En la primera clase que di en esta Escuela,
para demostrar lo que es la historia universal –que no es más que la base de
dos historias: la de los grandes hombres y la de las grandes masas-, dijimos
que los individualistas creen que la historia se basa solamente en los grandes
hombres y que los colectivistas prescinden de los grandes hombres y creen en
las grandes masas. Pero nosotros tenemos nuestra tercera posición, y es por eso
que yo dije, en mi primera clase, que nosotros aceptábamos a los grandes
hombres y a las grandes masas como los que pueden ser los constructores de una
gran felicidad y de una gran prosperidad.
En la clase de hoy vamos a analizar cómo se
ha escrito la parte de la historia correspondiente a los grandes hombres y
vamos a tomar hoy siete puntos para poder desarrollar esta materia de la
historia del peronismo que me ha tocado a mí dictar. En esta clase voy a
exponer estos siete puntos y después les haré llegar unos trabajos para que
ustedes luego me los devuelvan, para que confrontemos la historia universal,
sobre distintos puntos, con la historia de nuestro peronismo; o sea, a los
grandes hombres de la historia con lo que es nuestro líder, el general Perón,
el grande, el genio y el creador de nuestra doctrina peronista.
Existen indudablemente, desde el punto de
vista de su relación con la historia, varias clases de hombres comunes o
mediocres, hombres superiores y hombres extraordinarios. En esta clasificación
no tienen nada que ver ni el origen, ni la clase social, ni la cultura. Existen
hombres mediocres y comunes entre los cultos, y existen hombres superiores
entre los humildes. Humildes obreros lo han comprendido a Perón como no lo han
comprendido los que se creían cultos, y con eso han demostrado los obreros, los
hombres humildes de nuestra patria, que eran hombres superiores.
Esto no sucede por primera vez en el mundo.
Frente a todos los hombres extraordinarios, lo mismo que frente a las grandes
ideas, siempre se han levantado los sabios y los inteligentes para atacarlos,
como así los humildes y los menos cultos para apoyarlos. El caso de Colón, un
humilde pescador, frente a los sabios de la corte española; el caso de Cristo,
a quien los escribas y sacerdotes de aquella época negaron y, en cambio,
humildes pecadores lo hicieron conocer por todo el mundo y, además, lo
apoyaron.
No puedo resistir a la tentación de
analizar un poco este tema de comparación de los hombres mediocres y comunes
con los hombres superiores, sobre todo porque yo aspiro a que cada peronista
sea un hombre superior. No digo que alcance a ser genial, porque los genios no
nacen todos los días ni en todos los siglos; pero sí ambiciono a que lleguen a
ser hombres superiores, y es por eso que nosotros queremos es esta Escuela
hacer una diferencia entre el hombre superior, el mediocre y el extraordinario,
o sea el genio.
Nosotros, por sobre todo, tenemos al genio.
Los peronistas contamos con los hombres –y al decir hombres incluyo también a
las mujeres- superiores.
Y el pueblo argentino, como todos los
pueblos, por desgracia tiene también los mediocres y hombres superiores que hoy
vamos a tocar más profundamente. Se entiende, vuelvo a decir, que al hablar del
hombre me refiero también a la mujer. Los mediocres no recorren sino caminos
conocidos; los superiores buscan siempre nuevos caminos. A los mediocres les
gusta andar sobre las cosas hechas; a los superiores les gusta crear.
Los mediocres se conforman con un éxito;
los superiores aspiran a la gloria, respiran ya el aire del siglo siguiente y
viven casi en la eternidad. Un pintor que suele copiar cuadros y otro pintor
que crea, por ejemplo, uno es un hombre superior, el segundo, y el otro es un
hombre mediocre; por eso al creador se lo define con el título de artista.
Los mediocres son los inventores de las
palabras prudencia, exageración, ridiculez y fanatismo. Para ellos el fanatismo
es una cosa inconcebible. Toda nueva idea es exagerada.
El hombre superior sabe en cambio que el fanático puede ser un sabio, un héroe, un santo o un genio, y por eso lo admira y también lo acepta y acepta el fanatismo.
