Tomaré algunas consideraciones hechas en mi clase
anterior sobre el capitalismo, para seguir estudiando las causas del peronismo.
En esa oportunidad dije que el peronismo nació en la
historia el día en que los obreros, los primeros obreros, vale decir, el
pueblo, se encontraron con Perón, después del 4 de Junio y antes del 17 de
Octubre; y vieron en él la esperanza que habían perdido después de un siglo de
oligarquía.
Ese encuentro se realiza por primera vez, el 27 de
noviembre de 1943, cuando Perón decide crear la Secretaría de Trabajo y
Previsión, y deseo dejar bien claro esto por varias razones.
Primero porque yo debo enseñar la historia del peronismo; la verdadera historia, y además porque esto nos demuestra que el general Perón siguió, desde el primer momento de la revolución del 4 de Junio, un camino distinto del que siguieron los demás hombres de la revolución. Para él la revolución no consistía en cambiar un gobierno por otro, sino en cambiar la vida de la Nación.
Primero porque yo debo enseñar la historia del peronismo; la verdadera historia, y además porque esto nos demuestra que el general Perón siguió, desde el primer momento de la revolución del 4 de Junio, un camino distinto del que siguieron los demás hombres de la revolución. Para él la revolución no consistía en cambiar un gobierno por otro, sino en cambiar la vida de la Nación.
En mi clase anterior dije que el peronismo no había
nacido el 4 de Junio y que aquella fecha era el telón que se levantaba sobre el
escenario donde se iba a desarrollar uno de los acontecimientos más destacables
en la historia del mundo; y lo dije muy bien, porque ustedes conocen las
razones que tengo para decir que el 17 de Octubre es una revolución tal que en
el mundo no ha habido otra igual. No puede compararse a ninguna otra revolución
que la humanidad haya realizado. La revolución del 4 de Junio no tiene de
peronista nada más que la proclama, porque para nosotros, lo quiero dejar bien
aclarado, la verdadera revolución es el 17 de Octubre.
Cuando el general Perón quiso hacerse cargo del
Departamento Nacional del Trabajo, le hizo llegar ese pedido al señor
Presidente de la República. En ese momento muchos se rieron de aquella
aspiración que consideraron una ocurrencia peregrina; pero como era la primera
vez que el coronel Perón pedía algo, por eso, lo nombraron. No tanto porque era
la primera vez, sino porque pedía algo que ellos creían que era un puesto
mediocre, sin importancia y que era cosa de locos pedir el Departamento
Nacional del Trabajo. Ellos opinaban así porque no pensaban realizar una
revolución integral, sino un cambio de hombres; no pensaban como el general
Perón.
El entonces coronel Perón siguió siendo ministro de
Guerra por inspiración de sus compañeros, mejor dicho por imposición de los
mismos, tal como lo relata el mismo general en sus memorias que transcriben
también la distinta forma de actuar de Perón en la revolución del 4 de Junio
con respecto a la forma como actuaban los demás. Esto nos permite deducir que
para Perón las causas de la revolución no eran las mismas que para los demás.
Tan distintas eran las causas que por dos veces consecutivas Perón tuvo que
jugárselo todo y exigir la destitución del Presidente de la República. Yo no
puedo menos que decir esta verdad que nadie podrá discutir y es que para salvar
la revolución y el movimiento, el coronel Perón tuvo que exigir, junto con un
grupo de compañeros, el reemplazo del Presidente de la República.
Porque Perón había realizado la revolución por causas
que no son las que perseguían otros compañeros suyos. Los demás creían que las
causas de la revolución eran el fraude y la inmoralidad en la administración
pública, y los círculos políticos que no se ocupaban del país, sino de seguir
en el gobierno a cualquier precio y a cualquier costa. Perón veía más allá. Si
todo hubiese consistido solamente en eso, la revolución hubiese cumplido con el
pueblo en muy poco tiempo. Con una simple reforma política se arreglaría todo;
pero era mirar el problema muy superficialmente. Si bien era un problema
fundamental el fraude con que se había engañado al pueblo por tanto tiempo; si
bien era un problema serio para los gobiernos anteriores la inmoralidad
administrativa, el problema más serio –y aún el más agraviante para el pueblo-
era la explotación del hombre por el hombre y, por otra parte, la entrega
constante de la Patria a la potencia extranjera que pagara más. Pero, para
desgracia de los argentinos, no sólo se vendía la Patria; se rendía pleitesía a
las potencias con el solo fin de tener amigos importantes en el extranjero. Eso
era más fundamental.
