Reseña
¿UN ENGAÑADOR?
Julio González, Isabel Perón. Intimidades de un gobierno, Buenos Aires, El Ateneo 2007.
El autor, que fue Director de Asuntos Jurídicos de la
Secretaría de Prensa y Difusión en la gestión Abras, Secretario Técnico de la
Presidencia y Secretario privado de la presidente Sra. María Estela Martínez de
Perón, suele frecuentar lo que algunos llaman el "campo nacional" de
la política, donde, amparado en sus pasadas magistraturas, sus pretensiones de
lealtad y su verborragia casi exclusivamente antibritánica, deslumbra a quienes
lo oyen.
Curioso su libro, por el momento elegido para editarlo, por
decir lo que dice y por cómo lo hace. Pues entre relatos de su actividad como
funcionario o como preso político trasluce ciertas intimidades de su
pensamiento que dan origen al título de esta nota. Veamos algunas.
Entretanto relata su amistad con un tal Marcos Codan, preso
con él en 1976 en el barco Ciudad de La Plata, aprovecha para encabezar su
discurso del caso con una confesión de fe ecumenista, contenida en el siguiente
diálogo (p. 22):
Codan: "-Doctor, yo sé que usted es un hombre católico
y yo quiero aclararle que soy judío". González: "-Señor, Dios
escribió una línea de su verdad en el alma de cada pueblo y en el espíritu de
cada hombre. Que profesemos religiones diferentes no significa absolutamente
nada. Y le tendí la mano, sigue, con gran emotividad".
¿Exageramos al suponer que esta anécdota gratuita esconde o
una suerte de pedido de autorización para poder decir todo lo restante, o mejor
aún un signo para que compañeros de ruta lo reconozcan?
No vamos a comentar el libro en detalle, ni a discutir la
verosimilitud o veracidad de lo relatado confrontándolo con otras fuentes.
Sino sólo a mostrar lo suficiente como para alertar desprevenidos.
En medio de protestas de lealtad, socava sin embargo constantemente
la imagen del General Perón, presentándolo como un octogenario manipulador, sin
fuerzas, sin poder efectivo, indefinido, dilatador de decisiones, gatopardista
y preocupado además sólo por mantener la estabilidad del "régimen de los
intereses económicos y financieros" (p. 43). Y otro tanto a Isabel,
sutilmente perfilada a lo largo del relato como una mujer desleal, sin
carácter, caprichosa, desconcertada, abrumada por hechos que no comprende ni
domina y que la sumen en la apatía, el sopor y el desaliento más extremos, lo
que no obsta para que le reconozca, en otros pasajes por cierto, ¡una voluntad
de acero!
Detrás de su consentida autodefinición como
"nacionalista católico" (p. 29), sus hechos y opiniones pro
montoneras, ya abundantemente manifestadas en su libro Hernandismo y
Martinfierrismo, Plus Ultra 1975 lo exhiben como sostenedor a
ultranza de las políticas más decididamente antinacionales y disociadoras que
hoy nos corroen.
He aquí una muestra:
1. A propósito de la maniobra política a que se vio obligado
el general en 1973, cuando tuvo que sacar del gobierno a Cámpora y sus
desquicios, después de variadas críticas a esta operación que salvó a nuestro
país, termina comentando peyorativamente: "Tal era el poder de Juan
Domingo Perón y sus adláteres desde el exilio: su esposa y su secretario López
Rega".
2. Cuando califica a sus compañeros
de celda es todo elogios para Taiana; Jorge Alberto Vázquez,
ex subsecretario de Relaciones Exteriores de Cámpora; el general Iñíguez, los
coroneles Julio César Perlinger y Roberto Sánchez Casaña, "católico
identificado con las doctrinas de los curas del tercer mundo"; Jorge
Cepernic, su amigo y "un valiente gobernador", o Mario Aguirre,
dirigente sindical en la CGT de los Argentinos (pp. 28 a 35).
3. Al relatar los sucesos del 20 de Junio de 1973, en la que
llama "masacre de Ezeiza", todas las sospechas son para los
defensores del palco, ninguna para los grupos guerrilleros que quisieron
coparlo (p. 37). Y lo inculpa a Perón porque en su disertación del día
siguiente "no hubo ... ninguna palabra sobre las víctimas que lo
aguardaban y sufrieron la inesperada matanza" y porque "nunca ordenó
una investigación seria que individualizase a los responsables: todo parecía
reducirse, a una estadística. Las personas de carne y hueso, las almas y los
espíritus no contaban".
