SEXTA CLASE DICTADA EL 10 DE MAYO DE 1951




Tomaré algunas consideraciones hechas en mi clase anterior sobre el capitalismo, para seguir estudiando las causas del peronismo.

En esa oportunidad dije que el peronismo nació en la historia el día en que los obreros, los primeros obreros, vale decir, el pueblo, se encontraron con Perón, después del 4 de Junio y antes del 17 de Octubre; y vieron en él la esperanza que habían perdido después de un siglo de oligarquía.

Ese encuentro se realiza por primera vez, el 27 de noviembre de 1943, cuando Perón decide crear la Secretaría de Trabajo y Previsión, y deseo dejar bien claro esto por varias razones.


Primero porque yo debo enseñar la historia del peronismo; la verdadera historia, y además porque esto nos demuestra que el general Perón siguió, desde el primer momento de la revolución del 4 de Junio, un camino distinto del que siguieron los demás hombres de la revolución. Para él la revolución no consistía en cambiar un gobierno por otro, sino en cambiar la vida de la Nación.

En mi clase anterior dije que el peronismo no había nacido el 4 de Junio y que aquella fecha era el telón que se levantaba sobre el escenario donde se iba a desarrollar uno de los acontecimientos más destacables en la historia del mundo; y lo dije muy bien, porque ustedes conocen las razones que tengo para decir que el 17 de Octubre es una revolución tal que en el mundo no ha habido otra igual. No puede compararse a ninguna otra revolución que la humanidad haya realizado. La revolución del 4 de Junio no tiene de peronista nada más que la proclama, porque para nosotros, lo quiero dejar bien aclarado, la verdadera revolución es el 17 de Octubre.

Cuando el general Perón quiso hacerse cargo del Departamento Nacional del Trabajo, le hizo llegar ese pedido al señor Presidente de la República. En ese momento muchos se rieron de aquella aspiración que consideraron una ocurrencia peregrina; pero como era la primera vez que el coronel Perón pedía algo, por eso, lo nombraron. No tanto porque era la primera vez, sino porque pedía algo que ellos creían que era un puesto mediocre, sin importancia y que era cosa de locos pedir el Departamento Nacional del Trabajo. Ellos opinaban así porque no pensaban realizar una revolución integral, sino un cambio de hombres; no pensaban como el general Perón.

El entonces coronel Perón siguió siendo ministro de Guerra por inspiración de sus compañeros, mejor dicho por imposición de los mismos, tal como lo relata el mismo general en sus memorias que transcriben también la distinta forma de actuar de Perón en la revolución del 4 de Junio con respecto a la forma como actuaban los demás. Esto nos permite deducir que para Perón las causas de la revolución no eran las mismas que para los demás. Tan distintas eran las causas que por dos veces consecutivas Perón tuvo que jugárselo todo y exigir la destitución del Presidente de la República. Yo no puedo menos que decir esta verdad que nadie podrá discutir y es que para salvar la revolución y el movimiento, el coronel Perón tuvo que exigir, junto con un grupo de compañeros, el reemplazo del Presidente de la República.

Porque Perón había realizado la revolución por causas que no son las que perseguían otros compañeros suyos. Los demás creían que las causas de la revolución eran el fraude y la inmoralidad en la administración pública, y los círculos políticos que no se ocupaban del país, sino de seguir en el gobierno a cualquier precio y a cualquier costa. Perón veía más allá. Si todo hubiese consistido solamente en eso, la revolución hubiese cumplido con el pueblo en muy poco tiempo. Con una simple reforma política se arreglaría todo; pero era mirar el problema muy superficialmente. Si bien era un problema fundamental el fraude con que se había engañado al pueblo por tanto tiempo; si bien era un problema serio para los gobiernos anteriores la inmoralidad administrativa, el problema más serio –y aún el más agraviante para el pueblo- era la explotación del hombre por el hombre y, por otra parte, la entrega constante de la Patria a la potencia extranjera que pagara más. Pero, para desgracia de los argentinos, no sólo se vendía la Patria; se rendía pleitesía a las potencias con el solo fin de tener amigos importantes en el extranjero. Eso era más fundamental.



