La historia de peronismo, como todo episodio histórico,
tiene sus actores, tiene sus causas y tiene su escenario. Una vez conocidos
estos tres capítulos, recién podemos estudiar el desarrollo de los
acontecimientos y de sus efectos en la historia. Cuando yo acepté dictar este
curso en esta Escuela, creí inicialmente que sólo iba a tener que relatar los
acontecimientos, cosa que no me traería ningún inconveniente dado que yo los he
vivido y que también los he sufrido. ¿Qué dificultad podría tener en narrarles
a ustedes todas las luchas del general Perón, si yo, directa o indirectamente
las he compartido siempre? Yo me dije: éste es mi gran tema. Pero cuando tuve
que sentarme a esbozar el programa, advertí que eso no era todo y me di cuenta
que no se trataba solamente de relatar los episodios de la historia del
peronismo, sino de hacerla comprender, de hacerla sentir y de inculcarla, como
dice el general Perón. En ese momento fue cuando comprendí que el problema no
era tan simple, y menos para una mujer humilde cuyo único título es nada más
que su gran voluntad y su gran amor por la causa del General y de su pueblo.
Por eso me han visto ustedes andar por caminos que si no son desconocidos para
mí –ya he dicho en otra oportunidad que siempre me ha gustado el tema de la
historia, porque he estado buscando en él una medida que no encuentro para el
general Perón y nuestro pueblo-, son caminos menos conocidos o poco
frecuentados para mí. En estos años de lucha no he podido alcanzar todavía a
medir la importancia que tiene nuestro pueblo, nuestro movimiento y su líder en
relación con los grandes acontecimientos de la historia.
No he leído la historia para explicarla, ni para dar
clases o divertirme, sino para aprender en ella a querer y a sentir todavía más
esta breve pero extraordinaria historia de Perón y de su pueblo. Lo que he
podido aprender a través de los acontecimientos generales de la historia, es lo
que he querido que también ustedes aprendan aquí. En otras palabras, no me
interesa que ustedes sepan quién fue Licurgo, ni en qué año nació; me basta con
que aprendan que lo mejor de él –y de todos los hombres extraordinarios de la
historia-, está en la doctrina del general Perón y ha sido realizado en la
breve historia del peronismo.
No me interesa tampoco que ustedes sepan mucho sobre la
Revolución Francesa, o sobre las luchas entre plebeyos y patricios, o entre
espartanos e ilotas; pero si me interesa que sepan que ningún movimiento de
masas o de pueblos es comparable con el que realizó nuestro pueblo el 17 de
Octubre de 1945.
Para eso hemos estudiado la historia universal,
buscando precedentes y precursores de la historia del peronismo. Analicen un
poco lo que hemos hecho hasta aquí. ¿Nos hemos limitado a describir los
acontecimientos históricos? ¿Nos hemos puesto a relatar siempre vidas de
grandes hombres? No; en realidad, yo he presentado a los autores del movimiento
peronista, únicos y exclusivos; el general Perón y el pueblo. Ya saben también cuál
es la medida de nuestro pueblo, porque lo hemos comparado con otros pueblos y,
sobre todo, con sus grandes manifestaciones de rebelión, con la Revolución
Francesa y con la revolución rusa.
Ahora tenemos que estudiar las causas y, luego, el escenario
del peronismo, para recién después hacer el relato de sus episodios
fundamentales. Creo que ha llegado el momento de considerar cuáles fueron las
causas del peronismo. Recuerdo que en el capítulo, por ejemplo, de la historia
de la Revolución Francesa, son más las páginas que se dedican al estudio de sus
causas que a los acontecimientos de la misma revolución. Todavía hay mucha
gente que se dedica a escribir libros que explican por qué se produjeron la
Revolución Francesa, la revolución rusa y la revolución americana. No quisiera
que eso sucediera con nuestro movimiento peronista. Preferiría que se escriba
más sobre lo que hemos hecho que sobre los motivos o las causas de lo que hemos
realizado. Sin embargo, no puedo eludir, en ese curso, el tema mismo, y tengo
que dedicar una o dos clases al estudio de las causas del peronismo.
Me he puesto a pensar, como podría hacerlo cualquiera
de ustedes, sobre este tema, y creo que no es muy complicado llegar a conocer
rápidamente las causas que determinaron el nacimiento del peronismo. ¿Cuándo
nació el peronismo?
No nació el 4 de Junio, pero tal vez pueda decirse que
en esa fecha se levantó el telón sobre el escenario. No es el episodio mismo,
porque tal vez lo único peronista del 4 de Junio fue Perón y su proclama. El
pueblo todavía no está allí, como estará el 17 de Octubre y el 24 de Febrero o
como está ahora todos los días acompañando al general Perón y a su movimiento.
El 4 de Junio dio el primer paso el general Perón para llegar a su pueblo, y
aunque el ejército que lo acompañaba es parte del pueblo, no es todo el pueblo.
Para demostrar que todavía no había nacido el
peronismo, piensen ustedes que el gobierno de la Revolución del 4 de Junio no
era totalmente popular, y si no recuerden en el nombre de algunos ministros de
entonces, y eso basta. Recuerden que el mismo coronel Perón fue inicialmente
colocado en un puesto exclusivamente militar. El peronismo no nació, para mí,
el 4 de Junio de 1943, pero tampoco nació el 17 de Octubre, porque el 17 de
Octubre de 1945, el peronismo triunfó por primera vez. Quiere decir que para
esa fecha ya había nacido.
El peronismo, a mi juicio, nació al crearse la
Secretaría de Trabajo y Previsión, nació cuando el primer obrero argentino le
dio la mano al coronel Perón pensando: "me gusta este coronel". El
pueblo empezó a presentir que ya no era una esperanza, sino una realidad.
Quiere decir que el peronismo no nació sólo con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nació cuando el primer obrero argentino, al encontrarse con el general Perón, pensó que ya tenía quien le protegiera y que ya se encontraba ante la realidad. Cuando lo ponen a Perón en posesión del cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, a él lo aplauden muchos dirigentes gremiales.