El hombre superior sabe en cambio que el fanático puede ser un sabio, un héroe, un santo o un genio, y por eso lo admira y también lo acepta y acepta el fanatismo.
Para un hombre superior, una idea nueva
puede ser un descubrimiento de algo grande, por ejemplo un mundo nuevo, como el
mundo que descubrió Colón, un hombre de origen tan sencillo. Un hombre común o
mediocre nunca profundiza una cosa y menos ama; el amor para él es una
ridiculez y una exageración. Un hombre superior, en cambio, es capaz de amar
hasta el sacrificio. Muchas veces, cuando los hombres aman hasta el sacrificio,
son más heroicos. Yo, al ver que hombres humildes de la patria quieren tanto a
Perón y hacen sacrificios tan grandes, pienso que estamos seguros, porque la
bandera del pueblo, o sea la de Perón, la de los descamisados, está en manos
superiores.
Es por eso que nosotros debemos hacer una
diferencia muy grande entre el mediocre y el superior. No porque un hombre
tenga mucho estudio ha de ser superior. Hay que hacer mucha diferencia entre
los de gran cultura que creen que lo saben todo, porque algunos tienen también
la soberbia del ignorante, que es la más peligrosa de todas.
Los mediocres nunca quieren comprometerse,
y de ésos nosotros conocemos a muchos. Son cobardes, nunca se juegan por una
causa, ni por nadie; dirigentes políticos de las horas buenas y aprovechadores
cuando el río está revuelto. Yo diría, funcionarios de esos, por ejemplo, que
usan el distintivo solamente cuando van a Trabajo y Previsión. No alcanzan a
ser Judas, pero son tan repudiables, que nosotros les llamaríamos Pilatos. Yo
prefiero el enemigo de frente a un "tibio", será porque los tibios me
repugnan, y voy a decir aquí algo que está en las Escrituras: "Los tibios
me dan náuseas".
Yo admiro más bien a los hombres enemigos,
pero valientes. Hay que tener mucho cuidado con los Pilatos dentro de nuestra
causa.
Dante ubicó a los mediocres, a los que no
quisieron comprometerse ni con el bien ni con el mal, junto a los ángeles, que
no fueron ni fieles ni creyentes, pues se dice que una vez los ángeles en el
cielo se pelearon. Unos estuvieron a favor de Cristo y otros en contra.
Entonces, Dios, a los que estuvieron a favor los mandó a la gloria y a los otros al infierno.
Pero hubo uno de los ángeles, de esos que abundan tanto, que no se comprometió; observador. Entonces Dios no lo podía poner en la gloria, ni tampoco en La Divina Comedia –voy a hacer una referencia-, al ponerlo a la entrada, dice Dante a Virgilio, que lo conduce: "Mira y pasa", como diciéndole: "No vale la pena detenerse ante los que no quisieron ni el cielo, ni tampoco los aceptó el infierno". El eterno castigo de los mediocres es el desprecio.
Y nosotros, además del desprecio, debemos ignorarlos. A los mediocres los mata el anonimato. "Los mediocres –dice Elliot en su libro El Hombre –son los enemigos más fuertes y más poderosos de todo hombre de genio". Carecen de entusiasmo, de fe, de esperanza y, como es lógico, de ideales. Son los que se reían de los sueños de Perón, que lo creyeron loco o visionario. Otros hombres superiores creen en la belleza, en el amor y en la grandeza, creen en todo lo extraordinario; por eso creyeron en Perón. Por cada día que pasa nosotros nos damos cuenta de la estatura del general Perón.
Entonces, Dios, a los que estuvieron a favor los mandó a la gloria y a los otros al infierno.
Pero hubo uno de los ángeles, de esos que abundan tanto, que no se comprometió; observador. Entonces Dios no lo podía poner en la gloria, ni tampoco en La Divina Comedia –voy a hacer una referencia-, al ponerlo a la entrada, dice Dante a Virgilio, que lo conduce: "Mira y pasa", como diciéndole: "No vale la pena detenerse ante los que no quisieron ni el cielo, ni tampoco los aceptó el infierno". El eterno castigo de los mediocres es el desprecio.