El objeto principal era pues establecer la justicia social, que debía realizarse a pasos agigantados en nuestro país, que estaba atrasadísimo en legislación social. Era necesario dignificar al pueblo argentino y consolidar además la soberanía nacional, que era declamada, pero que no se practicaba ni se realizaba de la manera como la soñaban todos los argentinos de bien. Eso era lo que más preocupaba al general Perón.
Pero el General Perón veía mucho más lejos. Comprendió
que la guerra terminaba; que posteriormente a la guerra contra los
totalitarismos fascistas, comenzaría en el mundo una nueva lucha entre el
capitalismo y el comunismo. Eso advirtió entonces: que el capitalismo era un
simple sistema de explotación del hombre, que estaba destinado a ser vencido en
el mundo precisamente por eso, y además, por ser imperialismo. Y advirtió
también que el único sistema que podía vencer al capitalismo en ese momento era
el comunismo, también sistema de explotación del hombre, también imperialismo.
Es decir, el capitalismo y el comunismo representaban dos peligros para la
humanidad.
Perón había comprobado también que en nuestra patria
ambos imperialismos tenían ya sus puntas de lanza. El imperialismo capitalista
estaba representado aquí por nuestra oligarquía, las organizaciones económicas,
los monopolios internacionales, la prensa, los representantes de los
imperialismos capitalistas y los partidos oligárquicos. El comunismo estaba
representado por el Partido Comunista, agentes infiltrados en la dirección de
todos los demás partidos y algunos dirigentes sindicales, mercenarios unos y
engañados otros.
También se plegaban al imperialismo comunista muchos obreros a quienes la desesperación echaba en sus brazos.
También se plegaban al imperialismo comunista muchos obreros a quienes la desesperación echaba en sus brazos.
Y Perón llegó a la siguiente conclusión. Si la
revolución quiere salvar realmente al pueblo argentino, no deberá realizar
simplemente la reforma política; deberá también llevar a cabo la reforma social
que anule la acción del comunismo y la reforma económica que rompa el dominio
capitalista. Esto era de vital importancia para la Patria. Pueden ustedes ver
claramente que, si quisiéramos distinguir las causas del peronismo de las
causas de la revolución de junio, deberíamos decir: las causas de la revolución
de junio fueron simplemente políticas; las causas del peronismo fueron también políticas,
pero fundamentalmente económicas, sociales y patrióticas.
Ya hemos visto cómo actuó el capitalismo en su carácter
de causa del peronismo; ahora veremos cómo actuó el comunismo. Es decir, hemos
tratado la causa "capitalismo" sintéticamente en la clase anterior,
exigidos por el escaso tiempo, pero estoy segura de que todos ustedes conocen
bien el punto y saben bien cuáles son las armas poderosísimas, económicas,
políticas o periodística, que utilizó el capitalismo para destruir el
justicialismo, al que consideró casi más peligroso que al comunismo, porque
sabe que el justicialismo es el único sistema que llevará la felicidad a los
pueblos. De allí que para los capitalistas el justicialismo sea enemigo
poderoso, pues si se difundiera en el mundo significaría su derrota definitiva.
El comunismo en el mundo. La
historia del comunismo nos permitirá comprender mejor la historia del
peronismo. El peronismo y el comunismo se encontraron por primera vez el día
que Perón decidió que debía realizarse en el país la reforma social,
estableciendo al mismo tiempo que la reforma social no podía realizarse según
la forma comunista.
Piensen ustedes que si para hacer la reforma económica
Perón tenía que mutilar el imperialismo capitalista, haciendo la reforma social
quitaría al comunismo, y a su correspondiente imperialismo algo que ellos
consideraban presa muy codiciada: las masas obreras. Para anular al
capitalismo, concibió Perón la independencia económica, y la realizó, porque lo
grande de Perón es que no es un teórico, sino un maestro realizador. Para
anular la acción comunista concibió la justicia social y también la realizó.