Quiere decir que el peronismo no nació sólo con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Nació cuando el primer obrero argentino, al encontrarse con el general Perón, pensó que ya tenía quien le protegiera y que ya se encontraba ante la realidad. Cuando lo ponen a Perón en posesión del cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, a él lo aplauden muchos dirigentes gremiales.
Creo que no nos equivocamos, entonces, si decimos que
el peronismo empezó a nacer cuando Perón entró a la Secretaría de Trabajo y
Previsión, o sea al viejo Departamento Nacional del Trabajo. Desde ese día los
obreros, o sea el pueblo, empezaron a formar una sola fuerza con Perón. El
peronismo es eso. Es una fuerza integrada por Perón.
Pero volvamos al tema: ¿cuáles fueron las causas del
peronismo? ¿Por qué Perón y el pueblo argentino decidieron unirse para tomar el
gobierno de la Nación? Para liberarse del imperialismo y del fraude. Porque el
pueblo estaba cansado de la gente que ocupaba el gobierno y había perdido la
esperanza; estaba cansado del fraude y decidió formar con el coronel Perón una
sola fuerza, para lograr sus justas reivindicaciones, pero también para
liberarse de la oligarquía, del imperialismo y de los monopolios
internacionales, sobre la base justicialista que después creara el general
Perón.
¿Por qué el gobierno estaba en tales manos? ¿Qué puntos
de contacto existían entre esas fuerzas tan poderosas- oligarquía, imperialismo
y monopolios internacionales- que habían vencido o engañado al pueblo argentino
durante un siglo? Es que esas tres fuerzas eran nada más que tres formas
distintas del capitalismo; por eso estaban tan unidas.
Eran tres formas distintas del capitalismo, en cuyo
sistema lo normal es la explotación del pueblo. Por eso estaban tan unidas y
por eso tenían puntos de contacto tan poderoso.
El peronismo, que no puede confundirse con el
capitalismo, con el que no tiene ningún punto de contacto. Eso es lo que vio
Perón desde el primer momento. Toda su lucha se puede reducir a esto: en el
campo social, lucha contra la explotación capitalista. No se olviden ustedes el
estado en que encontró el coronel Perón al pueblo trabajador cuando entró al
Viejo Departamento Nacional del Trabajo, que para suerte de todos fue barrido
de la historia del país, porque no había sido más que el trampolín de intereses
mezquinos del capitalismo, ya sea internacional o nacional; creando la
Secretaría de Trabajo y Previsión, cuna del justicialismo. No pueden olvidarse
ustedes que desde esa Secretaría, al realizar el coronel Perón la dignificación
del pueblo argentino, afianzó la soberanía de la patria. No puede haber pueblo
soberano si el pueblo no es digno.
Además, al crear la justicia social, el coronel Perón
tuvo después que buscar el soporte para mantenerla y lograr la independencia
económica. La Secretaría de Trabajo y Previsión, creación maravillosa del
coronel Perón, es la cuna del justicialismo en el país. No sólo dio desde esa
casa felicidad al pueblo, siendo como un rayo de luz y esperanza para todos los
hogares proletarios que habían perdido la fe en sus gobernantes, en sí mismos y
en los altos valores de la patria. No sólo les dio salarios, sino que los
dignificó, y la dignificación del hombre por el hombre no tiene precio. Eso es
lo grande de la lucha que tuvo el Coronel en el campo social y que tal vez los
argentinos no terminarán nunca de agradecérsela. Y al decir los argentinos, me
refiero a los argentinos de todos los campos, sean intelectuales u obreros.
En el campo político el general Perón luchó contra las
fuerzas de la oligarquía, que no tenían ningún escrúpulo en servir al
capitalismo, y aquí podríamos recordar un hecho bochornoso: los vendepatrias,
por combatir a un argentino, se unieron a un embajador extranjero, haciendo la
vergonzosa marcha de la democracia.
No sólo sirvieron a los intereses foráneos, del
capitalismo, para ser instrumento de la explotación de los obreros argentinos,
sino también que, en sus mezquinos y bastardos intereses, sirvieron a potencias
extranjeras y pidieron su ayuda y su intervención para desterrar de esta patria
al más ilustre de los argentinos, que venía a reivindicarla política, social y
económicamente, y a implantar una verdadera soberanía; no esa soberanía tanto
tiempo declamada y no practicada, sino una soberanía practicada con un sentido
patriótico, por un hombre que empezó a hablar, a querer y a actuar como
argentino.
Por eso, el general Perón tuvo que luchar contra esa
oligarquía que sirvió al capitalismo sin escrúpulos, y también contra las
fuerzas internacionales del capitalismo, que querían seguir dominando el
gobierno, como lo habían dominado durante un siglo, para explotar mejor al
pueblo argentino. No querían resignarse a perder el beneficio de esa
explotación de nuestro pueblo, para que éste continuara sirviendo sumisamente
sus intereses, mientras ellos despreciaban a los argentinos y los subestimaban,
porque jamás los creyeron buenos obreros ni capaces de dirigir nada; sólo los
consideraban burros de carga, sin darse cuenta de que el pueblo argentino,
dispuesto a engrandecer a la Patria, tiene una estatura que es imposible medir,
porque es un pueblo que sabrá morir en las fronteras antes que vivir jamás de
rodillas ante nadie.
Por eso, la lucha del entonces coronel Perón en el
campo político fue ardua, desgraciadamente, y no quisiera detenerme en esto.
Digo desgraciadamente, porque es una desgracia para nosotros que haya habido –y
existan todavía- argentinos que sirvan a los imperialismos y a intereses
foráneos, contra los supremos intereses de la Nación; es una desgracia que
todavía haya argentinos –como los hubo- que se unieron ante las potencias que
ya conocemos, porque se sentían más dignos, más "niños bien", o
porque no querían seguir perdiendo las cuatro monedas con las les compraban sus
conciencias.
