viernes, 20 de enero de 2012

HOMENAJE AL DR. CARLOS ALBERTO DISANDRO (1919 - † 25 de enero de 1994)





Carlos A. Disandro
Estudió en las universidades de Córdoba (en el Colegio de Monserrat), en la Universidad de La Plata y en la de Buenos Aires. Es egresado de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata con los títulos de Profesor en Letras y Doctor en Letras.

Profesor titular de Lenguas Clásicas desde 1944, concurso realizado definitivamente en 1946, bajo la primera presidencia del General Juan Domingo Perón. De manos del presidente recibió a comienzos de 1947 el diploma de profesor titular de la Universidad de La Plata, en el Salón Blanco de la presidencia.

Conoció al General, entonces coronel, con motivo de los sucesos universitarios en la revolución de 1943, pues el Dr. Disandro se distinguió desde sus años juveniles por el combate contra la Federación Universitaria Argentina (FUA), apoyó en consecuencia la gestión inicial del General a quién conoció y trató personalmente desde 1944, en ocasión del discurso pronunciado en el Colegio de la Universidad de La Plata. Lo alternó luego en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y colaboró desde entonces en la cuestión universitaria, Ley 13.031. Fue consejero de la Facultad cuando se aplicó esa ley, que promovió una importante renovación de los claustros universitarios.

Fue despojado de la cátedra después de la revolución libertadora, junto con 4.000 profesores de todos los niveles. Ganó todos los concurso entre 1956 y 1966, pero el régimen gorila y radical no le entregó las cátedras. Fue reincorporado por la amnistía de 1973. Dictó la misma cátedra de Lenguas Clásicas, cuyo nombramiento recibió como se ha dicho de manos del General Perón.

Participó en La Plata en los sucesos del 17 de octubre, apoyando con un grupo de graduados y estudiantes la acción de los obreros, y enfrentó las circunstancias difíciles en la universidad entre octubre de 1945 y mayo de 1946, al retornar al poder por breve lapso la FUA.

En 1966/67, cuando el General estaba en el exilio en Madrid fue llamado para considerar la situación emergente de la revolución de Onganía. Allí se gestó un plan de acción doctrinaria, que desde entonces ha venido cumpliendo en forma ininterrumpida con numerosísimas conferencias, sobre la Doctrina Justicialista, sobre todo en los aspectos educativos, geopolíticos, relaciones internacionales, la noción del trabajo, los fundamentos filosóficos de la Comunidad Organizada, la conspiración de la Sinarquía como causa de la interrupción de la segunda presidencia de Perón. El General lo ha recordado muchas veces, con elogioso afecto, subrayando la preparación e información de un peronista que afronta la problemática con la doctrina y los hechos.


Tuvo como maestros en particular al eminente gregorianista y oblato benedictino Don Juan Carlos Fernández, al filósofo Nimio de Anquín y, en La Plata, a Don Arturo Marasso.

Fue docente en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad de Buenos Aires, y asistió regularmente en Chile a las Semanas de Estudios Romanos organizadas por la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad Católica de Valparaíso que en 1984 lo nombró profesor extraordinario, y a diversos eventos académicos organizados por la Universidad Metropolitana de ciencias de la Educación.

Fue fundador y director o asesor académico de los Institutos de Cultura Clásica “Cardenal Cisneros” de La Plata, “San Atanasio” de de Córdoba y “Leopoldo Lugones” de Buenos Aires, así como de los Centros de Estudios Geopolíticos en las mismas ciudades argentinas.

Sus trabajos son numerosísimos. Fue creador y director hasta su muerte de la revista de combate La Hostería Volante que desde 1959 denunció a la sinarquía en todos los aspectos de la conjura contrarrevolucionaria, especialmente a lo que en esa revista se llamó El Frente del Algodón, o sea la coalición de los blandos para servir a la coalición de los enemigos duros, sostenidos por la Sinarquía mundialista, hoy en el poder. Y entre 1979 y 1983, dirigió la revista académica Caput Anguli.

Sus publicaciones abarcan a campos muy diversos, desde el orden académico universitario al nivel de la difusión política y clarificación doctrinal en las bases, en todos los rincones del país, al que ha podido llegar su palabra.

En el campo académico sus obras abarcan tres áreas fundamentales. El mundo clásico de la antigüedad griega y latina, que le permite comprender cuáles son las verdaderas fuentes del pensamiento político del justicialismo, y cuáles son las modalidades con que el General ha considerado esas fuentes para el momento actual.

Luego el campo de las letras españolas y americanas, particularmente argentinas. Y finalmente el campo de la cultura europea, sin excluir la del área germánica, en la que el Dr. Disandro es tenido por especialista de nota fuera de nuestro país, en el que por cierto hay un gran silencio sobre su obra, ya que esta no comulga con las tendencias sinárquicas que controlan nuestra cultura, hoy más que nunca.

En los temas estrictamente político son numerosísimas, como hemos dicho, las disertaciones, clases, conferencias del Dr. Disandro, en particular las de los últimos veinte años, por las razones recordadas. 

Ha estudiado y explicado el fenómeno de la Sinarquía, con información irrebatible, ha explicado las condiciones de la política americana por ciertas causas ocultas, menos consideradas por los historiadores más promocionados, ha señalado las falencias políticas del liberalismo y racionalismo, antesala del marxismo, por una falencia cultural, bastante ignorada en nuestro medio, y ha subrayado cómo la primera guerra de la independencia, la que nos otorgó la condición de Nación, no alcanzó a forjar un Estado libre y justo. Eso mismo lo ha llevado a postular en el marco del pensamiento del General, la Segunda Guerra de la Independencia, en la que nos encontramos.


