GLOBAL INVASIÓN
Y DEFENSA CULTURAL, ÉTNICA, TELÚRICA
Por Dr. Carlos A. Disandro
1.
El mundialismo implica una tiranía planetaria, de controles absolutos y masificación absoluta. La "gran aldea" de la esclavitud, la polución, el desconcierto y crimen multiracial. No interesa el crecimiento solar del hombre y la cultura. Interesa el dominio, la manipulación, el libre mercado mundial para llenar la tierra de detritus, la "aldea" de implementos descartables, tornados ya en inundación de sólidos. ¿Qué se le puede oponer a la conducción concertada UN+EE.UU.+NATO, brazo armado de la nueva subversión, con la ex‑Unión Soviética como gendarme de apoyo? Esta es una cuestión estratégica, es decir, geopolítica, en la relación de los espacios y los pueblos. Esa cuestión estratégica debe reavivar una respuesta, desde ya, sin esperar la implementación definitiva, que procuran incansablemente las logias y lobbies mundialistas, la sinarquía del poder judío, judeo‑cristiano, iluminista, masónico, y que por comodidad denominaría eje Washington‑Roma‑París.
Apartemos de momento el panorama del Lejano Oriente. Me refiero a China; Tibet, India, Indochina, etc. Por su parte, Japón parece integrar el eje del hemisferio norte, ya aducido. Aunque resulta posible pensar según un trocamiento de la cabeza axial, puesta en lapsos imprecisos en Tokio y su computación robótica.
Se visualiza entonces el perfil de la siguiente geometría del espacio geopolítico: Europa y Norteamérica, el mundo Arábigo‑Coránico, América Románica, quizá con exclusión de México, integrado al bloque del norte, con Canadá, etc.
Sin embargo, la primera pulsión de la estrategia sinárquica es lo que llamo "Global Invasión". Esta tiene dimensión planetaria, pero afecta y afectará principalmente a Europa y América Románica. Corre el perfil de esa invasión a cuenta de la raza negra, de los pueblos indostánicos, indochinos, de los árabes, coránicos o no, de todos los conglomerados capaces de dinamizar el fenómeno emulsivo multiracial, en dos fases, pacífica y violenta; de instalación y de forzada ocupación y/o conquista, de recurso admitido y estimulado o de despojo destructivo en un cambio violento. Todos estos matices están ya en el horizonte, como una emersión del barro genésico, promovido y acrecentado como abismal lodo putrefacto por esa o esas pulsiones aquerónticas a que conduce esta geopolítica del luxus, ofrecido y sustraído al mismo tiempo, tal como lo entrevió W. Sombart, entre otros.
La "Global Invasión" tiene como discurso táctico una guerra civil planetaria, del terror, del despojo, la masacre, la destrucción (cuyo modelo observamos ya en Cercano Oriente y en Yugoeslavia, destrabada por un solve criminal, contemplado con cinismo por el señor Bush y conmilitones). Pero las líneas fundamentales del ensayo biopolítico, psicopolítico, tecno‑opresivo y conductivo, esas líneas están confiadas a la explosión racial dentro de Estados Unidos; a la expansión islámica, fruto del enfrentamiento Irán‑Irak y Estados Unidos, y de sus conflictos endógenos, que cubrirán inevitablemente espacios y pueblos colosales.
La "Global Invasión" es pues interna (racial y sustancialmente negra) y externa (confrontación de Islamismo y Judeo‑cristianismo). Estas fases han comenzado ya, mientras América Románica, confundida y depredada, ofrece un espacio multiforme para multiformes operaciones ulteriores a la guerra de bolsones, en curso de implementación en Europa, Cercano oriente, ex‑Conglomerado stalinista. La "Global Invasión" no considera parámetros excluyentes, por razones de civilización, justicia, soberanía o temperamento de los pueblos, de historia acontecida en una línea sinuosa, peco en fin de cuentas vivida, desde Napoleón a Gorbachev. Todas esas razones han perdido entidad frente a la pulsión invasora de la New Age, Kali‑Yuga absoluta en manos de los esoteristas negros, "dei neri cherubini , etc. Simplemente, esa "Global Invasión” opera como universal masonismo‑sionismo iluminista, reduccionista y mundialista, según un sentido totalitario estratégico. Ha comenzado además según un ritmo dinamizado y potenciado por el poder ecuménico de la Roma arriana, que correrá el frente Islámico‑Judeo‑cristiano más hacia el Rin y el Danubio; y de ello hay signos evidentes en Italia, Francia, Austria y Alemania.