Los peronistas y el pueblo humilde de la Patria, el
pueblo trabajador y todos los que acompañamos al coronel Perón, podemos
sentirnos orgullosos de nuestro egregio apellido de argentinos, porque lo
llevamos con honor y lo supimos defender, en las horas inciertas, con la
dignidad de buenos argentinos.
Para nosotros, los peronistas, era fácil defender
nuestro digno apellido de argentinos, pero desgraciadamente en todas partes se
cuecen habas y en todas partes hay traidores y vendepatrias. Nosotros vimos –y
seguimos viendo anonadados- cómo es posible que ciertos individuos que se
llaman argentinos, sigan siempre defendiendo lo foráneo, aun con mentiras y con
intereses que ya no pueden ser ocultos a ningún argentino bien nacido.
Para nosotros fue fácil, pero imagínense ustedes ¡qué
dolor habrá sentido el Coronel en su corazón de argentino, en su corazón de
patriota, viendo a aquel grupo de destacados, a quienes Dios no había iluminado,
para comprender que en esta Argentina de San Martín nos tocaba vivir una época
sencilla, humilde, silenciosa pero heroica, en defensa de la patria,
recurriendo sólo a nuestra dignidad de sentirnos orgullosos y honrados con
nuestro querido patrimonio que es necesario defender en un momento caótico para
la humanidad.
¡Qué horas inciertas habrá tenido el coronel Perón en esa lucha política ardua, ante la incomprensión de muchos argentinos, porque a él no le habría interesado el ataque del exterior –al contrario, lo hubiera alentado en sus sueños de patriota-, pero le dolía el ataque de los argentinos aliados a la fuerza foránea, de los que cruzaban el río para despotricar contra el país, de los que se aliaron a embajadores extranjeros, de los que defienden monopolios, como abogados, por cuatro monedas –porque los compran con chauchas-, de esos que ya conocemos, que creían que era de niños bien gustar de todo lo extranjerizante!
¡Qué dolor habrán causado al coronel Perón, pero también qué honda satisfacción habrá tenido al ver que un grupo de argentinos, y sobre todo el pueblo humilde de la patria, las fuerzas del trabajo, lo comprendían y lo seguían, lo que nos demuestra que Dios les había iluminado el alma, tal vez porque los humildes viven al aire libre, con el alma siempre abierta a las cosas extraordinarias! ¡Ellos vieron a Perón y lo siguieron son el entusiasmo y la fe con que solamente los seres superiores pueden comprender!
¡Qué horas inciertas habrá tenido el coronel Perón en esa lucha política ardua, ante la incomprensión de muchos argentinos, porque a él no le habría interesado el ataque del exterior –al contrario, lo hubiera alentado en sus sueños de patriota-, pero le dolía el ataque de los argentinos aliados a la fuerza foránea, de los que cruzaban el río para despotricar contra el país, de los que se aliaron a embajadores extranjeros, de los que defienden monopolios, como abogados, por cuatro monedas –porque los compran con chauchas-, de esos que ya conocemos, que creían que era de niños bien gustar de todo lo extranjerizante!
¡Qué dolor habrán causado al coronel Perón, pero también qué honda satisfacción habrá tenido al ver que un grupo de argentinos, y sobre todo el pueblo humilde de la patria, las fuerzas del trabajo, lo comprendían y lo seguían, lo que nos demuestra que Dios les había iluminado el alma, tal vez porque los humildes viven al aire libre, con el alma siempre abierta a las cosas extraordinarias! ¡Ellos vieron a Perón y lo siguieron son el entusiasmo y la fe con que solamente los seres superiores pueden comprender!
Siempre he dicho que el mayor enemigo del hombre de
genio es el mediocre, aquellos enemigos de Perón son los mediocres. El mediocre
es enemigo de toda cosa nueva y por lo tanto enemigo de toda revolución, y lo
que había que hacer en el país era una revolución total, tanto en lo político,
como en lo social, como en lo económico.
Además, ellos creían todo exagerado, porque eran
incapaces de comprender nada de lo que se quería realizar. Es claro, ellos,
incapaces de realizar nada que no sea para ellos, están en contra de aquel que
quiere realizar algo para la comunidad, algo para servir a todos. Por eso hemos
de seguir cuidándonos de tales enemigos que todavía están y siguen trabajando.
No nos podemos confiar nosotros en el triunfo que nos ha dado Perón. Debemos seguir manteniendo la llama latente del coronel Perón y continuar nosotros iluminando los senderos de la patria con nuestra vida, con nuestro sacrificio, con nuestro reconocimiento diario al general Perón en esta cruzada patriótica que las futuras generaciones quizás comprendan más que nosotros mismos.
No nos podemos confiar nosotros en el triunfo que nos ha dado Perón. Debemos seguir manteniendo la llama latente del coronel Perón y continuar nosotros iluminando los senderos de la patria con nuestra vida, con nuestro sacrificio, con nuestro reconocimiento diario al general Perón en esta cruzada patriótica que las futuras generaciones quizás comprendan más que nosotros mismos.
Y luego, además de luchar contra los malos argentinos,
tenía que luchar contra los intereses que ya todos conocemos. En el campo
económico, el coronel Perón tenía que luchar por la independencia económica y
por la economía social. Por la independencia económica: y para eso producía una
verdadera mutilación de los imperialismos dominantes, reconquistando los
servicios públicos de la Nación, que eran los instrumentos con que nos
dominaban. Por la economía social, poniendo el capital al servicio del pueblo,
haciendo sentar por primera vez ante una mesa paritaria a patronos y obreros,
para repartir equitativamente las ganancias de un capital que había explotado
al pueblo y que jamás lo había recompensado con una justa retribución.