4. Hace suya en alguna medida la versión de que la candidatura
de Isabel a la vicepresidencia salió de un complot extorsivo realizado por ella
y López Rega, quienes se habrían impuesto a un Perón incapaz de negarse (pp.
40-42).
5. Considera inauténtico el Modelo Argentino para el Proyecto
Nacional, porque "la redacción del modelo nacional era una tarea
que excedía al propio Perón". Remata el tema con este argumento: "Su
ausencia del país durante dieciocho años le impuso un desconocimiento de la
realidad nacional, de la geografía y de los hombres. Leer sobre un país
mientras se come el pan del destierro no es lo mismo que padecer sus crisis,
palpar sus hechos y lidiar cuerpo a cuerpo con quienes lo conducen" (p.
45).
(¿Creerá González que él lo hubiera hecho mejor? ¿No corrobora con esto
aquel juicio del filósofo, que decía que para sus lacayos no hay héroes; pero
que en realidad no es que no los haya, sino que ellos son lacayos y ven las
cosas con ojos de tales?). Y asegura por fin que "en la actualidad el
modelo argentino que bosquejó Perón sería irrelevante" porque "el
Estado no tiene poder ni patrimonio", de modo que es imposible modelar
sobre algo inexistente.
6. Sobre el intento, que atribuye al coronel Damasco, de
concertar con las juventudes peronistas, invadidas por grupos guerrilleros,
afirma que tal cosa era imposible porque unos (es decir, los fieles) repetían
"las palabras aquietadas del gobierno sin poder" y otros, los
montoneros, "las palabras inquietantes de un poder potencial pero sin
gobierno." (p. 45).
7. Sobre la ruptura de Perón con los montoneros, el 1º de
Mayo de 1974, reproduce las consignas injuriosas cantadas por éstos (¿por
qué?), pero del discurso de Perón sólo recuerda los epítetos "estúpidos e
imberbes" que el General les endilga, no el de "mercenarios al
servicio del exterior" bastante más preciso. Y para rematar asegura que
cierto personaje le contó lo siguiente: "concluido el acto, hablando a
solas y sin ocultar su contrariedad y tristeza, Perón me dijo: -Se me fue la
mano." (pp. 46 y 454).
8. Apoya abiertamente el operativo Dorrego implementado por
el general Carcagno junto con el futuro Ministro del Interior del Proceso,
Albano Harguindeguy, de igual grado. Considera este operativo una
"epopeya" porque unía la "Juventud Peronista" (o sea, los
montos), el Ejército y los productores agrícolas con el fin de canalizar los
campos inundados de la Provincia de Buenos Aires. A él le "resultaba increíble"
que "compulsado en su accionar y en su estrategia de presidente de la
República por un cacique gremial sin ningún conocimiento (se refiere a Lorenzo
Miguel)", "el octogenario" general Perón no concurriera a
inaugurar la tarea entonces terminada". Y opone a continuación, por un
lado, la patria metalúrgica, "movilización que el sector gremial
hizo de los trabajadores después de 1955- Con emotividad, con fervor, con
nostalgia de un pasado y con furia negativa a cualquier innovación. Sin otro
objetivo ni programa de gobierno que no fuesen el regreso de Perón, la apología
permanente de su apellido y la difusión de su rostro. En este sector no existía
pensamiento o labor intelectual". Del lado opuesto coloca en cambio a la
patria socialista, "movimiento de liberación nacional"
formado por grupos que partían del conocimiento dé los planes quinquenales de
Perón (1946-52 y 1952-55), de la transformación profunda del país y de las
condiciones de vida de aquella época...". "En este sector estaban los
jóvenes profesionales". Y termina, como para disimular, criticando a
Galimberti y Firmenich, el uno un muerto biológico y el otro un muerto
político. Pero nada dice de los montoneros hoy el poder, no muy inspirados en
los planes quinquenales peronistas precisamente.
9. Se enoja con Perón por haberse opuesto a la difusión de
la película La Patagonia Rebelde dirigida por Olivera sobre guión de
Osvaldo Bayer. El general había dicho entonces: "Yo viví en aquella época
y las cosas no fueron tan así". Alabando en cambio el film La
Hora de los Hornos, de Pino Solanas y Octavio Getino, añade González:
"eran los tiempos en que el viejo «camandulero» prohijaba el socialismo
nacional, a cuyos seguidores habría luego de execrar y radiar de la vida
pública".