Eso es lo grande de Perón. Ha salvado al país de dos fuerzas poderosísimas que
oprimían a las naciones y explotaban al hombre. Eso es lo que más le
agradecerán las generaciones venideras y nosotros, tal vez por tener el
privilegio de estar viviendo en la época de Perón, si es cierto que lo
comprendemos, si es cierto que lo seguimos, que lo queremos y lo apoyamos, no
lo apreciamos en todo su valor, porque lo tenemos demasiado cerca y Perón es
demasiado grande. Perón, con el tiempo y la distancia, se agrandará más aún, si
es posible, y las generaciones venideras no terminarán de bendecirlo por haber
hecho una obra tan gigantesca, no sólo en bien de la clase trabajadora, sino
también de todos los argentinos; y a nosotros nos queda la responsabilidad
histórica de consolidar la justicia social o de avalarla, como así también la
independencia económica y la soberanía nacional.
Muchas veces ha dicho el general Perón que el
capitalismo es la causa del comunismo. Eso no todo el mundo lo comprende bien;
sobre todo los capitalistas, pero eso es indudable.
Una prueba de ello es que las primeras reacciones obreras de carácter comunista aparecieron en Inglaterra, cuna del capitalismo. Decir que el comunismo nació con Marx, no es una verdad absoluta. Marx solamente interpretó con una doctrina la rebeldía de los obreros explotados. Antes que él ya existía en el mundo el sentimiento de rebeldía comunista y mucho antes que Marx publicara El Manifiesto y El Capital, ya existían en Inglaterra sociedades secretas de trabajadores que ya habían realizado las primeras revueltas obreras contra la explotación capitalista, mucho antes que viviera Marx.
Una prueba de ello es que las primeras reacciones obreras de carácter comunista aparecieron en Inglaterra, cuna del capitalismo. Decir que el comunismo nació con Marx, no es una verdad absoluta. Marx solamente interpretó con una doctrina la rebeldía de los obreros explotados. Antes que él ya existía en el mundo el sentimiento de rebeldía comunista y mucho antes que Marx publicara El Manifiesto y El Capital, ya existían en Inglaterra sociedades secretas de trabajadores que ya habían realizado las primeras revueltas obreras contra la explotación capitalista, mucho antes que viviera Marx.
En 1817, una sublevación de los obreros algodoneros, en
Manchester, había sido sofocada por escuadrones de caballería. En 1824, los
obreros ingleses realizaron en todas las ciudades una campaña de agitación; y
asómbrense ustedes, para conseguir que se acordase el derecho de votar a todos
los hombres mayores de edad, pensando ingenuamente que así lograrían imponerse
en la Cámara de los Comunes, y que se redujese la jornada de trabajo de 14 a 10
horas.
Largo sería analizar toda la historia del movimiento
obrero mundial antes de Marx y del comunismo, pero esto es para aclarar que
antes de Marx ya los obreros habían levantado su grito en contra del
capitalismo.
El comunismo fue una forma de la rebeldía proletaria, y
por eso tuvo éxito. Los obreros del mundo no entendían las obras de Marx, pero
seguían el grito de Marx: "Proletarios del mundo, uníos", porque se
daban cuenta de que sólo unidos se salvarían de la opresión capitalista. El
mismo Marx, ante la crítica de que hacían objeto a su obra, El Capital,
que era de difícil comprensión y que se la hacían los propios trabajadores,
decía: "No hay en la ciencia caminos anchos y sólo pueden alcanzar las
cumbres luminosas los que no caigan por la fatiga en los caminos
estrechos". Esto está en una carta escrita por Marx a su editor de El
Capital.