Y nosotros, además del desprecio, debemos ignorarlos. A los mediocres los mata el anonimato. "Los mediocres –dice Elliot en su libro El Hombre –son los enemigos más fuertes y más poderosos de todo hombre de genio". Carecen de entusiasmo, de fe, de esperanza y, como es lógico, de ideales. Son los que se reían de los sueños de Perón, que lo creyeron loco o visionario. Otros hombres superiores creen en la belleza, en el amor y en la grandeza, creen en todo lo extraordinario; por eso creyeron en Perón. Por cada día que pasa nosotros nos damos cuenta de la estatura del general Perón.
El general Perón es de esos hombres
extraordinarios que profundizan la historia universal.
Nosotros nos damos cuenta que tiene todo lo bueno de los grandes hombres y que no tiene nada malo de los grandes hombres. Es por eso que los hombres humildes de nuestra Patria –que yo voy a calificar de hombres superiores de nuestra Patria, porque fueron superiores- vieron a Perón y creyeron en él. Y es por eso que el general Perón, con muy pocas palabras, ha calificado a esos hombres superiores, a esos hombres humildes de nuestro pueblo, diciendo que lo mejor que tenemos es el pueblo.
Nosotros nos damos cuenta que tiene todo lo bueno de los grandes hombres y que no tiene nada malo de los grandes hombres. Es por eso que los hombres humildes de nuestra Patria –que yo voy a calificar de hombres superiores de nuestra Patria, porque fueron superiores- vieron a Perón y creyeron en él. Y es por eso que el general Perón, con muy pocas palabras, ha calificado a esos hombres superiores, a esos hombres humildes de nuestro pueblo, diciendo que lo mejor que tenemos es el pueblo.
Los hombres extraordinarios forman la
tercera categoría, que es la de los hombres que señalan rumbos y que jalonan la
historia. Ellos son los sabios, artistas, héroes, filósofos, y están también
los grandes conductores de pueblos. A nosotros nos interesan, sobre todo y muy
especialmente, los filósofos y los conductores. Los filósofos son los que han
pensado en mejorar los medios de vida del hombre sobre la tierra. Pero tenemos
en cierto modo una filosofía de la vida nueva, ya que por filosofía nosotros
entendemos una manera de encarar la vida y algunos hombres extraordinarios se
han creído y han enseñado a la humanidad cómo se puede vivir, y de una manera
mejor. Estos hombres extraordinarios son los filósofos. Cuando los filósofos
han tratado no sólo el problema personal, individual, del hombre, sino todos
los problemas sociales del Estado, la autoridad, la sociedad, el bien común,
etc., entonces a este tipo de hombres extraordinarios la filosofía los llama
filósofos políticos.
Conductores. Para nosotros los conductores,
tal como nos enseña Perón, son aquellos que han hecho vivir a los pueblos de
una manera determinada, llevándolos como de la mano por los caminos de la
historia.
Es esto lo que ha hecho el general Perón
con nosotros. Tomó el país en un momento en que los argentinos habíamos perdido
la esperanza, en un momento en que los argentinos habíamos llegado a adoptar
ciertos sistemas de vida, porque los creíamos bien, porque los creíamos mejor,
porque los argentinos, cuando iban a comprar y encontraban "made in
England", estaban mucho más contentos que cuando decía "Industria
Argentina". Y llegó el momento en que el pueblo había perdido la esperanza
de encontrarse a sí mismo, llegó el momento en que las fuerzas del trabajo, los
obreros de nuestra patria, habían también perdido la esperanza de un futuro
mejor; llegó el momento en que, en el país, sus fuerzas morales, materiales y
culturales se estaban perdiendo en una noche que no tenía aurora..
En ese momento llegó el general Perón; en esa noche llegó el general Perón, y con una voluntad extraordinaria, con una clarividencia extraordinaria y con un profundo amor a su patria y a su pueblo, fue abriendo la selva y señalando el camino por el que el pueblo argentino lo iba a seguir para encontrarse con este venturoso día que estamos viviendo todos los argentinos y que tenemos que consolidar y legar a los argentinos del mañana.
Para eso no sólo hay que gritar: ¡Viva Perón!; para eso hay que comprenderlo, para eso hay que profundizarlo y para eso hay que amar profundamente a la Patria y a las fuerzas del trabajo, que es amarlo a Perón.
