953 se doctoró en teología, y en 1957 hizo la habilitación en la asignatura de Teología Fundamental en la universidad de Munich. Ya con 31 años obtuvo en 1958 un puesto de profesor de Dogmática y Teología Fundamental en Freising, y en 1959 resultó profesor ordinario en Bonn, en 1963 profesor ordinario de Dogmática en la universidad de Münster, en 1966 profesor ordinario en Tubinga. En 1969 fue llamado a la universidad de Regensburgo. Allí nuestra agrupación, a través del antiguo consejero mariológico de Pío XII, el ya fallecido profesor Tibur Gallus, entabló contacto con Ratzinger, para discutir con él el Novus Ordo de Paulo VI. Ratzinger admitió que la fórmula para la consagración del cáliz estaba mal traducida, pero que no contenía ninguna herejía.
Sobre Ratzinger recayó una función teológica especial cuando, de 1962 a 1965, nombrado por el cardenal Frings como su perito, se perfiló como co-realizador del Concilio Vaticano II, donde el joven profesor de teología se destacó no sólo por su defensa del aggiornamiento de Juan XXIII y del ecumenismo que hasta teológicamente fue consolidado, sino que también confundió a los padres conciliares con la defensa de ideas radicales. Más tarde, a la pregunta del entrevistador Seewald de que en el Concilio se lo consideró un teólogo progresista, respondió entre otras cosas: "Es cierto que opino que la teología escolástica, tal como se ha consolidado, ya no es un instrumento para llevar la fe al lenguaje de estos tiempos."(4) Yo mismo puedo recordar vagamente que el Süddeutsche Zeitung comentó por aquel entonces las posiciones defendidas por Ratzinger en el Concilio más o menos así: si Ratzinger hubiera sostenido tales puntos de vista antes de su consagración, no habría sido ordenado sacerdote.(5) Interesa también que el antiguo primado polaco haya negado el imprimatur a los primeros escritos de Ratzinger.(6) Así, en la Introducción al cristianismo, defendía la siguiente tesis: "¿El auténtico hombre sería Dios a causa de que es hombre auténtico, y Dios sería tal por ser auténtico hombre justamente?...", posición que el cardenal Siri criticó en Gethsemani como "monismo cósmico".
En 1977, Paulo VI llamó a Ratzinger a Munich como sucesor de Döpfner. Hay que advertir que Ratzinger fue "consagrado" el 28 de mayo de 1977 por el obispo Stangel –con los co-consagrantes Graber y Tewes– conforme al rito nuevo, es decir, inválido; o sea que como pretendido obispo de Roma sigue siendo un simple sacerdote. Aquí en Munich tuvo ocasión, en el ámbito pastoral, de representar prácticamente al ecumenismo, cocelebrando con representantes de la confesión protestante "ceremonias de consagración" comunes, acciones que más tarde repetiría con la "obispa" Jepsen en Hamburgo.
En sus tiempos de Munich participa también en la introducción de la educación sexual en las escuelas, contra cuya introducción habían luchado vehementemente pedagogos católicos, totalmente burlados con la "bendición" de Ratzinger. De modo similar recientemente, como Benedicto XVI, decepcionó a los políticos cristianos cuando opinó que la nueva constitución europea puede ratificarse también sin referencia a Dios, una referencia por cuya fijación en la obra legal los políticos con transfondo religioso-cultural habían luchado en Europa hasta el último momento, desgraciadamente en vano. (Todavía el 11 de junio de 1965, en su visita a Bonn, Charles de Gaulle había enfatizado que Europa sólo es pensable en la tradición cristiana: "Nosotros los europeos somos constructores de catedrales. Mucho es lo que eso ha durado.")
Aquí corresponde también un episodio significativo para los actores de ambos lados. El entonces superior de la Hermandad San Pío X, Klaus Wodsack, uno de mis viejos compañeros de estudio, creyó poder demostrar al ordinario muniqués la negación de la presencia real de Cristo en el tabernáculo, exhibiéndole pasajes de su tratado: La fundamentación sacramental de la existencia cristiana, cap. IV, donde Ratzinger explica: "La adoración eucarística o la visita en silencio a una iglesia, razonablemente no puede ser mera conversación con Dios, pensado como presente de modo local y circunscripto. Expresiones como 'aquí vive Dios', o un diálogo así fundamentado con Dios, pensado localmente, muestran un desconocimiento del misterio cristológico y del concepto de Dios que necesariamente tiene que repugnar al hombre que piensa y sabe de la omnipresencia de Dios. Si ir a la Iglesia quiere fundamentarse con que se tiene que visitar a un Dios sólo presente ahí, esto sería de hecho una fundamentación sin sentido, que el hombre moderno tiene con razón que rechazar." Pues bien, pronto vino la reacción a esta acometida espontánea que Wodsack sin haber hablado con su jefe había iniciado, a saber, desenmascarar a Ratzinger como hereje; del Ordinariado llegó la respuesta de que Ratzinger cree en la presencia real, aunque el texto citado contenía lo contrario, y de Ecône vino la rápida deposición de Wodsack, que había perjudicado sensiblemente la política lefebvrista dirigida a una eventual cooperación con Ratzinger.
Toda una serie de comentadores se complace hoy en querer desestimar estas posiciones teológicas tempranas como "pecados de juventud", ya que, después de todo, tras su nombramiento como Prefecto de la Congregación de la Fe, mostró que, a diferencia de antes, en este ministerio había seguido una línea ortodoxa. Pero Ratzinger insiste una y otra vez en que siempre se ha mantenido fiel a sí mismo, así como al Vaticano II, y "sin nostalgia de un ayer irremediablemente pasado.(7) En la ya citada conversación con Seewald, éste le recuerda a Ratzinger el siguiente comentario: "Ya en 1975 usted había profetizado que la herencia del Concilio 'aún no se ha hecho manifiesta. Espera aún su hora, y ésta vendrá: de eso estoy seguro'." La respuesta de Ratzinger fue: "En efecto, cada vez se hace más claro que los textos del Concilio están en perfecta continuidad con la Fe."(8) [Nota bene: para comprender la monstruosidad de este enunciado, piénsese en los decretos conciliares Nostra Aetate (NE) o Lumen gentium (LG), donde se dice, como en NE art. 3: "La Iglesia contempla también con mucho respeto a los musulmanes, que adoran
al Dios único
, el viviente y existente por sí, misericordioso y omnipotente, el creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres." Esta posición es precisada en LG, cap. 16: "Pero la voluntad de salvación comprende también a aquellos que reconocen al creador, entre ellos especialmente a los musulmanes, que confiesan la fe de Abraham y adoran con nosotros al Dios uno." ]
Ya Paulo VI había hecho clara esta renuncia a reivindicar la Iglesia como absoluta, cuando en 1970 explicó: "En el conflicto [de Oriente próximo] están involucradas tres religiones que reconocen todas ellas al Dios verdadero: el pueblo de los judíos, el pueblo del Islam y, entre ambos, el pueblo cristiano propagado por todo el mundo. Ellos proclaman con tres voces el monoteísmo único. Hablan con la máxima autenticidad, con la máxima veneración, con la máxima historicidad, con la máxima fecundidad, con el máximo poder de convicción."
De hecho no es posible renunciar ahora a detenerse en el tema central, en cuya realización Ratzinger ha mostrado desde el Concilio hasta hoy, también como Benedicto XVI, su máximo interés, y lo sigue mostrando: la Ecumene en el sentido del Vaticano II, que siempre se entendió a sí mismo como ecuménico y que también se denomina así en su subtítulo, es decir, la Ecumene como proceso de constante crecimiento conjunto de las "Iglesias".
Cuando el 25 de enero de 1959 Juan XXIII anunció la celebración de un "Concilio ecuménico", despertó en muchos la esperanza en nuevos esfuerzos por la reunificación de los cristianos separados, o en una modificación fundamental de la Iglesia católica en relación con las confesiones de fe separadas de ella. Junto a la intención de Juan XXIII de adaptar la disciplina de la Iglesia al mundo –conocida como aggiornamiento–, el pensamiento ecuménico fue decisivo para el Concilio y el desarrollo posterior. Ya el 21 de noviembre de 1964 se promulgó el decreto Unitatis redintegratio inter universos Cristianos (UR) sobre el ecumenismo.
Siguiendo la tendencia revolucionaria de este Concilio, también este decreto abandona algunos límites hasta entonces teológicamente establecidos. Frente a los anteriores esfuerzos de unión –donde se buscaba el regreso a la Iglesia, es decir, la conversión, el apartamiento del error, el retorno a la unidad de la Iglesia–, con la UR comienza el intento de conformar una unidad en la que no se busca el (re-)hallazgo de la verdad, el regreso a ella, sino configurar una articulación de Iglesias, en todo lo posible bajo el techo de la Iglesia católica. Wolfgang Thönissen, profesor de teología ecuménica en Paderborn, describe la intención de UR del siguiente modo: "En el contexto de la historia de los concilios, el decreto presenta una novedad. Por vez primera se presenta la relación con las Iglesias separadas de Roma únicamente desde una perspectiva positiva. No hay allí ni en ningún otro lugar ningún indicio más de invitación a los cristianos separados para su retorno a la Iglesia católica, tampoco se pronuncia ya ninguna condena. El Concilio Vaticano II pone en el centro lo común, lo que separa no es negado, pero pierde relevancia. Con el decreto sobre el ecumenismo se ha hecho imposible un ecumenismo-de-retorno que viera su objetivo en una reincorporación de la cristiandad separada al organismo de la Iglesia católica."(9)
Aquí se hace clara una concepción totalmente nueva de la Iglesia. Ya no rige "Extra Ecclesiam non salus est". La Iglesia ha renunciado a su pretensión de verdad absoluta y su monopolio de la salvación. No se trata ya de una unidad en la verdad, realizada únicamente en la Iglesia católica, sino de conceder que la verdad se ha realizado también en otras "Iglesias". Por eso se dice también: "A eso se añade que algunos, e incluso muchos y significativos elementos o bienes a partir de los cuales la Iglesia en total es edificada y obtiene su vida, también pueden existir fuera de los límites visibles de la Iglesia católica." (UR 3).
Este tipo de renuncia a la verdad se encuentra en el decreto sobre la así llamada libertad religiosa, a menudo mal entendido, pero especialmente en el decreto Lumen gentium (LG) sobre la Iglesia, pues los esfuerzos ecuménicos para la unidad con otras Iglesias (parciales) dependen largamente de decisiones doctrinales de la Iglesia sobre sí misma. Surge así un sistema doctrinal de proposiciones que se sostienen entre sí. Las explicaciones de la constitución eclesiástica LG enlazan con la comprensión de la Iglesia como misterio: "La sociedad provista de órganos jerárquicos y el cuerpo místico de Cristo, la asociación visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia obsequiada con dones celestiales, no deben considerarse dos dimensiones distintas, sino que constituyen una única realidad compleja que crece conjuntamente a partir de un elemento humano y divino. [...] Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Credo confesamos como una, santa, católica y apostólica" (LG 8). De esta realidad compleja se dice luego: "Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, es realizada (subsistit) en la Iglesia católica, guiada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunidad con él."
Según Thönissen, este pasaje de LG admite la siguiente interpretación: "El análisis de este pasaje del texto señala tres perspectivas:
a) La Iglesia una de Jesucristo existe en la concretidad histórica; encuentra su forma de existencia concreta en la Iglesia católica; la Iglesia una existe realmente.
b) La Iglesia católica no es absolutamente –indiscerniblemente– idéntica con la Iglesia una de Cristo, pero existe en relación fundamental y esencial con ella. El ser de la Iglesia de Jesucristo es por cierto siempre mayor que la existencia concreta de la Iglesia católica.
c) Fuera de los límites de la Iglesia católica no hay ningún vacío eclesial. 'Realidad eclesiástica' hay también fuera de la Iglesia católica. Aquí subyace pues el entero problema ecuménico."(10)
También fuera del organismo de la Iglesia católica pueden hallarse entonces "elementos de santificación y de verdad [...] que como dones propios de la Iglesia de Cristo impulsan hacia la unidad católica" (LG 8). Aunque el Vaticano II siga hablando de la Iglesia católica en la que está realizada la Iglesia única concebida por Cristo, sin embargo el subsistit de LG permite en la Iglesia la pluralidad en tanto comunidad de Iglesias parciales. Thönissen concluye en coherencia con esta interpretación: "El Concilio ha entendido la unidad como Communio. De ahí se sigue que la Iglesia de Jesucristo se sostiene en las Iglesias locales o parciales y a partir de ellas."(11) Por eso con la "unidad católica del pueblo de Dios" (UR 13) es posible también la comunidad de Iglesias parciales.
Para alcanzar en definitiva una unidad total de las Iglesias parciales, donde esa unidad debería estar realmente simbolizada por la Eucaristía, el 25 de mayo de 1995 publicó Juan Pablo II la encíclica Ut unum sint (UUS) –"Para que todos sean uno", Jn. 17, 21–, en la que se remite a decisiones del Vaticano II y a sus esfuerzos ecuménicos: "El Concilio Vaticano II expresa la resolución de la Iglesia de aceptar la tarea ecuménica en favor de la unidad de los cristianos, e impulsarla adelante con convencimiento y resolución" (UUS 8). Pero también concede: "Ahora podemos preguntarnos cuán largo es el camino que nos separa de aquel día glorioso en que se alcance la unidad plena en la fe, y podamos celebrar en concordia mutua la Santa Eucaristía del Señor. [...] El fin último del movimiento ecuménico es el restablecimiento de la plena unidad visible de todos los bautizados. Con vistas a este fin todos los resultados alcanzados hasta ahora son sólo un fragmento del camino, aunque positivo y muy prometedor." (UUS 77)
Ante el extravío de la unidad originaria, perdida por cisma y herejía, es especialmente llamativo que se diga "que este santo propósito de la reconciliación de todos los cristianos en la unidad de la Iglesia una y única de Cristo, sobrepasa las fuerzas y las capacidades humanas" (UR 24), frase repetida en el Nº 822 del nuevo Catecismo de la Iglesia católica de 2003. Ahí se define un objetivo, perdido en verdad por un comportamiento humano equivocado, pero cuya recuperación se sustrae a las posibilidades de la Iglesia. Así pues, si es que algo se consigue, –por ejemplo la "Declaración común sobre la justificación", celebrada como piedra miliar del ecumenismo–, he allí necesariamente el "éxito" de Dios, aunque su formulación se aparte de la fe católica.
Ratzinger estuvo y está involucrado en este proceso del llamado ecumenismo y comparte activamente su configuración: como teólogo conciliar, como profesor, como obispo de Munich, como prefecto de la Congregación de la Fe... y ahora como Benedicto XVI, en cuya calidad designa como una de sus tareas más importantes la "solicitud fundamental del ecumenismo" (Alocución del 20 de abril a los cardenales, es decir, ¡un día después de su elección!). Pero contra otros muchos ecumenistas, Ratzinger quiere que estos esfuerzos ecuménicos se desarrollen como un proceso aproximativo en pasos metódicos, controlables y controlados. Como enfatiza en sus entrevistas, no quiere la unidad buscada a partir del mínimo común denominador, es decir, sobre la base de una concordancia doctrinal mínima, sino como comunidad de las Iglesias (parciales). En este sentido habla de "polifonía". Ratzinger tratará pues de seguir desarrollando la Ecumene como proceso según la "polifonía" que él dice, es decir, se esforzará por buscar una unidad eclesiástica donde las llamadas Iglesias parciales puedan conservar su autonomía respecto de sus conceptos teológicos y su especial comprensión de las cuestiones litúrgicas. A diferencia de Küng que, discutiendo el papel de Ratzinger como uno de los teólogos conciliares decisivos, quiere atribuírselo a sí mismo y se alegra de que se vulneren dogmas eclesiásticos, como de romper las copas tras un brindis, Ratzinger introduce tales rupturas con mucha más precaución, y las oculta en fórmulas que luego expresan un "consenso diferenciado", palabra mágica aplicada a la interpretación de la Declaración común sobre la doctrina de la justificación (DDJ) firmada el 31 de octubre de 1999. Querían sacar de en medio todas las antiguas condenas doctrinales, que de acuerdo con la polifonía sólo hubieran estorbado.