El gran éxito de Marx reside no tanto en haber
escrito El Capital y el célebre Manifiesto, sino
en haber visto que frente al capitalismo, fuerza internacional, sólo podía
oponérsele la unión de todos los obreros del mundo. Marx, que vivió muchos años
en Inglaterra, en una extrema pobreza, vio que muchos de los obreros ingleses
unidos desistían de oponerse a los capitalistas ingleses, exigiéndoles mejores
salarios y jornadas de 10 horas, ya que éstos iban a buscar obreros a Polonia y
a Alemania. Esto le hizo comprender que el movimiento obrero debía ser
internacional y, en 1966, fundó en Londres "La Internacional"; y Marx
personalmente le infundió el sello de sus ideas. En 1866 se realizó el Primer
Congreso Internacional Comunista con sesenta delegados. Marx murió en 1883, en
Londres, a los 65 años; y en el mismo día Engels escribió: "La mejor
cabeza del siglo XIX ha dejado de pensar". Desde entonces millones de
hombres y de mujeres han visto en Marx una bandera, e invocando su nombre los obreros
han luchado durante un siglo contra el capitalismo. ¡Claro, porque estaban
desesperados!
Yo les voy a decir por qué pasaba todo eso, porque
frente a Marx no ha habido términos medios. Solamente nosotros, que no somos
capitalistas ni comunistas, que no tenemos por qué odiarlo, porque no estamos
en el sector de sus enemigos, no tenemos por qué quererlo ni hacerlo semidiós,
porque no estamos con él ni él es nuestra bandera. Podemos analizar su obra y
su figura con serena frialdad, y tal vez, por primera vez, después de su
muerte, con una gran imparcialidad.
En el movimiento comunista del mundo debemos distinguir
tres cosas: primero, la figura de Marx y su doctrina; segundo, el movimiento
obrero; tercero, el imperialismo comunista. Sobre estos tres puntos deseo dar mi
opinión porque así podré ubicar mejor el movimiento peronista en la historia.
La figura de Marx y su doctrina.
Para nosotros Marx es un propulsor, ya he dicho que vemos en él a un jefe de
ruta que equivocó el camino, pero jefe al fin. En él hay dos aspectos
fundamentales: primero, el organizador o conductor del movimiento obrero
internacional; y, segundo, el creador de una doctrina. Como conductor del
movimiento obrero internacional, los pueblos del mundo le deben que les haya
hecho entender que los trabajadores deben unirse. Recuerden ustedes que eso
mismo repite y repetirá siempre el general Perón a sus trabajadores. Unidos,
dice Perón, los trabajadores son invencibles.
Si Marx hubiese hecho solamente eso y si se hubiese
dedicado a esa teoría, uniendo a todo los trabajadores del mundo en procura de
soluciones justas a sus problemas, su gloria sería indiscutible. Pero lo
discutible de él es y seguirá siendo siempre su doctrina; estaba destinada al
pueblo y muy pocos hombres del pueblo la abrazaron conscientemente, muchos tal
vez inconscientemente, sin saber con exactitud de qué se trataba, más bien
como un gesto de rebeldía que como una solución. Y aquí quiero hacer
presente un recuerdo de Italia.
Recuerdo que en ese país le decía Togliatti al Padre Benítez: "Nosotros no tenemos todavía un plan definitivo para seguir; nuestro gran objetivo es destruir dos siglos de capitalismo; luego vendrá quien construya". La doctrina de Marx es, por otra parte, contraria a los sentimientos del pueblo, sentimientos profundamente humanos. Niega el sentimiento religioso y la existencia de Dios. Podrá el clericalismo ser impopular, pero nada es más popular que el sentimiento religioso y la idea de Dios. El marxismo es, además, materialista y esto también lo hace impopular. El marxismo es extraordinariamente materialista.
Además es impopular porque suprime el derecho de propiedad tan profundamente humano. Pero por sobre todo es interesante destacar que Marx, como conductor de las primeras organizaciones obreras, interpretó el sentir de las masas, y por este hecho lo debemos considerar como un precursor en el mundo. Pero su doctrina, en cambio, es totalmente contraria al sentimiento popular. Solamente por desesperación o desconocimiento de la doctrina marxista pudo el comunismo difundirse tanto en el mundo; se difundió más por lo que iba a destruir que por lo que prometía construir. Ustedes pueden comprobar a cada momento que los comunistas no son hombres constructivos; son personas que todo lo niegan; son extraordinariamente demagógicos, porque no tienen responsabilidad y porque jamás piensan en cumplir con sus promesas; prometen y prometen sólo para destruir. "Luego vendrán quienes construyen".