Algunas publicaciones

§  Peronismo y ética (Editorial Estado Justicialista, 1984).
§  Peronismo o sinarquía (RO.CA Producciones, 1983).
§  Semántica y política (Editorial Estado Justicialista, 1989).
§  La universidad y la nación [conferencias] (s.n.], 1964) Con prólogo del P. Leonardo Castellani.
§  La cuestión educativa (Ediciones Hostería Volante, 1974).
§  La Compañía de Jesús contra la Iglesia y el Estado ([Ediciones Hostería Volante], 1970).
§  Tránsito del mythos al logos (Ediciones Hostelería Volante, 1969).
§  El gobierno mundial y las tensiones de la sinarquía. (Editorial Montonera, 1971).
§  La Tercera Posición y la neutralización argentina (Ediciones Patria Libre Córdoba 1984).
§  El son que funda (Fundación Decus, 1996).
§  El reino de la palabra: semántica y transfiguración (Fundación Decus, 1995).
§  Segunda guerra de la independencia y tercera guerra mundial (Ediciones Hostería Volante, 1988).
§  El perfil histórico de Juan Perón (Ediciones Hostería Volante, 1990).
§  La herejía judeo-cristiana (Editorial Struhart, 1983).
§  La poesía physica de Homero (Hostería Volante, 1982).
§  Las fuentes de la cultura (Ediciones Hostería Volante, 1965).
§  Theomorfismo y sociomorfismo en la Iglesia (Editorial Montonera, 1969).
§  Tránsito del mythos al logos (Ediciones Hostelería Volante, 1969).
§  La Compañía de Jesús contra la Iglesia y el Estado (Ediciones Hostería Volante, 1970).
§  Filosofía y poesía en el pensar griego (Ediciones Hostería Volante, 1974).
§  Filología y teología (Ediciones Horizontes del Gral, 1973).
§  Iglesia y Pontificado: una breve quaestio teológica (Editorial Montonera, 1969).
§  Pontificado y Pontífice: una breve quaestio teológica (II) (Ediciones Hostería Volante)
§  Líricia de pensamiento (Universidad Nacional de la Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1971).
§  Tradición, creación, renovación (Ediciones Hostería Volante, 1965).
§  San Juan evangelista: artista, místico, profeta (Ediciones Hostería Volante, 1966).
§  Rainer M. Rilke (Ediciones Hostería Volante, 1964).
§  La significación de Dostoievsky (Ediciones Hostería Volante, 1967).
§  Lugones: su itinerario lírico (Ediciones Hostería Volante, 1963).
§  Respuesta de un aborigen a Toynbee (Editorial Montonera, 1967).
§  Soberanía fundacional (Editorial Montonera, 1967).
§  Lugones, poeta americano (Hostería Volante, 1977).
§  La poesía de Lucrecio. (La Plata, 1950).
§  Helenismo, Judaísmo y Cristianismo. (Ediciones Hostería Volante, 1965).
§  San Juan evangelista, artista, místico, profeta (Ediciones Hostería Volante, 1966).
§  Música y metafísica Antonio Vivaldi (Ediciones Hostería Volante, 1979).
§  Argentina bolchevique (Ediciones Hostería Volante, 1963).
§  Tradición creación renovación (Ediciones Hostería Volante, 1965).
§  La significación de Dostoievsky (Ediciones Hostería Volante, 1967).
§  Tres poetas españoles: San Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Lope de Vega (Ediciones Hostería Volante, 1967).
§  Sentido político de los romanos. (Ediciones Horizontes del Gral, 1970).
§  Cuestiones semánticas en la Iglesia: Theotokos (Ediciones Hostería Volante).
§  Imperio mundial, Revolución mundial y Fuerzas nacionales (Editorial Estado Justicialista, 1985).
§  Lutero y su coyuntura semántica (Ediciones Hostería Volante, 1990).
§  El antikhristos (Respuesta al "cardenal primado" Juan C. Aramburu) (Ediciones Hostería Volante, 1989).
§  La Geopolítica, una ciencia humanística (Ediciones Independencia y Justicia - Córdoba 1980)
§  Virgili - Regeneratio Lyrica (Colección Veturum Sapientia VII - La Plata 1987)
§  Lucrecio - La naturaleza de las cosas Traducción e introducción de Carlos A. Disandro (La Plata 1959)
§  El sentido de la Historia (Colección Symbolon I La Plata 1971)
§  Nimio de Anquin Filósofo (Colección El Pensar Americano Intituto San Atanasio Córdoba 1981)
§  Clemente XIV - Breve "DOMINUS AC REDEMPTOR" 1773 (Que abolió a la Compañía de Jesús) Texto latino - Traducción e Introducción de Carlos A. Disandro (Colección Veterum Sapientia La Plata 1966)
§  PAULO IV - BULA "CUM EX APOSTOLATUS OFFICIO" 1559 Seguida del Motu Proprio "INTER MULTIPLICES" de San Pio V - 1566 - Texto latino - Traducción e Introducción de Carlos A. Disandro (Colección Parádosis Instituto San Atanasio 1987)
§  La antrhoposophia de Karol Woytila - Una confrontación doctrinal (Ediciones del Instituto San Atanasio Córdoba 1980)
§  Las tesis de Karol Woytila y su ruptura con la Sacra Tradición (Ediciones del Instituto San Atanasio Córdoba 1981)
§  Crisis religiosa y fundamento de autoridad (Colección La Espada y el Mar La Plata 1988)
§  La Santísima Virgen en la montaña de La Salette (1846) (La Plata 1988)
§  La crisis de la Fe y la ruina de la Iglesia Romana Respuesta al Cardenal J. Ratzinger (La Plata 1986)
§  Tradición en la perspectiva Trinitaria y Teándrica (La Plata 1989)
§  Theologia, Theología Mysterica, Theología de la Liberación (La Plata 1989)
§  El Latín Mystico - Siglo XII - San Bernardo de Clairvaux (La Plata 1990)
§  Sonetos a la gloria del Fuego (La Plata 1972)
§  Kharis Kai Kosmos - Gracia y Mundo - 1972-1979 (La Plata 1988)
§  La conspiración sinárquica y el Estado Argentino (Ediciones Independencia y Justicia Buenos Aires 1973)
§  Imperio Mundial, Revolución Mundial y Fuerzas Nacionales (Cuaderno Doctrinal 3 Buenos Aires 1985)
§  Revolución Francesa (Cuaderno Doctrinal 5 La Plata 1990 , originalmente publicado en la revista Ciudad de los Césares, de Santiago, Chile)

REVISTAS

§  LA HOSTERIA VOLANTE
§  CAPUT ANGULI Revista Humanística de los Institutos de Cultura Clásica - La Plata - Buenos Aires - Córdoba
§  BOLETIN INFORMATIVO DE LOS CENTROS JUSTICIALISTAS DE ESTUDIOS GEOPOLITICOS La Plata - Buenos Aires - Córdoba





A modo de homenaje al Doctor Carlos Alberto Disandro al cumplirse el 25 de enero un aniversario más de su muerte, publicamos en nuestro blog algunos de sus trabajos:





Poesía contra estructuralismo marxista





por el Prof. Dr. Carlos Alberto Disandro


1.- El estructuralismo marxista, ampliamente propagado, alentado y sostenido en Occidente, en particular en las universidades, parte de una noción del lenguaje, como enigmático estadio de una dialéctica evolucionista del hombre; éste último, a su vez, último estado de una dialéctica evolucionista de la natura. Natura+hombre+lenguaje dan así los fundamentos de las coordenadas de la lingüística estructuralista (en sus muy variadas formas y tendencias). El destino de esta tentación de la "razón abstrayente", de este "neo-cartesianismo" de las funciones lingüísticas parece comenzar su propio fin.
2.- Como Vico enfrentado al racionalismo geométrico de Descartes y su escuela, es oportuno señalar la falencia de este estructuralismo ante la plenitud del logos en la semántica, y más particularmente, la quiebra del estructuralismo marxista o marxistoide ante la semántica poética, o en forma más específica, ante la semántica lírica. De este enfrentamiento creo se deducen algunas consecuencias teóricas (respecto de la concepción del lenguaje, que el marxismo somete a categorías, en última instancia de raigambre kantianas); y otras consecuencias, más bien prácticas (respecto del renovado prestigio de la creación poética, como un acto de plenificación del mundo, que derrota aquel estructuralismo).
3.- La semántica lírica puede ser objeto de una indagación estructuralista, por supuesto; pero no puede ser integrada en la "serie" de las funciones ascendentes o descendentes, en la misma medida que esa semántica implica una suerte de partenogénesis del lenguaje. El poeta funda un lenguaje, crea un espacio de inteligibilidad, establece coordenadas absolutamente inconfundibles y propias, en una cierta diástole del logos, en tanto que expresión lingüística; en una cierta sístole del logos, en tanto el sistema semántico de un poeta, de un poema, e incluso de un verso responde a un fundamento no genérico, no específico, sino puntiforme, único, absoluto. Por eso el poeta no sólo dice, expresa, explora o glorifica, sino que también funda. Y lo que funda permanece, según Hólderlin: Was bleibet aber, stiften die Dichter.
4.- De aquí se puede suponer que la poesía al superar los controles funcionalistas del marxismo, recobrará los trasfondos humanísticos del lenguaje y abrirá con su "semántica" una ruta de recuperación, instauración y creación como soñaron muchos líricos (en siglos de edificación de esa semántica de las realidades objetivas y del logos fundante). Creo que se impone contraponer precisamente el signo fundante (de una res indivisa, diríamos en latín) de la semántica poética en general, y el signo funcionalista de las supuestas estructuras (analíticas o sintéticas del estructuralismo marxista, sus aledaños, compañeros de ruta, etc.).
5.- Esa instauración lírica implicará contra los controles funcionalistas del materialismo dialéctico reabrir las sagradas fuentes (sanctos recludere fontes) de la semántica griega y latina, de la semántica romance o germánica, para recuperar así las raíces dormidas de las estirpes, que de algún modo inhabitan esas rotundas e inderogables totalidades significantes. Se producirá una relectura de los textos antiguos o del Renacimiento -para dar un ejemplo-, y se reiniciará el asombro ante Homero o ante Petrarca. Esto se ve incluso en la venerable ciencia de la filología clásica, fatigada de ser recurso industrial que tritura a los viejos dioses, a los númenes potentes.
6.- Esas perspectivas parecen desbordar en forma absoluta la antropología marxista fundada en la noción del hombre como Gattungswesen (la de ser genérico), y que impregna, como sabemos, todos los niveles del marxismo y todas sus traducciones e implementaciones históricas: socio-políticas, socioeconómicas, socio-lingüísticas, etc. Pues la poesía, o más exactamente el despliegue de la semántica lírica propondría en cambio en la realidad o en la historia del lenguaje poético, una suerte de capacidad vicarial del poeta: el mundo se insume en su semántica, o tal vez su semántica sostiene el mundo.
7.- Finalmente convendría dedicar un párrafo a las consecuencias pedagógicas de este enfrentamiento entre semántica y estructuralismo. Distinguiríamos en el futuro inmediato dos consecuencias fundamentales: 1) la relectura semántica hará redescubrir el mundo y aventará muchas nubes, mucho polvo, mucha ceniza, mucho papel inútil; 2) ese redescubrimiento obligará a reordenar, corregir y renovar muchos contenidos de la enseñanza en todos sus niveles. Quizá podríamos sintetizar esta comunicación diciendo que el reino inviolable de la Musa (como inhabitación del Logos en el mundo) vence una vez más los detritus de una razón tecnificada, que a nivel de las ciencias lingüísticas ha dado el estructuralismomarxista. Preveríamos un cierto neo-romanticismo en que de nuevo natura y hombre se elevan al campo de la inspiración, y por ende una cierta recuperación de las tradiciones vigentes en el recatado reino de las totalidades semánticas.

(Síntesis de la ponencia presentada ante el Congreso Internacional de A.I.C.O., Roma, 1975)

La Gran Apostasía y los Espacios de Poder



Teología y Geopolítica


por Carlos Alberto Disandro


Enfrentamos una situación límite en la Iglesia. Distingo, por comodidad, tres contextos, sumariamente perfilados.

Primero, el de la secta, la GRAN SECTA erigida y alimentada canónica y doctrinalmente por Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, y la casi totalidad de los obispos.

En segundo lugar, la Secta de Ecône, fundada por Lefebvre, y según acuerdo con Paulo VI; reclama para si el sostén y ejercicio de la Tradición. Es esta secta un verdadero cefalópodo. Pese a sus divisiones, rupturas y disidencias internas congrega sin duda a buena parte de católicos, mitigados o no, desilusionados por la manipulación de Roma-Vaticano II.

En fin, la línea de obispos y fíeles, cuya cabeza canónica y espiritual es el Arzobispo vietnamita Mons.Thuc, discutido, ignorado, vilipendiado, y tal vez, asesinado.

Entre los fieles, a su vez, se ha producido una compleja y difícil dispersión, ya preanunciada por Mat.26.31 y Marc. 14.27: percutiam pastorem et dispergentur oves. Este texto, y otros concurrentes, no anuncia sólo la pasión y muerte del Señor, sino también el Gethsemaní de la Iglesia. En él estamos sin pastor. ¿Cómo se interpretan entonces las palabras "percutiam" y "dispergentur"?

Un solo camino queda para la Fe. Ser proclamada, a fin de enfrentar, sea cual sea su manifestación, la Apostasía, explícita o larvada.

En trance de meditar este "misterio iniquitatis" que es la Apostasía, prefiero repartir los campos semánticos que conforman su desarrollo, en estos últimos treinta y cinco años, sin desconocer los antecedentes que remontan muy atrás. Sin embargo, en estos treinta años, la Apostasía se ha hecho explícita en la autoridad, puesta al servicio de una conjura contra la FE, para extinguir a los FIELES. 

Pues esta es la primera tesis que es preciso reafirmar: la APOSTASIA no es un estado - pasivo, inerme, por corrupción o extinción de la Fe. Es una militancia operativa, totalitaria, que procura la aniquilación de la FE y de los FIELES, sin tener en cuenta para nada la - MISERICORDIA que deriva precisamente de la FE. Hemos pasado de la APOSTASIA bonachona y humanitaria (Juan XXIII) a la Apostasía militante, totalitaria; y contra ésta sólo hay una respuesta, cuyo modelo refulge en el protomártir Esteban.

La segunda tesis perfila la naturaleza misma de la Apostasía. No es un reino guerrero, conducido por capitanes soberbios, a la conquista y la muerte de los cristianos por el orbe. Es manipulación, dulzura, humanismo y emoción caritativa para coaligar, emulsionar, descerebrar y cumplir la transformación total del HOMBRE DE FE.

La tercera tesis comprueba la conducción estratégica de - la Apostasía en la Roma arriana de Juan Pablo II, cuyo reino se acerca a su fin (escribo esto el 31 de julio de 1992) para ceder esa conducción estratégica a un tirano "apostólico" de rostro nuevo. El combate por tanto se acrecentará y los FIELES vivirán en soledad.

La estrategia a que aludo consiste, en el más puro estilo leninista, en marchas y contramarchas, para avanzar siempre en la destrucción de los fieles. Por esto hablaremos en un párrafo aparte sobre la "Apostasía con rostro de Tradición".

Las tres tesis, que insumen vastas proyecciones, son pues: 1) La Apostasía es una militancia activa, jerárquica; 2) la Apostasía no es un reino bélico, es manipulación en la dulzura y la obediencia; 3) la tercera tesis, en fin, comprueba una conducción estratégica mundialista, esgrimida por Roma arriana, centro del "poder mundial".

Examinaré brevemente los campos que podríamos deslindar para el perfil de la Apostasía Ecuménica, totalmente contrapuesta por ende a la Eudokía del Canto angélico del Gloria. Esta, la Gloria, es Luz, fulguración, esplendencia. La Apostasía es el dominio de la okotía contra la luz (Cf. el Prólogo joánico).

Distinguiría pues Apostasía Litúrgica, Apostasía Canónica, Apostasía Teológica, Apostasía Temporal, cultural-política. Y, en fin, Apostasía con rostro de Tradición. Veamos pues cada deslinde semántico, sin perjuicio de mantener una discreta reasunción de otros pormenores. Mi texto pretende ser un documento de reflexión sistemática, pero no una clausura reduccionista del tema mismo que ofrece otras laderas.