El objeto principal era pues establecer la justicia social, que debía realizarse a pasos agigantados en nuestro país, que estaba atrasadísimo en legislación social. Era necesario dignificar al pueblo argentino y consolidar además la soberanía nacional, que era declamada, pero que no se practicaba ni se realizaba de la manera como la soñaban todos los argentinos de bien. Eso era lo que más preocupaba al general Perón.

Pero el General Perón veía mucho más lejos. Comprendió que la guerra terminaba; que posteriormente a la guerra contra los totalitarismos fascistas, comenzaría en el mundo una nueva lucha entre el capitalismo y el comunismo. Eso advirtió entonces: que el capitalismo era un simple sistema de explotación del hombre, que estaba destinado a ser vencido en el mundo precisamente por eso, y además, por ser imperialismo. Y advirtió también que el único sistema que podía vencer al capitalismo en ese momento era el comunismo, también sistema de explotación del hombre, también imperialismo. Es decir, el capitalismo y el comunismo representaban dos peligros para la humanidad.

Perón había comprobado también que en nuestra patria ambos imperialismos tenían ya sus puntas de lanza. El imperialismo capitalista estaba representado aquí por nuestra oligarquía, las organizaciones económicas, los monopolios internacionales, la prensa, los representantes de los imperialismos capitalistas y los partidos oligárquicos. El comunismo estaba representado por el Partido Comunista, agentes infiltrados en la dirección de todos los demás partidos y algunos dirigentes sindicales, mercenarios unos y engañados otros. 


También se plegaban al imperialismo comunista muchos obreros a quienes la desesperación echaba en sus brazos.

Y Perón llegó a la siguiente conclusión. Si la revolución quiere salvar realmente al pueblo argentino, no deberá realizar simplemente la reforma política; deberá también llevar a cabo la reforma social que anule la acción del comunismo y la reforma económica que rompa el dominio capitalista. Esto era de vital importancia para la Patria. Pueden ustedes ver claramente que, si quisiéramos distinguir las causas del peronismo de las causas de la revolución de junio, deberíamos decir: las causas de la revolución de junio fueron simplemente políticas; las causas del peronismo fueron también políticas, pero fundamentalmente económicas, sociales y patrióticas.

Ya hemos visto cómo actuó el capitalismo en su carácter de causa del peronismo; ahora veremos cómo actuó el comunismo. Es decir, hemos tratado la causa "capitalismo" sintéticamente en la clase anterior, exigidos por el escaso tiempo, pero estoy segura de que todos ustedes conocen bien el punto y saben bien cuáles son las armas poderosísimas, económicas, políticas o periodística, que utilizó el capitalismo para destruir el justicialismo, al que consideró casi más peligroso que al comunismo, porque sabe que el justicialismo es el único sistema que llevará la felicidad a los pueblos. De allí que para los capitalistas el justicialismo sea enemigo poderoso, pues si se difundiera en el mundo significaría su derrota definitiva.

El comunismo en el mundo. La historia del comunismo nos permitirá comprender mejor la historia del peronismo. El peronismo y el comunismo se encontraron por primera vez el día que Perón decidió que debía realizarse en el país la reforma social, estableciendo al mismo tiempo que la reforma social no podía realizarse según la forma comunista.

Piensen ustedes que si para hacer la reforma económica Perón tenía que mutilar el imperialismo capitalista, haciendo la reforma social quitaría al comunismo, y a su correspondiente imperialismo algo que ellos consideraban presa muy codiciada: las masas obreras. Para anular al capitalismo, concibió Perón la independencia económica, y la realizó, porque lo grande de Perón es que no es un teórico, sino un maestro realizador. Para anular la acción comunista concibió la justicia social y también la realizó. Eso es lo grande de Perón. Ha salvado al país de dos fuerzas poderosísimas que oprimían a las naciones y explotaban al hombre. Eso es lo que más le agradecerán las generaciones venideras y nosotros, tal vez por tener el privilegio de estar viviendo en la época de Perón, si es cierto que lo comprendemos, si es cierto que lo seguimos, que lo queremos y lo apoyamos, no lo apreciamos en todo su valor, porque lo tenemos demasiado cerca y Perón es demasiado grande. Perón, con el tiempo y la distancia, se agrandará más aún, si es posible, y las generaciones venideras no terminarán de bendecirlo por haber hecho una obra tan gigantesca, no sólo en bien de la clase trabajadora, sino también de todos los argentinos; y a nosotros nos queda la responsabilidad histórica de consolidar la justicia social o de avalarla, como así también la independencia económica y la soberanía nacional.