Ustedes, con alto criterio, sabrán comprender lo ardua
y difícil que habrá sido la lucha del coronel Perón en estos cuatro aspectos
que acabo de enunciar ligeramente. Pero cuando se está iluminado por algo
superior, cuando la causa es la Patria, cuando el objetivo es la felicidad y la
dignidad de su pueblo, no hay escollos, no hay obstáculos ni hay sinsabores que
puedan detener. El coronel Perón estaba iluminado por algo divino, y pudo
darnos la Argentina de bonanza y de felicidad en que estamos viviendo ahora, y,
sobre todo, la dignidad nacional, ya que cada uno de nosotros se siente ahora
más orgulloso de nuestro egregio apellido de argentinos. Al trasponer las
fronteras, todos los argentinos se dan cuenta de la conquista ciclópea que ha
obtenido el general Perón en el sentido de la soberanía y de la dignidad del
país, por la cual ha bregado.
La lucha ha sido ardua, pero venció. Venció como vencen
los grandes, acompañado por el pueblo, por los hombres y mujeres de bien, por
los humildes, a quienes, como ya dije, tal vez porque Dios no les dio riquezas
materiales, les brindó la riqueza más grande a que podemos aspirar los hombres
y mujeres de bien: la grandeza espiritual para comprender a los grandes y para
comprender todo lo superior, viendo con los ojos del alma, que ven mucho más
allá...
Es grande la lucha que le hizo el antiperonismo
capitalista al general Perón, porque la causa que dio nacimiento al peronismo
es, precisamente, el capitalismo. Ya ustedes habrán podido darse cuenta de eso
y lo sabrán, sin necesidad de que lo expliquemos.
Perón no es anticapitalista, ni tampoco es
anticomunista: Perón es justicialista. Por eso es que los capitalistas y los
comunistas se volvieron antiperonistas. Perón quiere hacer realidad su
justicialismo; pero eso es combatido por los antipersonalistas del capitalismo,
la oligarquía y los capitales extranjeros, y por los antiperonistas del
comunismo, o sea, por los imperialismos de izquierda y de derecha. Perón está
basado en su justicialismo, es decir, en la felicidad, la grandeza y la
soberanía de la patria.
Sabemos, pues, que el peronismo es esencialmente
distinto del capitalismo. Antes de 1943, el capitalismo no tenía más que un
solo enemigo: el comunismo.
El capitalismo no podía seguir dominando en el mundo y
a la larga iba a ser vencido por el comunismo, porque a los pueblos no se los
puede explotar indefinidamente. Todo tiene su fin. Ante el peligro de ser
vencido el capitalismo en manos del comunismo, y ante la desgracia que azotaba
al mundo, de un capitalismo sin patria ni bandera y aun desnaturalizado, Perón
decidió salvar a su pueblo de los dos males: el antiguo del capitalismo y el
futuro del comunismo. Por eso podemos decir que el comunismo es otra de las
causas del peronismo, pues si no hubieran existido en el mundo el capitalismo y
el comunismo, Perón tal vez no hubiese debido crear el justicialismo como
doctrina del peronismo, y todos los países quizás hubieran vivido dentro de una
grandeza espiritual, con soberanía, con independencia económica y con justicia
social.
De allí que al estudiar las causas del peronismo,
tengamos que analizar al capitalismo representado directamente por la
oligarquía, los imperialistas y los monopolios internacionales, y al comunismo
como causa indirecta, representado por los falsos dirigentes del pueblo que
sólo quieren someterlo a una explotación tan inhumana como la del capitalismo.
Para comprender bien la historia del peronismo, hay que
establecer bien claramente que no es el peronismo un simple movimiento
político, y en este sentido es muy importante que ustedes piensen, cuando están
al frente de las unidades básicas, que están representando a un movimiento de
una causa superior y no a los viejos partidos de la política circunstancial,
que sólo trabajaban sobre la mentira y el engaño. El Partido Peronista es un
movimiento superior, y eso lo debemos grabar nosotros muy profundamente en
nuestros corazones.
El peronismo ha cambiado todo el orden político,
económico y social de la Nación. Lo que antes había, no tiene nada que ver con
lo que hay ahora. Esto es lo que debe entender claramente cada peronista. Lo
que había antes de la reforma de Perón era un sistema capitalista de gobierno y
de vida. Lo que hay ahora es un sistema distinto, que Perón llama
justicialismo, pero que la historia indudablemente unirá siempre al nombre de
Perón y le llamará, como le llaman los niños, los humildes y los trabajadores
de la patria: peronismo.
La mayor parte de los peronistas están de acuerdo, y en
eso coinciden todos los peronistas, con que el peronismo es una cosa
completamente distinta del comunismo. Pero de lo que todos no están convencidos
es de que el peronismo también es absolutamente distinto del capitalismo. Esto
es muy importante que lo aclaremos. El peronismo es completamente distinto del
capitalismo, y no vamos a caer nunca en el error de creernos pequeños
oligarcas, porque con la oligarquía nace el capitalismo.
Observen ustedes que yo no he dicho que el peronismo es
anticomunista o anticapitalista. Ser "anti" es estar en posición de
pelea o de lucha, y el peronismo quiere crear, trabajar, engrandecer a la
patria sobre la felicidad de su pueblo. Los que pelean son ellos; unos, porque
sirven a intereses internos mezquinos y bastardos, cuando no a intereses
también foráneos de imperialismos de derecha.
Nosotros no queremos destruir a nadie. El mundo está
dividido en dos bandos y nosotros no queremos destruirlos a los dos, porque
destruiríamos a la humanidad. Nosotros queremos que los dos bandos se den
cuenta de que ninguno de ellos tiene razón, y de que la razón es nuestra.
Tenemos la solución que ellos no tienen, ¿para qué vamos a pelearnos?
Ellos no tienen la solución, porque ninguno de los dos quiere dejar un poco de su egoísmo y de su ambición, y, además, porque a ninguno de los dos le interesa servir honrada y lealmente a sus pueblos y a la humanidad.
Ellos no tienen la solución, porque ninguno de los dos quiere dejar un poco de su egoísmo y de su ambición, y, además, porque a ninguno de los dos le interesa servir honrada y lealmente a sus pueblos y a la humanidad.