La DDJ es el resultado de un diálogo que iniciaron representantes de la Alianza Mundial Luterana y de la Iglesia Católico-Romana hace más de treinta años. La cuestión de la justificación siempre estuvo en su centro. La tesis central de la DDJ dice en su Nº 15: "Sólo gracias a la fe en el acto salvífico de Jesucristo, y no a causa de nuestro mérito, somos acogidos por Dios y recibimos el Espíritu Santo, que renueva nuestros corazones y nos capacita e incita para las obras buenas." Según información de los miembros de la comisión, Ratzinger tuvo parte en la redacción de esta declaración, cuya firma al menos tuvo lugar bajo su égida. Aunque Ratzinger haya vuelto a distanciarse de esta fórmula, ella sigue desde entonces obligatoriamente en vigor. Pero hay que tener presente que el pasaje citado entraña elementos de contenido protestante condenados por Trento.(12)
Según la concepción católica, la justificación significa para el hombre la supresión del pecado original y la recuperación de la gracia santificante, lo que sucede por primera vez en el bautismo. Dios saca al hombre del pecado, si el hombre quiere, si él agarra libremente la mano de Dios. El hombre interviene pues en la justificación de modo totalmente activo. Fe, esperanza y caridad son actos morales libres del hombre. Es decir que si el creyente quiere permanecer en la gracia de Dios, la colaboración debe mantenerse mediante actos buenos y morales. Cristo dice: "No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre en el cielo" (Mt. 7, 21). "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos." (Mt. 19, 17) ¡Pero una mera "justificación por las obras", como se atribuyó a la posición católica, no existe! Según la concepción protestante las obras buenas son la consecuencia necesaria de la justificación. Y según ella hay que entender cuando la DDJ dice: la justificación es lo único que nos capacita e incita "para las obras buenas".
Pero los ecuménicos como Thönissen lo ven de otro modo: «Esta solidaridad fundamental en la comprensión de la justificación permite constatar que las condenas doctrinales recíprocas pronunciadas en el siglo XVI a propósito de la justificación ya no afectan al interlocutor actual. Esto no excluye diferencias en el lenguaje, en la configuración teológica y en el acento con que se comprende la justificación. Pero a la luz de la concordancia ganada estas diferencias pierden su carácter de divisoras de Iglesias. Con ello se expresa que el fin de los esfuerzos ecuménicos no es una unicidad que excluye todas las diferencias, sino una 'diversidad reconciliada' que enriquece la cristiandad. Entretanto la teología ecuménica llama a una coincidencia así un 'consenso diferenciado'».(13)
Los ecumenistas ven una dura recaída en la declaración Dominus Iesus de Ratzinger. Las afirmaciones acerca de las Iglesias y las comunidades eclesiales, sobre todo las del cap. 4, molestaron a gente como el cardenal Kasper y los representantes de la "Iglesia" evangélica: "Hay pues una única Iglesia de Cristo, que subsiste(14) en la Iglesia católica y que es guiada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunidad con él. Las Iglesias que en verdad no están en comunidad perfecta con la Iglesia católica, pero se ligan con ella por vínculos íntimos, como la sucesión apostólica y la eucaristía válida, son auténticas Iglesias parciales. Por eso la Iglesia de Cristo también está presente y operante en estas Iglesias [...]. Las comunidades eclesiales que no han conservado el episcopado válido y la realidad originaria y plena del misterio eucarístico, no son Iglesias en sentido auténtico" (Nº 17). Estas afirmaciones pretendidamente "católicas" impiden advertir que aquí se está trabajando con un concepto de Iglesia, acuñado por LG, que contradice la declaración de Pío XII en Mystici Corporis. (No me interno aquí más en este problema porque en la siguiente exposición (b) es tratado especialmente.) (15)
Sobre el desarrollo actual del ecumenismo el propio Ratzinger adopta una postura totalmente reservada, incluso más bien escéptica: "Estábamos de hecho demasiado confiados cuando creíamos que los diálogos teológicos podrían restablecer la unidad de fe en un tiempo más o menos breve. Nos equivocamos cuando nos metimos en la cabeza que esta finalidad tendría que alcanzarse simplemente dentro de plazos establecidos. Por un momento habíamos confundido teología con política, diálogo sobre la fe con diplomacia. Queríamos hacer por nosotros mismos lo que sólo Dios puede hacer. Por eso debemos aprender la disposición a buscar constantemente, sabiendo que el buscar mismo es un modo de hallar, que estar en camino y proseguir sin descanso constituye la única actitud adecuada para el hombre en peregrinación a lo eterno."(16)
Sin embargo, según Ratzinger, este proceso debe continuarse en pasos medidos con precisión, un proceso de todos modos hace tiempo fuera de control, porque para los implicados en él la relevancia teológica de semejante disciplina ya no es asequible, ni gobierna siquiera ya al propio Ratzinger, como muestra el siguiente hecho. En el así llamado "Día de los católicos" de 2003, en Berlín, el Profesor Gotthold Hasenhüttl (17) fue suspendido de su cargo por la Congregación de la Fe, cuyo jefe fue Ratzinger hasta hace poco, por "abuso grave" de su cargo dada su "participación en una celebración eucarística con protestantes", castigo ratificado en 2004.(18) Pero en el funeral de Juan Pablo II, el "juez" Ratzinger administró la "comunión" al fundador protestante de Taizé precisamente, a Roger Schütz, sin que se sepa que Ratzinger se haya suspendido por eso a sí mismo. Con ello Ratzinger se sabía en conformidad con su fallecido jefe, quien en su capilla privada también había repartido la "comunión" a invitados protestantes. Ratzinger se convierte aquí en testigo contra sí mismo.(19)
La Ecumene, tal como el Vaticano II la concibió, no sólo es problemática, es irrealizable, ya que una unificación es inviable por incompatibilidad de las posiciones respectivas de los diversos miembros eclesiales. Tampoco puede superarse con el truco del "consenso diferenciado". Por aducir sólo un ejemplo, entre muchos: ¿Cómo se imagina Ratzinger una "polifonía" teológica basada en posiciones recíprocamente excluyentes del todo? Tomemos simplemente el problema de la presencia real de Cristo bajo las formas de pan y vino. Según la concepción católica, el sacerdote ha obtenido mediante su consagración pleno poder para transformar durante la misa en la transubstanciación, si usa las fórmulas válidas, el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Los protestantes rechazan el sacerdocio de consagración, se limitan al sacerdocio general. Cristo se hace real, según Lutero, en el momento de la ingestión. Esta presencia real no se basa sin embargo en el poder pleno para transubstanciar las formas de pan y vino, sino en la fe en la fuerza operante de la intervención de Cristo, y hace depender su posibilidad de la omnipresencia del hombre-Dios exaltado.(20) ¿Cómo pretende Ratzinger reconciliar en una "polifonía" estas posiciones excluyentes? ¡Imposible! Ese tipo de unión, para seguir con la terminología musical de Ratzinger, desembocará necesariamente en una cacofonía.
En definitiva la Ecumene culminará en una formación, similar a la Unión Europea, que si no se disolviera en una papilla de unidad teológica, ni se la redujera simplemente al "mínimo común denominador" –opción que Ratzinger conscientemente excluye–, se limitará a momentos periféricos de carácter organizativo. La Ecumene se mostrará ilusoria y, después de destruir todos los niveles religiosos, terminará en un desastre, porque a pesar de la supuesta autonomía que debiera conservarse, hoy en la praxis se ha desplegado ya una mescolanza de posiciones particulares teológicamente insostenibles que ha pervertido por completo la verdadera doctrina. Por esto se verán afectados en primer lugar aquellos países de Europa y América del Norte que fantasearon sobre una reunificación de las "Iglesias", ¡sin unidad en la Fe!. Más bien inafectados permanecerán países como Croacia, los continentes centro y sudamericanos, África, India, donde al menos la situación económica es tal que los hombres todavía tienen que preocuparse por resolver problemas de subsistencia. Por eso tal vez ofrezca aún un cierto asidero el afincamiento en lo religioso, y por allí en posiciones fundamentales que en sí no cejan, muy pese a la presión modernista sobre lo litúrgico, desgravada empero de un debate ecuménico ideológicamente conducido.
En el presente debate no se trata de hurgar en las profusas exposiciones teológicas de Ratzinger (21) en busca de herejías: excedería por demás el espacio de este ensayo y no le haría justicia al autor.(22) Pero para responder a la pregunta inicial acerca de si Ratzinger es Papa, basta con señalarlo como uno de los codefensores capitales de una idea –a saber, el ecumenismo vaticano– absolutamente herética en tanto que en ella verdad y error son conscientemente colocados al mismo nivel. Esta transformación semántica conciliar la confirma, entre otros, el Profesor P. Claude Geffre O.P., decano de la Facultad de teología de Saulchoir, en Le Monde del 25 de enero de 2000: "En el Concilio Vaticano II la Iglesia católica descubrió y aceptó que no posee el monopolio de la verdad, que tiene que tener abiertos sus oídos al mundo. [...] Aquellas [religiones] opuestas a estas reivindicaciones legítimas están condenadas a reformarse o a desaparecer."
Tampoco hay que olvidar que Ratzinger fue la mano derecha y la cabeza teológica de su jefe, para el que un teólogo americano enumera 101 herejías. A la pregunta de Seewald sobre si Ratzinger tuvo serios problemas con su jefe en cuestiones de fe, él responde: "Diferencias en el sentido auténtico de la palabra no hubo."(23) ¡Y uno de los primeros actos de Benedicto XVI en su ministerio fue pretender darle categoría de santo a este hombre!
Por eso: Habemus Papam?
Non! Habemus Ratzinger!
EL PROGRAMA PREVISIBLE DE RATZINGER
Aunque la discusión mostró que Ratzinger no cumple las condiciones establecidas por el Papa Pablo IV, en la bula Cum ex Apostolatus officio del 15 de febrero de 1559, para una asunción legítima del cargo, es relevante sin embargo lo que pueda esperarse de él como sucesor de Juan Pablo II. En la alocución a los cardenales del 20 de abril esbozó su programa:
1) La celebración del cuadragésimo jubileo del Vaticano II, cuyas declaraciones han de considerarse una brújula.
2) Continuación del diálogo teológico.
3) "Purificación del recuerdo": con lo que son aludidas las peticiones de perdón.
4) Continuación de las tendencias ecuménicas.
5) Continuación del diálogo interreligioso.
Pero al margen de estos puntos programáticos, le incumben otros problemas que le llevaron los llamados modernistas: entre otros la ordenación de mujeres, la inseminación artificial, el aborto, la comunidad eucarística con los protestantes, etc. A estas exigencias podría darles una clara negativa, como muestra la condena pronunciada entretanto, como "expresiones de una libertad anárquica", a los llamados matrimonios-homo: "Matrimonio y familia no son una construcción sociológica voluble, sino resultado de situaciones históricas y económicas especiales." (sic!) (FOCUS-Online del 7 de junio de 2005)
Ratzinger no tuvo gran interés en la reforma litúrgica: las innovaciones eran para él en parte una "crueldad". Esclarecedor también en este contexto es lo que escribió acerca de la reforma litúrgica, que, según él, "no representa una revivificación, sino una devastación" (Prólogo a: Gamber, Die Liturgiereform, Le Barroux 1992, p. 6): "Estoy convencido de que la crisis eclesiástica en la que hoy nos hallamos, procede en su mayor parte del desmoronamiento de la liturgia." (La mia vita, ricordi 1929-1997, Roma 1997). En otro lugar escribe: "Quisiera señalar explícitamente que el título con que en 1970 se presentó el llamado Misal de Paulo VI es totalmente correcto desde el punto de vista de la historia de la liturgia: Missale Romanum ex Decreto Sacrosanti Concilii Vaticani II instauratum. Auctoritati Pauli PP. VI promulgatum. Aquí está plenamente expresa la continuidad del desarrollo, que no se mantuvo vigente sin embargo durante su introducción y tramitación de hecho en la Iglesia. Como ya he dicho, considero este Misal 'en muchos aspectos como una verdadera mejora y enriquecimiento'. Lo que ha dañado y sigue dañando profundamente a la Iglesia es el foso abierto entre lo 'preconciliar' y lo 'postconciliar', como si se tratara de dos Iglesias y de dos liturgias, como si lo que antes era lo más santo fuera ahora lo más prohibido y malo. Una institución que procede así con su historia y con los hombres que le pertenecen no debe asombrarse de las consecuencias negativas. Por lo demás, justamente esta insistencia sobre una supuesta oposición dañó la recepción del Misal renovado más que ninguna otra cosa. Por eso sólo puedo decir una y otra vez con insistencia que esta 'excomunión' del antiguo Misal tiene que terminar, también precisamente a causa de la correcta apropiación del nuevo."(24)
Ya que ha concedido que la fórmula consagratoria del cáliz fue mal traducida con el "para todos", y que él mismo critica la versión alemana del Novus Ordo por contener otros errores, bien podría ser que, por un lado, devolviera a la misa tridentina su rango como liturgia de la era preconciliar y, por otro, procurara salvar dicho Ordo, al menos en la versión alemana. Acerca de las divergencias de los "misales" alemanes respecto del original latino, escribe: "A partir de ahora, no debería ser posible hablar sin más de la 'configuración de banquete' de la eucaristía, afirmación al respecto que se basa en una mala comprensión del acontecimiento fundamental y lleva en general a una mala comprensión del sacramento. Menos aún debe designarse la eucaristía simplemente como 'banquete' (ni siquiera simplemente como 'banquete sacrificial'). Bajo este punto de vista es imperioso desear una revisión de la traducción alemana del Misal de Paulo VI, donde, sobre todo en las postcomuniones, frente al original latino la palabra 'banquete' casi se ha convertido en la designación regular de la eucaristía produciéndose así una contradicción objetiva con el texto original del Misal."(25)
Por eso, con la concesión sin trabas de la Misa antigua, "a causa de la correcta apropiación del nuevo [Ordo]", como él dice, podría complacer plenamente por ejemplo a los econistas (c) –quienes fundamentan su resistencia exclusivamente en la lucha de ritos por la misa– y así paralizarlos: con la autorización irrestricta de la Misa antigua se colmarían sus supuestos reclamos. Luego Ratzinger podría exigirles con justicia su incorporación a las estructuras eclesiásticas y el pleno reconocimiento de los superiores locales, bajo renuncia a su especial status anterior como cuasi-orden. A la mayor parte de los econistas, que sólo apuntan a satisfacer las necesidades tradicionalmente religiosas de su clientela, también podría bastarle una oferta así, y seguramente se llegaría a la formación de dos asentamientos, con lo cual los disconformes con este compromiso tendrían que decir por fin qué es lo que en propiedad teológica y eclesialmente quieren, o bien en qué puntos se diferencian de nosotros los sedevacantistas. Pues hasta ahora han temido, como el diablo al agua bendita, aplicar el concepto de "herejía" a todas las innovaciones que también ellos consideran contradictorias con la fe.
(26)
PERSPECTIVAS HIPOTÉTICAS
Permítaseme aquí especular por una vez sobre qué sucedería si Ratzinger, de hecho una cabeza refinada –en las filas tradicionalistas no conozco a nadie que pueda estar a su altura o demostrar un saber tan abarcador–, reconociera la entera medida de la destrucción a cargo del Vaticano II y efectuara un viraje radical. ¿Qué resultaría de semejante conversión? Supongamos que derogara todas las innovaciones en el ámbito de la liturgia y las reformas de los ritos sacramentales, que extirpara las demás herejías, etc. ¿No podría con tales actos ser reconocido en definitiva como Papa ortodoxo y legítimo? Descontando que partes enteras de la Iglesia conciliar se apartarían de él, eso no modificaría nada en el estado de real vacancia de la Sede. Aquí se aplicarían otra vez las precisiones de Paulo IV (cuarto), según los cuales un hereje está (y permanece) incapacitado para ejercer el ministerio. Ratzinger, como jefe de la Iglesia conciliar, podría empero guiarla a la conversión y dirigirse con una abjuratio pública a los cristianos católicos ortodoxos y pedirles perdón, ya que no conozco ministros a los que en este asunto pudiera Ratzinger dirigirse, a alguno de los obispos tradicionalistas por ejemplo, porque entretanto de un modo o de otro todos ellos se han desacreditado. Así seguramente grandes partes de la cristiandad volverían a ser ganadas para la Iglesia verdadera, pues la revolución no vino del pueblo creyente, sino "desde arriba", pero la restitución de la Iglesia tendría que efectuarse sin embargo según las condiciones esbozadas en EINSICHT para una restitución de la Iglesia como institución de salvación.
Eberhard Heller