Muchas veces ha dicho el general Perón que el capitalismo es la causa del comunismo. Eso no todo el mundo lo comprende bien; sobre todo los capitalistas, pero eso es indudable. 


Una prueba de ello es que las primeras reacciones obreras de carácter comunista aparecieron en Inglaterra, cuna del capitalismo. Decir que el comunismo nació con Marx, no es una verdad absoluta. Marx solamente interpretó con una doctrina la rebeldía de los obreros explotados. Antes que él ya existía en el mundo el sentimiento de rebeldía comunista y mucho antes que Marx publicara El Manifiesto y El Capital, ya existían en Inglaterra sociedades secretas de trabajadores que ya habían realizado las primeras revueltas obreras contra la explotación capitalista, mucho antes que viviera Marx.

En 1817, una sublevación de los obreros algodoneros, en Manchester, había sido sofocada por escuadrones de caballería. En 1824, los obreros ingleses realizaron en todas las ciudades una campaña de agitación; y asómbrense ustedes, para conseguir que se acordase el derecho de votar a todos los hombres mayores de edad, pensando ingenuamente que así lograrían imponerse en la Cámara de los Comunes, y que se redujese la jornada de trabajo de 14 a 10 horas.

Largo sería analizar toda la historia del movimiento obrero mundial antes de Marx y del comunismo, pero esto es para aclarar que antes de Marx ya los obreros habían levantado su grito en contra del capitalismo.

El comunismo fue una forma de la rebeldía proletaria, y por eso tuvo éxito. Los obreros del mundo no entendían las obras de Marx, pero seguían el grito de Marx: "Proletarios del mundo, uníos", porque se daban cuenta de que sólo unidos se salvarían de la opresión capitalista. El mismo Marx, ante la crítica de que hacían objeto a su obra, El Capital, que era de difícil comprensión y que se la hacían los propios trabajadores, decía: "No hay en la ciencia caminos anchos y sólo pueden alcanzar las cumbres luminosas los que no caigan por la fatiga en los caminos estrechos". Esto está en una carta escrita por Marx a su editor de El Capital.

El gran éxito de Marx reside no tanto en haber escrito El Capital y el célebre Manifiesto, sino en haber visto que frente al capitalismo, fuerza internacional, sólo podía oponérsele la unión de todos los obreros del mundo. Marx, que vivió muchos años en Inglaterra, en una extrema pobreza, vio que muchos de los obreros ingleses unidos desistían de oponerse a los capitalistas ingleses, exigiéndoles mejores salarios y jornadas de 10 horas, ya que éstos iban a buscar obreros a Polonia y a Alemania. Esto le hizo comprender que el movimiento obrero debía ser internacional y, en 1966, fundó en Londres "La Internacional"; y Marx personalmente le infundió el sello de sus ideas. En 1866 se realizó el Primer Congreso Internacional Comunista con sesenta delegados. Marx murió en 1883, en Londres, a los 65 años; y en el mismo día Engels escribió: "La mejor cabeza del siglo XIX ha dejado de pensar". Desde entonces millones de hombres y de mujeres han visto en Marx una bandera, e invocando su nombre los obreros han luchado durante un siglo contra el capitalismo. ¡Claro, porque estaban desesperados!

Yo les voy a decir por qué pasaba todo eso, porque frente a Marx no ha habido términos medios. Solamente nosotros, que no somos capitalistas ni comunistas, que no tenemos por qué odiarlo, porque no estamos en el sector de sus enemigos, no tenemos por qué quererlo ni hacerlo semidiós, porque no estamos con él ni él es nuestra bandera. Podemos analizar su obra y su figura con serena frialdad, y tal vez, por primera vez, después de su muerte, con una gran imparcialidad.

En el movimiento comunista del mundo debemos distinguir tres cosas: primero, la figura de Marx y su doctrina; segundo, el movimiento obrero; tercero, el imperialismo comunista. Sobre estos tres puntos deseo dar mi opinión porque así podré ubicar mejor el movimiento peronista en la historia.

