Por Juan Domingo Perón.
Desde Madrid, difundido el 21 de febrero de 1972
Hace casi treinta años, cuando aún no se había iniciado el
proceso de descolonización contemporáneo, anunciamos la tercera Posición en
defensa de la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a
los bloques en que se dividieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número
y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo un peligro mayor- que
afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia- nos obliga
a plantear la cuestión en nuevos términos, que van más allá de lo estrictamente
político, que superan las divisiones partidarias o ideológicas, y entran en la
esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y
gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha
emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la
dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población
y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato
la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional.
La concientización debe originarse en los hombres de
ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a través de los dirigentes
político. Por eso abordo el tema como dirigente político, con la autoridad que
me da el haber sido precursor de la posición actual del Tercer Mundo y con el
aval que me dan las últimas investigaciones de los científicos en la materia.
Los hechos
El ser humano ya no puede ser concebido independientemente
del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica,
y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo
puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas.
La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal
rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su acción va más
rápido que su captación de la realidad y el hombre no ha llegado a comprender,
entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan
de la naturaleza y no de su poder mental. De este modo, a diario, su vida se
transforma en una interminable cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han
bastado un par de décadas para convertir ríos y mares en basurales, y el aire
de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso. Inventó el automóvil para
facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil que
se asienta, sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización,
inmunidad y contaminación en las ciudades y se grava las consecuencias de la
vida sedentaria.
Despilfarro masivo
Las mal llamadas "Sociedades de Consumo", son, en
realidad sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el
que el gusto produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes
necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo duradero,
con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce
utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los
artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la saluda humana, y
hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad
humana. Como ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido
reemplazados por otros con motores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega
a las naftas simplemente para aumentar el pique de los mismos.
No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales
de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados funciones mediante
el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo. De
este modo el problema de las relaciones dentro de la humanidad es
paradójicamente doble: algunas clases sociales - la de los países de baja
tecnología en particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y
las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que
asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco están
racionalmente alimentados ni gozan de una auténtica cultura o de una vida
espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la ansiedad y del tedio y
los vicios que produce el ocio mal empleado.
El espejismo de la
tecnología
Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos
intereses creados o por la falsa creencia generalizada de que los recursos
naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a
agravarse, mientras un fantasma - el hambre- recorre el mundo devorando 55
millones de vidas humildes cada 20 meses, afectando hasta países que ayer
fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo en las
próximas décadas. En los centros de más alta tecnología se anuncia entre otras
maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de
casa harán compras por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos.
La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que
perece que estuviera constituida por más de una especie.
El ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha
olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras
llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles
poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata
el oxígeno que respira el agua que bebe, y el suelo que le da de comer y eleva
la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias
biológicas. Ya en el colmo de su insensatez, mata el mal que podía servirle de
última base de sustentación.
Después de la tierra,
el mar...
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado
cerca de 200 especies animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las
especies marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de
los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de
peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo
involuntariamente derramado. Solo el petróleo liberado por los buques cisterna
hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin
embargo seguimos arrojando al mar más desechos que nunca, perforamos miles de
pozos petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje
de los petróleos sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas.
...Y el agua potable
La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades, es
bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disminuirla. En cambio, todavía
existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por
el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la
agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos
extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser desagües
cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación. Al mismo
tiempo la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la
vegetación natural se ha convertido en un problema mundial, y se pretende
reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más
complejos de la naturaleza. Para colmo muchas fuentes naturales han sido
contaminadas; las reservas cuando nos quedaría como último recurso la
desalinización del mar nos enteramos que una empresa de este tipo, de dimensión
universal, exigiría una infraestructura que la humanidad no está en condiciones
de financiar y armar en este momento.