NOTAS DEL AUTOR
(1) Sobre el enjuiciamiento de la función de Juan Pablo II desde el punto de vista de alguien que estuvo muchos años en el Vaticano, cfr. también Oschwald, Hanspeter: Der deutsche Papst - Wohin führt Benedikt XVI. die Kirche?, Munich, Zurich 2005, pp. 99 ss.
(2) Ibid., p. 19.
(3) Cfr. sobre esto EINSICHT VI/2, p. 79; VIII/7, p. 253; XXXI/6, pp. 101 ss.
(4) Cfr. Ratzinger, Joseph: Salz der Erde - Christentum und katholische Kirche im 21. Jahrhundert - Ein Gespräch mit Peter Seewald, Munich 1996, p. 7
(5) Sobre su papel en el Concilio, cfr. Ratzinger, Joseph: Salz der Erde, pp. 75 ss.; también Ratzinger, Joseph: Aus meinem Leben - Erinnerungen (1927-1977), Munich 1998, pp. 100 ss.
(6) Cfr. www.wikipedia.de; término de búsqueda: "Benedikt XVI."
(7) Cfr. Ratzinger, Joseph: Salz der Erde, p. 79.
(8) Ibíd., p. 80.
(9) Cfr. Thönissen, Wolfgang: Ökumene nach katholischem Verständnis - Zum Stand der Diskussion, en: "Non nobis", julio 2004, cuaderno 45, p. 5.
(10) Ibíd., p. 6.
(11) Ibíd., p. 8.
(12) Está previsto un ensayo específico sobre la Declaración común sobre la doctrina de la justificación y el papel que Ratzinger desempeñó en ella.
(13) Thönissen, Wolfgang: Ökumene nach katholischem Verständnis, p. 8.
(14) "Subsiste" debe interpretarse según la concepción herética de la Iglesia en Lumen gentium.
(15) Sobre la interpretación de Dominus Iesus, cfr. también Gaudron, Matthias: Das vatikanische Dokument Dominus Jesus - was soll man davon halten?, en: "Mitteilungen der Priesterbruderschaft St. Pius X", No. 263, Noviembre 2000; igualmente Barth, Heinz-Lothar: Note zu Dominus Jesus, en: "Kirchliche Umschau", No. 10, Octubre 2000. Remito a mi propia exposición, Dominus Jesus - Rückkehr zur wahren Kirche oder ökumenischer Störfall, en: EINSICHT XXXI, 6, pp. 199 s.
(16) Ratzinger, Joseph: Weggemeinschaft des Glaubens, Augsburgo 2002, p. 230.
(17) Hasenhüttl, que fue asistente de Küng en Tubinga, conoció personalmente a Ratzinger, cuando éste, a instancias de Küng, obtuvo la segunda cátedra de teología en Tubinga. Hace poco (AP, 18 de abril de 2005), Hasenhüttl se pronunció muy positivamente sobre su juez Ratzinger: "Antes me ayudó mucho y también me apoyó en publicaciones de crítica a la Iglesia."
(18) JUNGE FREIHEIT del 10.12. 2004.
(19) Expone el hecho el Süddeutsche Zeitung del 9/10 de abril de 2005. También la televisión relató este incidente referido a Hasenhüttl, de 71 años.
(20) Para la exposición de las diferencias doctrinales entre católicos y protestantes, cfr. Möhler, J. A.: Symbolik oder Darstellung der dogmatischen Gegensätze der Katholiken und Protestanten nach ihren öffentlichen Bekenntnisschriften, 7ª ed., Regensburg 1909; asimismo, Holzapfel, Heribert: Katholisch und Protestantisch - eine leidenschaftslose Klarstellung, 2ª ed., Friburgo 1931.
(21) Sobre la bibliografía de Ratzinger, cfr. Heim, Maximilian Heinrich: Joseph Ratzinger. Kirchliche Existenz und existenzielle Theologie unter dem Anspruch von Lumen Gentium, Frankfurt 2004; también, Baier, Walter: Weisheit Gottes - Weisheit der Welt, St. Ottilien 1987; también http:/teol.de/nopublic/biratzi.htm.
(22) Para valoración de los escritos teológicos de Ratzinger, cfr. p. e. Kröger, Athanasius: Die eigenwillige Theologie von Kardinal Ratzinger, en UVK 12 de 1982, pp. 150 ss., donde el autor señala que a Ratzinger, en "su doctrina y modos de formulacion", apenas podía distinguírselo de Karl Rahner y Hans Küng. También Die "neue Theologie" oder "Sie glauben, gewonnen zu haben", Sion 1995.
(23) Ratzinger, Joseph: Salz der Erde, p. 114.
(24) Ratzinger, Joseph: Aus meinem Leben - Erinnerungen (1927-1997), Munich 1998, pp. 189 ss.
(25) Ratzinger, Joseph: Das Fest des Glaubens, Kempten 1993, pp. 47 ss.
(26) Sobre las expectativas puestas en Benedicto XVI, cfr. también Oschwald, Hanspeter: Der deutsche Papst, pp. 167 ss., pp. 253 ss.
Notas del editor argentino
(a) Preferimos tomar este párrafo de la traducción del Dr. Carlos A. Disandro, directa del latín al castellano (Paulo IV, Bula Cum ex Apostolatus Officio, texto y traducción, Córdoba -Argentina- 1987, 2ª ed.), no de la que nos remitió el Dr. Heller, obtenida indirectamente del alemán. Por lo demás, justamente aquí hizo don Carlos una corrección de puntuación al texto latino receptus, sin la cual el párrafo resulta parcialmente ininteligible.
(b) La exposición siguiente en la revista EINSICHT es la traducción completa al alemán, por Elfriede Meurer, de Carlos A. Disandro, La crisis de la Fe y la ruina de la Iglesia romana. Respuesta al cardenal Ratzinger, La Plata, Hostería Volante 1986.
(c) El Dr. Heller denomina econistas a quienes en Argentina solemos llamar lefebristas.