La figura de Marx y su doctrina. Para nosotros Marx es un propulsor, ya he dicho que vemos en él a un jefe de ruta que equivocó el camino, pero jefe al fin. En él hay dos aspectos fundamentales: primero, el organizador o conductor del movimiento obrero internacional; y, segundo, el creador de una doctrina. Como conductor del movimiento obrero internacional, los pueblos del mundo le deben que les haya hecho entender que los trabajadores deben unirse. Recuerden ustedes que eso mismo repite y repetirá siempre el general Perón a sus trabajadores. Unidos, dice Perón, los trabajadores son invencibles.

Si Marx hubiese hecho solamente eso y si se hubiese dedicado a esa teoría, uniendo a todo los trabajadores del mundo en procura de soluciones justas a sus problemas, su gloria sería indiscutible. Pero lo discutible de él es y seguirá siendo siempre su doctrina; estaba destinada al pueblo y muy pocos hombres del pueblo la abrazaron conscientemente, muchos tal vez inconscientemente, sin saber con exactitud de qué se trataba, más bien como un gesto de rebeldía que como una solución. Y aquí quiero hacer presente un recuerdo de Italia. 


Recuerdo que en ese país le decía Togliatti al Padre Benítez: "Nosotros no tenemos todavía un plan definitivo para seguir; nuestro gran objetivo es destruir dos siglos de capitalismo; luego vendrá quien construya". La doctrina de Marx es, por otra parte, contraria a los sentimientos del pueblo, sentimientos profundamente humanos. Niega el sentimiento religioso y la existencia de Dios. Podrá el clericalismo ser impopular, pero nada es más popular que el sentimiento religioso y la idea de Dios. El marxismo es, además, materialista y esto también lo hace impopular. El marxismo es extraordinariamente materialista. 


Además es impopular porque suprime el derecho de propiedad tan profundamente humano. Pero por sobre todo es interesante destacar que Marx, como conductor de las primeras organizaciones obreras, interpretó el sentir de las masas, y por este hecho lo debemos considerar como un precursor en el mundo. Pero su doctrina, en cambio, es totalmente contraria al sentimiento popular. Solamente por desesperación o desconocimiento de la doctrina marxista pudo el comunismo difundirse tanto en el mundo; se difundió más por lo que iba a destruir que por lo que prometía construir. Ustedes pueden comprobar a cada momento que los comunistas no son hombres constructivos; son personas que todo lo niegan; son extraordinariamente demagógicos, porque no tienen responsabilidad y porque jamás piensan en cumplir con sus promesas; prometen y prometen sólo para destruir. "Luego vendrán quienes construyen".

El movimiento obrero siguió en el mundo su marcha ascendente. Marx infundió su conciencia de unidad, pero dividió a los obreros con su doctrina. Surgió el socialismo, como doctrina comunizante atenuada. Yo pienso que aun sin el comunismo y sin el capitalismo el movimiento sindical habría seguido su curso en el mundo; tal vez más lentamente, pero no con menos fuerza.

El movimiento obrero se realizó en todas partes como una necesidad, no para luchar por el comunismo o por el socialismo, sino para luchar por una mejor situación del pueblo frente a la explotación capitalista.

Por eso los comunistas y los socialistas eran pocos en los sindicatos. Claro que eran los más activos, y a ésos los conocemos bien. Los demás eran obreros que querían defenderse para vivir.

El primer gobierno comunista del mundo aparece en Rusia en 1918. Es interesante señalar que no lo realizan los trabajadores, sindicalmente organizados, sino una masa explotada y hambrienta. Sus dirigentes no son obreros; asómbrense, son intelectuales a quienes no les preocupa tanto el trabajador industrial, sino el campesino. No es un movimiento dirigido esencialmente contra el capitalismo, sino contra los terratenientes. Aquí produce la primera derrota de la doctrina de Marx, porque la misma no puede ser integralmente realizada. No se suprime totalmente la propiedad, porque en Rusia, por ejemplo, veinte obreros pueden tener su fábrica, mientras que la doctrina no permite la propiedad. Claro que las mayores industrias son del Estado, que explota a los trabajadores, pero no han cumplido con la doctrina de Marx. Quiere decir que aquí sufre la primera derrota la doctrina de Marx, que pronto se convierte en un imperialismo más, y el imperialismo es un camino equivocado, porque crea resistencias en todos los pueblos.