En ese momento llegó el general Perón; en esa noche llegó el general Perón, y con una voluntad extraordinaria, con una clarividencia extraordinaria y con un profundo amor a su patria y a su pueblo, fue abriendo la selva y señalando el camino por el que el pueblo argentino lo iba a seguir para encontrarse con este venturoso día que estamos viviendo todos los argentinos y que tenemos que consolidar y legar a los argentinos del mañana.
Para eso no sólo hay que gritar: ¡Viva Perón!; para eso hay que comprenderlo, para eso hay que profundizarlo y para eso hay que amar profundamente a la Patria y a las fuerzas del trabajo, que es amarlo a Perón.
¿Por qué nos interesan a nosotros los
filósofos, los políticos y los conductores? ¿Qué tienen que ver con la historia
del peronismo?, dirán ustedes. Esta es mi segunda clase y yo sigo hablando con
persistencia sobre este asunto porque el peronismo no se puede entender, ya que
es una doctrina política, sino como la cumbre de un largo camino, como una
etapa, la más alta para la historia argentina, y también -¿por qué no decirlo?-
nosotros pretendemos que sea la más alta para la humanidad en el progreso del
hombre, y no se puede saber si una cumbre es más alta o más baja, si no se la
compara precisamente con las demás, con las otras cumbres, con las más altas.
Por eso estudiamos estos antecedentes
universales con los cuales sabremos nuestra propia estatura.
El Peronismo se precia de haber realizado,
como yo lo dije hace un momento, lo mejor de los sueños de los hombres grandes
y aun por qué no decirlo con toda franqueza y sinceridad, si ése ha de ser el
lema de nuestra escuela- el haberlos superado.
El Peronismo realiza los mejores ideales de
los filósofos y conductores de todos los tiempos, y para eso no hay más que
estudiarlo, y ustedes me darán la razón.
De Sócrates, por ejemplo –el filósofo
humilde de Atenas- ha tomado el peronismo el deseo de que los hombres sean
justos y buenos; como Sócrates, el peronismo predica la igualdad y la hermandad
entre los hombres y el respeto a las leyes, y aspira a una sola clase, que
nosotros llamamos la clase de los que trabajan.
De Platón y de Aristóteles desechamos los
conceptos de clases y de esclavitud que ellos aceptaban, pero, en cambio,
aceptamos lo mejor de ellos: sus altos conceptos de la justicia como virtud
fundamental del hombre que vive en la sociedad y, como ellos, creemos y
sostenemos en la doctrina y en la práctica, de que por sobre la materia lo
superior es el espíritu.
Se ha dicho mucho de nuestro movimiento que
es materialista. Nada es más falso. ¿O es que nuestros enemigos son tan
cobardes que no quieren, tal vez por vergüenza –y en esto tienen razón- ver que
tenían sumergido a nuestro pueblo por una explotación, que además de
vergonzosa, no era digna de los argentinos, porque no sólo los habían explotado
materialmente sino espiritualmente, ya que no les permitieron descubrir sus
propios valores y sus propias posibilidades? ¿Es que no son capaces de
reconocer que en 50 años, por no decir un siglo, habían sumergido a nuestro
pueblo? ¿Es que el general Perón, como conductor, como patriota y, sobre todo,
como argentino y como hombre que ama profundamente al hombre, no iba a
solucionar un problema apremiante como era el problema –si bien es cierto
material- de la familia? Por eso, el entonces coronel Perón, desde la
secretaría de Trabajo y Previsión tomó para sí la ardua tarea de resentir, tal
vez, a los poderosos, no tanto por su doctrina, sino porque les tocó un poco en
sus intereses, les tocó el bolsillo, que es la "víscera" que más les
duele. Además, les hizo sentir que en nuestra patria debían tratar a todos los
argentinos con la dignidad que merecen por el solo hecho de llevar el egregio
apellido de argentinos.
Es por eso que se atreven a decir todavía
que nuestro movimiento es materialista, y ustedes, hombres y mujeres humildes,
pero superiores, saben que nuestro movimiento es eminentemente espiritual
porque se basa en la moral y exalta los valores morales del individuo y está
por sobre la materia.