En Europa la conciencia de estas coyunturas catastróficas se ha agudizado. Diríamos que el planteo de una defensa cultural étnico-telúrica es hoy un ingrediente decisivo en el perfil de una Europa, desligada y libre totalmente de Estados Unidos y enfrentada totalmente también al remanente que éste deja como "Global Invasión" en sus fases iniciales, en su conducción sinárquica, israelita (Cf. Sergio Gozzoli, Europa ieri, oggi, doman¡. Conferenza tenuta a Roma, il 26 ottobre 1991, en L' Uomo Libero, n° 34, Aprile 1992. Importante texto que debe estudiar todo americano). La "Global Invasión aquí considerada es un recurso más poderoso, más revulsivo y más eficaz que la disolución de la Unión Soviética. Pues esta disolución o colapso reconoce causas internas, étnicas y raigales, de la Europa pre‑leninista complementadas por estímulos externos de la gran Banca Mundial. La "Global Invasión" es una vía totalitaria de planificaciones zonales, que no consideran las estructuras de los países, territorios o estados invadidos, su poblamiento, tradición o impostación histórica, sino el impulso final de dicha global invasión o intervención, armada, narco‑tecnocrática, persecutoria y genocida.
Distinguimos de todas maneras la "global invasión" pacífica ‑ por ejemplo la teoría y la práctica del asilo en tiempos de 1a guerra fría y post‑guerra fría (1985 ‑1992), y la "Global Invasión” de misiones bélico‑raciales, cuyo primer resumen propulsivo se identifica con el ecumenismo vaticanista, conciliar, apóstata de Europa: Roma Católica, es decir, el poder de Juan Pablo II, es una potencia arriana, que esgrime un doble movimiento bélico‑político‑teológico: a) la destrucción de la "iglesia romana"; b) la impregnación multiracial y multicultural, que predican los actuales epíscopos vaticanistas y los poderes políticos y financieros de las internacionales cristiana y/o socialista: Francia, Alemania, Italia, para mencionar los casos más característicos.
Aquí, en la estructura empírica, histórica, de estas manipulaciones semánticas y fácticas mundialistas, y en sus trasfondos teológicos-conceptuales, político‑sinárquicos y masónicos; en los efectos catastróficos de sus implementaciones zonales y/o geopolíticas integrativas, de espacios menores ‑la Argentina, por ejemplo‑ en estas coordenadas mundiales se juega el destino de la América Románica, que resulta, como es lógico, uno de los temas preferentes en una política de alternativa creadora y pacificadora. En tal contexto planteo, para el caso identificable en América Románica, la contraparte de "Defensa", de "rechazo” como instancia de "Tercera posición", no la anuencia a la "global invasión" ni el recurso a la coyunda del sostén sinárquico.
Expreso los contenidos de tal acción operativa, como defensa cultural, étnica y telúrica, según precisiones que paso a definir en sus perfiles fundamentales.
2.
Defensa es arriscamiento, repliegue, autoconciencia, distinción del riesgo y del peligro novísimo, inminente; en fin recognición del asedio, insidia y acechanza del enemigo, del agente instrumento de la "Global Invasión”. Y debe subrayarse: aquí estamos frente a un hostis totalitario, excluyente, de nuestro ius comune, de nuestro ius soli et ius sanguinis, e incluye sin concesión posible la pretensión de arrasarlo todo, seguro de nuestra impotencia e indefensión. Exhibimos pues frente a la emulsión mundialista la dureza de un perfil que debe comenzar en el lenguaje con que configuro el o los hostes inmisericordes, perversos y devastadores. Y si no, preguntemos a los bosnios, croatas, eslovenos, etc.; a los libaneses, iraquíes iraníes. Al hostis es menester rechazarlo y aniquilarlo in animo et in sententia. Si no advertimos la diferencia geopolítica de amicus, inimicus, hostis no podremos diseñar nunca una geopolítica americana, que se forja en todo caso con la anuencia del amicus y hace replegar el hostis. Más en este lapso histórico en que la hostilidad proviene de una coalición estratégica que impide accionar según los foedera pacta romanos.
Pero en todo caso, en estas perspectivas y en medio de estas dificultades, hablo de Defensa, que significa ante todo una raíz de decisión política, un estricto arraigo a un recurso bélico‑político como el que forjó la I Guerra de la Independencia, según se puede ver en numerosos textos de Bolívar. El caso de este héroe americano resulta arquetípico en muchos pormenores. Sin reanudar la energía de un movimiento revolucionario nacional‑americano encuentro imposible salir del caos político en las Patrias Americanas. Y en ese horizonte convendría hiciéramos el recuento desde la muerte de Bolívar y San Martín hasta este fin de siglo XX, para saber lo que hemos perdido en cuanto a la recurrencia de una geopolítica americana, siempre frustrada. Pero esto presenta ahora capítulos previos más complejos.
Pero pasemos, en fin, al segundo parámetro de nuestro título y tema.