En mi clase anterior ya hemos visto cómo el capitalismo estuvo representado en la República Argentina por la oligarquía y las fuerzas internacionales del capital extranjero y del imperialismo. Frente a sus fuerzas poderosas, se levantó aquí, como en todas partes, la reacción de los explotados, las masas sufrientes y sudorosas, como alguna vez dijera el coronel Perón.

Yo me precio siempre de haber sentido y sufrido con el pueblo aquella opresión y de haber visto desde adentro la reacción popular. Yo puedo hablar de esto con plena autoridad, para decir que aquella reacción permanente, silenciosa y apreciable del pueblo contra la oligarquía, no era comunista ni deseaba serlo. Los auténticos dirigentes sindicales no deseaban tampoco el comunismo, y tal vez por esa razón, por no querer ser comunistas, muchos se hicieron socialistas porque alguna puerta de escape tenía que tener esta gente que luchaba por un poco, nada más que un poco más de pan. Los dirigentes nuestros se han pasado muchos años luchando por migajas y soñando con una dignidad que jamás creyeron que iba a llegar a las clases trabajadoras argentinas, hasta el advenimiento del General Perón.

Entre los dirigentes comunistas, hubo pocos dirigentes verdaderamente comunistas. Los dirigentes eran dirigentes a sueldo. A ellos no les interesaba el pan de los trabajadores. Por eso no hicieron lo que la masa quería, se opusieron a Perón, y siguiendo instrucciones extrañas se aliaron con la oligarquía. Esto no debemos olvidarlo jamás. No se concibe que para el 24 de febrero de 1946 los comunistas, los que se llamaban dirigentes del pueblo, lo mismo que los socialistas, los conservadores, los demócratas progresistas y los radicales, formasen esa tan desgraciada Unión Democrática, bochorno y vergüenza de todos los argentinos.

No nos puede extrañar que los conservadores, los radicales y los demócratas progresistas se aliaran en un maridaje en que estuvieron siempre, a pesar de los enconos políticos, porque se repartían el gobierno, pero lo que nos extraña –y no lo podemos olvidar-, es que esos que se llamaban dirigentes del pueblo, los socialistas y los comunistas, se aliaran con la más cruda y rancia oligarquía nacional e internacional, se aliaron con el más crudo capitalismo contra los trabajadores argentino. No podremos olvidar jamás que se aliaran para vender la Patria, para entregar el patrimonio nacional.

Esto es más comprensible porque no podemos olvidar que tanto los socialistas como los comunistas, son internacionales y no les puede interesar lo que para los argentinos y, sobre todo, para los peronistas, es tan sagrado: la Patria. Tampoco podemos pensar como ellos, que a pesar de ser unos traidores podían haber disimulado su traición no aliándose con las fuerzas del capital; es que cuando los juegos políticos les interesan, demuestran que bajo la piel de cordero tienen alma de lobo. Eso es lo que demostraron los socialistas y los comunistas en nuestra Patria, que así como se aliaron en 1945, lo harán cuantas veces sea necesario para poder llevar adelante sus intereses bastardos y mezquinos. Su política y su doctrina no son constructivas, sino destructivas.

Las fuerzas trabajadoras han vencido y hoy, gracias a los humildes, a los hombres de bien y a los trabajadores que vieron en Perón no sólo al realizador y al reformador social, sino al patriota, al hombre que daba seguridad a la Patria, al hombre que iba a luchar para que cuando él se retirara la Patria fuese más grande, más feliz y más próspera de lo que la encontró. Ellos hicieron posible el triunfo de Perón. Por eso los argentinos nos podemos vanagloriar y gozar de nuestra justicia social, de nuestra independencia económica que cada día se está acrecentando gracias al esfuerzo patriótico y a la vista extraordinaria el General Perón y, también, en la parte nacional, hoy los argentinos nos sentimos orgullosos de nuestra soberanía y como ya dije el 1º de Mayo: "Cuando nuestra bandera se pasea por los caminos de la humanidad, los hombres del mundo se acuerdan de la esperanza como de una novia perdida que se ha vestido de blanco y celeste para enseñarles el camino de la felicidad".