Apostasía litúrgica

Consiste sustancialmente en la destrucción del culto y rito romanos, sustituidos por confusas adulteraciones. Pero aquí nos interesan las vastas consecuencias que implica el derrumbe de la plegaria, la mystica de la interioridad como continuidad y perduración del Logos en la historia. Pues en los efectos de esta "apostasía" crecen espacios masivos de poder, no en cuanto a territorios, países (geografía, diríamos),sino en cuanto a humanitas concreta (América, Europa, etc.). Pues esos "espacios de poder" en la geopolítica mundialista instauran una nueva sacralidad, desligada de todo mito, de todo rito, de todo sacerdocio. Es la "sacralidad fáctica" del paraíso, despojado de todo símbolo y de toda anábasis unificadora y plenificante, para reposar en el puro conocimiento carnal de los "gigantes". Considero pues la "apostasía litúrgica", como el signo primordial del mundialismo planetario tiránico.

Apostasía canónica

A las res eximiae destruidas en el primer paso, sigue la destrucción de la letra y/o texto sacro, que es para la Antigüedad cristiana un grado en la encarnación del Logos. Se interrumpe pues en todos los niveles posibles de la "letra" su referencia a las res divinas, y perime también lo que conside ramos res publica, como dominio del logos instaurador, viviente y multiplicante. Pero unos son los efectos en la Ecclesia, y otros en la Civitas. El poder para generar nuevos espacios geopolíticos, colmados de masas enajenadas, deviene pues también de la Apostasía canónica, que se hace explícita en el "Nuevo Evangelio", la nueva cristiandad vaciada de semántica divino humana.

Apostasía teológica

Esta tiene una historia sinuosa, por supuesto. Pero debemos referirnos particularmente a la línea descripta por el Cardenal Siri (†) en su libro misteriosamente silenciado y escamoteado por los heresiarcas arrianos del Vaticano II y su jerarquía írrita y depuesta según la Bula de Paulo IV. (Cf. GETSEMANI - Reflexiones sobre el Movimiento Teológico Contemporáneo - Ed. Hermandad de la Santísima Virgen María, Centro de Estudios de Teología Espiritual, Colección "Pensamiento Católico", Toledo-Avila, 1981). De Maritain a H.de Lubac, que acaba de morir, se resume esta Apostasía en la desposesión de la Gracia y la Santidad al otrora pueblo cristiano. Rahner, Lubac, Theilard, entre nosotros Quiles y otros falsos doctores, han consumado la destrucción del edificio teológico, como signo de la demolición de la "Ciudad Celestial", o sea, el edificio de la Iglesia, como lo anticipó Ana Catalina de Emmerich, en sus Visíones, y antes Santa Híldegarde. Pero la confluencia de esta Apostasía con los poderes aquerónticos mundialistas activa y representa "la destrucción de la humanidad". Por esto pues, "Apostasía" y "Poder" es un dato fundamental para entender la quaestio que proponemos en esta breve nota sobre Geopolítica.

Apostasía cultural

Descendemos así a la vasta expansión de lo que llamo por - comodidad recapitulatoría "apostasía cultural", que a su modo perfiló A.Bloom en su libro The Closing of the American Mind. Sin embargo entiendo en este capítulo la apostasía lingüística de las fuentes hyperbóreas, y por ende, la apostasía semántica, cultural, estética y política, cuyo efecto es la "emulsión" totalitaria y planetaría, de cuyo nivel entenebrecido debe surgir "el dios de este eón" (theós tou aionou toutou) como función y ejercicio del poder planetario. Le llamaríamos "apostasía" del Nous, apostasía noética en busca del reino masivo de la función biológica dirimente. No más la claridad de la lumbre joánica, ni la regencia del Logos Hyperbóreo y Agapístico.

Restaría perfilar la Apostasía con rostro de "Tradición", la "tradición de siempre", el ensayo de la "tradición de siempre", en medio de la Gran Apostasía, que pide en realidad un San Atanasio, o un San Hilario de Poitiers. Por esto he llamado a Ecône "colateral" de la Roma apóstata (Cf. La Hostería Volante, n° 31, año 1981).

Esta "apostasía" que llamaría además la coerción del ritualismo, enfrentado a la subversión del culto, la inobediencia capital como forma de cubrir propósitos de secta la antiquísima corriente del Priorato de Síon, infiltrado colateralmente desde los viejos templarios, tal vez - el elitismo político como escudo de una subversión contra el Imperio, y el desprecio de la cultura de los Grandes Concilios Griegos y los Grandes Doctores, todo esto preludia una profunda división de la Iglesia Romana en sus aspectos doctrinales, mysticos y culturales. La Tradición subyace extinguida ab ínitío bajo el lábaro de la Misa de S.Pío V y las grandes declamaciones de piedad. Autores de este desvío peligroso para el combate de la Fe son Paulo VI y Marcel Lefevbre, de origen canónico en el hebreo-masonismo, opuesto a la obra de Pío X y Pío XII. ¿Qué camino queda para la Iglesia sino Gethsemaní y el desierto anacorético? Sectores diversos en lo que llamaría el frente del sedevacantismo, embarcado en el programa de eligendus est papa (o sea, de algún modo en el montaje del concilio imperfecto), me ubican en la falange de los pesimistas (Cf. entre otros la revista Kyrie Eleison). Pero no es así. Y conviene aclararlo de nuevo. No hay pesimismo ninguno en el "combate de la Fe",según el sentido explicado en mi interpretación de San Atanasio. La Fe puede producir el milagro de desplazar la montaña de mentiras, entre otras las que cubren como tinieblas la función sacra del pontificado romano. Confundir el vicario con la cabeza viviente de un viviente es la obra magistral de la Apostasía Clerical, la única que en definitiva interesa como conducción luciferina contra la Fe.

Mis puntos de vista son muy claros, aunque desde luego en la situación hodierna no pretenden ser exhaustivos. Acepto toda crítica sobre mi modesta obra teológica, asumida desde el fin de Pío XII. Pero el calificativo "pesimista" suprime la virtud de la esperanza que acompaña a la Fe. Pero Fe es,según he explicado durante casi cincuenta años, profericíón de la Fe, es semántica de la Fe. Y si no, es NADA. La Apostasía es asimismo una profericíón luciferina - loqui sicut draco - y por ende semántica que pretende entenebrecer la Fe.

Los espacios de poder

Según estas escalas reales repártense por obra de las logias esotéricas, depositarias de este nuevo poder antroposófico, los espacios de la tierra, las razas, las lenguas, y, diría, del cosmos, redimensionado por la Nueva Ciencia del Big Ban , nuevo evangelio evolucionísta y ateo. Es la religión del ateísmo que surge de los jesuitas apóstatas ya mencionados. Es das glauben der Gottloser, la "fe de los sin dios", la "fe leninista" triunfante en el mundo.

Los "espacios de poder" se dirimirán probablemente, tal como lo entendía W. Solowiev entre "raza amarilla", "raza negra" y "raza blanca"., según puede advertirse en el panorama de Estados Unidos. Y es en estas instancias tan dramáticas, las que replantean la historia de nuestra América y su enfrentamiento con tales espacios de poder, masivo, masacrador, manipulante y contrahumano.