Y diseñaremos consecuentemente un primer gran ámbito de Geopolítica Americana, entiendo, claro está, respecto de América Románica. En ese sentido, he comenzado por rescatar el horizonte de una Defensa en cuanto: 1) la civilización está puesta en peligro por un cerco de barbarie planetaria, esgrimida por una clase intelectual en el poder; 2) en cuanto la comunidad physica, crecida con la historia, es sustituida por una masa, obra fantasmagórica de la informática; 3) en cuanto un equilibrio racial, sustancialmente abierto y estable en nuestra América, vive amenazado por una política multiracial, aplicada de modo coercitivo en la estrategia del poder planetario; 4) en cuanto al derrumbe de los parámetros de libertad y de justicia, los cuales son abatidos en nombre de la "aldea” mundialista y la utopía de una clase dirigente mundial que ostentará una suerte de mandato incuestionable sobre la vasta población de la tierra, a la que supuestos "gobernantes" esclavizan, manipulan y derivan de fuentes intocables como la vida misma. En este capítulo el hemisferio del Norte (americano) y el hemisferio del Sur (americano) discrepan en trasfondos decisivos. Sólo me interesa de momento una disyunción conceptual y empírica para entender que para la América austral la geopolítica de Defensa y Resistencia contra el mundialismo anglosajón, sionista, hebreo‑masónico se impone forzosamente para instaurar la primacía de una política de instauración continental, o subcontinental, si se quiere ser preciso en límites constructivos. Pero el problema radica también en la clase intelectual de América Románica, en la dirigencia económica y sindicalista, como se ve perfectamente en el panorama argentino (1982 ‑ 1992).
En el título del segundo tramo temático he elegido con precisión, en su semántica y en su disposición escrita, tres epítetos: cultural, étnica, telúrica. Conviene examinar con recurrencia analítica cada sello semántico, para luego inteligir el totum de la realidad configurada y vivida, según el significado que otorga Vico a las res factae como verdad. En este sentido la geopolítica es un saber de complejas resonancias que nadie puede omitir en tiempos de servidumbre ecuménica judeo‑cristiana, mundialista, videocrática, etc.
3.
Hemos redefinido someramente el contendió de Defensa; ella comporta una "ofensiva" de las raíces ónticas, vigentes en una historia concreta. Defensa es combate. Y a este combate son llamadas las Patrias americanas, la América der Vatterländer, como suelo definir nuestra condición de limes del Imperium. Pues más allá, desde luego un más allá conceptual y empírico, no se columbra, aquí en América, una regeneratio Imperii, pero esto no significa que no disputemos el Dominium congruente como lo nuestro, y no del "otro" (judío, árabe, yanqui, coreano, thailandés, etc). Ese otro es una potencial amenaza, como proximus, como Inimicus, como hostis. La utopía de las sectas bíblicas evangélicas, sin excluir ahora la secta romana de extremada fuerza judeo‑cristiana, es el mayor desafío para este lapso próximo, en cuanto a las pulsiones caínicas contra el barro genésico.
Despejemos sin embargo aspectos negativos. No hay Defensa como respuesta bélica, sino ante todo como respuesta espiritual, noética, estética. Además debe evitar dispersiones centrífugas que comprometen los recursos humanos, en vías o programas sin finalidad (telos). Y por último no puede acontecer tal Defensa sino en la Anfictionía (de Simón Bolívar), o en el Continentalismo (de Juan Perón). Pues geopolítica es también un saber empírico constructivo que redimensiona los parámetros de "Política “ (la ciudad o el Estado Nacional, la res publica), el perfil cosmográfico en que la Historia herodótica o épica nos ha ubicado, los espacios, las montañas, las llanuras y los mares en un signo cosmográfico de longitud y latitud, y en fin un saber que contempla en el Kairos mundialista una secuencia combinatoria empírica en una physis concreta.
¡Qué diferente es en esto América Románica, si la confrontamos con el fenómeno de la Indonesia Insular, por ejemplo, con el Africa Continental tribalista y multidialectal, o con Estados Unidos multiracial y proyectiva, como una radiación malsana que desgasta y destruye! Estas connotaciones negativas permiten subrayar con mayor nitidez lo que podría definirse como tarea geopolítica para una generación renovada, mental, política y psíquicamente. Acotaremos otros pormenores en la expresión de este discurso comprensivo y sentenciosos al mismo tiempo.