Recuerdo que en ese país le decía Togliatti al Padre Benítez: "Nosotros no tenemos todavía un plan definitivo para seguir; nuestro gran objetivo es destruir dos siglos de capitalismo; luego vendrá quien construya". La doctrina de Marx es, por otra parte, contraria a los sentimientos del pueblo, sentimientos profundamente humanos. Niega el sentimiento religioso y la existencia de Dios. Podrá el clericalismo ser impopular, pero nada es más popular que el sentimiento religioso y la idea de Dios. El marxismo es, además, materialista y esto también lo hace impopular. El marxismo es extraordinariamente materialista.
Además es impopular porque suprime el derecho de propiedad tan profundamente humano. Pero por sobre todo es interesante destacar que Marx, como conductor de las primeras organizaciones obreras, interpretó el sentir de las masas, y por este hecho lo debemos considerar como un precursor en el mundo. Pero su doctrina, en cambio, es totalmente contraria al sentimiento popular. Solamente por desesperación o desconocimiento de la doctrina marxista pudo el comunismo difundirse tanto en el mundo; se difundió más por lo que iba a destruir que por lo que prometía construir. Ustedes pueden comprobar a cada momento que los comunistas no son hombres constructivos; son personas que todo lo niegan; son extraordinariamente demagógicos, porque no tienen responsabilidad y porque jamás piensan en cumplir con sus promesas; prometen y prometen sólo para destruir. "Luego vendrán quienes construyen".
El movimiento obrero siguió
en el mundo su marcha ascendente. Marx infundió su conciencia de unidad, pero
dividió a los obreros con su doctrina. Surgió el socialismo, como doctrina
comunizante atenuada. Yo pienso que aun sin el comunismo y sin el capitalismo
el movimiento sindical habría seguido su curso en el mundo; tal vez más
lentamente, pero no con menos fuerza.
El movimiento obrero se realizó en todas partes como
una necesidad, no para luchar por el comunismo o por el socialismo, sino para
luchar por una mejor situación del pueblo frente a la explotación capitalista.
Por eso los comunistas y los socialistas eran pocos en
los sindicatos. Claro que eran los más activos, y a ésos los conocemos bien.
Los demás eran obreros que querían defenderse para vivir.
El primer gobierno comunista del
mundo aparece en Rusia en 1918. Es interesante señalar que no lo realizan los
trabajadores, sindicalmente organizados, sino una masa explotada y hambrienta.
Sus dirigentes no son obreros; asómbrense, son intelectuales a quienes no les
preocupa tanto el trabajador industrial, sino el campesino. No es un movimiento
dirigido esencialmente contra el capitalismo, sino contra los terratenientes.
Aquí produce la primera derrota de la doctrina de Marx, porque la misma no
puede ser integralmente realizada. No se suprime totalmente la propiedad,
porque en Rusia, por ejemplo, veinte obreros pueden tener su fábrica, mientras
que la doctrina no permite la propiedad. Claro que las mayores industrias son
del Estado, que explota a los trabajadores, pero no han cumplido con la
doctrina de Marx. Quiere decir que aquí sufre la primera derrota la doctrina de
Marx, que pronto se convierte en un imperialismo más, y el imperialismo es un
camino equivocado, porque crea resistencias en todos los pueblos.
En mi clase anterior ya hemos visto cómo el capitalismo
estuvo representado en la República Argentina por la oligarquía y las fuerzas
internacionales del capital extranjero y del imperialismo. Frente a sus fuerzas
poderosas, se levantó aquí, como en todas partes, la reacción de los
explotados, las masas sufrientes y sudorosas, como alguna vez dijera el coronel
Perón.