Uno de los propulsores del peronismo, para
nosotros –sobre todo después de haber escuchado las palabras del general Perón
los otros días- es Licurgo. He leído con gran cariño la vida de Licurgo, no
precisamente porque me haya tocado el privilegio inmerecido de dictar esta
clase sobre historia del peronismo, sino porque siempre me ha interesado la
historia de los grandes hombres y porque Licurgo ha sido un personaje que hay
que estudiar y comprender, ya que cuanto más se lo lee más se lo admira.
Remontándonos a la antigüedad y observando
un hombre que trabajaba ya con un sentido tan justicialista, es por lo que el
general Perón dijo los otros días que Licurgo fue quien realizó, tal vez por
primera vez en el mundo, el ideal peronista que establece que la tierra debe
ser de quien la trabaja. Es así como Licurgo repartió la tierra de los
espartanos en partes iguales; y se dice que en los tiempos de cosecha, Licurgo
comentaba, al ver todas las parvas iguales, que parecía que la Laconia era una
herencia que se había repartido entre hermanos, porque todas las parvas de toda
la Laconia eran iguales.
Y más aún: para terminar con otra de nuestras
preocupaciones fundamentales, de que existieran menos pobres y menos ricos,
hizo desaparecer el dinero, realizando, también en eso, una revolución
económica. Hizo acuñar monedas de hierro, porque de esa manera se terminaba con
la codicia y la avaricia. Asimismo, para destruir el distingo de clases, dictó
una ordenanza que obligaba a que todas las puertas fueran iguales, tanto en las
mansiones señoriales como en las humildes casas.
Por eso es que nosotros vemos en Licurgo
tal vez al primer justicialista que haya tenido la humanidad. Pensamos también
que precursores del peronismo fueron, sin duda, otros hombres extraordinarios
de la jerarquía de los filósofos, de los creadores de religiones o reformas
sociales, religiosas o políticas, y también de conductores. Y yo digo
precursores del peronismo, porque como dije antes, nosotros hemos aceptado de
las doctrinas y de los grandes hombres –digo nosotros, queriendo decir nuestro
conductor, porque Perón ya nos pertenece a todos los argentinos que lo hemos comprendido,
que lo apoyamos, y, como somos una gran familia, lo que hace Perón es de todos-
todo lo bueno que tienen. Pero lo grande de Perón, es que ha tomado de cada
doctrina los conceptos humanos, los conceptos de la seguridad social, los
conceptos del respeto a las leyes, los conceptos de la igualdad y de una sola
clase. El es un creador; cuanto más leemos la doctrina; cuanto más estudiamos a
los hombres, más nos damos cuenta de que estamos frente a un hombre
extraordinario, un creador que no tiene nada que envidiar a los grandes
creadores de la humanidad. Yo diría que ningún hombre de este tipo puede dejar
de considerarse, en cierto modo, de cerca o de lejos, propulsor de una
doctrina. Por eso, en este marco de grandes, podríamos colocar a Confucio, a Alejandro,
a Santo Tomás, a Rousseau, a Napoleón, e incluso a Marx, aunque en algunos
casos no hayan sido más que alentados por las intenciones del bien común.
Todos ellos no son más que jefes de rutas de la humanidad, jefes de ruta que algunas veces equivocaron el camino, pero que por sendas derechas o torcidas vienen de muy lejos a terminar en nuestra doctrina y nuestra realidad magnífica que nos da Perón. Fueros creadores, y no fueron de ese grupo numeroso que les gusta andar sobre las cosas hechas; fueron del grupo pequeño de los que les gusta crear.
Todos ellos no son más que jefes de rutas de la humanidad, jefes de ruta que algunas veces equivocaron el camino, pero que por sendas derechas o torcidas vienen de muy lejos a terminar en nuestra doctrina y nuestra realidad magnífica que nos da Perón. Fueros creadores, y no fueron de ese grupo numeroso que les gusta andar sobre las cosas hechas; fueron del grupo pequeño de los que les gusta crear.