GLORIA OLIVAE
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI (1)

Por CARL ANGERMAYR
La profecía de los papas de San Malaquías procuró dar noticias, en modo muy singular, sobre los papas hasta el fin del mundo. En breves lemas (vaticinios) describe los detentadores de la silla papal, antipapas inclusive, a partir del Medioevo. Pero como esta profecía sólo apareció por primera vez en 1595, imposible que San Malaquías sea su autor. El autor es más bien San Felipe Neri; en todo caso eso es lo que muy verosímilmente hay que aceptar.
Los vaticinios para los últimos papas son los siguientes: Pastor angelicus, Pio XII; Pastor et nauta, Juan XXIII; Flos florum (flor de las flores), Paulo VI; De medietate lunae (sobre la mediedad de la luna), Juan Pablo I.
El vaticinio del ya fallecido Juan Pablo II dice De labore solis (2)
(sobre la tribulación del sol). Para entender este lema interesa el significado de la palabra sol. Como la profecía menciona otra vez esta palabra, sin duda con el sentido de Iglesia, se desprende que el vaticinio se refiere a una tribulación de la Iglesia. Pero labor solis también designa en latín la caída del sol. Por consiguiente puede aludirse allí una caída u ocultamiento de la Iglesia. De hecho estaría bien caracterizada con eso la época de Juan Pablo II, pues bajo él la destrucción de la Fe, la decadencia de la Iglesia católica y su desplazamiento por una contra-iglesia –la iglesia romano-ecumenista– avanzó a pasos de gigante y de la Iglesia Católica visible quedó apenas si una fachada y de los fieles un pequeño resto.
Para el sucesor de Juan Pablo II está dispuesto el nombre Gloria olivae, o sea, gloria del olivo. Según la Epístola a los romanos (11,17) Israel es el olivo de cultivo donde los cristianos gentiles son injertados como ramas. (3) El lema podría pues entenderse también como gloria del judaísmo (contemporáneo). El acercamiento al judaísmo actual y el reconocimiento de los judíos contemporáneos como "nuestros hermanos mayores", realizado por Wojtila, podría ser extremado por su continuador.
En todo caso Ratzinger, el nacido en Marktl del Inn, es decisivamente corresponsable de la obra funesta de su predecesor, pues como prefecto de la Congregación de la Fe conoció y compartió todas sus herejías. Se lo llamó al Vaticano ya como a uno de los que quería transformar esencialmente la Fe. De allí en más continuará siguiendo la línea anticrística de Juan Pablo II.
El profesor Paul Hacker, de Munster, en los años 70 ya describió el programa de Ratzinger como "tan monstruoso como genuinamente protestante". Para Hacker, Ratzinger es un destructor de dogmas. Hacker hizo notar también que con su doctrina de la Eucaristía Ratzinger contradijo directamente dos cánones del Concilio de Trento. (Su crítica apareció en SAKA-Informationen 1989). En su doctrina eucarística Ratzinger difundió además doctrina no o anti-católica respecto de la fe, la Ecumene, el sacerdocio, la Iglesia y la escatología. Pero lo decisivo es su concepción de la persona de Jesucristo. Característica en esto es su afirmación: "La expresión fundamental del dogma del «Hijo cosubstancial», donde puede compendiarse el testimonio entero de los antiguos Concilios, simplemente traduce el hecho de la devoción a Jesús al vocabulario técnico de filosofía y teología, y nada más" (del libro Schauen auf den Durchbohrten –"Miradas al Traspasado"–, Einsiedeln 1984, p. 29). A Ratzinger, como surge claramente de este escarnio al dogma católico, hay que considerarlo un arriano que niega la divinidad de Cristo. Nada cambia al respecto si ocasionalmente, como cualquier modernista, profiere también expresiones dogmáticas verdaderas acerca del Hijo de Dios.
La negación del Redentor divino es una consecuencia necesaria de la doctrina de la
redención de todos. Esta falsa doctrina, según la cual todos los hombres van al cielo, debe ser considerada el fundamento de la iglesia romano-ecumenista. Para que los más que sea posible se adhieran a esta idea y no la olviden, se la proclama abiertamente a los presentes en cualquier celebración eucarística. Pero he aquí que no se logra que esta redención de todos vuelva a compaginarse de algún modo convincente con la muerte de Jesús en la Cruz o con su humanación, como intentó Wojtila. Pues claro que con ella a los hombres que vivieron antes de Cristo se los comprendería sólo tras la muerte de ellos; no estarían redimidos por ende a partir del nacimiento. Por eso la Conferencia episcopal alemana, en su declaración del 23 de setiembre de 2004, extrajo la única conclusión posible y trasladó la redención al Padre celestial, con lo que se la quitó a Jesús. Pero si Jesús no es el Redentor entonces se equivocó y su crucifixión fue inútil. Tampoco puede ser pues verdadero Dios. Ratzinger por ser arriano hará que la línea de su predecesor resalte con más claridad aún. No cabe dudar de que la iglesia romano-ecumenista sólo puede unirse con el judaísmo si su conductor ha renunciado a la fe en la divinidad del Redentor. En el rechazo de la divinidad de Jesucristo está por cierto el punto central del judaísmo actual.
Ya un día después de su asunción organizó Ratzinger un "gran encuentro ecuménico", como él dice. Tuvo lugar en una audiencia a dirigentes religiosos y eclesiásticos a quienes explicó: "Les aseguro que de aquí en más la Iglesia quiere construir puentes de amistad hacia los partidarios de todas las religiones, para buscar el verdadero bien de cada persona y de la sociedad, como un todo" (Süd-deutsche Zeitung del 26.4). Como su predecesor, dejó claro así que no quiere seguir la imperiosa exigencia del apóstol Pablo en Corintios 2, 6.14 ss. Allí se dice: "No tiréis de un mismo yugo con los infieles. ¿Pues qué comparte la justicia con la impiedad? ¿Qué tiene en común la luz con las tinieblas? ¿Cómo se armoniza Cristo con Belial? ¿De qué participa el creyente con el incrédulo? ¿En qué se conforman el templo de Dios con el de los ídolos? Porque nosotros somos templos de Dios vivo."
De la profecía de Malaquías debe extraerse una reflexión más, que también apunta a la negación de la verdad por la nueva Roma. Gloria olivae es el último papa en esta lista antes de los acontecimientos finales. Después de mencionarlo la profecía concluye: "En la última persecución (la mayor) de la santa Iglesia romana, Pedro, un romano, la regirá. Apacentará las ovejas en medio de muchas tribulaciones. Luego la ciudad de las siete colinas será destruida y el juez temible regirá a su pueblo." Ciudad de siete colinas alude a Roma y así también a la prostituta romana descripta por el Apocalipsis (17-19.5) Por su aniquilación habrá gran júbilo en el cielo (19.1-3).
Antes de la destrucción de Roma está empero el breve tiempo del Anticristo (13-14.13). Según algunos padres de la Iglesia será un judío. Pero la aparición del Anticristo debe ser preparada. Y el arrianismo de la cabeza romana y de las conferencias episcopales –en suma, de la entera iglesia romano-ecumenista, que quiere por cierto fusionarse con todas las religiones y sectas– es así un supuesto necesario para esa tarea. El Anticristo puede luego edificar sobre eso y presentarse como el verdadero Cristo. Vista así, la profecía permitiría explicar la imagen de gloria olivae como advertencia para los cristianos de los últimos tiempos.
Castellano: Arnaldo C. Rossi

NOTAS
(1) Publicado en EINSICHT, año 35 nº 4, Munich, junio de 2005, pp 175 s.
(2) Labor solis, como recordaba el Dr. Disandro, designa en La Eneida de Virgilio al eclipse del sol (Nota del traductor).
(3) El Nuevo Testamento presenta al olivo en otros dos momentos: el Monte de los Olivos, donde la oración de Cristo previa a su Crucifixión, y los dos olivos de Apocalipsis 11.4, que simbolizan los dos testigos escatológicos contra el Anticristo –cfr, Zacarías 4.3 ss– (idem).


Testimonio Nº 1 Septiembre de 2005

Teología y Geopolítica


La Gran Apostasía y

los Espacios de Poder



INTRODUCCION


Enfrentamos una situación límite en la Iglesia. Distingo, por comodidad, tres contextos, sumariamente perfilados.


Primero, el de la secta, la GRAN SECTA erigida y alimentada canónica y doctrinalmente por Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, y la casi totalidad de los obispos.


En segundo lugar, la Secta de Ecône, fundada por Lefebvre, y según acuerdo con Paulo VI; reclama para si el sostén y ejercicio de la Tradición. Es esta secta un verdadero cefalópodo. Pese a sus divisiones, rupturas y disidencias internas congrega sin duda a buena parte de católicos, mitigados o no, desilusionados por la manipulación de Roma-Vaticano II.


En fin, la línea de obispos y fíeles, cuya cabeza canónica y espiritual es el Arzobispo vietnamita Mons.Thuc, discutido, ignorado, vilipendiado, y tal vez, asesinado.


Entre los fieles, a su vez, se ha producido una compleja y difícil dispersión, ya preanunciada por Mat.26.31 y Marc. 14.27: percutiam pastorem et dispergentur oves.
Este texto, y otros concurrentes, no anuncia sólo la pasión y muerte del Señor, sino también el Gethsemaní de la Iglesia. En él estamos sin pastor. ¿Cómo se interpretan entonces las palabras "percutiam" y "dispergentur"?


Un solo camino queda para la Fe. Ser proclamada, a fin de enfrentar, sea cual sea su manifestación, la Apostasía, explícita o larvada.