Yo me precio siempre de haber sentido y sufrido con el
pueblo aquella opresión y de haber visto desde adentro la reacción popular. Yo
puedo hablar de esto con plena autoridad, para decir que aquella reacción
permanente, silenciosa y apreciable del pueblo contra la oligarquía, no era
comunista ni deseaba serlo. Los auténticos dirigentes sindicales no deseaban
tampoco el comunismo, y tal vez por esa razón, por no querer ser comunistas,
muchos se hicieron socialistas porque alguna puerta de escape tenía que tener
esta gente que luchaba por un poco, nada más que un poco más de pan. Los
dirigentes nuestros se han pasado muchos años luchando por migajas y soñando
con una dignidad que jamás creyeron que iba a llegar a las clases trabajadoras
argentinas, hasta el advenimiento del General Perón.
Entre los dirigentes comunistas, hubo pocos dirigentes
verdaderamente comunistas. Los dirigentes eran dirigentes a sueldo. A ellos no
les interesaba el pan de los trabajadores. Por eso no hicieron lo que la masa
quería, se opusieron a Perón, y siguiendo instrucciones extrañas se aliaron con
la oligarquía. Esto no debemos olvidarlo jamás. No se concibe que para el 24 de
febrero de 1946 los comunistas, los que se llamaban dirigentes del pueblo, lo mismo
que los socialistas, los conservadores, los demócratas progresistas y
los radicales, formasen esa tan desgraciada Unión Democrática, bochorno y
vergüenza de todos los argentinos.
No nos puede extrañar que los conservadores, los
radicales y los demócratas progresistas se aliaran en un maridaje en que
estuvieron siempre, a pesar de los enconos políticos, porque se repartían el
gobierno, pero lo que nos extraña –y no lo podemos olvidar-, es que esos que se
llamaban dirigentes del pueblo, los socialistas y los comunistas, se aliaran
con la más cruda y rancia oligarquía nacional e internacional, se aliaron con
el más crudo capitalismo contra los trabajadores argentino. No podremos olvidar
jamás que se aliaran para vender la Patria, para entregar el patrimonio
nacional.
Esto es más comprensible porque no podemos olvidar que
tanto los socialistas como los comunistas, son internacionales y no les puede
interesar lo que para los argentinos y, sobre todo, para los peronistas, es tan
sagrado: la Patria. Tampoco podemos pensar como ellos, que a pesar de ser unos
traidores podían haber disimulado su traición no aliándose con las fuerzas del
capital; es que cuando los juegos políticos les interesan, demuestran que bajo
la piel de cordero tienen alma de lobo. Eso es lo que demostraron los
socialistas y los comunistas en nuestra Patria, que así como se aliaron en
1945, lo harán cuantas veces sea necesario para poder llevar adelante sus
intereses bastardos y mezquinos. Su política y su doctrina no son
constructivas, sino destructivas.
Las fuerzas trabajadoras han vencido y hoy, gracias a
los humildes, a los hombres de bien y a los trabajadores que vieron en Perón no
sólo al realizador y al reformador social, sino al patriota, al hombre que daba
seguridad a la Patria, al hombre que iba a luchar para que cuando él se
retirara la Patria fuese más grande, más feliz y más próspera de lo que la
encontró. Ellos hicieron posible el triunfo de Perón. Por eso los argentinos
nos podemos vanagloriar y gozar de nuestra justicia social, de nuestra
independencia económica que cada día se está acrecentando gracias al esfuerzo
patriótico y a la vista extraordinaria el General Perón y, también, en la parte
nacional, hoy los argentinos nos sentimos orgullosos de nuestra soberanía y
como ya dije el 1º de Mayo: "Cuando nuestra bandera se pasea por los
caminos de la humanidad, los hombres del mundo se acuerdan de la esperanza como
de una novia perdida que se ha vestido de blanco y celeste para enseñarles el
camino de la felicidad".
Por eso es que nosotros, los peronistas, nunca debemos
olvidarnos del pueblo; siempre debemos tener nuestro corazón más cerca de los
humildes; más cerca de los compañeros; más cerca de los pobres, de los más
desposeídos, porque así habremos cumplido mejor con la doctrina del General
Perón; y para que no se olviden que los pobres, los humildes, las fuerzas del
trabajo, y nosotros mismos, nos hemos prometido ser misioneros de Perón; y
serlo será expandir su doctrina no sólo dentro de nuestras fronteras sino que
debemos ofrecérsela al mundo como una esperanza de las reivindicaciones que
tanto ambicionan las fuerzas del trabajo.