Nuestra lucha teológica, iniciada en el Instituto de Cultura Clásica "Cardenal Cisneros" (La Plata), hace treinta años, con el Instituto "San Atanasio" (de Córdoba) hoy disuelto por exigencias tácticas del combate inmisericorde, nuestra lucha teológica pues inviste una concepción geopolítica, enfrentada a Roma, cabeza de la Apostasía cristiana.

Las guerras periféricas que se suceden sin pausa y sin renuencia a la masacre de inocentes, tienen también la respuesta de la Intifada, en la que los adolescentes y jóvenes palestinos luchan con hondas contra el poderoso y tecnificado ejército de Israel. Hondas, modelos para nuestra Segunda Guerra de la Independencia que es una guerra cultural, política y teológica, en la que esgrimimos el sentido absoluto del Evangelio Agapístico, la Cultura del Signo Teándrico, y la Política del Empirismo Constructivo y Pacificador contra los nómades depredadores y usureros, que debemos expulsar de nuestra tierra sagrada. Pero también esta confrontación resulta un combate doctrinal contra el rabinato clerical de Occidente, contra el Talmud romano, que pretende subvertir la raíz óntica y mystérica de la Ecclesia, y por ende cegar las "fuentes de la cultura". Así de simple y omnícomprensiva resúmese la compleja semántica de una obra fundada en San Atanasio, el Magno Doctor cuya inspiración imploramos.

"Resonancias hyperbóreas"


WOLFGANG AMADEUS MOZART


















Con motivo del segundo centenario de la muerte de W.A. Mozart (1791), 
nuestro recordado colaborador Carlos A. Disandro nos entregó este artículo, devenido prontamente un clásico de Ciudad de los Césares, con mayor razón desde que el número en que se publicó se encuentra hoy agotado (CC 25, julio-agosto de 1992). Por ello, y en la ocasión de cumplirse esta vez los doscientos cincuenta años del nacimiento del músico de "resonancias hyperbóreas" (1756), la republicación del artículo se impone. Una advertencia, sin embargo, para los nuevos lectores, poco familiarizados tal vez con el lenguaje exigente del Maestro. No se pretende aquí algo tan fuera de lugar como un "glosario" disandriano, pero conviene llamar la atención sobre dos términos de su vocabulario: apokatástasis, en griego "restauración", término también de connotaciones escatológicas (cf. Hechos 3.21), y epoptía, "visión", aplicado a la iniciación en los Mysterios antiguos (Nota de la dirección de Ciudad de los Césares).


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Dos centurias de desenvolvimiento de la melodía infinita, y en este fin de milenio, con su katábasis en la oscuridad y en el ruido, hacen resplandecer con fulgores inatendidos la Lyrica de Mozart, que es su música y su canto, el canto de kymindis (según Homero, Ilíada, XVI.291). De esa música y de ese canto pende de pronto el mundo regenerado y e1 kosmos, denso, vueltos a su kháris originaria, la homófona sonancia pitagórica de las Musas. Es el hymnein absoluto en la absoluta transparencia de ser-esencia-sonora, como diálogo del Logos transfigurado en la carne tempestuosa inmisericorde y trágica. En dos centurias pues descansamos, pese a todo, en la coincidencia del oído mozartiano, del oído ingravitacional procreativo que como lumbre de los orígenes inunda y limpia el alma, la libera de los "negros querubines", le devuelve la aventura del paraíso. Por esto pues la lyrica de Mozart recupera la virtud paradisíaca, regenerativa y apokatastásica. Así lo oímos en ese segundo centenario de su tránsito mortal, cuando por la subcultura y la contracultura imperan la muerte, el sexo, el discrimen ithyphálico de una carne soberbia, que ya toca a su fin catastrófico, trágico, tenebroso.

No nos proponemos trazar una biografía espiritual de Wolfgang Amadeus, ni mucho menos un recuento de su significado estético en la cultura musical europea durante los siglos XVIII y XIX. Queda esa tarea para otros más competentes, más entrañados en la trama de un saber daedálico sobre el arte y la música, la orquesta, e1 violín o la flauta; más confiados en la virtud operativa de un conocimiento del subsuelo mensurable por la ratio. Ella en efecto se siente incluyente y totalitaria, dirimente y promotora, madrastra crudelísima de la historia post-medieval, enfrentada a la physis, magna mater de los alumbramientos anabáticos que reaniman la lumbre en la gleba, para que esplendan e1 Partenón, Píndaro, Virgilio, Mozart. En ese phylum genético lo coloco según la esencia unitiva de la mousiké paideia, de la que el niño y joven de Salzburgo, bendecido por su estirpe lyrica, trasegó la frescura de la melodía absoluta. Caminaremos otras sendas, simbólicas en la meditación y reposaremos en el pórtico del mysterium celebrado, en las cuerdas insólitas de Amadeus.

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Para internarnos en el enigma de Mozart, si resulta posible comprender de alguna manera la interioridad del genius profundo, debemos atender a los nombres. Comencemos entonces por los nombres, donados a1 niño en la pila bautismal. Los nombres son en efecto emblemas premonitorios, que en todo caso sin ser determinantes ni proféticos realumbran para la meditación interiorizadora el contenido concreto del destino acontecido. No forzar el destino con los nomina, ni tampoco ignorar en ese destino, ya cancelado biográficamente, la semántica de los nomina, alusivos y congruentes. Por eso los considero emblemas regenerativos y simbólicos, sin perjuicio de aceptar la multivocidad inequívoca para la posteridad, heredera del sentido total de una obra estética. Veamos pues brevemente, a través de los nombres, la densidad europea y universal de Mozart, a dos siglos de su muerte. En el emblema aducido resplandece la virtud subsistente según la obra que refulge en la lumbre de la música y del canto. Virtud y música son aquí congénitas.

Según sabemos los nombres completos fueron Juan Crisóstomo Wolfgang Theophilo, este último trocado luego en Amadeus, es decir, la traducción latina del griego, probablemente por influencia de algún maestro italiano, cercano al padre del muchacho, Leopoldo Mozart. Los dos primeros se omiten generalmente en la literatura rememorativa o crítica, y el genio ha quedado para nosotros, en el recuerdo común, como "Wolfgang Amadeus", un nombre germánico y el correspondiente latino, en la serie antedicha, que no fue al parecer la voluntad originaria del padre o de la madre.

Mozart nació el 27 de enero de 1756. Esa fecha en el antiguo calendario litúrgico de la Iglesia Romana correspondía a la fiesta de San Juan Crisóstomo, la magna figura espiritual, teológica y mystico-poética de la Iglesia Griega. De allí los dos primeros nombres que ostenta el insigne lyrico de la música occidental. Pero el nacimiento "desde lo alto" en la pila bautismal que ratifica la virtud de la fiesta litúrgica, lo hace primero "Juan" y "Crisóstomo", incardinándolo en el mysterium inexhausto de la alabanza, del hymnein cristiano, que corona y transfigura el hymnein de las Musas griegas, como cúspide sonora del mundo.