Por eso es que nosotros, los peronistas, nunca debemos olvidarnos del pueblo; siempre debemos tener nuestro corazón más cerca de los humildes; más cerca de los compañeros; más cerca de los pobres, de los más desposeídos, porque así habremos cumplido mejor con la doctrina del General Perón; y para que no se olviden que los pobres, los humildes, las fuerzas del trabajo, y nosotros mismos, nos hemos prometido ser misioneros de Perón; y serlo será expandir su doctrina no sólo dentro de nuestras fronteras sino que debemos ofrecérsela al mundo como una esperanza de las reivindicaciones que tanto ambicionan las fuerzas del trabajo.

Además, nosotros, los argentinos, no lo olvidaremos jamás a Perón, porque él nos ha dado este amanecer que está viviendo nuestra generación, que será el mediodía que vivirán las futuras generaciones gracias a su obra patriótica que está realizando en esta hora tan incierta de la humanidad, en que el mundo se debate en guerras, en odios y rencores; nosotros, en cambio, silenciosamente, teniendo al frente a un hombre de los quilates del General Perón, estamos construyendo una Argentina feliz y próspera; y lo estamos haciendo gracias a la obra de un hombre tan grande como lo es el General Perón y también gracias al pueblo que lo ha comprendido y lo ha apoyado contra todos los mercaderes y contra todos los traidores.

Que los comunistas más activos siempre fueron algunos intelectuales bien pagos en nuestro país, bien lo sabemos. Fueron sobre todo universitarios. Esos no han cambiado y siguen su prédica marxista, ahora disfrazada de pacifismo.

Ya sabemos cuál es la paz comunista: expansión de su imperialismo, a cualquier precio. La paz peronista es hacer lo que el pueblo quiere. Y no hablemos de la paz capitalista, que todos conocemos; consiste en explotar a los hombres e imponerse a pesar de los pueblos en todas las naciones.

El panorama comunista de 1943 no era grave, pero tenía ya las condiciones necesarias para serlo en cualquier momento, ya que un pueblo explotado y desalentado es el mejor ambiente para el triunfo del comunismo. Si sus dirigentes no hubiesen sido extranjeros, en su mayoría mercenarios de un imperialismo, tal vez hubiesen progresado más. Es posible que Perón no hubiese presentado al pueblo la solución justicialista, los trabajadores, por desesperación, hubiesen abandonado el socialismo, que ningún bien les había hecho hasta entonces, y se hubiesen transformado en comunistas. Los socialistas eran dirigentes abúlicos y abogados de empresas poderosas, y el pueblo desesperado se hubiese entregado al comunismo, que tampoco los llevaría a la felicidad, sino a la destrucción, no sólo de los valores materiales del país, sino también de las fuerzas morales y espirituales.

Pero en aquel momento aparece Perón. Las masas obreras lo siguen, porque anuncia la supresión de la explotación capitalista por la justicia social; porque al hablar de justicia social no lesiona sentimientos naturales del alma humana, como el comunismo; porque habla sinceramente y porque más que prometer cumple. No nos olvidemos que las fuerzas trabajadoras de mundo se han pasado siglos enteros escuchando en todas las campañas preelectorales promesas que al día siguiente de las elecciones se llevaba el viento. El General Perón jamás prometió nada; lo dio todo. Es por eso que en la campaña presidencial de 1945, el General Perón llevaba sus puños llenos de verdades, de realizaciones. El General Perón expresó al pueblo argentino lo que había realizado para hacer la felicidad y para llevar un poco más de luz a todo los hogares trabajadores de la Patria. Perón cumple, han dicho los trabajadores con gran intuición, y eso era lo que el pueblo necesitaba.