En trance de meditar este "misterio iniquitatis" que es la Apostasía, prefiero repartir los campos semánticos que conforman su desarrollo, en estos últimos treinta y cinco años, sin desconocer los antecedentes que remontan muy atrás. Sin embargo, en estos treinta años, la Apostasía se ha hecho explícita en la autoridad, puesta al servicio de una conjura contra la FE, para extinguir a los FIELES. Pues esta es la primera tesis que es preciso reafirmar: la APOSTASIA no es un estado pasivo, inerme, por corrupción o extinción de la Fe. Es una militancia operativa, totalitaria, que procura la aniquilación de la FE y de los FIELES, sin tener en cuenta para nada la - MISERICORDIA que deriva precisamente de la FE. Hemos pasado de la APOSTASIA bonachona y humanitaria (Juan XXIII) a la Apostasía militante, totalitaria; y contra ésta sólo hay una respuesta, cuyo modelo refulge en el protomártir Esteban.


La segunda tesis perfila la naturaleza misma de la Apostasía. No es un reino guerrero, conducido por capitanes soberbios, a la conquista y la muerte de los cristianos por el orbe. Es manipulación, dulzura, humanismo y emoción caritativa para coaligar, emulsionar, descerebrar y cumplir la transformación total del HOMBRE DE FE.


La tercera tesis comprueba la conducción estratégica de - la Apostasía en la Roma arriana de Juan Pablo II, cuyo reino se acerca a su fin (escribo esto el 31 de julio de 1992) para ceder esa conducción estratégica a un tirano "apostólico" de rostro nuevo. El combate por tanto se acrecentará y los FIELES vivirán en soledad.


La estrategia a que aludo consiste, en el más puro estilo leninista, en marchas y contramarchas, para avanzar siempre en la destrucción de los fieles. Por esto hablaremos en un párrafo aparte sobre la "Apostasía con rostro de Tradición".


Las tres tesis, que insumen vastas proyecciones, son pues: 1) La Apostasía es una militancia activa, jerárquica; 2) la Apostasía no es un reino bélico, es manipulación en la dulzura y la obediencia; 3) la tercera tesis, en fin, comprueba una conducción estratégica mundialista, esgrimida por Roma arriana, centro del "poder mundial".


Examinaré brevemente los campos que podríamos deslindar para el perfil de la Apostasía Ecuménica, totalmente contrapuesta por ende a la Eudokía del Canto angélico del Gloria. Esta, la Gloria, es Luz, fulguración, esplendencia. La Apostasía es el dominio de la σкогία contra la luz (Cf. el Prólogo joánico).


Distinguiría pues Apostasía Litúrgica, Apostasía Canónica, Apostasía Teológica, Apostasía Temporal, cultural-política. Y, en fin, Apostasía con rostro de Tradición. Veamos pues cada deslinde semántico, sin perjuicio de mantener una discreta reasunción de otros pormenores. Mi texto pretende ser un documento de reflexión sistemática, pero no una clausura reduccionista del tema mismo que ofrece otras laderas.



1.- APOSTASIA LITURGICA


Consiste sustancialmente en la destrucción del culto y rito romanos, sustituidos por confusas adulteraciones. Pero aquí nos interesan las vastas consecuencias que implica el derrumbe de la plegaria, la mystica de la interioridad como continuidad y perduración del Logos en la historia. Pues en los efectos de esta "apostasía" crecen espacios masivos de poder, no en cuanto a territorios, países (geografía, diríamos), sino en cuanto a humanitas concreta (América, Europa, etc.). Pues esos "espacios de poder" en la geopolítica mundialista instauran una nueva sacralidad, desligada de todo mito, de todo rito, de todo sacerdocio. Es la "sacralidad fáctica" del paraíso, despojado de todo símbolo y de toda anábasis unificadora y plenificante, para reposar en el puro conocimiento carnal de los "gigantes". Considero pues la "apostasía litúrgica", como el signo primordial del mundialismo planetario tiránico.



2.- APOSTASIA CANONICA


A las res eximiae destruidas en el primer paso, sigue la destrucción de la letra y/o texto sacro, que es para la Antigüedad cristiana un grado en la encarnación del Logos. Se interrumpe pues en todos los niveles posibles de la "letra"
su referencia a las res divinas,
y perime también lo que conside ramos res publica,
como dominio del logos instaurador, viviente y multiplicante. Pero unos son los efectos en la Ecclesia, y otros en la Civitas.
El poder para generar nuevos espacios geopolíticos, colmados de masas enajenadas, deviene pues también de la Apostasía canónica, que se hace explícita en el "Nuevo Evangelio", la nueva cristiandad vaciada de semántica divino humana.



3.- APOSTASIA TEOLOGICA


Esta tiene una historia sinuosa, por supuesto. Pero debemos referirnos particularmente a la línea descripta por el Cardenal Siri (†) en su libro misteriosamente silenciado y escamoteado por los heresiarcas arrianos del Vaticano II y su jerarquía írrita y depuesta según la Bula de Paulo IV. (Cf. GETSEMANI - Reflexiones sobre el Movimiento Teológico Contemporáneo - Ed. Hermandad de la Santísima Virgen María, Centro de Estudios de Teología Espiritual, Colección "Pensamiento Católico", Toledo-Avila, 1981). De Maritain a H.de Lubac, que acaba de morir, se resume esta Apostasía en la desposesión de la Gracia y la Santidad al otrora pueblo cristiano. Rahner, Lubac, Theilard, entre nosotros Quiles y otros falsos doctores, han consumado la destrucción del edificio teológico, como signo de la demolición de la "Ciudad Celestial", o sea, el edificio de la Iglesia, como lo anticipó Ana Catalina de Emmerich, en sus Visíones, y antes Santa Híldegarde. Pero la confluencia de esta Apostasía con los poderes aquerónticos mundialistas activa y representa "la destrucción de la humanidad". Por esto pues, "Apostasía" y "Poder" es un dato fundamental para entender la quaestio que proponemos en esta breve nota sobre Geopolítica.



4.- APOSTASIA CULTURAL


Descendemos así a la vasta expansión de lo que llamo por - comodidad recapitulatoría "apostasía cultural", que a su modo perfiló A.Bloom en su libro The Closing of the American Mind.
Sin embargo entiendo en este capítulo la apostasía lingüística de las fuentes hyperbóreas, y por ende, la apostasía semántica, cultural, estética y política, cuyo efecto es la "emulsión" totalitaria y planetaría, de cuyo nivel entenebrecido debe surgir "el dios de este eón" (theós tou aionou toutou) como función y ejercicio del poder planetario. Le llamaríamos "apostasía" del Nous,
apostasía noética en busca del reino masivo de la función biológica dirimente. No más la claridad de la lumbre joánica, ni la regencia del Logos Hyperbóreo y Agapístico.


Restaría perfilar la Apostasía con rostro de "Tradición", la "tradición de siempre", el ensayo de la "tradición de siempre", en medio de la Gran Apostasía, que pide en realidad un San Atanasio, o un San Hilario de Poitiers. Por esto he llamado a Ecône "colateral" de la Roma apóstata (Cf. La Hostería Volante, n° 31, año 1981).


Esta "apostasía" que llamaría además la coerción del ritualismo, enfrentado a la subversión del culto, la inobediencia capital como forma de cubrir propósitos de secta la antiquísima corriente del Priorato de Síon, infiltrado colateralmente desde los viejos templarios, tal vez - el elitismo político como escudo de una subversión contra el Imperio, y el desprecio de la cultura de los Grandes Concilios Griegos y los Grandes Doctores, todo esto preludia una profunda división de la Iglesia Romana en sus aspectos doctrinales, mysticos y culturales. La Tradición subyace extinguida ab ínitío bajo el lábaro de la Misa de S.Pío V y las grandes declamaciones de piedad. Autores de este desvío peligroso para el combate de la Fe son Paulo VI y Marcel Lefevbre, de origen canónico en el hebreo-masonismo, opuesto a la obra de Pío X y Pío XII.

¿Qué camino queda para la Iglesia sino Gethsemaní y el desierto anacorético?

Sectores diversos en lo que llamaría el frente del sedevacantismo, embarcado en el programa de eligendus est papa (o sea, de algún modo en el montaje del concilio imperfecto), me ubican en la falange de los pesimistas (Cf. entre otros la revista Kyrie Eleison). Pero no es así. Y conviene aclararlo de nuevo. No hay pesimismo ninguno en el "combate de la Fe", según el sentido explicado en mi interpretación de San Atanasio. La Fe puede producir el milagro de desplazar la montaña de mentiras, entre otras las que cubren como tinieblas la función sacra del pontificado romano. Confundir el vicario con la cabeza viviente de un viviente es la obra magistral de la Apostasía Clerical, la única que en definitiva interesa como conducción luciferina contra la Fe.


Mis puntos de vista son muy claros, aunque desde luego en la situación hodierna no pretenden ser exhaustivos. Acepto toda crítica sobre mi modesta obra teológica, asumida desde el fin de Pío XII. Pero el calificativo "pesimista" suprime la virtud de la esperanza que acompaña a la Fe. Pero Fe es, según he explicado durante casi cincuenta años, proferición de la Fe, es semántica de la Fe. Y si no, es NADA. La Apostasía es asimismo una profericíón luciferina - loqui sicut draco - y por ende semántica que pretende entenebrecer la Fe.



5.- LOS ESPACIOS DE PODER


Según estas escalas reales repártense por obra de las logias esotéricas, depositarias de este nuevo poder antroposófico, los espacios de la tierra, las razas, las lenguas, y, diría, del cosmos, redimensionado por la Nueva Ciencia del Big Ban , nuevo evangelio evolucionísta y ateo. Es la religión del ateísmo que surge de los jesuitas apóstatas ya mencionados. Es das glauben der Gottloser,
la "fe de los sin dios", la "fe leninista" triunfante en el mundo.


Los "espacios de poder" se dirimirán probablemente, tal como lo entendía W. Solowiev entre "raza amarilla", "raza negra" y "raza blanca"., según puede advertirse en el panorama de Estados Unidos. Y es en estas instancias tan dramáticas, las que replantean la historia de nuestra América y su enfrentamiento con tales espacios de poder, masivo, masacrador, manipulante y contrahumano.


Nuestra lucha teológica, iniciada en el Instituto de Cultura Clásica "Cardenal Cisneros" (La Plata), hace treinta años, con el Instituto "San Atanasio" (de Córdoba) hoy disuelto por exigencias tácticas del combate inmisericorde, nuestra lucha teológica pues inviste una concepción geopolítica,
enfrentada a Roma, cabeza de la Apostasía cristiana.


Las guerras periféricas que se suceden sin pausa y sin renuencia a la masacre de inocentes, tienen también la respuesta de la Intifada, en la que los adolescentes y jóvenes palestinos luchan con hondas contra el poderoso y tecnificado ejército de Israel. Hondas, modelos para nuestra Segunda Guerra de la Independencia que es una guerra cultural, política y teológica, en la que esgrimimos el sentido absoluto del Evangelio Agapístico, la Cultura del Signo Teándrico, y la Política del Empirismo Constructivo y Pacificador contra los nómades depredadores y usureros, que debemos expulsar de nuestra tierra sagrada. Pero también esta confrontación resulta un combate doctrinal contra el rabinato clerical de Occidente, contra el Talmud romano, que pretende subvertir la raíz óntica y mystérica de la Ecclesia, y por ende cegar las "fuentes de la cultura". Así de simple y omnícomprensiva resúmese la compleja semántica de una obra fundada en San Atanasio, el Magno Doctor cuya inspiración imploramos.



Dr. Carlos A. Disandro


(La Hostería Volante Nº 38 – abril 1993)



martes, 30 de marzo de 2010

CARTA DEL GENERAL PERÓN AL PRESIDENTE JOHN F. KENNEDY


Mr. John Fitzgerald Kennedy: Presidente de los Estados Unidos de América.

Madrid, julio de 1962.



Con motivo del Congreso de la O.E.A., a celebrarse en Punta del Este, República Oriental del Uruguay, donde no se escuchará la voz auténtica del pueblo argentino, he considerado necesario, por intermedio de ésta, en apretada síntesis, hacerle conocer la opinión del mismo.