Partimos de una concepción heráclica de la existencia del hombre y en cuanto al horizonte de los Vaterländer americanos recuperamos una distinción orientadora entre Patria (Vaterländ y Helmat), Nación y Estado, confundidos en el nominalismo e iluminismo de los siglos XVIII‑XX. Pero ha llegado la hora de repensarlo y concebirlos correcta y renovadamente en vista del desafío de los poderes mundiales, ocultos o explícitos, sinárquicos o periféricos, esotéricos u ostensibles en sus correas de trasmisión informática y promotora. Son poderes reales por su operatio rerum humanarum, o sea, la manipulación concreta, analítica y physica, de la sustancia humana, del barro genésico. Por esto, pues, debemos concluir correctamente para América Románica, qué es lo que defendemos y/o creamos. Y cómo acontece esa defensa y creación, No se trata de un planteo xenófobo, ni tampoco una indistinción del otro, sino de la afirmación y maduración histórico‑estética y política en una identidad no intercambiable. ni emulsionable ni delegable; de un valor adscripto por libre voluntad de hombres que nos precedieron ‑la prisca gens mortalium del poeta Horacio‑ la cual concentra y redimensiona por otra parte la entera realidad cósmica. Además repito ahora y aquí lo que en otra atmósfera y condicionamientos epocales he afirmado siempre y rotundamente: no hay nada que restaurar, hay que crear. El primer acto creativo es una correcta defensa de lo "nuestro", frente a la agresión de la global empresa invasora, de la emulsión alquímica judeo‑cristiana, masónica e iluminista, empresa proyectada y ejecutada con desembozo ya y con malicia aqueróntica por poderes siniestros en una supuesta racionalidad del estado mundial planetario. Una utopía en fin de cuentas.
4.
Según estas clarificaciones conviene reubicar la "global invasión" en parámetros sistemáticos e históricos para delinear el movimiento contra‑heroico, contra‑cultural y contra‑étnico telúrico en América -la nuestra‑ desposeída y desarticulada estéticamente.
En síntesis, el movimiento revolucionario nacional‑americano que nosotros avizoramos y propugnamos se contrapone a lo que considero movimiento contra‑heroico. Los parámetros sistemáticos cubren dos siglos (1790‑1992), en los cuales América frecuentemente engañada contra la voluntad instauradora de sus héroes (I Guerra de la Independencia) y en los que el retroceso del reduccionismo jesuíta, desalojado por la geopolítica de Carlos III, cumplió una nefasta labor judeo‑cristiana, cuyos resultados están a la vista. Pues el "estado mundial" es la meta (telos) de la segunda revolución iluminista, heredera y sucesora del iluminismo judeo‑masónico del siglo XVIII. En la primera fase se cumplió la emersión democrática contra el trono y el altar. En la segunda están afectadas profundamente soberanía, justicia y libertad de los pueblos, independientes hasta ahora con márgenes indecisos. La "global invasión" intenta precisamente anular esos márgenes y conducir la humanidad aglutinada: 1) por el terror; 2) la guerra policíaca; 3) el control informático; 4) la división en dos grandes clases: a) el jet‑set técnico‑burocrático beneficiario del luxus, que conduce con apropiados estamentos interpuestos en todos los países y sectores, b) la gran masa de sometidos, con zonas amplias y densas de pobreza, marginación, pestes espirituales, psíquicas y biológicas. Los acontecimientos emergentes y perfilados en diez años (1982‑1992) preparan justamente el campo, dispuesto para una última fase del iluminismo: convencer a las masas que es más liviana la "existencia" de la imagen videocrática (el soft‑being) y que en ella se cumple el "cielo prometido". Todo lo demás es el itinerario forzoso, que será menester cumplir según los cánones de una mystica intramundana. La suma doctrinal‑política coercitiva de esta mystificación es precisamente el judeo‑cristianismo que cumple una expansión sin precedentes, por múltiples canales, dispuestos por las altas logias de los iluminados. En ellas por cierto no cesan ni cesarán los conflictos; pero éstos subsisten sin afectar las grandes utopías estratégicas, que como he explicado en otros textos, presuponen guerras de coerción y exterminio, con el perfil táctico de evitar un "frente de endurecimiento", que se abre a un general conflicto no recomendable por sus consecuencias imprevisibles en los pueblos sometidos.
Recapitulemos nuestra primera curva expositiva. La visión de Amold Toynbee, sobre una "civilización occidental" expansiva e insumente de modo totalitario; la de Oswald Spengler, que desentraña la muerte (Undergang) de sus valores constitutivos y el aglutinamiento de una "imagen del mundo" cuyo deceso y emulsión preanuncian catástrofes varias; las intuiciones de G. Orwell tenidas por simples relatos de anticipación fantasmagórica (CE en este sentido la valoración que encontramos en Manuel Bonilla Sauras, La trama oculta del P.S.O.E., Ed. Ignis Renovatur, España 1991. En particular, pág. 311/sgs.), todas ellas se han cumplido o se están cumpliendo en una etapa, anuncio de un fin catastrófico, y preludio de una mutación en el "soft‑being" de las masas, involucionadas, idiotizadas, siervos de crueles señores, soberbios en la "pasión" y en el "poder”. Antes sin embargo deben cumplirse los objetivos deconstructivos y emulsionantes de la "Global Invasión''. En América se nos plantea precisamente el empeño por una claridad humanística y una tarea de empirismo constructivo, como si rehiciéramos el acto fundante de la civilización estética, religiosa, política. Debemos reconocer las vías fecundas, y apartar los senderos desconcertantes para América. Entre estos, creo, se destacan los empeños esoteristas, impropios para la tarea política de alternativa creadora. Esos empeños podrían resultar también no sólo un dispendio inútil, sino sobre todo una confusión de márgenes espirituales insoslayables.