Nosotros no tenemos necesidad de pelear. Es como si
estuviéramos viendo a dos hombres que se pelean por unas monedas, ¡aunque éstos
se pelean por algo más! Nosotros sabiéndonos ricos (no lo seremos en dinero,
pero somos ricos en felicidad, somos ricos por nuestra doctrina, por nuestra
dignidad y porque tenemos la verdad; somos ricos porque hemos tenido la suerte
de encontrar un conductor que nos entregue todas estas cosas, y la felicidad de
que Dios nos haya iluminado para comprender a un hombre de los quilates del
general Perón); sabiéndonos ricos, nos declarásemos enemigos de aquellos dos,
para luego darles una parte de nuestras riquezas ¡sería una locura!
Lo que conviene aclarar bien es que el peronismo es
totalmente distinto del capitalismo.
Nosotros queremos trabajar, queremos construir la felicidad de nuestro pueblo, y deseamos honradamente que todos los pueblos vivan en paz, que sean felices y que trabajen con la misma alegría con que trabajan hoy todos los argentinos, quienes, mientras el mundo se debate entre odios, dolores, persecuciones y muertes, saben que están construyendo cada día una Argentina más grande y más feliz de lo que la encontraron.
Nosotros queremos trabajar, queremos construir la felicidad de nuestro pueblo, y deseamos honradamente que todos los pueblos vivan en paz, que sean felices y que trabajen con la misma alegría con que trabajan hoy todos los argentinos, quienes, mientras el mundo se debate entre odios, dolores, persecuciones y muertes, saben que están construyendo cada día una Argentina más grande y más feliz de lo que la encontraron.
Los argentinos, en esta hora incierta de la humanidad,
tenemos el privilegio de soñar en un futuro mejor; ese privilegio se lo debemos
a Perón. ¿Quién en el mundo puede soñar? ¿Qué pueblo en el mundo, en este
momento, puede soñar un futuro mejor? El mañana se les presenta incierto... Y
aquí, los argentinos están pensando en su casita, en sus hijos, en que se van a
comprar esto o aquello, en que van a ir a veranear. Es que el nuestro es un
pueblo feliz. Eso sólo bastaría para que todo el bronce y el mármol del mundo
no nos alcanzara a los argentinos para erigir el monumento que le debemos al
general Perón.
Me he vuelto a salir del tema. Tratándose del General
me entusiasmo tanto en mi extraordinario amor a su causa y a su persona, que me
salgo del tema.
Hoy quiero ocuparme de probar que el peronismo es
totalmente distinto del capitalismo, y perdonen que yo insista tanto en esto,
porque es peligrosísimo que pueda renacer el espíritu oligarca entre nosotros;
que se pueda engendrar en nosotros en pequeño y que después, en grande, renazca
el capitalismo y degenerar este extraordinario movimiento que se ha amasado con
el sacrificio y tal vez también –por qué no decirlo-, en la ofrenda diaria de
la vida de un patriota como es el general Perón.
En las próximas clases veremos que el comunismo tampoco
tiene nada que ver con el justicialismo. Para entender mejor en qué se
diferencia el capitalismo del justicialismo tal vez sea conveniente conocer un
poco la historia del capitalismo. A mí no me corresponde hacer el análisis del
capitalismo. Es materia de otros profesores. Tal vez ellos, con más elocuencia
y eficacia que yo, lo harán, pero yo voy a abordar el tema aunque sea
superficialmente, para referirme a algo que es causa de nuestro movimiento
peronista, o sea el capitalismo.
El capitalismo aparece en el mundo alrededor del año
1700. Algunos lo hacen nacer después de la creación de la máquina y de la
evolución industrial que la máquina produjo en el mundo. Ustedes saben que la
primera máquina industrial –la de vapor-, fue lanzada al mundo prácticamente en
1705 y que mucho tiempo más tarde se construyó la primera máquina de hilar.
¿Por qué, sin embargo, decimos que en 1700 el mundo conoce lo que era el
capitalismo? Porque el capitalismo significa que toda la riqueza está al
servicio del individuo que la acumula, y el maquinismo, con su evolución, trajo
aparejado el cercenamiento de la actividad individual y el aprovechamiento en
mayor escala del capital.
El capitalismo existe cuando unos pocos individuos son
los poseedores de al riqueza, y el capitalismo nace, a mi juicio, antes de
1705, en que se comienza la revolución industrial.
Para demostrar que en 1700, o tal vez antes, ya había capitalismo, vamos a hablar un poco de Inglaterra, por ejemplo. En ese país unos pocos eran poseedores de la riqueza. En 1700 Inglaterra ya tenía las características de una sociedad capitalista, de una sociedad donde unos pocos ricos explotaban a muchos pobres.
Para demostrar que en 1700, o tal vez antes, ya había capitalismo, vamos a hablar un poco de Inglaterra, por ejemplo. En ese país unos pocos eran poseedores de la riqueza. En 1700 Inglaterra ya tenía las características de una sociedad capitalista, de una sociedad donde unos pocos ricos explotaban a muchos pobres.
¿Cómo se habrá llegado a esa situación, dirán ustedes?
Por distintos caminos, en cada país se ha roto el equilibrio de la propiedad
privada. La tierra dejó de ser propiedad de las corporaciones como propiedad
común en las ciudades o aldeas, como sucedía en la Edad Media, pasando a ser
propiedad de unos privilegiados, amigos o parientes de los reyes, comerciantes
enriquecidos, etcétera. El caso de Inglaterra es típico; allí la iglesia administraba
un 30 ó 35% de las tierras laborales, por medio de comunidades y corporaciones.