Hace pocos días, Usted Señor Presidente, ha afirmado con evidente buen juicio, que los problemas latinoamericanos tienen su solución en la Justicia social. Hace quince años, los justicialistas en la República Argentina afirmamos lo mismo y lo hicimos doctrinaria y acabadamente en realizaciones fehacientes. Estados Unidos e Inglaterra colaboraron para que fuéramos derribados del gobierno, donde estábamos, elegidos por una mayoría sin precedentes en la historia política del país. De estas incongruencias suele estar empedrado el camino que conduce al fracaso. Las consecuencias no pueden cambiar porque hayan variado los presidentes de los Estados Unidos y usted debe cargar con el lastre tan negativo de sus predecesores. En los últimos quince años la República Argentina no ha recibido de Norteamérica sino perjuicios, tanto cuando nos bloquearon en 1947 como cuando la invadieron sus compañías petroleras en 1959. Muchas veces he oído a funcionarios americanos preguntarse por la causa de la adversión que los pueblos iberoamericanos sienten por su país y su gobierno.

Esta es la hora de los pueblos

La explicación es demasiado compleja y larga de enumerar aunque implícitamente puede condensársela en pocas palabras: los días que corren comienzan ya a ser la "hora de los pueblos" anunciada por el Justicialismo hace más de quince años; los Estados Un idos hasta ahora se han dedicado a "ganar gobiernos" (o a comprarlos), en tanto Rusia ha tratado de conquistar los pueblos. Los pueblos son los permanentes mientras los gobiernos son circunstanciales. Las consecuencias se comienzan ya a percibir no sólo en Europa, Asia y África, sino también en Latinoamérica. Esa es una de las principales razones para que los pueblos vean en los Estados Unidos a un enemigo, como enemigo es a menudo el gobierno que apoyan, en tanto Rusia gana en los pueblos cada día mayor número de amigos.

Uno de los peores males que azotan al pueblo y al gobierno norteamericano son sus agencias de noticias y sus cadenas publicitarias, que actúan en todo el continente, dirigidas por la Sociedad Interamericana de Prensa (S.I.P.). No es secreto para nadie que tales agencias y cadenas sirven normalmente intereses muchas veces inconfesables y que detrás de su acción publicitaria no hay más que sofismas y falsedades al servicio de tales intereses. Una prédica dañina de tales órganos de opinión ha pretendido, aunque sin éxito, envenenar a la opinión pública contra las tendencias populares y los hombres que lealmente las servían, utilizando la circulación de infundios y calumnias de todo orden mal disimuladas en las noticias que transmiten, sin percatarse del mal que con ello se hacían a sí mismas y a su país. Las consecuencias de tal conducta han recaído sobre los Estados Unidos a quienes se cargan (tal vez injustamente) las culpas de la ignominia de sus órganos publicitarios. Esas agencias y cadenas publicitarias reciben el castigo que corresponde a todos los falsarios: que cuando dicen la verdad, nadie la cree. Sin embargo, el mal está causado porque han conseguido crear un clima ficticio sobre una realidad que es totalmente diferente, induciendo al pueblo y al gobierno norteamericanos en un error que a menudo resulta funesto, desde que el hombre procede tan bien como bien informado está. Cuando el engaño es colectivo el perjuicio es sólo para el engañado y muchos de los errores de la política internacional americana tienen su explicación en ese falso panorama informativo.

El caso de la República Argentina es altamente ilustrativo al respecto: en 1946, con la ascensión al poder del Movimiento Justicialista, se inicia en el país una verdadera revolución social que lleva a su frente las tres banderas que constituyen la aspiración del pueblo argentino: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. De nuestras inmensas realizaciones materiales están en el país los testimonios más elocuentes, pero lo que constituye nuestro mayor orgullo es la obra social realizada que llevó un país medieval a ser uno de los estados socialmente más avanzados y poseer uno de los standards de vida relativamente más elevados. Gobernamos con la constitución y la ley y el pueblo afirma aún hoy que el gobierno justicialista aseguró diez años de felicidad y el setenta por ciento de la población era justicialista. Hoy, después de seis años de violencia, arbitrariedad y concupiscencia gubernamental, podemos asegurar que ese porcentaje ha aumentado. Sin embargo, una despiadada campaña publicitaria realizada por las agencias norteamericanas de noticias, apoyada por el mismo Gobierno de los Estados Unidos, se encargó de difundir por el mundo las mayores calumnias e infamias contra nuestro régimen constitucional como preparación para una acción revolucionaria que, con suficiente evidencia, sabemos fue costeada, apoyada y dirigida por Gran Bretaña. Durante los diez años de nuestro Gobierno sentimos el ataque permanente y la persecución más enconada tanto del "State Department" como del "Foreign Office", que fueron desde el bloqueo implícito hasta el sabotaje más abierto y descarado. Ahora, nos preguntamos, si ante semejante evidencia, el pueblo argentino y su único gobierno realmente representativo, deben seguir amando a sus detractores y destructores.

El cuartelazo de 1955

Pero ahí no termina todo. En 1955 se produce en nuestro país un "cuartelazo" que tiene evidente mandato foráneo, cuyas consecuencias no podían ser otras que el desorden, el hambre y la miseria que actualmente está sufriendo su pueblo, porque al desgobierno de la dictadura de Aramburu le ha sucedido una banda de asaltantes políticos que constituye el peor azote que recuerda la historia política argentina. La caída del peronismo, producto de la confabulación de la oligarquía capitalista con los intereses foráneos, no ha podido dar otro resultado que el que está a la vista. Cuando en 1955 al decir de nuestros críticos la situación "era mala", poseíamos una reserva financiera de 750 millones de dólares en caja, un encaje áureo de 850 millones de la misma moneda, no teníamos deuda externa y nuestro comercio exterior se desenvolvía con ventaja merced a los convenios bilaterales. Han pasado sólo seis años desde el día en que fuimos despojados del gobierno y, en ese lapso, se han dilapidado la reserva financiera y la reserva de oro y se ha contraído una deuda exterior de más de 3.000 millones de dólares, después de haber desorganizado el país e imposibilitado la comercialización de su producción. Pero eso no es todo: también se ha perdido toda dignidad y como en los tristes días del "Pacto Runciman-Roca", mendicantes argentinos suelen deambular por los despachos europeos y norteamericanos en procura de alguna limosna que lleva implícito una confesión de incapacidad y desvergüenza.

Pero, si en lo internacional la situación económica es mala en lo interno, es aún peor. Mientras nosotros disponíamos de un presupuesto nacional que no pasaba nunca de los 20.000 millones de pesos, que todos los años cerrábamos con superávit, en la actualidad se dispone de uno no inferior a los 135.000 millones que, por falta de financiación, cierra con casi un 50% de déficit, que en los cinco años pasados se ha ido acumulando como deuda fluctuante. Por eso, la deuda interna que en 1955, totalmente consolidada, llegaba sólo a los 11.000 millones de pesos, alcanza hoy cifras imposibles aún de calcular. La circulación monetaria que era entonces de 28.000 millones de pesos, pasa hoy los 130.000 millones y, en consecuencia, el valor del peso ha disminuido a menos de la cuarta parte, a pesar de las inyecciones de dólares, que a manera de aspirinas, se hace todos los días en el mercado de monedas argentino.

Los inconcebibles negociados que llevaron a las concesiones petroleras destruyeron toda posibilidad de resolver económicamente el problema de los combustibles. Bastaría considerar para comprenderlo, que el petróleo cuyo precio internacional no pasa de los diez dólares la tonelada, cuesta en la Argentina alrededor de los 17 dólares en la boca del pozo. Si a eso se le agrega que el gobierno argentino se obligó por contrato a proveer cambio a razón de 40 pesos por dólares (cuando en realidad está sobre los 30 pesos) se podrá apreciar lo que puede resolver la extracción del petróleo argentino. Los servicios financieros que el gobierno argentino debe servir cada año para satisfacer los giros de las empresas extranjeras y las obligaciones contraídas por los aprovechados negociadores del petróleo, es o que está descapitalizando al país y sumiendo al pueblo en la miseria y el dolor. La contrapartida son los empréstitos, remedio que resulta peor que la enfermedad, el peor error que comete el gobierno de os Estados Unidos al concederlos, porque la mitad de su valor se pierde por sobrevaloración del dólar con respecto a su valor adquisitivo, por el aumento de precios producido por falta de licitación internacional, por la pérdida de seguros y fletes y la otra mitad que resta, es generalmente víctima de la codicia de los funcionarios y políticos deshonestos. Pero, al final, el pueblo que no recibe beneficio alguno y que debe pagarlo todo con crecidos intereses, termina condenando al prestatario que, para él, ha resultado un vulgar usurero.

Yo tengo autoridad moral para decirlo y sostenerlo porque en 1945, cuando me hice cargo del gobierno, declaré que "me cortaría la mano antes que firmar un empréstito" y en los diez años que goberné al país, no solo no se contrató ningún empréstito, sino que se pagó una deuda externa que tenía el país y que pasaba de los 3.500 millones de dólares, cumplimos todos nuestros compromisos, realizamos una amplia justicia social, dimos diez años de felicidad al pueblo argentino, organizamos nuestra riqueza y estabilizamos nuestra economía tanto en lo interno como en lo internacional.

Hambre, injusticia v arbitrariedad para el pueblo

Pero, es tan grande el engaño o la mala fe, que a menudo se sostiene que la dictadura de Aramburu y el "gobierno" de Frondizi han 'mejorado la situación económica de la Argentina". El pueblo argentino sabe bien que es todo lo contrario porque lo experimenta en su bolsillo y en su estómago, vísceras suficientemente sensibles como para influenciarías con la falsa propaganda. Si estas afirmaciones falsas e insidiosas provienen de funcionarios del Gobierno de los Estados Unidos, como a menudo sucede, ¿cómo se pretende que no sufra desprestigio ante los pueblos que conocen la verdad y que generalmente las atribuye a móviles inconfesables en defensa de intereses espurios? Sin embargo, el problema argentino, como el de casi todos los pueblos iberoamericanos, no es simplemente económico como muchos se empeñan en considerar y que es error en que suele incurrir el materialismo de las tecnocracias. Para fundamentar esta afirmación bastaría pensar que esos pueblos forman parte de un mundo que se encuentra empeñado no sólo en comer, sino también en dilucidar un problema ideológico alrededor del cual se mueven los poderes más formidables que ha conocido la humanidad de todos los tiempos. Esos pueblos saben también que su decisión no depende tanto de ellos como de la que ha de producirse pronto quizá a miles de millas de distancia y luchan en la medida de sus fuerzas cada uno en el bando de su preferencia ideológica o en el que las circunstancias fortuitas terminan por arrojarlos.

Un falso enfoque, mezcla de atraso, ignorancia y mala te, pretende desviar el problema argentino hacia un materialismo suicida, que no es sólo negativo, sino que utiliza también todas las formas de la descomposición moral para satisfacer los apetitos y las pasiones de los círculos del privilegio. El proceso argentino, como el latinoamericano, es el despertar de los pueblos en procura de su propio destino. La explotación de las masas, inicuamente impuesta para servir intereses foráneos, la miseria insidiosamente provocada como medio de someter al pueblo, la injusticia, la arbitrariedad y la violencia, no son sino secuelas del mismo mal que llevan irremisiblemente a la misma consecuencia: la rebelión de las masas. 'Nuestros gobernantes', usurpadores del poder del pueblo, simulan buscar la solución de todos los males agitando el fantasma del comunismo y la mala situación económica en procura de fácil y graciosa ayuda financiera, aunque sea a costa de entregar el país a los poderes tenebrosos del capitalismo internacional; otros anhelan que la solución llegue por el advenimiento de un nuevo imperialismo, en tanto no se les ocurre pensar que la única solución ha de llegar con la justicia y la soberanía que seamos capaces de conquistar con nuestro trabajo y nuestro sacrificio.

De Colonia a Patria

En 1945 recibí una colonia y en 1955 dejé una patria justa, libre y soberana. Cuando observo el panorama que presenta el país en la actualidad y veo entronizadas a la hipocresía y la infamia de unos pocos que escudados en falsas premisas esclavizan preconcebidamente al pueblo con designios ocultos, se me presenta con claridad una diabólica maniobra destinada a provocar conscientemente la rebelión de las masas populares hacia objetivos que no son difíciles de desentrañar.