5.
Contraponemos a estos perfiles, ya bastantes acusados en los acontecimientos de 1990‑1992 la concepción y el acto de la Defensa y Creación, que corresponderían como líneas contrastantes, a las etapas de Iluminismo, brevemente consideradas. Pues para orientar a las generaciones jóvenes es preciso el rigor empírico de trasponer en semántica los facta et acta, sin confundir ese ciclo de trasiego como una señal de memoria puramente pasiva. Y esta es, desde luego, una incuestionable dificultad, inserta en el ser del hombre y en el discernir de generaciones reactualizables o no, en el giro constructivo de la memoria. Para América esta circunstancia o coyuntura (kairos) entraña una cuota más amplia de dificultades Pero en todo caso, Defensa y Creación se imponen como espacios sagrados de nuestra propia existencia, que renuncia al "soft‑being" ". Busca en cambio una emersión del "stärkares Dasein”, como si adviniéramos en un mundo que nos sublima, por hallar en nosotros no un mero trozo mostrenco, sino un totum signado por un decus, consustancial con el cosmos. Sin embargo esa distancia entre trozo y/o decus exige el ejercicio de la virtud heráclica que míticamente es anterior a la guerra heroica.
Hablo de Defensa Cultural, étnica y telúrica contra la "Global Invasión"; y los tres epítetos están proferidos en consciente escala constructiva.
En la dimensión cultural señalo el contenido lingüístico, estético, político que son las tres dimensiones fundamentales, que relacionan y cotejan los constitutivos existenciales de la cultura. Hablo de cultura in fieri rescatando el valor latino‑romano del vocablo. No hablo principalmente de "cultura culturata", transformando la desinencia activa incoativa, perficiente, en desinencia pasiva, cristalizada, perfecta. No. Una gran confusión semántica originada en el reduccionismo religioso del judeo‑cristianismo es responsable de esta nociva desinteligencia hermenéutica.
Este es pues un primer dato fundamental para ejercer la Defensa, un contrafuerte inequívoco que repulsa la "Global Invasión". Así pues Defensa implica una reacomodación psíquica previa., sostén de continuidad contra la agresión mundialista. Esta reacomodación psíquica no es fácil, no asequible para muchos, trabajados por la plétora informática y videocrática. Sin embargo la misma realidad compleja convivida despierta el ansia de un espacio interior constructivo, autónomo y eficaz en la reflexión y en el sentimiento. En este aspecto sólo una reserva generacional puede reanudar tal sentimiento de instalación cósmica como una consecuencia del mismo ser del hombre. Pero también en este sentido debe omitirse la manipulación ecologista, y la nueva religión de la tierra. Ambos parámetros afectan de una cierta manera la memoria histórica, en que converge la memoria cósmica y la vida de la tierra, que comporta la vida como dato inescindible en el tiempo.
La Defensa, así concebida, profundiza la reconquista del hombre como entidad psíquica y noética, colmada por una veneración de los antepasados y atenta al contorno étnico y telúrico simultáneamente. Si el llamado "progreso" según. los iluministas potenciados por un horizonte de dominio absoluto, resulta ejercido por hombres sobre hombres, el frenar ese ritmo no es un mero retroceso, sino una creación nueva como reinicio de la virtud fundante del héroe noético y empírico. Tampoco comporta la custodia residual de lo valioso o regenerable: tal sería el contexto de "reaccionarios", mero recodo de la physis, cuyo despliegue es la "restauración". Caída ésta, las fuerzas aquerónticas del "progreso" retoman con mayor ímpetu y violencia el totalitarismo semántico de sus raíces espirituales, como puede advertirse entre 1830 y 1930, sin que el límite de este lapso implique un juicio sobre todos los acontecimientos. Pues "restauración" coincide con el repliegue de las logias iluministas, que preparan un nuevo "trabajo práctico" de irrupción, masacre y aniquilamiento étnico‑político. En estos desembozos y embozos debemos rescatarlo lo valioso de figuras como Benito Mussolini y Adolfo Hitler y su nacional‑socialismo; pero también apartar sus equívocos, sus mentiras las traiciones profundas que conlleva su contorno. Un "revisionismo histórico" para América no puede consistir sólo en una relectura y empírica del pasado, cincuenta u ochenta años (1910‑1992); sino en una compleja selección, para operar en la Historia como la tierra con las piedras y gemas. Pues las razones profundas de los acta y facta de este siglo XX, ya colmado de insipiencia, exigen una conciencia cultural de selección libre, pero physica, quiero decir operante y desembozarte de otras energías que comporten el ciclo ascendente. No se trata de una utopía, sino de una creación inspirada y congruente, estética y política.