Para tomar un poco la doctrina religiosa,
vamos a tomar la doctrina cristiana y el peronismo, pero sin pretender yo hacer
aquí una comparación que escapa a mis intenciones. Perón ha dicho que su
doctrina es profundamente cristiana y también ha dicho muchas veces que su
doctrina no es una doctrina nueva; que fue anunciada al mundo hace dos mil
años, que muchos hombres han muerto por ella, pero que quizá aún no ha sido
realizada por los hombres.
Yo quisiera que ustedes profundizaran bien
esta última frase, porque así comprenderían, y veríamos más claro muchos puntos
que a veces no comprendemos. No está en mi ánimo hacer comparación alguna entre
la figura de Cristo y la de Perón; por lo menos yo no lo pretendo al decir
estas palabras, pero debemos recordar algo que dijo Perón no hace mucho y fue
esto: "Nosotros, no solamente hemos visto en Cristo a Dios, sino que
también hemos admirado en él a un hombre. Amamos a Cristo no sólo porque es
Dios; lo amamos porque dejó sobre el mundo algo que será eterno: el amor entre
los hombres".
Yo pienso que si hay un hombre que ama a
los hombres, si hay un hombre humilde, generoso y extraordinario, dentro de su
sencillez, ése es el general Perón, porque Perón no sólo es grande por su
independencia económica, no sólo es grande por su justicia social, y por lo
bien alto que mantiene su soberanía, no declamada como antes, cuando la
entregaban por cuatro monedas al mejor postor, sino una soberanía que se
mantiene en los hechos.
Perón no es grande solamente por eso, ni
por haber creado su gran doctrina. Perón es grande también en sus pequeños
detalles. Yo le oí decir no hace mucho al doctor Mendé, en un comentario que me
hizo hablando conmigo, porque conversamos muy a menudo –y sobre que otro tema
se puede hablar conmigo que no sea el del General-: "Cuando a mí me
llamaron para ser ministro de Perón, tuve un poco de miedo. Lo había idealizado
a Perón y pensé si no sería cierto eso que decía Napoleón, de que ningún hombre
es grande para su ayuda de cámara". "Después de un año tengo que
decir que Perón es tan grande que lo es para su ayuda de cámara. Y nosotros los
ministros, ¿qué somos sino un ayuda de cámara de Perón? Somos tan pequeños
dentro de su grandeza que yo puedo afirmar que Perón ha superado eso que no ha
superado ningún gran hombre". Es que Perón es humilde hasta en sus
pequeños detalles.
Pero volviendo al cristianismo. Nosotros
los peronistas concebimos el cristianismo práctico y no teórico. Por eso,
nosotros hemos creado una doctrina que es práctica y no teórica. Yo muchas
veces me he dicho, viendo la grandeza extraordinaria de la doctrina de Perón:
¿Cómo no va a ser maravillosa si es nada menos que una idea de Dios realizada
por un hombre? ¿Y en qué reside? En realizarla como Dios la quiso. Y en eso
reside su grandeza: realizarla con los humildes y entre los humildes.
En medio de este mundo lleno de sombras en
que se levanta esta voz justicialista que es el peronismo, pareciera que la
palabra justicialista asusta a muchos hombres que levantan tribunas como
defensores del pueblo, mucho más que el comunismo. Yo pensaba estos días, en
una conferencia que me tocó presidir, si el mundo querrá la felicidad de la
humanidad o sólo aspira a hacerle la jugada un poco carnavalesca y sangrienta
de utilizar la bandera del bien para intereses mezquinos y subalternos.
Nosotros tenemos que pensar, y llamar un poco a la reflexión a la humanidad,
sobre todo a los hombres que tienen la responsabilidad de dirigir a los
pueblos. A mi juicio el carnaval no tiene más que seis días al año, y, por lo
tanto, es necesario que nos quitemos la careta y que tomemos la realidad, no
cerrando los ojos a ella, y que la veamos con los ojos que la ve Perón, con los
ojos del amor, de la solidaridad y de la fraternidad, que es lo único que puede
construir una humanidad feliz.
Para ello, es necesario que no le hagamos la sangrienta payasada que le han hecho los "defensores" del pueblo a los trabajadores. Por ejemplo durante 30 años se han erigido en defensores de ellos y han estado siguiendo a un capitalismo cruento, sin patria ni bandera, y cuando una persona de América levantó la voz para pedir la palabra justicialista, se escandalizaron como si se hubiera pronunciado la peor de las ofensas que se puedan decir.