Todo cuando se diga sobre una posible solidaridad de los pueblos iberoamericanos con la causa del capitalismo y sus sistemas, no pasara nunca de ser una falsedad y los gobernantes que lo sostengan, o tratan deliberadamente de engañar, o no representan a su pueblo. Ya es irremisiblemente tarde para obtener semejante solidaridad que puede estar en algunas bocas pero no en sus corazones. Cuando mucho se podrá obtener una prudente tercera posición porque nosotros, los americanos del sud, vemos el problema de muy diverso modo del que lo pueden apreciar los americanos del norte. Para nosotros, el actual estado beligerante del mundo se debe simplemente a que se está dilucidando el signo ideológico que ha de caracterizar al siglo XXI mediante la enconada lucha entre el capitalismo y el comunismo, ambos internacionales. Así el capitalismo defiende las "democracias imperiales" del siglo XIX en tanto el comunismo manifiesta defender las "democracias populares". Es indudable que el siglo XXI será de las democracias sociales porque la historia y la evolución no retroceden. Allí donde no triunfen las tendencias sociales del tipo del justicialismo podrá triunfar el comunismo pero jamás el capitalismo ya perimido. Esta es una verdad que por dura que resulte hay que asimilaría porque peor es engañarse a sí mismo.


Hay que persuadirse también que el comunismo es una doctrina, que podrá o no compartirse pero que, por eso, no dejará de serlo. A las doctrinas sólo se las puede combatir y vencer con otra doctrina mejor. El empleo de la fuerza o de la intriga en sus diferentes formas no están indicadas ni ganarán camino en la solución que se busca. Hasta ahora los Estados Unidos sólo han empleado estas formas equívocas de ejecución y los resultados están a la vista. No es suficiente que el fin que se persiga sea bueno si las formas de ejecución se encargan de demostrar lo contrario. El error de los altos funcionarios norteamericanos que visitan nuestros países y reciben invariablemente una acogida francamente agresiva está precisamente en creer que todo se puede arreglar mediante esporádicas ayudas económicas y no quieren concebir ni comprender que se trata de causas más profundas entre las cuales no son las menos importantes los comportamientos de las empresas industriales yanquis asentadas sobre las riquezas naturales de nuestros países, que constituyen verdaderas manchas negras en la historia de las relaciones humanas y comerciales de los Estados Unidos con Hispanoamérica. Otra de las razones que más han influido en la animadversión mencionada es la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de los países latinoamericanos, de las cuales está plagada la historia de nuestras relaciones.

La dictadura y su sucesor

Nuestro país que había vivido diez años de tranquilidad, progreso y felicidad justicialista cae de repente en una terrible dictadura militar que trata de someterlo por el terror a base de fusilamientos (los primeros que se producen en el último siglo por causas políticas), persecuciones, genocidios en masa, exilios y prisiones, como toda otra clase de infamias políticas y policiales. Que despojan de sus bienes a todos sus enemigos políticos perjudicando así a millares de ciudadanos, bienes que con la mayor impudicia se reparten entre los altos bonetes de la dictadura. Que derogan la Constitución por decreto y dejan sin efecto todas las reformas sociales realizadas por el justicialismo, para retrotraer la vida del pueblo a las peores épocas de su explotación y su miseria. Entre tanto, Estados Unidos apoya ostensiblemente esta situación con un entusiasmo fuera de todas las reglas y formas habituales en la política internacional, apareciendo a los ojos del pueblo escarnecido como cómplice y causante de todos sus males.

A pesar de ese apoyo descarado, esa dictadura no logra sostenerse en el gobierno y decide llamar a elecciones, a todas luces fraudulentas, proscribiendo previamente a la mayoría del pueblo, al declarar fuera de ley al justicialismo. Es así como se pretende hacer creer que se normaliza la situación argentina a base de cambiar una enormidad con otra enormidad mayor. El seudo "gobierno legal" producto de una opción y no de una elección deja así planteado un conflicto peor. La dictadura militar ha encontrado una puerta de escape a costa de meter al país en un callejón sin salida. Todo esto ha sido apoyado por el Gobierno de los Estados Unidos que lo hacía contra toda justicia y, en cada caso, echándose encima el anatema y el odio de casi todo un pueblo, que por rara coincidencia es uno de los más politizados del mundo.

Hoy, el presidente más desprestigiado de la historia argentina y carente del mínimo de dignidad compatible con esa función, aparece como el personero de los Estados Unidos al que parece no interesarle complicarse con semejante personaje a cambio de ventajas imaginables para el futuro, pero el error es demasiado grosero para que pueda pasar desapercibido al pueblo argentino. Esa gente podrá tener presente, porque algunas circunstancias extraordinarias lo han posibilitado, pero carece en absoluto de porvenir, máxime si como simula está al servicio incondicional del capitalismo y la reacción oligarca. En la República Argentina, si no se hace fraude o se emplea la violencia, vencerá el justicialismo, pero si la reacción utilizando el engaño o la fuerza se lo impide desde el gobierno, vencerá el comunismo en cualesquiera de sus formas pero jamás podrá imponerse la reacción en el futuro argentino.

Es una realidad que conocen todos los argentinos y cuyo fatalismo envolverá a unos y a otros en su momento. Así como no nace el hombre que escape a su destino, tampoco los pueblos pueden escapar al suyo.

Como están las cosas en la Argentina no sé si llegaremos nosotros o si llegarán antes los comunistas, pero lo que sí puedo asegurar es que no llegará la reacción. Si las circunstancias fueran forzadas con el abuso de la fuerza o la insidia la entronizara, su vida sería muy efímera porque poco tardaría en ser derribada violentamente por el pueblo, contra el cual es siempre mal negocio luchar. Frondizi ha sido el mejor aliado de los comunistas porque ha creado las condiciones de hambre y miseria necesarias. Los Estados Unidos, complicados con Frondizi y su 'gobierno', no han hecho sino fortalecer y extender el odio, ya que éstos no hacen nada impopular sin arrojar antes las culpas a las "presiones yanquis", a la influencia del Fondo Monetario Internacional o a los poderes ocultos de los intereses imperialistas.

El pueblo argentino vive actualmente en la más plena dictadura, bajo los efectos del "estado de sitio" que suprimió todas las garantías constitucionales y del "Plan Conintes" que puso la vida y el honor de los ciudadanos en manos de los más torvos torturadores y asesinos. Así, en nombre de las fuerzas armadas de la República se han asesinado y torturado ciudadanos en escala jamás conocida, se han proscrito millares de hombres públicos y dirigentes políticos y gremiales como asimismo gimen en las cárceles argentinas una multitud de ciudadanos que han sido condenados por tribunales ilegales, en una parodia de justicia que resulta un escarnio para toda conciencia honrada. Se ha creado el delito de opinión y se castiga con prisión o multa a los ciudadanos por poseer retratos de determinadas personas en sus hogares. Se habla de libertad de prensa y el gobierno se ha incautado de todos los diarios, revistas, estaciones de radio y televisión, formando una verdadera cortina de silencio para todo lo que no sea afecto a sus móviles inconfesables. Si sus adversarios políticos publican un libro o un periódico, la policía se incauta de los mismos y reduce a prisión a sus propietarios por orden expresa del gobierno.


En Estados Unidos se pregunta a menudo el porqué del odio que demuestra el pueblo argentino a sus funcionarios que lo visitan; la respuesta no es difícil de comprender si se tiene en cuenta el apoyo a semejantes aberraciones, máxime cuando el propio gobierno argentino hace correr la voz que procede así por la oculta presión de los intereses o el gobierno norteamericano.

"Democracia" y "Libertad" Persecución para el pueblo

El justicialismo, declarado fuera de la ley y perseguido en nombre de la "democracia" y de la "libertad" se ha tonificado y purificado. Lo mismo les ha ocurrido a "nuestros compañeros de suerte" los comunistas, que durante mi gobierno, cuando estaban dentro de la ley, en 1953, no alcanzaron a obtener treinta mil votos en total en las elecciones generales de ese año y que hoy pueden computar guarismos que se acercan al medio millón. Nosotros no somos políticos profesionales ni luchamos por intereses de nuestros dirigentes sino por el bienestar del pueblo y la grandeza de nuestra patria, como tampoco nos interesa que nuestra victoria sea inmediata sino definitiva y permanente. Creemos que si estamos en la verdad triunfaremos y sabemos que si no estamos en ella será mejor que no triunfemos.

El mundo está lanzado en una evolución tremendamente acelerada y la dirección de esa evolución es hacia las democracias sociales, lo que coincide en absoluto con la línea sostenida por la doctrina justicialista dando lugar a que podamos considerar a nuestro Movimiento en la propia naturaleza del desarrollo histórico, en tanto nuestros enemigos colocados en la reacción, con métodos del más crudo reaccionarismo, se han colocado "nadando contra la corriente" y se afanan por vencer mediante hechos políticos circunstanciales carentes en absoluto del sustento que sólo puede dar la línea de la evolución histórica.

El problema argentino no puede ser encarado dentro de los conceptos clásicos porque se trata de un hecho nuevo en la política nativa. Las soluciones a la vista son meras soluciones circunstanciales, carentes de trascendencia histórica, en tanto lo permanente es precisamente el proceso histórico que los políticos parecen haber olvidado. Los hechos políticos son meras formas transitorias cuando no se apoyan en el quehacer histórico que es el permanente y es el dominante. Muchos no han comprendido el justicialismo porque parecen estar viviendo aún en el siglo pasado. La fuerza del justicialismo radica en que su línea intransigente está en la propia naturaleza del desarrollo histórico, mientras que las otras tendencias viven y obran en el plano estricta-mente político. Sus éxitos sólo pueden ser éxitos políticos, sin la gravitación ni la permanencia del quehacer histórico. El quehacer político sólo puede adquirir vivencias cuando tiene como sustento la línea histórica.


Yo pregunto: ¿si un movimiento popular de gran arraigo como lo es el justicialismo que representa la inmensa mayoría del pueblo, puede permanecer fuera de la ley sin luchar? Y, cerrados todos los caminos de la legalidad, perseguido e imposibilitado de hacer oír su voz, de intervenir en las contiendas electorales y hacer valer sus derechos, ¿puede tener otro camino que el de la conspiración en procura de resolver por la violencia, lo que no puede hacer pacíficamente? Como también pregunto: ¿si todas esas fuerzas justicialistas ven que esa anacrónica situación es apoyada por las grandes potencias occidentales que hacen causa común y sostienen el actual estado de cosas, no se sentirán atraídas por el apoyo que le ofrece el otro bando? Es necesario persuadirse que, en este campo, no se pueden seguir forzando las soluciones con los fáciles expedientes de la arbitrariedad o de la fuerza, porque es muy triste el clima de la injusticia para obligar a los pueblos a vivir en él.


De situaciones como ésta, que no son una excepción en el panorama político de Hispanoamérica, no puede ser culpado nadie que no haya intervenido directa o indirectamente en provocarías, pero cuando existe la evidencia de una intervención en la preparación y un apoyo abierto a la continuidad de tal estado de cosas, tampoco puede pretenderse que se libere de responsabilidad a los culpables. Lo sublime de la ecuanimidad no está en los enunciados sino en la ejecución de las acciones. Por eso, cuando se pregunta por las causas del repudio popular a los representantes de los Estados Unidos, será porque los pueblos ni aman ni odian sin una razón muy justificada.


No hay que culpar inconsultamente al comunismo de la agitación de los pueblos, cuando existen otras causas mayores que explican esa agitación, como tampoco hay que 'fabricar' un comunista en cada uno de los hombres libres que se rebela ante las injusticias flagrantes. Para remediar los males no existe otro remedio que suprimir las causas que los producen porque el comunismo podrá acentuar los efectos, pero no provocarlos si no existen razones que los determinen.

Los terribles errores cometidos, imputables a todos, lo han sido inspirados más en los intereses y las pasiones que en el buen deseo de alcanzar soluciones ecuánimes y permanentes. La falsa información por falaz e interesada, la presión de los intereses materiales, la superficialidad de los juicios, la ignorancia y a veces la perversidad, explican muchos de los hechos que hemos presenciado, y que nos están llevando imperceptiblemente al desastre. De ello no se puede culpar siempre al adversario porque los errores son sólo imputables al que los comete y jamás al adversario que los sabe aprovechar con sabiduría y con prudencia. Ya decía Schlieffen, que para que se alcanzara un éxito como el de Cannas, no era suficiente la existencia de un Aníbal, sino que era indispensable que existiera un Terencio Varrón.