10. Durante su gestión se opuso, nos dice, al nombramiento
del Dr. Alberto Ottalagano como rector interventor de la Universidad de Buenos
Aires en la gestión Ivanisevich. Y eso porque Ottalagano nunca fue profesor
universitario. Aunque tampoco lo fue Rodolfo Puiggrós, rector de la UBA durante
la administración montonera. Pero éste se trata en cambio para el autor de un
"notorio marxista talentoso" estudioso de los problemas argentinos,
de quien considera importante consignar que le obsequió afectuosamente uno de
sus libros menos difundido: La cruz y el feudo.
11. Sobre la ley que ordenaba la repatriación de los restos
de Rosas, resistida por algunos ministros de entonces (Rocamora, Vignes), dice
que Perón en su momento tuvo sobre don Juan Manuel sus reservas. En las notas
añade que "una década de investigaciones, iniciadas después de 1983, me
permitió acreditar con documentos fehacientes que Rosas fue mandadero- gestor
de los planes británicos y quien suscribió los tratados ratificatorios del
tratado del 2 de febrero de 1825, que adjudicó a Gran Bretaña el control
económico, financiero y marítimo de la Argentina, Chile, el Perú, Gran Colombia
(Ecuador, Colombia y Venezuela) América Central y México". Rosas, agrega,
"fue, sin lugar a duda, el autor del primer genocidio argentino, sin
contar la matanza de aborígenes". Pruebas de semejante "masacre"
(así la llama) se la dan dos libros de notorios y antipatriotas liberales. Y
finaliza con que "la sentencia judicial contra el reo Juan Manuel de Rosas
fue la pena de muerte con carácter de aleve. El fallo ordenaba la extradición
de Rosas desde Gran Bretaña para ejecutar la sentencia, pero ningún gobierno la
solicitó. Gran Bretaña protege a sus empleados".
12. Pese a su insistencia, Isabel decidió no concurrir a un
acto político de homenaje a Perón en la cripta de Olivos, el 20 de noviembre de
1975, con participación de la juventud "peronista" y organizado por
los diputados Contesti y Montenegro. Dice González al respecto "¿Quién
había aconsejado a Isabel que rehuyera de ese encuentro con su pueblo?". Y sigue: "Ser secretario privado de esta
mujer era una tarea tremenda. Fue una misión (?) que hinchó la médula de todos
mis huesos con una bilis muy amarga y en la que mi lealtad se pagó con la
cárcel. Tuve que salir yo mismo a dar explicaciones a las juventudes
congregadas, a cohonestar el injustificable capricho de la presidenta. El
episodio me produjo tanta angustia que fue la primera vez que pensé seriamente
en renunciar a mis cargos. ¡Cuánto lamento no haberlo hecho!", (pág. 387).
¿Acaso este tono es el corresponde a un secretario privado medianamente leal?
Pero dejando esto de lado, conviene de todos modos preguntar: ¿De qué misión se
trata? ¿Quién se la impuso?
Muchas otras muestras de esta curiosa manera de juzgar
acontecimientos y personalidades pueden entresacarse de las anécdotas y
recuerdos rememorados. Ellos se refieren a una etapa de la vida política donde
se aceleró la transformación del peronismo, cuyos cuadros dirigentes pasaron en
buena medida a convertirse en instrumento de los planes sinárquicos en
creciente avance. El autor estuvo al lado de Isabel en los momentos decisivos,
mientras el enemigo aprovechaba la muerte de Perón, 1º de julio de 1974, para
acelerar sus planes invasores. González silencia sin duda algunos datos y
manipula otros. Isabel le dijo por ejemplo, nos cuenta, que muchos ministros y
secretarios la engañaron. Y se sorprende de que no lo haya eximido a él de
esto. ¿Por qué será?
La misma doctrina peronista no es para el autor, como el
general enseñaba, el núcleo viviente de una realización política fundamental,
sino una serie de citas ordenadas cronológicamente, sin valor intrínseco. Mal
que le pese, junto con la misteriosa vigencia del general y de su obra en la
memoria del pueblo, ¿no sigue ese fundamento siendo determinante para que
Argentina y América románica se encuentren con su destino?
Roberto Scardanellí
Buenos Aires, 11 de
agosto de 2010
Publicado originalmente en El Pampero Americano Nº 21, agosto de 2010