6.
De cualquier modo para América, Defensa frente a la Global Invasión, y contra su implantación subversiva, es capítulo prioritario en el planteo de una geopolítica americana, pues como se infiere de los términos con que se discrimina aquí la Global Invasión, sin esta preparación psíquica, mental y hermenéutica de una Joven América es imposible acceder a otros parámetros de una geopolítica americana. En este sentido entiendo un doble recurso en este horizonte incoativo de geopolítica empírica y constructiva: lo que llamo América Joven y el capítulo que despliega la II Guerra de la Independencia como ejecución inmediata de un Movimiento Revolucionario Nacional Americano y Heroico. Ahora los déspotas no son los Borbones ni la rémora clerical-jesuita de la España del siglo XIX. Ahora son la Alta Banca, la Sinarquía judeo‑cristiana mundialista, el ecumenismo apátrida y anti‑teándrico o anti‑hyperbóreo.
La Joven América debe construirse en una suma de recursos humanos, a cuya formación debemos consagrar esfuerzos fundamentales y selectivos. Pues es en vano pensar que sin ese deslinde espiritual de pulsión renovadora ‑que yo diría destinado a formar el cuadro de oficiales para la conducción de la guerra‑ es en vano elucubrar instancias teóricas y/o utópicas. ¿Pero es que acaso mi planteo de Geopolítica Americana no es, de suyo una utopía, en el marco concreto ya coagulado del "gobierno mundial" que nos incluye drásticamente en "sus" planes geopolíticos y planetarios, raciales, religiosos, supertecnocráticos ¿No es la "aldea multiracial y multiesclavista" la imposibilidad real de todo "movimiento" revolucionario de Independencia, Justicia y Libertad?
Sin cultura humanística y política no podremos en todo caso afrontar los prolegómenos posibles de esta II Guerra, pues los planes mundialistas no están exentos de peripecias inesperadas. Y en este sentido, la ocasión de la guerra puede ser imprevista. En Historia la decisión siempre ocurre en márgenes desacostumbrados e innovadores Dos riesgos existen en el horizonte: preparar una guerra, cuyo kairos no acontece ni alborea; supuesto que se entable, ser derrotados en ella Pero en uno y otro caso se cumple el Destino Heroico, un "starkeres Dasein" y se asume la existencia heráclica. Pues en definitiva la decisión de la Defensa contra la "aldea" mundialista es una cuestión de existencia profunda para los pueblos románicos de América, para las naciones que emergieron de una guerra de medio siglo; para el Estado Político a configurarse según parámetros contra‑iluministas, desligado de la praxis usurera del judeo‑cristianismo, desligado también de una "ética" religiosa, cuyo racionalismo reduccionista jesuita ha otorgado el "poder” a los lobbies corruptos de la banca y de la incultura clerical.
7.
Clarificada de este moda la semántica de Defensa, repasemos los epítetos congruentes, pues ellos entreabren zonas profundas del contexto histórico, del recurso reflexivo, en fin de posibles propuestas creadoras, que sólo pueden asignarse en los estratos recatados y fecundos del noein (pensar) en el conflicto de la Historia misma.
Tiene este capítulo una cierta relevancia para esclarecer justamente la impostación de la Defensa, como vida y pensamiento, transformados en operario aesthetica.
En primer término, en el epíteto cultural omnicomprensivo, destacamos tres constitutivos: lingüístico estético y político. En ellos se insumen y incardinan otras constancias que cubren variados requerimientos physico‑históricos, desde la conciencia cosmogónica, cosmográfica y continental ‑en breve cifra la conciencia territorial‑ hasta la custodia de costumbres con ciertos valores míticos y/o arcaicos: Pues debemos entender que los acontecimientos y sobre todo la conducción sinárquica desde 1945 consiste en impedir el diseño espiritual y la implementación empírica de toda res publica, abolirla como res extensa, quiero decir physica y congruente con el cosmos. O dicho de otro modo, la "Global Invasion" procura la extinción del acto libre político(a escala nacional ,internacional y planetaria). Pues la "gran aldea" multiracial no es una polis, ni un estado y mucho menos un Imperium. Tampoco tolera el dominium como articulación humana telúrica según variables instalaciones espaciales, sociales y/o políticas, en el sentido estrictamente empírico de una posesión trocada en cultura.