En "Juan" se columbra el mysterio del Logos, la Palabra absoluta, trocada en canto absoluto, por intermediación de kymindis, el ave lyrica apokatastásica. En "Chrysóstomo", la áurea proferición que de música absoluta se hace recitativo absoluto; de vibración transcósmica, proferición de las cuerdas o de la orquesta, el ritmo, el texto indeformable por el sello semántico y melódico; la recuperación o recurrencia ancestral de los orígenes intactos; el mysterio profundo de la lengua itálica, latina, germánica, que invisceran tres almas de Mozart artista, quien juega con ellas como la Sabiduría intemerata. Pues estos dos nombres son sellos del mysterio cultual; los dos restantes pertenecen al designio del padre, y por tanto invisten categorías históricas, que develan el kairós de Mozart, mientras que los dos primeros invisten y trasiegan su destino personal en el siglo XVIII, pero se tornan raíces de dos siglos que nos abisman.

Esta articulación entre mysterium cultual y el mysterio kairológico del festivo Mozart es el secreto profundo de su música. Observemos además el ordenamiento cíclico de sus nombres: la sonancia griega es primero y clave que cierra: Theóphilo, difícil de reinterpretar para el caso de esta familia salzburguesa. 

Quizá algún antepasado de la familia, un padrino o el gusto, ciertamente insólito en el padre, adscripto a un mundo de minué, de lúdica cultura francesa; y desde luego el gusto, severo y perfilado en la madre, con ancestrales costumbres en la familia alemana. De cualquier modo, no cambia en absoluto el valor semántico del emblema: Theophilus, Amadeus, que es el mysterio de la interlocución divina, para establecer la referencia entre el entrañable secreto de la deidad abscóndita y los restantes discípulos de Juan Crisóstomo.

En el centro de este cielo configúrase Wolfgang, de clara estirpe germánica. Allí está la coyuntura, ni francesa, aunque sin Francia no habría el "esprit de finesse" en Europa, anterior a la tempestad; ni itálica, aunque sin Italia no habría Hespéride dorada, sol regenerativo, ritmo dionisíaco. en un siglo de racionalismo congelado; lujuria del juego inocente y perspicacia del diálogo interno del hombre, Adán y Eva, excluidos del Paraíso, pero retornados a él por mysterio de la Música, la música sumada a la kháris bautismal, océano de otras tempestades y de otras congruencias interiores. Pero en fin en "Wolfgang" alumbra la ancestral y poderosa categoría germánica, que hace a Mozart, que hace a Theophilus-Amadeus, Mozart germanicus, sello definitivo de su emblema reasuntivo y promotor. Porque las Musas inhabitan ahora el paisaje y los montes, las aguas y el cielo de Salzburgo, el Wolfgangsee, que entronca con la frontera de aquellos pueblos indómitos y vastos, posteriores a la muerte de Augusto. Detrás por supuesto reanímase Sankt Wolfgang de los tiempos originarios, el "paso del lobo" en los bosques germánicos. Allí se recelan el fervor y el oculto estremecerse del alma germánica. Aunque Wolfgang ha vencido el ensimismamiento de Lutero, pero ha preparado para después la manifestación del mito germánico en la vastedad del ascenso wagneriano.

En Wolfgang se afirma la penumbra de la natura intacta, inocente, que espera como dirá Wagner en Parsifal el "Mysterio de la Resurrección" para transfigurarse con el hombre. Y esta expectativa del Logos que está en Wolfgang es esencia lyrica de Amadeus. En la concreta figura de Mozart mousikós lyricus hay una vía de Dios al cosmos y como un retorno o anábasis del cosmos a Dios. Pero en el camino de la música se abre la procesión de las imágenes propias del lyrico, que compone una semejanza semántica de la natura. En el ánima de Mozart la música en la lyrica, y la lyrica en la música. De allí la dificultad para discernir y desglosar en la melodía mozartiana la pertenencia al mundo empírico, tan contradictorio en el artista entre 1770-1791. Es inútil proyectar soluciones reduccionistas de estilo crítico y musicológico. Sin embargo sus melodías no son "epiphaenomena" como las de Scarlatti, ni metaphysicas, como las de Corelli o Vivaldi. Son interludios de la "natura", semina rerum que trasiegan un mundo de los orígenes, pero no más allá de la arkhé. Es decir no son mysticas ni gnósticas. Son naturalia, que resuenan como las frondas, los cálamos del bosque, las ondas de los ríos germánicos o itálicos. Son naturalia que completan la natura como el pájaro kymindis, descripto por Homero en un enigmático pasaje de la guerra inmisericorde y funesta.

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Recorriendo el ciclo de sus nombres, hemos desentrañado un perfil congénito, íntimo y sugerente, que nada debe a la musicología y que según ésta sería totalmente cuestionable. Lo sé. Pues mi prosa es como un poema lyrico-histórico inspirado en la audición de la Música, en la experientia rerum naturalium, tal como interpreta mi pensar tales sonoridades, holísticas con la natura incluyente y sublime. Y así la melodía del lyrico germánico en las cuerdas, por un lenguaje transemántico, pero riguroso: incluye la diakósmesis pitagórica y el desembozo del alma germánica. Sin tales parámetros no es concebible Amadeus. No discuto pues el saber analítico y reduccionista. Me atengo al postulado: la arkhé es el oído; discierno en la oscuridad y penumbra del mysterio informulado e informulable, sobre todo por una ciencia de la pesantez indiferente. Recapitulemos y prosigamos nuestra ruta designatíva y simbólica.

En contacto con la virtud principial, sin ser propiamente del contexto de lo principial en el sentido de la arkhé absoluta, se allana la condición de Theophilus, como en la prosa theológico-mystica de Dionysio Areopagita, o como en el universo del Evangelio de San Juan. Luego res naturae postcosmogónicas: estrellas, constelaciones, flores, animales; en una palabra, la res paradisíaca que se anuda desde luego al bosque multiforme colmado de aéreas criaturas preternaturales, el mysterio de Mozart como destino humano en la Europa racionalista, festiva y revolucionaria del siglo XVIII. Dos años antes de su muerte estalla la tormenta "historiogónica", que quizá podría intuirse en algunas sinfonías del joven maestro, pero que de todos modos fue vencida por la partitura lyrica de la Flauta Mágica. El maestro sin embargo, alumnus Musarum, ha desembozado la entera historia teogónica y cosmogónica como si recapitulara y redintegrara la complexión physica, histórica, musical en su vasta obra inconfundible. Reanudamos el despliegue de la obra como patencia de la íntima combinatoria del cosmos. Pero también la patencia del nombre de la res musical y semántica que ostenta una intermediación instrumental muy característica, según un principio dedálico, constructivo que se nos escapa. ¿Por qué un trío, una sonata, una sinfonía, un "divertimento"? ¿Por qué los ritmos concertados, concertantes, discontinuos, sincrónicos? ¿Por qué el canto, con palabra o sin palabra, que brota de pronto como una fuente en medio del esplendor de la lumbre? ¿O de las oscuridades de la selva germánica? ¿Por qué la meditación afincada en el fervor sonoro de la orquesta? Es ésta el anima musicae viventis, como el anima mundi que sostiene una Lebenssymphonie, en el sentido estricto semántico de los términos, no sólo en el sentido histórico y estilístico de la composición. Las cuerdas resuenan por delicadas vibraciones contrapuntísticas el mysterio de Theophilus Amadeus para un mundo que negará en fin de cuentas ambos centros semánticos por discordia con la melodía mozartiana. Pero Theophilus seguirá vigente y operativo, en cuanto un violín trasiegue otra vez a los orígenes, y reconquiste a Mozart recoleto en su ciudad, su partitura, en su fluencia fontanal y fundante.