Además, nosotros, los argentinos, no lo olvidaremos
jamás a Perón, porque él nos ha dado este amanecer que está viviendo nuestra
generación, que será el mediodía que vivirán las futuras generaciones gracias a
su obra patriótica que está realizando en esta hora tan incierta de la
humanidad, en que el mundo se debate en guerras, en odios y rencores; nosotros,
en cambio, silenciosamente, teniendo al frente a un hombre de los quilates del
General Perón, estamos construyendo una Argentina feliz y próspera; y lo
estamos haciendo gracias a la obra de un hombre tan grande como lo es el
General Perón y también gracias al pueblo que lo ha comprendido y lo ha apoyado
contra todos los mercaderes y contra todos los traidores.
Que los comunistas más activos siempre fueron algunos
intelectuales bien pagos en nuestro país, bien lo sabemos. Fueron sobre todo
universitarios. Esos no han cambiado y siguen su prédica marxista, ahora
disfrazada de pacifismo.
Ya sabemos cuál es la paz comunista: expansión de su
imperialismo, a cualquier precio. La paz peronista es hacer lo que el pueblo
quiere. Y no hablemos de la paz capitalista, que todos conocemos; consiste en
explotar a los hombres e imponerse a pesar de los pueblos en todas las
naciones.
El panorama comunista de 1943 no era grave, pero tenía
ya las condiciones necesarias para serlo en cualquier momento, ya que un pueblo
explotado y desalentado es el mejor ambiente para el triunfo del comunismo. Si
sus dirigentes no hubiesen sido extranjeros, en su mayoría mercenarios de un
imperialismo, tal vez hubiesen progresado más. Es posible que Perón no hubiese
presentado al pueblo la solución justicialista, los trabajadores, por desesperación,
hubiesen abandonado el socialismo, que ningún bien les había hecho hasta
entonces, y se hubiesen transformado en comunistas. Los socialistas eran
dirigentes abúlicos y abogados de empresas poderosas, y el pueblo desesperado
se hubiese entregado al comunismo, que tampoco los llevaría a la felicidad,
sino a la destrucción, no sólo de los valores materiales del país, sino también
de las fuerzas morales y espirituales.
Pero en aquel momento aparece Perón. Las masas obreras
lo siguen, porque anuncia la supresión de la explotación capitalista por la
justicia social; porque al hablar de justicia social no lesiona sentimientos
naturales del alma humana, como el comunismo; porque habla sinceramente y
porque más que prometer cumple. No nos olvidemos que las fuerzas trabajadoras
de mundo se han pasado siglos enteros escuchando en todas las campañas
preelectorales promesas que al día siguiente de las elecciones se llevaba el
viento. El General Perón jamás prometió nada; lo dio todo. Es por eso que en la
campaña presidencial de 1945, el General Perón llevaba sus puños llenos de
verdades, de realizaciones. El General Perón expresó al pueblo argentino lo que
había realizado para hacer la felicidad y para llevar un poco más de luz a todo
los hogares trabajadores de la Patria. Perón cumple, han dicho los trabajadores
con gran intuición, y eso era lo que el pueblo necesitaba.
Los dirigentes obreros se dividen en dos: los sinceros
y los dirigentes a sueldo, que prefieren aliarse con la oligarquía. A éstos los
conocemos nosotros y el pueblo. Mejor dicho, los conocemos nosotros, porque el
pueblo los mata con el olvido y ya no los recuerda más.
El General Perón ha vencido al capitalismo y al
comunismo. Ha vencido al capitalismo suprimiendo la oligarquía, combatiendo las
fuerzas económicas, los Bemberg, los truts. A "La Prensa" que era un
cáncer del capitalismo que teníamos nosotros, no la suprimió Perón, sino los
canillitas y las fuerzas del trabajo. ¿Pero podrían los canillitas, que son los
obreros más humildes del país, haber enfrentado con éxito a ese pulpo poderoso,
mediante una huelga contra una empresa que contaba con tanto apoyo,
especialmente de fuerzas extranjeras, si no existiera el justicialismo y
hubiera un gobierno que los dejara discutir libremente y de igual a igual con
los patrones? ¡Antes... hubieran ametrallado a los pobres canillitas, ahogando
sus esperanzas!