Cuando Enrique VIII expropió todos los bienes de la iglesia, tuvo la gran
oportunidad de hacer una buena distribución de esa tierra, que no estaba en
manos del pueblo ni bien distribuida. Pero no sólo no lo hizo así, sino que,
poco a poco, fue entregando la tierra a unos pocos que incluso, ya poseían
grandes extensiones; y las entregó gratuitamente o por sumas irrisorias. Así
fue como el 50% de las tierras inglesas quedaron en manos de unos pocos
poseedores, que dieron nacimiento a los lores, como se llamó desde entonces a
los grandes terratenientes. Cuando apareció la industria, ¿quiénes podían
comprar las máquinas a invertir capital en la construcción de fábricas, que
necesitaban mucho dinero para su instalación? Solamente los terratenientes.
Así, la oligarquía de terratenientes pasó a ser una oligarquía industrial.
Eso en Inglaterra. En otros países –y por otros
procedimientos similares-, los pocos poseedores de la riqueza se hicieron
industriales. Por esto digo que el capitalismo, en mi concepto, existía ya
antes de la industria.
Desgraciadamente, a los pueblos se los explotó siempre
por castas privilegiadas, ya sea de terratenientes, reales, de comerciantes,
pero siempre se los explotó. Los industriales, que ya eran terratenientes,
tenían gran influencia en los gobiernos; era lógico, desde que eran los
poseedores de la riqueza. Con el nuevo poder de la industria, los dominaron
totalmente.
Así fue como el gobierno político de las naciones pasó a manos del prócer capitalista. El gobierno se dirigía desde las cámaras de comercio –aquí lo sabemos muy bien- y desde las industrias.
Así fue como el gobierno político de las naciones pasó a manos del prócer capitalista. El gobierno se dirigía desde las cámaras de comercio –aquí lo sabemos muy bien- y desde las industrias.
Un ejemplo típico de eso es el Wall Street, cuyos
magnates tienen fácil acceso al gobierno y están en el gobierno mismo, no
conformándose con dominarlo en su patria, sino que quieren dominar en el mundo.
Pero el problema no terminó allí. Las industrias
nacionales fueron creciendo hasta un punto en que la producción debió empezar a
exportarse, y hubo que asegurar mercados en el resto del mundo. Desde este
momento, el poder económico del capitalismo presionó a los gobiernos para
lanzarlos a la guerra imperialista o a la conquista pacífica del mundo. A los
que tenían dignidad, debían dominarlos por la fuerza; a los que habían nacido
para ser sirvientes, los tenían de rodillas y les resultaban más baratos. Donde
los gobiernos no entregaban la riqueza nacional, promovían las guerras. Méjico,
Cuba, y los boers son un ejemplo. Inglaterra, en cincuenta años, llevó más de
cuarenta guerras de conquista. Donde los gobiernos se entregaban como títeres,
como he dicho, entraban a sus anchas, ya que ni siquiera tenían que gastar en
sueldos administrativos. ¡Vean ustedes qué baratos!
Vean ustedes cómo va entroncándose en la historia el
capitalismo también con nuestra historia. Eso lo conocemos bien nosotros,
porque hasta hace muy pocos años hemos vivido en las garras de ellos, que
todavía ahora no pueden resignarse a haber perdido el cetro de esto, que ellos
decían que era una colonia mucho más barata que otras, porque nos
administrábamos solos; ¡y tenían razón!
En la República Argentina, el capitalismo entró
solapadamente. No tuvo necesidad de hacer la guerra, aunque lo intentó en 1806
y 1807. En el orden internacional, el capitalismo se parece al capitalismo en
el orden interno de la sociedad. En la sociedad capitalista, hay hombres
poseedores de la riqueza, o capitalistas, que ponen el dinero, y hombres
desposeídos, que ponen el trabajo. Lo mismo ocurre en el orden internacional,
donde hay países supercapitalistas que ponen el capital y países sometidos que
ponen el trabajo.
Nuestro país nació en un mal momento desde este punto
de vista. Nació en el momento de la plena juventud del capitalismo y del
supercapitalismo. El supercapitalismo, bajo el pretexto de hacernos progresar,
empezó a dominarnos de 1850 en adelante. Esperó a que estuviéramos en paz,
porque el capital jamás se arriesga en países intranquilos. Primero nos dejaron
pelear hasta que logramos nuestra independencia, y cuando estábamos
completamente tranquilos entraron. Cuando llegaron a la República Argentina, se
encontraron con que el gobierno estaba en manos de la oligarquía, cuyo origen
es en parte oligarca de sangre, antiguas familias patricias, etc., y en parte
de dinero, algunos terratenientes.
Por eso nosotros debemos cuidarnos de la baja política
de círculos y sólo preocuparnos de la alta política de los intereses de la
Nación y del pueblo. Por el mezquino interés de llegar, en una ambición
desmedida, se hacían aliados hasta del diablo en contra de los intereses del
pueblo y de la Nación. Para ésos no habría castigo suficiente porque traicionan
a lo más sagrado: la Patria.
Eran hombres que no tenía corazón; sólo querían estar
en el gobierno y pasarla bien. Políticos ambiciosos, mediocres y baratos que
quieren todavía llegar al poder sin importárseles cómo ni haciendo qué. Si
pueden llegar engañando con piel de cordero mejor, y si llegan empujando
también, porque no les interesa cómo. Solamente les interesa no tener líos, y
ellos arreglarían cualquier lío internacional con tal de pasarla bien; es
decir, engañando al pueblo volverían a entregar la Nación.
Pero nosotros, los peronistas, estamos ya muy bien
acostumbrados, gracias a Perón, y muy alertas; y a cualquier gobernante que
quisiera obrar de esa manera, que fuera un mal peronista o un opositor, lo
arrojaríamos del país de la fuerza. Porque hay algo que no ha enseñado el
General: amar a la patria y ver cuáles son los enemigos de ella. Hay algo que nos
ha enseñado el General: amar a nuestro pueblo y saber cuáles son sus enemigos.