Los vientos instrumentales en el oído y en la operatio aesthetica del musicus germanicus trepidan el mysterio de Wolfgang, el mysterio de la selva oscura, ancestral, sentida por Tácito como morada del espíritu germánico en su interioridad absoluta, diferente ésta de la música griega, la causa del Partenón en su corporeidad ingravitacional deslumbrante, absoluta, cosmogónica. Pues este "paso del lobo", difiere del lobo vencido por San Francisco en el invierno de Gubbio. Esta es la unión musical del Paraíso, perdido por el hombre, reconquistado por Dante, Francisco y Wolfgang Amadeus.

El piano en fin es el mysterio lyrico de la natura rerum creatrix, en cuya sonancia ígnea inhabitan todas las formas, desde las ondas del mar, a las constelaciones celestes; desde los dorados frutos hespéricos al mirto y al lyrio de las consagraciones transformantes. Pues cuerdas, vientos, piano operan en el mundo la Verwandlung precógnita para el canto de Gurnemanz en el tercer acto de Parsifal.

La orquesta mozartiana resulta pues en su combinatoria sutil la emersión condensada, apokatastásica, allende las reparticiones sonoras de los instrumentos, como si imagináramos primero estrellas y luego constelaciones, lo que es imposible cosmogónicamente. Tal constancia significa que en Mozart se desplegó la plenitud de la melodía, subsistente en Crisóstomo Theophilo, pero desenvuelta en el espíritu de la Germania precristiana y cristiana, sin excluir las conmociones del alma luterana. Y este symbolon de Lutero-Mozart, Lutero-Haydn, Lutero-Wagner, etc., define por la re-unión de las dos cuerdas, o de los dos campos semánticos, allanados en el symbolon, el totum que permite comprender la melodía pitagórica del maestro, anterior al espíritu musical de Lutero. Espíritu que es interioridad sin el mundo, que podríamos llamar "gnóstica", no helénica; mientras la de Mozart reasumiría interioridad pitagórica, la del verso virgiliano numero deus impare gaudet.

Hasta aquí llegamos en la ubicación histórico-genética. Falta el itinerario del oído, que aquí sólo es proemio inteligible, en su expresión epocal integradora y sutil, como el reino de las Musas. Debemos proseguir el maravilloso camino hacia los hyperbóreos como dice Píndaro.

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Y estamos pues en el mysterium de la música, más allá de los nombres biográficos, epifenómenos varios y contradictorios, en giro epocal de la segunda mitad del siglo XVIII, en que se ubica el arte de Mozart, como un aéreo puente hacia la melodía absoluta. Pero esta melodía coincide, en el límite, con la fluencia lyrica del canto. En términos míticos, corresponde entonces a la coronación teogónica de Hesíodo y al entrañamiento del canto de Kalypso en la gruta inaccesible que la resguarda, sustrae y oculta. La primera, la coronación, trasciende todo acontecer cosmogónico; el segundo, o sea, el entrañamiento kalypsico, es una virtud planetaria y telúrica, referida también al arte de la physis morphogenétíca. Pues nada que rememore, trasiegue o consagre la belleza es ajeno a la "vida", cuya interioridad lyrica y melódica, resplandece en la obra de Wolfgang Amadeus. Es pues este theophilo, intermediario absoluto entre lo que precede y lo que sigue; por ese puente aéreo de sus cuerdas y sus vientos, de sus ritmos y sus pausas, de su invención harmónica y de su patencia hymnica, en el sentido de Hesíodo, transcurren cosmopoiesis y tranfiguración, Paraíso perdido y reconquistado en el son fundante. Ni la reducción conceptual o el encuadre estilístico, desplegado por una "historia de la música" que por tramos "philogenéticos" pretende repensar el ente musical physico-empírico, que de la partitura pasa al universo sonoro; ni la clasificación minuciosa, entomológica, que describiendo una curva ontogenética, desde Bach a Wagner, promete rescatar con patencia hermenéutica definitiva "el canto de kymindis ", aunque no alcanza los umbrales del "mysterium" celebrado, ni una ni otra desocultan el ente mozartiano. Pues en este caso no hay ni puede haber una epoptía mystica, sino una regeneración del oído arkhaico, que produjo en Mozart su propia audiencia interiorizada, en el marco concreto, es claro, de, lo que su oído podía trasegar (lo que llamo contorno epocal). La composición propiamente dicha es un trasiego, que se impone como el fluir de la fuente en la montaña o en el bosque. Y los tres momentos que podemos intuir oscuramente en experiencias musicales concretas, o sea: 1) oír en la arkhé, oir de Theophilo; 2) paso del rumor rítmico y melódico al alma del artista, 3) trasiego empírico a la composición, son para Mozart la naturalidad de una vivencia poética. Esta tiene la ilimitada energía cosmogónica originaria, que no halla dificultad al trocarse en campos semánticos musicales tan diferentes como una sonata para piano, un concierto de violín o el canto de Papageno en La Flauta Mágica. Porque el "mysterio" celebrado acontece primero en lo que he llamado "audición arkhaica", no al pautar los signos gráficos de la partitura, lo que para Wolfgang era probablemente una tarea de curiosidad divertida. Esta sorprende la plasticidad de la melodía cosmogónica, apta para las creaturas de este tercer cosmos, allende la physis y el lenguaje, y por ende más enigmático que mares, montañas, nubes y flores, y también más inaccesible que cualquier poema advenido en el universo semántico de la multivocidad proferida o de la lengua articulada.

Todo lo que he dicho es transcurrir por la ronda del castillo; el espacio interno del castillo, la secreta morada de la fuente misma es otra cosa, ni physis ni palabra. Creo que es en definitiva el trocamiento de los invisibilia Dei en los audibilia Dei, en la ruta de peregrinaje por un nuevo Paraíso, los inaudibilia Dei, impensables siempre para el hombre sin el canto, la melodía y el poema que siempre la conlleva.