Hasta aquí he tratado de esbozar el problema argentino sin inmiscuirme deliberadamente en los demás países de Ibero América, porque considero que cada uno de ellos representa un problema concreto y un caso particular que no podrá resolverse ni con sistemas colectivos de acción, ni con medidas de orden general, aunque en las formas deberán tenerse presente siempre nuestra común idiosincrasia, que nace de la herencia hispánica que todos llevamos con orgullo en nuestra sangre. La historia de más de veinte siglos caracteriza la virilidad de nuestra estirpe: mansa en el hacer pero indómita en la lucha. Se la puede persuadir pero no obligar, se la puede ganar pero no dominar.

La Nación Argentina está hipotecada

Señor Presidente: he recorrido casi una vida, que si me ha cargado de años, también me ha cargado de experiencia, sin que mi corazón haya envejecido. No necesito nada, ni tengo ambiciones de ninguna naturaleza, estoy ya casi por sobre de todas las miserias humanas y terrenas, sólo le hablo como argentino y como hombre del pueblo, que siente la responsabilidad de representar a muchos millones de hombres humildes de mi patria, que ve con dolor la acción destructora de los sátrapas que los encarnecen y los explotan sin conciencia. Que ve asimismo como se va llevando un pueblo deliberadamente a la desesperaci6n desde la cual puede tomar cualquier camino. Que también ve como se marcha insensatamente hacia la destrucción de todos los valores morales e institucionales que sostienen nuestra nacionalidad, prostituyendo las instituciones del orden al complicarlas hasta hacerlas instrumento de los peores latrocinios y de las acciones más innobles, para colocarlas finalmente frente al pueblo. Que no puede observar indiferentemente que una banda de asaltantes aprovecha la coyuntura de los empréstitos con que se nos amenaza, para seguir medrando a costa de la hipoteca de la Nación Argentina.


Si se quiere ayudar realmente al pueblo argentino no ha de ser por conducto del gobierno que padece, porque tal ayuda no ha de llegar al pueblo por tan inicuo conducto en forma que tenga nada que agradecer, desde que sus efectos sólo se harán sentir en una mayor abundancia en los círculos causantes y promotores de la actual miseria colectiva, porque ese pueblo que se pretende ayudar, con toda justicia, cuando llegue el día de pagar, podrá protestar por una ayuda que le impone nuevos sacrificios sin haber obtenido ninguno de los beneficios prometidos.
Yo sé que se hablará mucho de promoción de la riqueza e impulso a la "maltrecha economía argentina" pero también sé que todo ello es sólo un pretexto para enriquecer más a los allegados al gobierno y a las empresas actualmente causantes de la crisis que soporta la economía popular. Yo sé también que se dirá que no se puede sostener una justicia social sin el respaldo de una potente economía, monserga que vienen escuchando veinte generaciones de explotados y escarnecidos. Yo sé, en fin, que se prometerá todo pero también sé que no se cumplirá nada en beneficio efectivo del pueblo, que es lo que ha de buscarse en forma inmediata.

Para equilibrar la economía argentina, desequilibrada por la acción de seis años de incuria y latrocinios, se necesitará, si se sigue ese camino, no menos de diez años y, en el tren que vamos, dentro de diez años, quién puede saber lo que ya habrá ocurrido. O la ayuda llega al pueblo en forma directa o inmediata o todo esfuerzo será estéril, si no perjudicial. Se impone restablecer la justicia social abolida por la dictadura militar y luego suprimida por el actual gobierno y sin recurrir a medidas expeditivas y directas, nada se podrá hacer. A los Estados Unidos, en las actuales circunstancias, sólo le debe interesar el pueblo argentino, porque de poco le valdrían los títeres que dicen, gobernarlo. Para lograr los fines que se persiguen no es suficiente con disponer de muchos miles de millones de dólares, sino que también es indispensable saberlos emplear para alcanzar los objetivos que se propone.

La "ayuda" a la Argentina y los sindicatos

¿Qué problema es más grave de cuantos tiene en la actualidad el pueblo argentino? -el de poder vivir con dignidad. ¿Cuál es el estado actual de los hombres de ese pueblo? -el noventa por ciento de ellos se encuentran sumergidos, porque mientras se congelaron sus sueldos y salarios, se han liberado los precios de los artículos esenciales y, en consecuencia, su poder adquisitivo no está en proporción a la necesidad. ¿Qué es lo que debe hacerse? se comprenderá fácilmente que mientras subsista el actual estado de cosas, nada se conseguirá con enriquecer más a los ricos, como no sea hacer aún más odiosa la miseria en medio de la abundancia. Seria largo enumerar exhaustivamente cuanto se debe hacer para restablecer la justicia social que la mala fe de los actuales políticos ha destruido con las consecuencias que presenciamos, pero existe en el país una extensa legislación social que dejó el justicialismo y bastaría con que se cumpliera la mitad de esas leyes, que hoy son letra muerta, para que en muy poco tiempo cambiara la suerte del pueblo argentino y retornaran los días que todos añoran.

Ha de comprobarse minuciosamente el empleo que se haga del dinero que constituya la ayuda anunciada, estableciendo un control efectivo para que se cumplan las leyes sociales a que nos venimos refiriendo. Debe ser condición imprescindible el restablecimiento de los Convenios Colectivos de Trabajo y del Salario Vital Móvil, como asimismo la elevación inmediata de los salarios hasta ponerlos a nivel con el costo de la vida y el incremento de las fuentes de trabajo. En el pueblo, escéptico ya por la acción de sucesivos engaños, nada se conseguirá silos efectos no se hacen sentir en forma inmediata y sostenida.

No contribuyan ustedes con nuevos errores a que la infamia se siga consumando. Si realmente se intenta ayudar al pueblo argentino, no lo hagan a través de un gobierno que ha demostrado ser su peor enemigo, como tampoco por intermedio de las empresas que han sido las causantes de la actual explotación y miseria, háganlo por las organizaciones sindicales que son las únicas que lo representan y los órganos naturales en la defensa de los intereses populares y profesionales, que no sólo pulsan mejor las necesidades de la masa, sino que también son las instituciones más serias y responsables del país.

El Justicialismo: reserva moral de la Nación

Los justicialistas luchamos por el pueblo. No pretendemos poseer el poder sino alcanzar la justicia. Hemos demostrado que sabemos y podemos hacerlo, por eso nos duele contemplar cómo una legión de bandidos y otra legión de ignorantes han ido destruyendo lo que nos costó diez años levantar. He dedicado mi vida al servicio del pueblo y no puedo ver sino con tristeza, ya en el ocaso de mi vida, cómo un grupo de ignorantes irresponsables puede jugar impunemente con su destino.

La actual crisis argentina obedece a un desequilibrio deliberadamente provocado por los más sórdidos intereses, que no alcanzaron a penetrar las consecuencias a que ellos mismos se exponían al hacerlo. Quisieron castigar al pueblo por el delito de haber disfrutado de un cierto grado de dignidad, en la vida de la Nación. El golpe de Estado de 1955 y la dictadura militar que fue su consecuencia, fueron los instrumentos de esos intereses, porque permitieron que sus personeros se encaramaran en el poder, desde el cual con la violencia más inaudita, provocaron el desastre de la economía, la anarquía social y el desbarajuste político. En ese caso no les fue difícil a los aprovechados de la situación sacar sus beneficios personales para abandonar luego a su suerte a la Nación. El nuevo gobierno no se ha distinguido de la anterior dictadura sino por haber agregado a la arbitrariedad y la violencia, la insidia y la hipocresía. Se han intensificado los latrocinios y todo amenaza con descomponerse en una medida jamás sospechada.

Si no fuera por el justicialismo, que en diez años de prédica y realizaciones, ha incidido tan profundamente en el alma popular, todo estaría al borde del derrumbe. Sin embargo, son precisamente esas virtudes justicialistas, las que están salvando al pueblo en su lucha contra la satrapía dictatorial; son esas reservas espirituales las que mantienen la cohesión y permiten una guerra sin cuartel y sin descanso contra los verdaderos enemigos del pueblo y de la patria.

Las dictaduras han afirmado que anhelan destruir al justicialismo, instaurado en el país con una doctrina profundamente arraigada en el alma popular, con una teoría en plena ejecución y una organización integral (gobierno, Estado y pueblo) funcionando en todos los estamentos de la comunidad argentina. ¿Con qué van a reemplazar esa doctrina, esa teoría y esa organización? ¿Es que la Nación Argentina empeñada en una misión común puede abandonarlo todo sin caer en la más absoluta anarquía y en el caos más peligroso? Así, se han dedicado a destruir la organización del gobierno, del Estado y del pueblo, paralizando la acción general, sin reemplazar lo orgánico ni lo funcional. Las consecuencias están a la vista.

Sin embargo, con ser esto monstruoso como signo de irresponsabilidad, es poco, ante la intención de destruir los valores morales de la nacionalidad y las virtudes del pueblo argentino. Lo más repugnante de esa acción, es que no la promueve una concepción diferente de carácter ideológico; sino la servidumbre a los más sórdidos intereses foráneos y vernáculos que se oponen al sagrado derecho del pueblo argentino de constituir una nación justa, libre y soberana.

Patriotas y mercenarios

Ahora, esos mismos siniestros personajes que provocaron todo, se asustan y ponen el grito en el cielo porque el comunismo avanza y la justicia los amenaza, pero el que no tiene buena cabeza para prever ha de tener buenas espaldas para aguantar. Ellos son incapaces de comprender estas cosas, insensibles a los ideales y al servicio de sus intereses, carecen de mística ciudadana, es la diferencia natural entre los patriotas y los mercenarios: mientras los primeros no pueden comprender la sordidez de los segundos, éstos no comprenderán jamás el idealismo de los primeros. Ellos son hombres que no sirven una causa y nuestra razón de ser es precisamente esa causa. Pensamos que quien no tenga una causa que defender no merece la vida y que el hombre, aun cobarde y materialista, no escapa a su destino.

Sin embargo, la situación argentina se arregla en seis meses si se procede atinadamente y en vez de hacer política de comité se dedican los esfuerzos a gobernar con orden, terminando con la anarquía política actual que provoca el mismo gobierno con sus pasiones y desatinos. Porque, al contrario de lo que muchos creen, la crisis argentina actual es más política que económica y social. La pasión política que la violencia del gobierno ha provocado es el origen de todos los males porque el pueblo desalentado ha "bajado los brazos" y las organizaciones políticas y gremiales en permanente lucha, consumen sus energías en, neutralizar las violentas provocaciones del gobierno en vez de colaborar en la tarea común.

En último análisis se trata de una crisis de trabajo: destruido el poder adquisitivo de las masas por el envilecimiento de los salarios, el ciclo económico ha entrado en una grave atonía que ha repercutido catastróficamente en el comercio, la industria y la producción, produciendo no sólo graves quebrantos financieros a la economía privada, sino también provocando un elevado índice de desempleo y disminución progresiva de salarios que ha desanimado a la mano de obra y al trabajo. Semejante circulo vicioso ha provocado asimismo una marcada espiral inflatoria, provocada por un aumento desconsiderado de los precios, que ha roto toda relación entre los salarios y el costo de la vida, en lo que ha colaborado negativamente el gobierno mediante un empapelamiento sin precedentes por emisiones desenfrenadas de dinero.

Los males que aquejan a la Nación Argentina no se ocasionan en falta de riqueza, sino en una terrible desorganización de la misma y del trabajo nacional. No se necesita dinero para remediarlos sino trabajo, trabajo y más trabajo. Para lograr esto no es suficiente con comprenderlo, sino que es necesario poderlo realizar. Los actuales hombres de gobierno no tienen la autoridad moral suficiente ni el predicamento necesario ante la masa popular para lograrlo. Ese es el verdadero problema cuya solución no ha de alcanzarse hasta tanto los hombres y las condiciones no cambien.

Sintéticamente expuesta, ésta es la situación argentina, en relación con el problema que tanto preocupa a su gobierno. He acotado también muy sintéticamente nuestro pensamiento que, puedo asegurar, es también el del pueblo argentino. Me resta pedirle disculpas por la rudeza de mis expresiones pero siempre he creído que la verdad habla sin artificios. Le ruego que, con mi más alta consideración, acepte mi saludo.

Juan Domingo Perón.


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