Para ello, es necesario que no le hagamos la sangrienta payasada que le han hecho los "defensores" del pueblo a los trabajadores. Por ejemplo durante 30 años se han erigido en defensores de ellos y han estado siguiendo a un capitalismo cruento, sin patria ni bandera, y cuando una persona de América levantó la voz para pedir la palabra justicialista, se escandalizaron como si se hubiera pronunciado la peor de las ofensas que se puedan decir.
Yo soy una mujer idealista. He abrazado con
amor la causa del pueblo y en eso tengo que dar gracias a Perón y a Dios por
haberme iluminado bastante joven, como para poder ofrecer una vida larga al
servicio de la causa del pueblo, que, por ser la causa del hombre, ha de ser
una causa superior. Como mujer idealista y joven, entonces, no podía aceptar y
me daba náuseas –como decía Cristo- que hombres tibios, pero cobardes, no
sostuvieran con la sinceridad, con la honradez y con el espíritu de sacrificio
que hay que sostener la verdadera bandera que es la de la felicidad y la de la
seguridad mundial.
Es por eso que cada vez que trato más a los
hombres, amo más a Perón. Me refiero a los hombres que se erigen en dirigentes
y que son falsos apóstoles; que lo único que quieren es llegar, para, después
de llegar, traicionar. Por eso, cuando veo en este mundo de sombras y de
egoísmo, que se levanta la voz justicialista de nuestro peronismo, me acuerdo
siempre de aquello que dijo León Bloy: "Napoleón es el rostro de Dios en
las tinieblas". Para nosotros, acepto esta frase por lo que significa, y
haciéndole un poco de plagio a León Bloy, digo que para nosotros –y con mucha
justicia y gran certeza- Perón es el rostro de Dios en la oscuridad, sobre todo
en la oscuridad de este momento que atraviesa la humanidad.
Perón no sólo es esperanza para los
argentinos. Perón ya no nos pertenece; Perón es bandera para todos los pueblos
con sed de justicia, con sed de reivindicaciones y con sed de igualdad. Yo he
podido comprobar cómo nos envidian muchos porque lo tenemos a Perón; cómo nos
quieren otros por lo mismo y cómo disfrutan otros en que haya tantos malos
argentinos, creyendo que los malos argentinos serán más y que lo dejarán pasar
a Perón, para poder cumplir ellos su política de imperialismo, ya sea de
derecha o de izquierda. Los que las disfrutan son las fuerzas del mal en esta
Argentina en que los argentinos nos sentimos orgullosos, pero no como antes,
por una cuestión de novelería, porque no éramos argentinos con dignidad. Hoy
somos argentinos en toda la extensión de la palabra. Somos los argentinos que
soñaron los patriotas de ayer, somos los argentinos ya reivindicados, a quienes
ha colocado en el sitio de privilegio, el genio, el creador, el conductor, el
guía: el general Perón.
Después de efectuar estas incursiones por
la filosofía universal de la historia para hacer las comparaciones doctrinarias
con nuestra doctrina y con nuestro Líder, el general Perón, es que, en esta
materia de la Historia del Peronismo, he querido que ustedes lo comprendan bien
a Perón. Yo no puedo descubrirles a Perón, porque, como bien dije hace poco, si
un poeta quisiera cantarle al sol o un pintor pintarlo, yo los consideraría
locos. Al sol no hay que cantarle ni pintarlo: hay que salir a verlo y, aun viéndolo,
uno se deslumbra. Yo invito a ustedes a que salgan a ver a Perón, a que lo
conozcan profundamente: se deslumbrarán, pero cada día lo amarán más
entrañablemente y rogarán a Dios para que podamos obtener de este hombre
extraordinario el mayor provecho posible para el bienestar y engrandecimiento
de nuestra patria y de su pueblo.
Y cuando el general Perón se haya ido
definitivamente en lo material, no se habrá alejado jamás del corazón de los
argentinos, porque nos habrá dejado su obra y nos acompañará siempre su
presencia superior.
Hasta la próxima clase.