Así pues la pérdida de la res publica, su destrucción estratégica, como interioridad anímica y como res extensa, quiero decir incorporada al nivel physico de la natura naturans, esa extinción, crepúsculo y pérdida histórica es el culto sentido de la acción mundialista
Nuestra guerra heráclica consiste en mantener, según el horizonte auroral y empírico, la res publica americana.
Parejas reflexiones corresponderían a la identidad linguística románica, hispánica, que nos entronca naturalmente con el Imperium. El "melting‑pot" lingüístico yanqui es el modelo de la ruptura linguística, rítmica y semántica y por ende una puerta a la tiniebla del sensus y de la vida
El surrealismo ha tenido en la promoción del mundialismo un significado de ruptura estética muy importante; sus efectos considerables han desviado las energías espirituales por el ateísmo, la irreligión, el odio a las res publica; la caducidad del iluminismo racionalista a su vez se potenció sustituido por un evolucionismo dialéctico desenfrenado y antihyperbóreo. Se completó el trabajo práctico de los "talleres" luciferinos, y el desmontaje y re‑montaje subsecuente exhibieron la "revolución cultural", la "revolución semántica" y la "revolución del sexo y la violencia".
América Románica ha sufrido por la coalición de estas fuerzas un retroceso, saludado hoy con entusiasmo por los lobbies capitalistas y marxistas judeo‑cristianos como coyuntura de inflexión hacia una subaldea multiracial, que destruye para siempre la herencia, aquí y ahora, la herencia de dos mil años. Y sobre todo la herencia próxima de cincuenta años de Peronismo, que articuló el hombre, la tierra, la Nación y la res publica tal como aquí la consideramos.
Estos trasfondos deben ser considerados para entender la geopolítica anglo‑yanqui‑vaticanista que presupone culminar la fase destructiva, la emulsión racial y religiosa, la pobreza y confusión linguísticas, la plétora de una imagen videocrática, más profunda y más real según los gestores del melting‑pot que la natura sublime y el hombre limpio y misterioso. Nuestra Geopolítica, a la inversa, debe construir parámetros contrastantes, incluso en medio de las ruinas, como en el caso concreto de Argentina, Bolivia y Perú. Avanzan las fuerzas oscuras, reordenando y restringiendo la conciencia racial, política y religiosa con consecuencias catastróficas para los próximos cincuenta años, no digamos nada en un siglo. Nuestra geopolítica supone rescatar y salvar lo que sugiere la semántica del término complejo, e instalar los canales concretos de una generación que repudie la destrucción y la inmersión en la revolución sexual, biológica, sodomita, impulsada por los amos del sexo y la pornografía, y gratificada por el jet‑set de los play‑boys y clérigos apóstatas, anti‑sociales, en cuanto defienden la contranatura, el mestizaje compulsivo, la decadencia biotípica de la materia gris, la “raza inferior", por subalimentación y drogas sin control. Estos son términos absolutos tanto para el frente, que llamo por comodidad, del surrealismo sexual con el universo paranormal de televisión, drogas y deportes hypertrofiados; pero también términos absolutos para nuestro contrafuerte, considerado como el equilibrio heroico de las energías divino‑cósmicas y humanas en el acto de promoción de una cultura solar que combata ya sin demora la aldea mundialista, la subaldea americana, dominadas por la informática de los talleres periodísticos y/o los "conductores" de opinión, impuesta por la sinarquía de los ocultos cenáculos altígrados. Ellos decidirán el rumbo de las conciencias corruptas; nosotros la selección espiritual que, o con la política empírica constructiva, o con la espada fulminante de la guerra, liquida la global invasión del detritus y del barro, para decidir otros rumbos, riesgosos es verdad, pero más limpios y más humanos.
8.
Unas palabras requeriría el epíteto "étnica" ‑Defensa étnica‑ por la confusión consolidada con la propaganda y la guerra semántica contra la claridad mental y concipiente, y con el peso de un odio del hombre por 1a cultura. Pues si hay "poder del hombre sobre el hombre" hay también, en consecuencia, "odio del hombre por el hombre". Es esto lo que cuadra distinguir con pericia, deslindando conceptos generales ‑de que usan y abusan los iluministas y su reduccionismo jesuita ‑y las concretas realidades physicas e históricas. En ellas la variable tiempo opera de diverso modo, que no es oportuno analizar aquí. Es suficiente perfilar una diferencia entre el reduccionismo, potenciado en tiranías nominalistas infecundas, y la physis omnigenética con la historia multiforme pero que ha seguido un decurso no emulsivo o solvente, sino anabático y espiritual.