Perón también ha vencido al capitalismo interno. Por la
economía social, poniendo el capital al servicio de la economía, y no como
antes la economía al servicio del capital, que sólo daba a los obreros el
derecho a morirse de hambre. La ley del embudo, como se suele decir. Lo ancho
para ellos y lo angosto para el pueblo.
Perón suprimió la acción imperialista. Ahora tenemos
independencia económica. Bien sabe él todos los agravios que debió recibir por
haber cometido el "crimen" de defender la Patria, si a eso le
llamamos crimen. Algunos argentinos se alían con los extranjeros para
difamarlo, porque el General Perón, por primera vez, hizo que las potencias extranjeras
respetaran a la Argentina y la trataran de igual a igual.
El General Perón le quitó al comunismo las masas, por
el mayor bienestar y la justicia, propiciando la creación de un sindicalismo
justicialista, y sobre esto quiero decir dos palabras.
El sindicalismo apoya al justicialismo y a Perón, pero
eso no significa que el sindicalismo se enrole en una acción política.
Simplemente sigue así una doctrina de justicia social, y su creador, Perón, ya
está por encima de toda política, como lo dije en mi última clase, porque los
sindicatos argentinos, al formar el sindicalismo justicialista, es decir, al
encuadrarse dentro de la doctrina justicialista, están representando
auténticamente a sus afiliados, porque lo que antes se discutía a balazos, hoy
ya no se discute; se defienden las conquistas, que es muy distinto. El
sindicalismo justicialista, que está ensamblado dentro de la doctrina
justicialista, y los sindicatos argentinos, al apoyar al General Perón, lo
apoyan políticamente, no se enrolan en un partido político, no apoyan a un
dirigente surgido de un partido político, porque otro Perón, como he dicho en
mis clases anteriores, no vendrá a la Argentina y por más que salgan imitadores
a su paso, los imitadores siempre son desastrosos. Perón hay uno solo y las
fuerzas del trabajo, al apoyar a Perón, apoyan al líder de los trabajadores
argentinos, y no a ningún partido político. Perón es la Patria, Perón es
trabajo y Perón es bienestar.
Es así como genialmente ha dicho el General Perón; el
justicialismo no puede vivir sin el sindicalismo, pero no le arrienda la
ganancia al sindicalismo sin el justicialismo. Y tiene razón el General. Los
que más sufrirán en nuestro país el día que los argentinos tengamos la
desgracia de no tenerlo más a Perón –porque realmente va a ser una desgracia no
tenerlo a Perón aunque él diga, con su extraordinaria bondad, que nos seguirá
dirigiendo desde su casa- no serán los grandes, sino los pequeños, las fuerzas
del trabajo, porque tras las serpentinas y los fuegos artificiales que harán
los políticos que le sucedan, vendrán los desengaños y también las
desilusiones. Para comprender a los trabajadores, hay que amar profundamente a
los humildes, y es como si Dios, en su infinita bondad, ha querido darle a los
argentinos a un hombre que lleva en su corazón todo el amor y toda la
comprensión por los trabajadores.
El General Perón ha puesto la tolerancia ante la
intolerancia. Así es como yo he querido juzgar al General Perón, tal vez como
soy la más fervorosa peronista, he querido encontrarle algún defecto, y el
único que le encontré ha sido su maravilloso y gran corazón.
Yo quisiera que a todos los hombres del mundo y a todos nosotros nos encontraran ese mismo defecto. Perón, para mí que lo he analizado profundamente, es perfecto.
Yo quisiera que a todos los hombres del mundo y a todos nosotros nos encontraran ese mismo defecto. Perón, para mí que lo he analizado profundamente, es perfecto.
Por eso, como yo creía que la perfección no la podíamos
alcanzar dentro de lo terrenal, les digo que no hay ni habrá jamás un hombre
como Perón.