Sobre todo, el General nos ha enseñado a ver cuáles pueden ser los males, y nos
ha dado la solución para la felicidad de nuestro pueblo. Lo que no aceptará
jamás el pueblo peronista es que alguien pueda hacer alianza con los enemigos
de la Nación, ni siquiera disimuladamente, porque lo advertiríamos con los ojos
del alma y con la intuición que el pueblo tiene. Y tampoco nadie podrá ya
volver atrás la conquista social de que disfruta el pueblo argentino, gracias a
Perón y por Perón.
Para defender la justicia social, la independencia
económica y la soberanía política, ya no necesitamos venir a esta escuela
Peronista; eso nos lo enseñó Perón el día que apareció en la Patria; eso nos lo
enseña Perón todos los días con su ejemplo, con su vida espartana y de
patriótico sacrificio, que nos enorgullece a todos. Esas tres cosas nos las
enseñará siempre el recuerdo ilustre del general Perón, y las futuras
generaciones de argentinos, al elevar su memoria hacia Perón, sabrán que tienen
que cumplir aquellos tres objetivos, haciendo cada día más feliz a la Patria,
engrandeciéndola económica y políticamente, y velando por su soberanía, jamás
desmentida, pues la hemos sentido siempre anidada en nuestro corazón, aunque el
general Perón fue quien nos hizo poner de pie a todos los argentinos para
defenderla.
Dice uno de los alumnos algo muy simple y muy sabio:
Para no equivocarnos, hay que amarlo siempre a Perón. Sí, porque amando siempre
a Perón el pensamiento no se detiene más que en acciones nobles, la vista no se
fija más que en cosas buenas y grandes, y siguiendo su figura no se pueden
realizar sino grandezas para la patria y para el pueblo.
Yo pienso, compañeros y compañeras, que las conquistas
no se discuten: se defienden, como dijo el General. La justicia social, la
independencia económica, la soberanía de la Patria, no deben discutirse; ha
llegado el momento en que deben defenderse. ¿Cómo hay que defenderlas?
Empezando por ofrecer la vida misma, si es necesario, pero no con palabras sino
con la acción, siguiendo al general Perón.
Es necesario que nosotros, que tenemos el privilegio de
llevar el estandarte peronista, que es justicia social, independencia económica
y soberanía política; nosotros, que tenemos el privilegio de contar en nuestro
partido con la figura señera del General, no podemos permitir que cuatro
descastados o descastadas levanten la tribuna para difamarlo. Nosotros no
podemos permitir que se toque al general Perón, porque él debe ser tan sagrado
como la Patria y ha de ser tanto o más sagrado que nuestra vida. ¿De qué vale
vivir la vida si no se es capaz de entregarla ante el altar de la Patria por
una causa superior? Si en algún momento me pidiera el general Perón mi vida, yo
se la entregaría feliz porque así habría hecho algo grande, sirviendo a la
Patria y a un hombre de los quilates del general Perón.
Por eso digo que, llegado el momento de la bastarda discusión callejera, no debemos aceptar jamás que se lo ataque al general Perón. Tenemos que juramentarnos en eso, y hay muchas maneras de hacer callar a los vendepatrias. Tenemos que hablar a todos los peronistas para que la obra de Perón y Perón sean inatacables. En cambio, podemos aceptar que se toque a algún funcionario, porque a lo mejor así se nos podrán abrir los horizontes y sugerírsenos ideas, pero las obras de Perón y Perón no pueden ser tocadas por quienes siguen vendiendo la Patria al diablo. Nosotros no vamos a permitir que cuatro argentinos nos amarguen el alma queriendo manchar lo que es inmaculado; la figura ya gloriosa del general Perón. Yo le voy a pedir permiso al Director de estos cursos para dictar una clase especial sobre este tema, porque debemos dar la seguridad al general Perón de que vamos a desterrar a los políticos de círculos, y si no podemos hacerlo, tenemos que ir poco a poco silenciándolos y olvidándolos, que es una manera de enterrarlos, ¡de primera, pero enterrarlos!
Por eso digo que, llegado el momento de la bastarda discusión callejera, no debemos aceptar jamás que se lo ataque al general Perón. Tenemos que juramentarnos en eso, y hay muchas maneras de hacer callar a los vendepatrias. Tenemos que hablar a todos los peronistas para que la obra de Perón y Perón sean inatacables. En cambio, podemos aceptar que se toque a algún funcionario, porque a lo mejor así se nos podrán abrir los horizontes y sugerírsenos ideas, pero las obras de Perón y Perón no pueden ser tocadas por quienes siguen vendiendo la Patria al diablo. Nosotros no vamos a permitir que cuatro argentinos nos amarguen el alma queriendo manchar lo que es inmaculado; la figura ya gloriosa del general Perón. Yo le voy a pedir permiso al Director de estos cursos para dictar una clase especial sobre este tema, porque debemos dar la seguridad al general Perón de que vamos a desterrar a los políticos de círculos, y si no podemos hacerlo, tenemos que ir poco a poco silenciándolos y olvidándolos, que es una manera de enterrarlos, ¡de primera, pero enterrarlos!
Pero puede tener la plena seguridad el General, que
nosotros los humildes, los pequeños, no aspiramos a otro honor que no sea el de
colaborar con él; no queremos más cargo ni podemos ambicionar más distinción
sino que algún día digan de nosotros que fuimos colaboradores anónimos –más
grandes todavía-, pero leales, constantes y disciplinados hasta el
renunciamiento.
Por eso yo, tal vez especulando un poco, no ambiciono
ni quiero tener ningún título dentro de nuestro movimiento, porque no pasarán a
la historia los que tengan cargos, ya que Perón es único; pasarán a la historia
los humildes que acompañaron a Perón, porque a la historia no pasarán más que
Perón y el pueblo. ¡Por eso, no pudiendo ser Perón, yo quiero ser pueblo! Los
políticos, los que acompañan al General en los grandes cargos –que me perdonen,
yo los quiero mucho, como todos ven-, no pasarán a la historia; forman un
partido político. De nuestro movimiento no surgirá nada más que el pueblo y
Perón. Yo quiero tener el honor de compartir esa gloria dentro del pueblo.