Una etnia no es una raza, no en el sentido biológico‑evolucionista, ni en el sentido nacional‑socialista, ni en el sentido de la historia positivista En su base biológica sí hay una "raza", aria estirpe biológica, acompañada de un destino histórico concreto. Dicho en forma más simple ni raza equivale a etnia, ni ésta a raza. Trascendiendo las razas biológicas, las etnias presuponen un principio espiritual multiplicador. Nosotros argentinos somos hasta ahora una etnia, en proceso de destrucción por la Global Invasión. Y ésta, como planificación geopolítica planetaria, incluye la destrucción de las etnias constituidas y/o advenidas en un decurso histórico‑espiritual. La disolución del poder centralista soviético ha puesto al descubierto en Europa el vigor de las etnias, y la respuesta sinárquicas la guerra del bolsón yugoeslavo. Pero ¿por qué?
Apliquemos estas someras nociones a nuestro caso. La etnia americana, argentina, ha tenido o había tenido desde 1930 a 1980 ‑para poner linde claros‑ una anábasis histórica que retoma su conciencia en la Revolución de 1943 y luego en la obra estratégica de Juan Perón hasta su muerte. De forma sumaria pues hablemos de una etnia criolla‑argentina que en su identidad compleja y abierta es fecunda e imprevista. Este es un recurso biológico‑histórico‑espiritual que posibilita concentración y despliegue. Es esto lo que he destruido la Global Invasión. Nuestra Defensa es reencontrar su expresión y sus caminos más profundos que un síntoma folklórico, pues es un anima genética, como el anima mundi de los estoicos. Es el anima argentinae, cuya muerte es una catástrofe de la tierra. El mismo folklore podría invalidarla, caso A. Yupanqui.
Y con este pensamiento relaciono el tercer epíteto: Defensa telúrica que se impone hay como el resultado alquímico espiritual de un despertar por la cultura, étnico, linguístico, estético. A eso nos encaminamos probablemente en lo que he llamado siempre la II Guerra de la Independencia, ahora frente a la Global Invasión que nos inunda y nos esclaviza. Es un poder oscuro y trágico, diabólico, aqueróntico, de sombras ominosas y de presagios crueles por el sacrificio humano que comporta; contra éste poder deben reasumir los argentinos la lumbre, el ritmo apolíneo e hyperbóreo de anábasis solar; contra este poder deben reservar la tierra y rehacer la cultura y el pensamiento. Es ésta la tarea que nos hemos propuesto bajo el lema Soberanía, Fidelidad y Virtud Heroica, como signos políticos, éticos y estéticos de una Joven América. Debe ese empeño recuperar su propio margen frente al judeo‑cristianismo para retornar aun espacio de Tercera Posición internacional, fundada en estrictos parámetros geopolíticos americanos y en trasfondos teológicos que desalojen la confusión de los lobbies judíos, pro‑judíos y sionistas. Es necesario asimismo una severa recognición de la pseudo cultura modernosa; un espíritu selectivo con libros, espectáculos y mensaje, que baten los espacios de la "aldea mundialista". En principio es mejor potenciar la memoria del pasado lejano y/o próximo, indagar e interpretar los ciclos catastróficos, pues la geopolítica mundialista incluye por un tiempo al menos la respetara de una memoria empírica global, para inundar luego el mercado con hermeneúticas confusas y contradictorias, sobre todo para los más jóvenes. Caso Alemania actual, en relación con la gran Alemania nacional‑socialista, que apenas duró 15 años. ¿Por qué?
Me doy cuenta perfectamente que estos perfiles de contra‑acción geopolítica americana no son simples ni fáciles de cumplir. Pero es el margen que tenemos antes del hundimiento de la Atlántida.
La reasunción de la II Guerra de la Independencia exige reconocer y redimensionar el lapso de nuestros héroes heráclicos, y proceder a limpiar la conciencia histórica de la drogadicción judeo‑cristiana. Un solo camino tenemos: desplegar la guerra semántica, y preparar el conflicto de la revolución nacional americana contra los déspotas del Norte (eje Washington ‑ Londres ‑ Roma) y contra los leninistas del Este (Yeltsin, Gorbachev y caciques menores de Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, etc.). Para nosotros rioplatenses, refundar el Ejército Argentino en dos cuadros estratégico‑políticos: el Ejército del Norte, que llamaremos Columna "San Martín”, y el Ejército del Sur, que llamaremos Columna "Juan Perón".
República Argentina
17 de Octubre de 1992.
[Publicado en Ciudad de los Césares (Revista de Política y Cultura Alternativa) Chile en su número 26, correspondiente a los meses de septiembre-octubre de 1992.]