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Así descripto parecería un mundo evanescente, y en cierto modo lo es. Es sin embargo una evanescencia que se regenera desde la partitura, es decir, de la memoria originaria; ello entraña un horizonte mágico, más cerca de la semántica lyrica, verdaderamente poderosa en el caso de Wolfgang Amadeus. Semántica lyrica que es una frontera sutil entre palabra y melodía, entre compás rítmico y significado, entre timbre y tono musical, en el sentido de las variaciones tonales desde el siglo XVI al siglo XVIII - y estado anímico prevalente o promotor. Trascendemos en el tono la semántica pura del lenguaje, aunque no cabe dudar que Wolfgang lo siente como el paso sutil, inafectado, a la palabra circunscripta y de otra tensión phaenoménica, pero ligado siempre a ella por una atmósfera de totalidad incluyente y regeneradora. La frecuencia de un timbre mozartiano es para el artista un camino, siempre inexplorado y fecundo; para nosotros una concordia cordis et sonus, de la cual derivamos una reasunción estética y a lo más un replanteo anímico evanescente. Pero en el fondo de esa música erígese la palabra absoluta, tal como en sentido inverso, en el fondo del texto pindárico o esquiliano entráñase la melodía absoluta. De allí esa presunción de helenismo translúcido postulado por muchos para la música de Theophilo, entre otros por el mismo Wagner, aunque éste difiera por su concepción de la melodía infinita. El helenismo de Mozart sería en mi lenguaje "el reino de la fiesta hyperbórea", trasegada en una música naturaliter pitagórica; pero esta condición no puede ser reconstruida genéticamente; es asumida e interiorizada o no, investida en un tiempo insólito o propicio, en una refulgencia ton protéron (de los prisci viri), según dice Píndaro. Pero es imposible recomponerla en series analíticas, cuya integración nos acercaría más a la "música" de Amadeus. Eso es una ilusión de la "musicología" y "musicografía" hipercríticas, sin mayor atingencia con el fondo abismal del genio mozartiano. No niego la utilidad hermenéutica de tales recursos, que en la ronda del castillo despejan incógnitas del volumen exterior y sus espacios delineados con pericia, figura de Amadeus Daedalus, que vuela más allá del laberinto, y nos propone su duplicada configuración del cosmos, en el sonus triunfante sobre la semántica. El sonus es Sinn (sensus), en el campo preciso de logos precósmico, prefigurativo y fundante. ¿Se anulan acaso los perfiles de Novalis, y la esencia del mundo es ritmo dionisíaco, allende la semántica? Esta es una cuestión que no puede resolverse en el plano de la melodía y composición mozartianas. Pero es menester dejarla planteada sin embargo. Otros caminos deben disponerse y otros recursos alinearse sin la soberbia de la razón analística y cuantificante.
Tres símbolos fundamentales subyacerían en la totalidad del universo músico de Wolfgang; y los tres son también refulgencia de la lyrica absoluta, denominada por el verbo hesiódico hymnein, de tantas repercusiones semánticas en la cultura. Los tres vastos y comprensivos, como la misma melodía que los entraña y desentraña, según ritmo de despareja constancia, cadencia y fulguración.

El primero es el de la fuente, inabordable pero siempre fluyente, pues mana de un escondido manar; el segundo, el pájaro kymindis en la cúspide de un pino nocturnal, como lo oye y lo trasiega Homero en verso misterioso; el tercero la campanilla de La Flauta Mágica, que abre el mundo pretematural de la Melodía como reconquista óntica del Paraíso. Estos tres símbolos concentran desde luego toda lyrica y según ellos comprendemos en Amadeus el vínculo entre "Música" y "Lyrica", cual si en esa obra de la segunda mitad del siglo XVIII aconteciera una juntura entre la divinidad de la Música y la humanidad de la Palabra lyrica. Se abisman en esa Música los trasfondos de la deidad fecunda, y en esa lyrica los trasfondos de la creatura misteriosa, reseñada en el emblema del hombre incomprensible y enigmático según sus laderas positivas y negativas.

Una lumbre inacabable, transepocal, brota de la obra de Wolfgang. Todos los lobos, de todos los bosques y de todos los tiempos ancestrales, suspiran también por la redención de la música hyperbórea y el canto apokatastásico de los orígenes. Esa lumbre es vida y palabra. Esa lumbre cumple el misterio irrevocable de la manifestación multívoca de la vida. Luz y música, vida y palabra inhabitan siempre la aurora ardiente de las cuerdas, vientos y timbales, como penumbra que moderara el fulgor de la deidad. 

La orquesta mozartiana es, como digo, penumbra que envuelve y coteja luminosas claridades transcósmicas, lumbre intemerata y sublime, para permitir al audiente proseguir el camino hyperbóreo hacia la luz Divina.

La fuente fluye como esencia mystica de la interioridad según San Juan de la Cruz; el pájaro kymindis entraña en su canto la totalidad del cosmos, deglosado de las generaciones teogónicas y cosmogónicas; la campanilla misteriosa procura el asilo inocente del Paraíso y devuelve al hombre la niñez del mundo: magnus ab integro saeclorum nascitur ordo.

Estos tres símbolos mozartianos no dependen principalmente de un trasiego de historia que puedo reconstruir en etapas clasificadas por un reduccionismo de los kairoi epocales, desde los griegos al siglo XVIII. Es un descendimiento ánothen, desde lo alto, como dice San Juan, el Theólogo, ánothen, como kharis melódica que inunda con su luz.

Finalmente tres dificultades se interponen para cumplir la vía mystérica mozartiana, la vía hacia el "mysterium" celebrado en la fiesta de los hyperbóreos, coronados de laureles de oro.

1) La primera, la opacidad del oído contemporáneo, colmado de azarosos monstruos que han vuelto por el campo del oído, después de haber sido replegados por la sacra fuerza de Herakles solar; 2) la segunda, el triunfo de la imagen contracosmogónica, que es gravitacional; y por ende al llenar los espacios libres del mundo y de la tierra, tiende a la katábasis involutiva, a los ciclos infernales; 3) la tercera dificultad, en fin, induce al falso reduccionismo de una semántica hennenéutica, dispuesta contra la inspiración; ella genera un duplicado equívoco del universo sonoro y anula el camino de la transfiguración por el oído.

Estas tres dificultades u obstáculos aquerónticos son de variable pesantez, incidencia o reluctancia physica, como inercia precisamente de los conflictos inscriptos en el hombre; resultan dotadas además con variable recurso y magia de un poder oscuro difícil de replegar para definir mejor la existencia mozartiana.

Símbolos, virtudes operativas y obstáculos aquerónticos conforman un universo complejo, que tiene sin embargo, de modo contrapuesto, la facilidad confiada a la memoria de la partitura, como un lenguaje hermético que custodia la perennidad de los símbolos y la esencia hyperbórea. Esa memoria trasiega en una pericia que es congruente con aquella custodia, infrangible e intachable. He ahí un principio regenerativo en la modernidad, confiado sin embargo a la verdad del intérprete.

En el segundo centenario que recordamos, Mozart sigue siendo príncipe del universo sonoro, príncipe de la luz y del canto en medio del hundimiento de la cultura hyperbórea en la edad post-moderna, de la ciencia hyperbórea, de la piedad hyperbórea y de su ocio festivo y lyrico. Esta contradicción - la contradicción enfrentada con Amadeus - se torna motivo de fantasmagorías, inevitables y funestas, pues siempre le disputa el imperio del oído, en que en todo caso se define el destino del hombre.

No sabemos si la luz regenerativa de la partitura es suficiente para contener el poder de las sombras. 

Sabemos, sí, que el refugio en esa luz concilia testimonios de fieles celebraciones mystéricas, potenciadas contra la katábasis y dirimentes en el oído que ajuste a la música, en el puro desierto de la inspiración, el claro manantial de la inspiración e interioridad mozartianas.

La luz, el son, el ritmo, la palabra y el canto mantienen por ende una sustancial concordia operativa y estética, que nos permite avizorar, pese a todo, un cambio áureo después de las catástrofes. Pues "paso del lobo" ha vencido ya, como dije, la oscuridad y el terror de la selva, y se ha allanado a cantar, y por ende, a orar en la esplendente aurora de los orígenes.

A la luz, al son, al esplendor del piano o de la orquesta, súmase pues la "plegaria", que pone al mundo, pese a su gravidez indomable, en espacios de meditación y oración. Porque Theophilo, Amadeus, cumple la intermediación mystérica y divina congruente con su nombre. Oímos según Amadeus, para cantar y orar según Theophilus en su propio canto, que es plegaria lyrica para estos tiempos desconcertados.


Carlos Alberto Disandro
Alta Gracia - La Plata (Argentina)
Junio - Septiembre 1991
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