En eso, el general Perón debe tener la esperanza
–porque no podemos decir, desgraciadamente, que le podamos dar ya la
satisfacción de haberlo logrado totalmente- de que todos los peronistas de
buena voluntad vamos a proceder así y a formar en nuestro corazón de peronistas
auténticos la férrea voluntad de apartar de nuestro lado a todo aquel que haga
"trenzas", que se sienta más importante de lo que es, para cumplir
todos con el ya histórico lema del general Perón: "Uno para todos y todos
para uno".
Vuelvo nuevamente al tema. A los otros, a los que no se
encontraban del lado de la oligarquía –como Sarmiento– lo entusiasmaron con el
progreso técnico. Así fue poco a poco cayendo el país en manos de capitalismo
internacional, con la complicidad de la oligarquía gobernante y de los que, con
motivo del progreso técnico, entregaron todo sin control.
Ya pueden ustedes ver claramente cómo el capitalismo
conquistó al país y entender por qué cualquiera que quisiese gobernar
libremente a la Nación debía romper el poder capitalista. Eso es lo que hizo
Perón en sus tres formas: capitalismo interno, supercapitalismo y oligarquía
que los servía en el gobierno del país. Son tres sistemas muy poderosos, con
los que tuvo que luchar el general Perón y que todos conocemos. Poco a poco los
capitalistas extranjeros vieron que era mayor negocio hacer algunas cosas aquí
que hacerlas en Europa o en Estados Unidos, y los ricos de aquí aprendieron
también ellos a ganar más dinero explotando a los obreros. Así se fue creando
poco a poco el problema social, político y económico del capitalismo argentino.
Tenemos, entonces: un supracapitalismo que sacaba la
riqueza argentina hacia el extranjero, un capitalismo interno que explotaba a
los trabajadores directamente y una oligarquía que respetaba y ayudaba la
acción de los capitalistas en nombre de la libertad.
Pero una era la libertad de los ricos patrones y otra la libertad de los obreros: la de los patrones, la de enriquecerse, y la de los obreros, la de morirse de hambre. ¡Creo que hay una pequeña diferencia!
Pero una era la libertad de los ricos patrones y otra la libertad de los obreros: la de los patrones, la de enriquecerse, y la de los obreros, la de morirse de hambre. ¡Creo que hay una pequeña diferencia!
La oligarquía en el gobierno servía los intereses de
los ricos y nunca la del pueblo. Cuando alguien en el gobierno hacía una cosa
rara, no muy capitalista, contra ése se lanzaba un instrumento poderoso creado
por los supracapitalistas, que lo llamaron –y siguen llamando- "el cuarto
poder", y que todos conocemos. El capitalismo aseguró bien sus planes,
pero no contó, tal vez, conque el hombre no podía ser explotado siempre. Un
buen día se agruparon los obreros en sindicatos, y aunque fueron perseguidos,
no fueron destruidos. El hambre y el dolor de sus hijos los unió para siempre.
Poco a poco la reacción fue creciendo y empezó a hablarse en el mundo de la
doctrina comunista. El capitalismo, sin embargo, se encerró en sus posiciones,
porque es egoísta, frío y calculador, y de tan calculador el diablo perdió. En
este momento lo estamos viendo claro en el mundo. Perón ha dicho muchas veces:
por querer salvarlo todo, van a perder hasta la cabeza. Pero no quieren saber
nada.
Ante el peligro comunista, y antes que el pueblo lo
aceptase como solución desesperada, Perón tomó en sus manos la tarea inmensa de
hacer en la Argentina una cosa nueva, porque Perón es de los hombres a quienes
les gusta andar por los caminos nuevos, a diferencia de otros a quienes les
gusta siempre caminar sobre las cosas hechas. El grupo grande se conforma con
un éxito, mientras que el grupo pequeño no se conforma sino con la gloria.
Perón respira y aspira el aire del siglo que ha de
cantar sus glorias y vive casi en la eternidad. De esos hombres es el general
Perón. El empezó a hablar de sustituir la lucha por la cooperación y los
obreros lo siguen. Son más generosos y pueden comprender más porque no tienen
el alma cerrada por la avaricia, mientras los capitalistas lo niegan y lo
acusan de demagogo. Perón, entonces, crea en el país el gran instrumento que da
la solución: la justicia social. La justicia social empieza a destruir al
capitalismo. El capitalismo sólo tiene por finalidad aumentar el capital:
dinero, dinero y más dinero. La justicia social exige que ese dinero sea
distribuido, como decía el entonces Coronel, equitativamente; que gane el
capital, pero que el capital sea útil al hombre, al obrero y a la familia.
El capitalismo tiene su propio fin en el dinero. El
justicialismo de Perón tiene su fin en el hombre. Ahí está la gran diferencia.
En la Argentina justicialista podrá haber capital, pero no capitalismo.
Podrá haber fábricas e industrias, pero no explotación
de los trabajadores. Es decir, nosotros no estamos contra el capital
constructivo, nacional, siempre que éste también sea humanizado. El
justicialismo es tan distinto del capitalismo, que tal vez yo no lo sepa
explicar en términos técnicos; tal vez lo haría mejor, en ese sentido, el
doctor Gómez Morales. Pero ésa es una verdad tan grande, que los que ahora
atacan a Perón no son los anticapitalistas sino los mismos capitalistas.
Pero no les tememos. "Ladran, Sancho –decía Don
Quijote-, señal que cabalgamos". Ellos van a tener un despertar muy
violento. Nosotros, felizmente, gracias a Perón, ya hemos despertado, y estamos
de pie junto al pueblo. Cuando pase esta hora de incertidumbre, el mundo entero
verá que Perón tenía razón; haremos que se salve del comunismo, salvándolo a la
vez de capitalismo. Ya hoy los obreros del mundo ven en el general Perón una
luz, y nosotros, los argentinos y los humildes, ya hemos abrazado al General
para hoy, para mañana y para siempre.