Los dirigentes obreros se dividen en dos: los sinceros y los dirigentes a sueldo, que prefieren aliarse con la oligarquía. A éstos los conocemos nosotros y el pueblo. Mejor dicho, los conocemos nosotros, porque el pueblo los mata con el olvido y ya no los recuerda más.
El General Perón ha vencido al capitalismo y al comunismo. Ha vencido al capitalismo suprimiendo la oligarquía, combatiendo las fuerzas económicas, los Bemberg, los truts. A "La Prensa" que era un cáncer del capitalismo que teníamos nosotros, no la suprimió Perón, sino los canillitas y las fuerzas del trabajo. ¿Pero podrían los canillitas, que son los obreros más humildes del país, haber enfrentado con éxito a ese pulpo poderoso, mediante una huelga contra una empresa que contaba con tanto apoyo, especialmente de fuerzas extranjeras, si no existiera el justicialismo y hubiera un gobierno que los dejara discutir libremente y de igual a igual con los patrones? ¡Antes... hubieran ametrallado a los pobres canillitas, ahogando sus esperanzas!

Perón también ha vencido al capitalismo interno. Por la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía, y no como antes la economía al servicio del capital, que sólo daba a los obreros el derecho a morirse de hambre. La ley del embudo, como se suele decir. Lo ancho para ellos y lo angosto para el pueblo.

Perón suprimió la acción imperialista. Ahora tenemos independencia económica. Bien sabe él todos los agravios que debió recibir por haber cometido el "crimen" de defender la Patria, si a eso le llamamos crimen. Algunos argentinos se alían con los extranjeros para difamarlo, porque el General Perón, por primera vez, hizo que las potencias extranjeras respetaran a la Argentina y la trataran de igual a igual.

El General Perón le quitó al comunismo las masas, por el mayor bienestar y la justicia, propiciando la creación de un sindicalismo justicialista, y sobre esto quiero decir dos palabras.

El sindicalismo apoya al justicialismo y a Perón, pero eso no significa que el sindicalismo se enrole en una acción política. Simplemente sigue así una doctrina de justicia social, y su creador, Perón, ya está por encima de toda política, como lo dije en mi última clase, porque los sindicatos argentinos, al formar el sindicalismo justicialista, es decir, al encuadrarse dentro de la doctrina justicialista, están representando auténticamente a sus afiliados, porque lo que antes se discutía a balazos, hoy ya no se discute; se defienden las conquistas, que es muy distinto. El sindicalismo justicialista, que está ensamblado dentro de la doctrina justicialista, y los sindicatos argentinos, al apoyar al General Perón, lo apoyan políticamente, no se enrolan en un partido político, no apoyan a un dirigente surgido de un partido político, porque otro Perón, como he dicho en mis clases anteriores, no vendrá a la Argentina y por más que salgan imitadores a su paso, los imitadores siempre son desastrosos. Perón hay uno solo y las fuerzas del trabajo, al apoyar a Perón, apoyan al líder de los trabajadores argentinos, y no a ningún partido político. Perón es la Patria, Perón es trabajo y Perón es bienestar.

Es así como genialmente ha dicho el General Perón; el justicialismo no puede vivir sin el sindicalismo, pero no le arrienda la ganancia al sindicalismo sin el justicialismo. Y tiene razón el General. Los que más sufrirán en nuestro país el día que los argentinos tengamos la desgracia de no tenerlo más a Perón –porque realmente va a ser una desgracia no tenerlo a Perón aunque él diga, con su extraordinaria bondad, que nos seguirá dirigiendo desde su casa- no serán los grandes, sino los pequeños, las fuerzas del trabajo, porque tras las serpentinas y los fuegos artificiales que harán los políticos que le sucedan, vendrán los desengaños y también las desilusiones. Para comprender a los trabajadores, hay que amar profundamente a los humildes, y es como si Dios, en su infinita bondad, ha querido darle a los argentinos a un hombre que lleva en su corazón todo el amor y toda la comprensión por los trabajadores.

El General Perón ha puesto la tolerancia ante la intolerancia. Así es como yo he querido juzgar al General Perón, tal vez como soy la más fervorosa peronista, he querido encontrarle algún defecto, y el único que le encontré ha sido su maravilloso y gran corazón. 


Yo quisiera que a todos los hombres del mundo y a todos nosotros nos encontraran ese mismo defecto. Perón, para mí que lo he analizado profundamente, es perfecto.

Por eso, como yo creía que la perfección no la podíamos alcanzar dentro de lo terrenal, les digo que no hay ni habrá jamás un hombre como Perón.




Powered By Blogger

Seguidores